GRULLAS VELERAS ( 1ª PARTE)
Cerezos en flor
felices durante
siete días
de admirar una
grulla
Matsuo Basho
Pese a ser poco familiar para la
mayoría de nosotros, la grulla ha sido una de las aves que más ha llenado la
imaginación. En el folklore, su onomatopeya ha sido recurso de canciones y
paremias populares; sus migraciones eran, para los agricultores - fenólogos por
tradición - la pauta señaladora de las cosechas. Para la mitología y el
simbolismo religioso, su danza y su agrupación en grandes bandadas sirvieron
como iluminación literaria.
Su nombre parece - al menos en
las lenguas más cercanas a nosotros - de origen onomatopéyico (su sonido se conjuga en
castellano con el verbo gruir) y así lo afirma san Isidoro en sus
Etimologías, hablando de su canto de “clarín”. En griego antiguo es géranos
(Γέρανος, γέρην para la hembra), grus en latín, grue en
francés, gru en italiano, crane en inglés, kran en alemán.
De ello se ha concluido la existencia de una raíz indoeuropea, *gerh o *gera-
(que sería graznar o roncar o alguna referencia a un sonido áspero). De hecho,
muchos sonidos de animales tienen una raíz gr- o cr-: graznar,
crocitar, crascitar, croajar (por el cuervo o el ganso), croar o groar (la
rana), crotorar (la cigüeña) el cri-cri del grillo (y su propio nombre),
gruñir o gritar...Como curiosidad, el nombre de la grulla dio lugar a la grúa (por su
postura inmóvil sobre una pata y el cuello estirado y sinuoso) y a un queso: la
grulla fue aprovechada por los antiguos condes de Gruyere, fundadores de la
ciudad suiza de Gruyères, para ponerlo en su blasón: hay un relato sobre la
fundación mítica de la localidad por un tal Gruerius (“el grullero”),
que habría capturado una grulla, lo que justificaría el escudo, heredado luego
por la ciudad (que sigue prefiriendo como símbolo el ave al queso, menos
linajudo).
Escudo de la
ciudad de Gruyéres, en el cantón de Friburgo (Suiza)
La grulla era un ave de paso
tanto en Grecia como en Italia, y las bandadas migratorias pasaban con un ruido
y un patrón de vuelo característicos, las “grullas veleras” del poema de
Góngora. La migración de la grulla era uno de los indicadores más importantes
de los cambios de estación: su paso en otoño hacia el sur marcaba el comienzo
del invierno y el final de la temporada de navegación (De signis,
Teofrasto), como la llegada de la golondrina marcaba el inicio de la primavera.
La migración otoñal era el momento en que los agricultores araban (por ejemplo,
en Hesíodo, Los trabajos y los días),
Toma nota cuando
oigas el canto de la grulla,
que cada año grita
desde las nubes.
Da la señal para
arar
y marca la
estación del invierno lluvioso
O el momento de sembrar cebada y
trigo de invierno: así se afirma en la Geopónica, colección de libros
bizantinos sobre agricultura, del siglo X, o como hace notar Aristófanes, en Las
aves:
“La grulla, al
emigrar a Libia, advierte al labrador que siembre”
Esa cualidad fenológica es
omnipresente en la tradición popular y pasa a la literatura, como vemos en Fray
Luis de León, en su Oda al licenciado Juan de Grial, anunciando el
invierno:
“...Ya el ave
vengadora
Del Íbico navega
los nublados
Y con voz ronca
llora,
Y, el yugo al
cuello atados,
Los bueyes van
rompiendo los sembrados”
El carácter colectivo y
organizado de la migración de las grullas, su formación de vuelo en V,
sus gritos comunicativos y su comprensión del tiempo, bastante precisa,
impresionaron a los antiguos. Aristóteles incluye a las grullas en su lista de
animales sociales, declarando que actuaban con un propósito común bajo la
dirección de un líder.
Las grullas
parecen mostrar también muchos signos de inteligencia. Migran a grandes
distancias y vuelan a gran altura para poder
observar la lejanía; y si ven nubes o mal tiempo por delante, bajan y hacen una
pausa en su viaje. Además, tienen un líder y otros que se encargan de hacer
señales, volando al borde de sus rebaños para ser oídos por todos. Y cuando se
posan, los demás duermen con la cabeza metida bajo el ala y de pie en cada pie,
mientras el líder vigila con la cabeza descubierta y si ve algo lo señala con
un grito.
Aristóteles,
Historia de los animales
Sin embargo, afirma erróneamente
que las grullas que vuelan en formación se apoyan en sus compañeras durante el
vuelo, y esto, junto con las ideas extravagantes sobre las grullas guardianas,
fue repetido por autores posteriores, como Plutarco. Otra serie de relatos
surgieron en torno a la idea de que las grullas tragaban piedras como lastre
durante su migración, algo que Aristóteles negaba.
En la vida monástica medieval la
grulla es un símbolo de vigilancia, buen orden y lealtad. Ello deriva de los
algunos hábitos legendarios ya mencionados. Primeramente, de su vuelo en
formación, indicador de una vida recta sometida a la Regla (Hugo de Foulloy,
De avibus, XLIV):
Grues cum de loco ad locum
transvolant ordinem procedendi volando servant. Illos autem significant qui ad hoc student ut
ordinate vivant. Cum autem ordinate volando procedunt, ex se litteras in volatu
fingunt: illos autem designant qui in se
Scripturae praecepta bene vivendo formant.
(Cuando las grullas vuelan de
un lugar a otro mantienen una formación de vuelo. Simbolizan, además, a quienes
se esfuerzan por vivir según la Regla. Además, cuando vuelan en formación,
forman letras con sus cuerpos mientras vuelan: así, denotan a aquellos que por
medio de una vida recta forman en sí mismos las enseñanzas de la Escritura)
Además, era creencia que, de noche, todas se reúnen
en círculo alrededor de su rey; algunas, mientras, vigilan, sin que les esté
permitido el sueño: se mantienen sobre una sola pata mientras la otra,
levantada, sostiene una piedra; si se adormecen y dejan caer la piedra sobre la
otra pata, se despiertan y reinician la vigilia. Es una versión de la "siesta de
los jesuitas", que se dormían sentados con una cucharilla en la mano y, cuando
ésta se dejaba caer, se despertaban y la siesta se daba por terminada (esos
jesuitas, siempre tan vigilantes...). Esta idea viene de la Historia Natural
de Plinio el Viejo, como de él proceden muchas otras ideas míticas sobre el
comportamiento de los animales que alimentarán la zoología hasta la época
contemporánea.
A la izquierda, Bestiario de
Oxford, Bodleian Library, fol. 062r. Se ven las grullas dormidas vigiladas por
la que sostiene una piedra. A la derecha, jerogífico de P. Valeriano en su Hieroglyphica (1556), con una grulla volando con la piedra, que representa la Prudencia
El Bestiario del Amor
(Richard de Fournival, 1245) insistiendo en estos aspectos, las alaba como
ejemplo a seguir:
Como las grullas, elevar el
vuelo a las regiones superiores, obedecer la voz de los superiores que velan
por la seguridad común y combaten la influencia de los espíritus infernales.
La asociación de la grulla con la
vigilancia, en un sentido religioso, moral o militar, ha sido la causa de su
uso habitual en la formación de patronímicos y en la heráldica: los linajes y
apellidos alemanes Wachter (vigilante),
Krahn, Krammer, Krane, Krehn, Krohen, Wachau, Wacker, Karajan..., los
ingleses Cramer, Cran..., los holandeses van Cranevelt, Crohn,
Cronmann..., el italiano La Grua, el francés Veillon de
Beauregard (los franceses lo dicen más bonito: buen mirar) y así
cientos de apellidos y topónimos referidos a la grulla.
Dos grullas
vigilantes en la heráldica. A la izquierda, escudo de la comuna de
Vaux-et-Chantegrue, en Borgoña. A la derecha, escudo de la familia Karajan
Sus grandes y ruidosas bandadas
son un recurso común en Homero, Hesíodo, Aristófanes, Plutarco, Cicerón... La primera
referencia literaria la encontramos en Homero: en la Ilíada se las
compara con las innumerables tribus aqueas, que desde naves y tiendas acuden a
la llanura escamandria, convocadas por Agamenón:
Como innúmeras bandas de aves de rápido vuelo,
como gansos o grullas o cisnes de cuello muy largo, que, chillando, en los
prados de Asio se posan, a orillas del Caístro y, de aquí para allá, de sus
alas se muestran ufanosas y bajo sus gritos resuenan los campos
Virgilio, en su Eneida, que tanto -demasiado- sigue a Homero, para
ilustrar el grito de júbilo y alborozo de los teucros, inserta el símil de las
grullas:
Quales sub nubibus
atris Strymoniae dant signa grues atque aethera tranant cum sonitu fugiuntque
notos clarnore secundo
("Como una bandada de grullas de Estrimón, cuando bajo las negras nubes, a una señal dada, surcan ruidosas el éter huyendo del Noto con alegres clamores")
Las grullas se cazaban con
distintos fines. El más obvio era el del alimento y las plumas. Virgilio, en
las Geórgicas, se refiere al invierno como la estación propicia para
atraparlas, y Antípatro, en la Antología Griega, habla de
cogerlas por el cuello como mejor método de captura. Varrón menciona a las
grullas entre las aves mantenidas en los viveros por los terratenientes
romanos, y Plinio, en un catálogo de prácticas crueles, cita la costumbre de
cegarlas, cosiéndoles los ojos, para que puedan engordar en la oscuridad (como
las pulardas...). Dice también que las grullas se habían puesto de moda para la
mesa, aunque la receta que da el gastrónomo Apicio (De re coquinaria)
sugiere que se valoraba más por su impacto visual que por su sabor. Horacio, en una
sátira, describe una cena especialmente ostentosa:
Entonces los
sirvientes entran, llevando en una enorme bandeja
los miembros
desmembrados de una grulla, bañados en sal y harina
Como con los gansos y los patos, los egipcios
criaban grullas para alimentarse. Se las representa en corrales, donde se las
alimenta a mano. En la escena de la mastaba de Ti, dos hombres meten la comida
en los picos de las grullas y parecen sujetarlas por el cuello, aunque es
posible que las estén masajeando la garganta para obligarlas a tragar (¿una
versión egipcia del foie gras?). Los beduinos del desierto occidental de Egipto
siguen comiendo grullas y las consideran un gran manjar. Las grullas también
eran adecuadas como ofrendas alimenticias a los dioses, y Ramsés III mostraba una
especial predilección por donar estas aves al templo de Amón en Tebas.
Siendo la caza y la música formas de recreo
ligadas al solaz de los grandes nobles - si hacemos caso a los tratados
renacentistas sobre la vida de los cortesanos -, no era extraño que fueran
juntas. Sabemos que los músicos estaban presentes en las monterías y puede que
en uno de esos libros que llevaban a las cacerías para cantar las glorias
cinegéticas de sus señores estuviera el manuscrito de esta pieza sobre las
grullas que compuso Pedro de Pastrana (1495-1563), uno de los grandes
polifonistas del Renacimiento español. Su título es onomatopéyico y su letra es
como sigue:
“Gru, gru, gru,
gru”.
- ¡Ah, Guillardo!,
qu’es nuestr’amo.
- Escucha, mira las
grullas
que pacen en nuestro
prado.
“Oxe, oxe, oxe,
oxe”.
- Hija, no las
espantes.
- Ya os espero.
- Pues tira por ese
otero.
Ponte tras aquel
tocón.
- ¡Oh!, ¡qué
levantadas son!
"Gru, gru, gru, gru". Obra de Pedro de Pastrana, interpretada por el grupo SEMA, en su disco "Ramillete de cantigas, villancicos, ensaladas, romances, pavanas, glosas, tonos e otros entretenimientos", 1987
Se decía que el vuelo de las grullas había inspirado la invención del alfabeto. Lucano afirmaba que dibujaban figuras al azar hasta que un golpe de viento las desordenaba, pero en De Avibus se dice que vuelan siguiéndose en el orden de las letras (ordine litterato). Según las Fábulas de Cayo Julio Higinio (64 a.C.-17), responsable de la biblioteca del Palatino en tiempo de Augusto, Mercurio inventó algunas letras del alfabeto observando a las grullas, que forman letras en su vuelo.
Dos son las historias
relacionadas con las grullas que más literatura han hecho correr desde el mundo
antiguo. Una es la de Íbico (Ἴβυκος), poeta lírico griego de la Magna Grecia
que vivió en el siglo VI a. C. La historia de su muerte es así relatada: mientras
estaba en Corinto, el poeta fue mortalmente herido por unos ladrones. La
enciclopedia bizantina Suda (siglo X), en su biografía del poeta, dice:
Ibycus: hijo de Phytius (…).
Capturado por bandidos en un lugar desierto, declaró que las grullas que pasaban
volando por encima serían sus vengadoras; fue asesinado, pero después, uno de
los bandidos vio unas grullas en la ciudad y exclamó: "¡Mira, los
vengadores de Ibycus!" Alguien escuchó y concluyó de sus palabras: el
crimen fue confesado y los bandidos pagaron la pena; de ahí la expresión
proverbial, "las grullas de Ibycus".
Las grullas de Íbico se han
vuelto así proverbiales como vengadoras (así, el poema de Fray Luis expuesto
más arriba) y se habla de “testigos de Íbico” para caracterizar un
testimonio imprevisto que acude en auxilio de la justicia en el último momento.
La leyenda podría derivarse
simplemente de un juego o una confusión entre el nombre del poeta y la palabra
griega para el pájaro ἶβυξ (el ibis). El extraordinario relato de la Suda
sobre la muerte del poeta se encuentra en otras fuentes, como Plutarco (De
garrulitate, del parloteo), que lo expone como ejemplo de hablar lo que no
se debe.
Al ser examinados y
condenados, sufrieron un castigo condigno, aunque no delatado por las grullas,
sino por la incontinencia de sus propias lenguas, y por una vengadora Erinnys
que se cernía sobre sus cabezas y los obligaba a confesar el asesinato.
Más tarde inspiró a Friedrich
Schiller una balada llamada "Las grullas de Íbico", donde se
muestran como seres terribles. Cantan las grullas:
¡Ay, ay, ay de
aquel que ocultamente
Ha cometido el acto del asesinato vil!
Sobre sus mismas suelas nos cerramos,
Lo oscuro de la carrera más espantosa de la noche.
….......
Así que nunca nos
cansamos, a él lo seguimos, el
arrepentimiento nunca puede apaciguarlo,
a él una y otra vez hasta la Sombra acosamos
y ni siquiera allí le damos alivio".
Monumento a Íbico
en Reggio de Calabria, su lugar de nacimiento, obra del escultor Michele
Guerrisi, 1952
En el año 80 d.C. se celebraron los juegos
inaugurales del Coliseo, que acababa de ser construido por iniciativa de
Vespasiano y concluido por su hijo Tito. El año anterior, recién iniciado el
reinado del último, Roma había conocido un incendio, una epidemia y el Vesubio
había arrasado Pompeya, así que los juegos debían ser tan espléndidos que
alejaran el mal auspicio que parecía cernerse sobre el emperador y la ciudad.
Dion Casio, en su Historia Romana, menciona una venatio (espectáculo que consistía en la lucha con animales) en la
que, entre muchos otros combates, “hubo una batalla entre grullas”. ¿Se
refería, quizás, a que fue representada la mítica batalla entre las grullas y
los pigmeos, la Geranomaquia? Esta es la segunda historia protagonizada
por las grullas y tiene múltiples antecedentes en la literatura clásica,
empezando por la afirmación de Homero (Ilíada, canto III) de que, en sus
cuarteles de invierno, al otro lado de los mares, las grullas se dedicaban a guerrear
contra los pigmeos.
Puestos
en orden de batalla con sus respectivos jefes, los teucros avanzaban chillando
y gritando como aves—así profieren sus voces las grullas en el cielo, cuando,
para huir del frío y de las lluvias torrenciales, vuelan gruyendo sobre la
corriente del Océano y llevan la ruina y la muerte a los pigmeos, moviéndoles
desde el aire cruda guerra—y los aqueos marchaban silenciosos, respirando valor
y dispuestos a ayudarse mutuamente.
Puede que la leyenda tenga orígenes egipcios. Los
pigmeos (πυγμαῖοι: el término pigmeo significa
literalmente "alto de un codo", y deriva su origen de la palabra
griega πυγμή -pigmé-, que designa una medida de longitud, el codo helénico,
estimada en 31,6 cm.) puede que fueran conocidos por los griegos a través de
los mercenarios jonios que sirvieron a los faraones Psamético I y II (entre 663
y 588 a.C.) en sus campañas nubio-etíopes y que, de regreso, llevarían a casa
historias exóticas. Este episodio pudo ser tratado por algunos escritores
antiguos con un aire de parodia del mundo heroico, una especie de épica
burlesca. La apariencia cómica y humorística de los pigmeos contrasta con la
esbeltez y elegancia de las grullas. Estos relatos pueden haber pertenecido a
la categoría de poemas cómicos, (páignia, παίγνια), atribuidos a Homero,
que caricaturizaban las hazañas de los héroes mediante la descripción de
combates de animales poco aptos para la guerra, como las ranas y los ratones en
la Batracomiomaquia.
Esta historia no fue descartada como absurda por
Aristóteles, quien señaló que existían razas de hombres pequeños en las
regiones de invernada de las grullas (Περὶ Τὰ Ζῷα Ἱστορίαι, Historia
animalium):
Estas aves migran de las estepas de Escitia a las
marismas al sur de Egipto, donde el Nilo tiene su origen. Y es aquí, por
cierto, donde se dice que luchan con los pigmeos; y la historia no es fabulosa,
porque en realidad hay una raza de hombres enanos, y los caballos son pequeños
en proporción, y los hombres viven en cuevas subterráneas.
Pigmeo luchando
contra una grulla, oinochóe ático de figuras rojas, 430-420 a. C., Museo
Arqueológico Nacional, Madrid
Los escritores antiguos, tanto griegos (Esopo, Hecateo, Ctesias o Estrabón, entre otros) como romanos (Plinio u Ovidio)
adornan más o menos sus propias versiones, mientras que Ateneo de Naucratis y
Antonino Liberalis inventan sus propias explicaciones de las hostilidades
hablando de una mujer que se casó con un pigmeo y fue adorada como una diosa
por los lugareños, pero fue transformada en una grulla por una celosa Hera. Antoninus Liberalis (s. III), en sus Metamorfosis,
cuenta que Hera había provocado el conflicto entre los pigmeos y las grullas
como castigo por un comportamiento irrespetuoso de la reina de los pigmeos:
Entre el pueblo que llamamos pigmeos nació una
muchacha llamada Oenoe que era de belleza impecable, pero era desprovista de
gracia y prepotente por naturaleza. No le importaban Artemisa ni Hera. Se casó
con uno de los ciudadanos, Nicodamas, un hombre bueno y sensato, y dio a luz a
un niño llamado Mopsus. Y todos los pigmeos, a los que les gustaba mostrarse
amables, le llevaron muchos regalos para celebrar el nacimiento del niño. Pero
Hera se enfadó con Oenoe por no honrarla y la convirtió en una grulla,
alargando su cuello, ordenando que fuera un pájaro que volara alto. También
hizo que surgiera la guerra entre ella y los pigmeos. Añorando a su hijo
Mopsus, Oenoe volaba sobre las casas y no se iba. Pero todos los Pigmeos se
armaron y la ahuyentaron. Debido a esto se produjo un estado de guerra tanto
entonces como ahora entre los pigmeos y las grullas.
Claudio Eliano (c 175-c 235), en su Natura
Animalium, relata una historia similar, pero da a la reina de los pigmeos
el nombre de Gerana y atribuye el conflicto a su excesivo endiosamiento por
haber sido tan honrada por los pigmeos, lo que le valió la envidia de Hera y el
castigo de ser convertida en ave. Gerana, enloquecida, haría la guerra a su
antiguo pueblo por haberle causado un orgullo tan desmedido.
Una digresión: en una divertida permanencia del tema
de los pigmeos tratando a una mujer como a una reina, una película de serie B
de 1950, Pygmy Island, con Johnny Weissmuller y Anne Savage, muestra a
una tribu pigmea que cuida con adoración a la chica perdida hasta que ésta
puede ser rescatada. Es una de las dieciséis películas en que Weissmuller, incapaz de
salir de la selva desde que hizo de Tarzán, interpreta al héroe de cómic Jungle
Jim.
Los pigmeos
aclamando a su “reina” (Anne Savage), en Pygmy Island, 1950, dirigida por
William Berke
La Geranomaquia fue muy representada en la pintura griega. La más conocida aparece en el pie del vaso François (ca. 570 a.C.), obra del alfarero Ergótimos y el pintor Klitias, con un grupo de pigmeos montados en cabras luchando contra grullas.
Imágenes
sucesivamente detalladas de la Geranomaquia al pie del Vaso François, Museo
Arqueológico de Florencia
Fragmento de un
altar portátil de arcilla de arcilla corintia (ca. 530-520 a.C.). Un pigmeo
ataca a una grulla con un garrote, sujetándola por el cuello
La batalla también aparece
claramente en la boca de un aryballos esférico firmado por Nearchos,
fechado hacia el 570 a.C., en el que los pigmeos atacan a las grullas con
palos.
Aryballos (frasco
de aceite), 570 a.C., Metropolitan Museum de Nueva York
Crátera de
campana, estilo Kerch, Ática, c. 350 a.C., colección privada. Representa
pigmeos combatiendo con grullas
Detalle de una
cerámica de figuras rojas procedente de Volterra, s. IV a.C.
Tres representaciones de la Geranomaquia: ánfora de
cuello del pintor Epimedes, ático, activo ca. 450-420
a. C. Oinochoe de figuras rojas. Peliké de figuras rojas del siglo IV,
Museo de Yalta
Como el tema tuvo tantas fuentes entre los
clásicos, lo encontramos en muchos manuscritos y grabados posteriores. En el Libro
de las maravillas del mundo (c. 1360), un relato de viajes del explorador
medieval Jean de Mandeville, entre los hechos fabulosos que nos cuenta de su
hipotético viaje por Egipto y Asia, describe que en Etiopía vive una
gente de baja estatura que se enzarza en frecuentes batallas con las grullas:
“De aquesta tierra se va hombre a la tierra de
los pigmeos donde son las personas chicas que no tienen sino tres palmos de
alto y son gentiles y graciosos; y como son de medio año engendran hombres y
mugeres, y no biven sino seys años, y si biven ocho tiénenlo por muy viejo.
Aquestas gentes d´esta estatura son buenos maestros de hazer seda y algodón y
de otras cosas de que ellos biven; y tienen muchas vezes guerra con las grullas
y con otras aves de rapiña que los toman y se los comen”.
Muchas
representaciones son fieles a detalles precisos, como el de los pigmeos
montados sobre cabras. En otros, se actualiza para ajustarlo a las formas de
guerrear de cada momento. Algunos ejemplos:
Pigmeos luchando con grullas, Jacob van Maerlant, Der Naturen Bloeme. Flandes, c
1350
La lucha de los
pigmeos contra las grullas, Robinet Testard, c. 1480, Biblioteca Nacional de
Francia
Pigmeos luchando
contra grullas. Grabado en madera de 1555 de Olaus Magnus
Un pigmeo luchando
contra las grullas. Crónica de Nuremberg (1493)
Mosaico en el ábside de la iglesia de san Miguel, en Pavía (s. XI), donde se representa un laberinto en uno de cuyos ángulos (a la derecha de la imagen) se ve a un hombre luchando con lo que parece una grulla. Se ajusta a la iconografía habitual de la Geranomaquia.
(Continuará)
Q bella historia de Aristotélica. Su sorprendente inteligencia y vuelo en formación de estas grullas, su símbologia bíblica y heráldica...
ResponderEliminarPero aquí y ahora yo me pregunto si con todo esto del cambio climático q ya parece realidad..siguen las grullas volando sobre nosotros anunciando el invierno...huyendo del frío y lluvias torrenciales? ...debería ser fácil reconocerlas por su tamaño, q imagino similar a las cigüeñas.
En España no se reproducen pero son invernantes. Hay información completa aquí: https://atlasaves.seo.org/ave/grulla-comun/
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