LEER EN EL AIRE

 Ante un mundo amenazante y unos dioses de voluntad incierta, y a falta de un futuro previsible, los antiguos buscaban señales con las que orientarse.  La ornitomancia de los griegos (de ορνις, ornís, ave, y μαντεία, manteia, adivinación) es un término menos familiar para nosotros que los auspicios romanos (de avis, ave, y spicio, observación). Según Plinio el Viejo, Tiresias, el vidente de la corte de Tebas, inventó la adivinación por las aves. Otro sabio de los pájaros, Calcante, aseguró que el sacrificio de Ifigenia haría navegar los barcos de Agamenón con viento seguro hacia Troya. Discernir la voluntad divina mediante el vuelo de los pájaros parecía tener sentido porque ellos vuelan más cerca del Empíreo, cerca de la presencia de los dioses, lo que hace que la vista de pájaro esté más cerca de la visión divina.

Fresco representando el sacrificio de Ifigenia. Calcante está a la derecha de la imagen. Siglo I, Casa del poeta trágico, Pompeya

Vayamos a la Antígona, de Sófocles, donde Tiresias anuncia la desgracia venidera:

-CREONTE (a TIRESIAS): ¿Qué pasa? Tus palabras me hacen temblar.

-TIRESIAS:  Lo sabrás, al oír las señales que sé por mi arte; estaba yo sentado en el lugar en donde, desde antiguo, inspecciono las aves, lugar de reunión de toda clase de pájaros, y he aquí que oigo un hasta entonces nunca oído rumor de aves: frenéticos, crueles gritos ininteligibles. 

(El texto griego se refiere a ese rumor con el verbo βεβαρβαρωμένῳ -bebarbaroméno-, derivado de la palabra βάρβαρος (barbaros, de donde deriva “bárbaro”), una onomatopeya que los griegos aplicaban a las personas de habla no inteligible, cuyo lenguaje sonaba como los ladridos de los perros).

Los romanos dividen sus auspicios en dos tipos: los que se deducen del vuelo, para los que sus aves de referencia eran las llamadas “alites”: el aguilucho o el ratonero (buteo), el águila pescadora (sanqualis), el buitre (vulturius) y el gavilán (inmusulus); y los que derivan del canto de otras aves, las “oscines”: el cuervo (corvus), la corneja (cornix) y la lechuza (noctua). El carbonero o herrerillo (parra) y el carpintero (picus) pertenecen a los dos grupos y forman un tándem fundamental, espejo de la pareja primordial de los dioses romanos, Marte y Vesta. El dios Picumnus era praeses auspiciis coniugalibus, presidía los auspicios matrimoniales. Como el sistema romano era simétrico, consultar un pájaro suponía consultar el pájaro asociado, de manera que, si Picumnus estaba ligado al picus, Carmentis, diosa del parto, de las matronas y protectora de madres y recién nacidos, estaba ligada a la parra, femenino de parus, de donde deriva párido (paridae es la familia de carboneros y herrerillos). A ambos dioses se los consulta en los días lústricos, los de la celebración del nacimiento y la imposición del nombre al recién nacido. Picus era más bien un auspicio matrimonial y nutricional, mientras que parra era, como pájaro muy prolífico, un presagio de fertilidad.

Un gran conjunto de textos oraculares fue recogido en los Libros Sibilinos que, según la tradición, fueron comprados a la sibila de Cumas por el último rey de Roma, Tarquinio el Soberbio. Guardados en el templo de Júpiter Capitolino, debieron de ser consultados en momentos críticos a lo largo de la historia de la antigua Roma, aunque sólo han sobrevivido fragmentos aislados.

No sólo los antiguos estaban concernidos por los mensajes de las aves. El mal agüero puede salirnos al paso en cualquier momento. En 1988, Sadam Hussein lanzó un ataque con gases tóxicos (mostaza, sarín y otros) sobre la ciudad kurda de Halabja, que causó la muerte de unas cinco mil personas. Desde entonces, muchos kurdos se acostumbraron a tener un pájaro enjaulado, a la manera de los canarios de las minas, para detectar la presencia de gases. Incluso algunos combatientes peshmergas llevaban pájaros al frente, en previsión de ataques químicos.

El 21 de septiembre de 2020, una tormenta de nieve en Nuevo México (el invierno, matador de aves, a decir de Esquilo) provocó la muerte de gran número de aves migratorias, de las que se recogieron 305, de seis especies diferentes (abajo).


Los pájaros recogidos el 21-9-2020
 

 Un año después, el 14 de septiembre de 2021, las luces de los rascacielos de Nueva York, provocaron un choque masivo del que se recogieron 226 pájaros (algo, por desgracia, habitual en temporada de vuelos migratorios, en la que las luces deslumbran y desorientan a bandadas enteras). 

                                                

                                    Una muestra clasificada de los pájaros recogidos el 14-9-2021           

Las fotos de las aves recogidas parecen una partitura, con cada pájaro marcando una nota tétrica, como una música que expresara ese rumor frenético y cruel del que hablaba Tiresias. O un texto donde cada pájaro sería una palabra, algunas de ellas subrayadas en amarillo, como si alguien las hubiera marcado con un rotulador, una llamada de atención sobre las señales que las aves nos envían. Son nuestros propios textos sibilinos, un remedo de aquellos oráculos antiguos que presagiaban un porvenir oscuro.




Comentarios

  1. Tengo la sensación, leyendo tus artículos, de que las diferentes especies de aves perviven en el tiempo más que otras especies de animales, pero no se si estoy en lo cierto. Al menos hablas de aves que existieron en tiempos de los griegos y romanos y que, después de tantos siglos, no se han extinguido. Quizá vivir en las alturas les protege más del maltrato que perjudica a otros animales que comparten espacio con el hombre. Aunque volar no les libra del perjuicio de las condiciones climáticas y, segun cuentas, con el ejemplo de la matanza por las luces, tampoco del todo de la amenaza del hombre, aunque sea de forma indirecta.

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