PALABRAS ALADAS
Las aves son palabras aladas,
según la famosa expresión homérica: épea pteróenta, ἔπεα πτερόεντα. Aunque Homero las aplica a
sus héroes y dioses, nosotros las tomaremos para todo aquello que las aves nos
han dicho a través del tiempo.
Es imposible hacer cuenta de
todos los símbolos y toda la carga moral que la tradición religiosa,
esencialmente cristiana -en el caso de Occidente-, ha puesto en las aves. Antes
de una ornitología científica se conoció una ornitología simbólica; toda la
variedad de experiencias humanas ha cabido en la fragilidad y evanescencia de
los pájaros. Y, a la vez, nuestra tradición se ha llenado también de una
ornitología literaria, esencialmente poética, cuyas fuentes son tan antiguas y
tan indiscernibles de las religiosas que las aves han sido, casi, sofocadas por
sus significados. Hoy, con una naturaleza despojada de simbolismo, reconocer
todo el tejido de esas connotaciones exige pasar por encima de lo observable y
volver la vista a lo que los hombres han escrito y pensado; al fin y al cabo,
ha sido maravillarse de lo visto lo que ha sembrado todo lo escrito. Las aves
han impregnado con su presencia la vida cotidiana de las personas a lo largo de
toda la historia, hasta un punto ahora difícil de exagerar. Visibles y audibles
en la mayoría de los momentos del día; ocupando todos los dominios de tierra,
mar y aire; y en una abundancia y diversidad mayor de lo que podemos soñar hoy.
No es sorprendente, por tanto, que también poblaran la mente y la imaginación de
las personas y anidaran en sus culturas, sus idiomas, sus mitos y esquemas de
pensamiento. Este camino que va de la familiaridad cotidiana a la
representación simbólica es lo que Claude Lévi-Strauss tenía en mente: "Les
espèces sont choisies non comme bonnes à manger, mais comme bonnes à
penser" (Totemismo, 1962).
Las aves integran, pues, la
cultura popular desde los primeros tiempos y continúan impregnando la
literatura. Se mencionan en la primera frase de la literatura europea, como
carroñeros, al comienzo de la Ilíada de Homero.
“Canta, diosa, la cólera
funesta del Pelida Aquiles, que causó inmumerables dolores a los aqueos y
arrojó al Hades muchas almas famosas de héroes, a los que convirtió en presas
para los perros y todas las aves, mientras la voluntad de Zeus se iba
cumpliendo...”
Aparecen repetidamente en la
poesía épica, lírica, didáctica, pastoral y personal subsiguientes, en la
tragedia y la comedia, en epigramas e invectivas, y en escritos en prosa sobre
geografía, historia, viajes, medicina y ciencia. Esta riqueza de referencias en
la cultura popular refleja la abundancia y ubicuidad de las aves desde el mundo
clásico; toda una “ornitomanía” (si Aristófanes nos lo permite). Nuestro
lenguaje ordinario todavía está lleno de pájaros utilizados como analogías y
metáforas. Luego proyectamos estas concepciones al mundo en forma de símbolos:
en banderas, sellos y monedas, en imágenes de iglesias, en nombres de calles y
bares, en equipos deportivos y sus logotipos, y en todo tipo de diseños de
marca. En tamaño y escala, las aves son como modelos humanos en miniatura:
bípedos con cabezas redondas y ojos agudos y sagaces, a veces orientados hacia
adelante, razón por la cual los búhos y los pingüinos se encuentran entre las
aves más fáciles de antropomorfizar y convertir en peluches. Los pájaros
también se comportan como nosotros. Podemos observarlos caminar, socializar,
cantar, pelear, cortejar, hacer tareas domésticas, alimentar y criar a sus
hijos. Podemos relacionarnos con nuestros propósitos. Y, sobre todo, las aves
disfrutan del don del vuelo, una aspiración humana antigua y profunda que
promete una libertad inigualable, y de la música, que toca nuestro cerebro más
emocional.
Y empezaremos por lo más simple y
grueso: la distinción entre el bien y el mal, la dialéctica de las posiciones
morales y su imposible acuerdo. Pasolini nos da el primer esbozo.
Pajaritos y Pajarracos es
el título que se dio en España a la película de Pier Paolo Pasolini Uccellacci
e Uccellini, de 1966. (1)
Pasolini parte de un tema
popular, san Francisco, a quien san Buenaventura atribuye una predicación a las
aves:
Giotto di
Bondone, fresco de la predicación de san Francisco a las aves, basílica de san
Francisco de Asís (1290-1300)
“Acercándose a Bevagna, llegó
a un lugar donde se había reunido gran multitud de aves de toda especie. Al
verlas el santo de Dios, corrió presuroso a aquel sitio y saludó a las aves
como si estuvieran dotadas de razón. Todas se le quedaron en actitud
expectante, con los ojos fijos en él…les exhortó encarecidamente a escuchar la
palabra de Dios”. (Legenda maior, 1262)
Es este texto el que sirve de
base para el trabajo de Giotto en Asís. San Francisco parece hablarles por
razones de fraternidad espiritual con ellas y son esas razones las que mueven
al santo, en la película de Pasolini, a enviar a los dos protagonistas a
predicar a los halcones y a los gorriones para promover la armonía entre las
aves. Su fracaso da pie a un conjunto de reflexiones sobre las contradicciones
del marxismo por parte del tercer protagonista, un cuervo bastante pedante que
sigue a los personajes en esta especie de road movie. Aquí, el cuervo es
menos la encarnación del mal, como era tradición, y se asocia más a su carácter
a la vez astuto e inteligente: las leyendas decían que jamás debía cometerse un
crimen delante de un cuervo porque éste delataría al criminal; que incitaban al
crimen para conseguir la ejecución de los culpables; que rondaban los cadalsos
para hacerse con los nombres de los cómplices. En la película es “el listo”...pasándose de listo (acaban comiéndoselo).
Esta doble cara de las aves, la que corresponde a su crueldad y la que nos mueve a ver su inocencia, se aprecia en la ambivalente actitud humana ante los encantos del mundo. Una canción tradicional yiddish, de Mordkhe Gebirtig, Avremele un Yosele, nos cuenta de dos alumnos de un jéder (escuela religiosa hebrea) ante su perspectiva de hacer novillos. El campo primaveral florece, el sol brilla, y Yossele no tiene ningún deseo de pasar tan hermoso día en la escuela.
Ah, ¿no ves a los
pájaros y las
abejas revoloteando
sin cuidado?
No te preocupes
por el mañana.
Hay muchas excusas
para elegir.
Avremele, más cauteloso, piensa
que sería pecaminoso faltar a clase, y le advierte:
Allí, en el campo,
Satanás
Se ha disfrazado
de pájaro
Arrastrándonos
hacia él…
Donde Yosele ve alegres pajaritos, uccellini,
Avremele ve amenazantes pajarracos, uccellacci.
(1) Esta palabra deriva del latín aucella, pájaro inmaduro, polluelo, del que deriva también el francés oiseau a través del francés antiguo, oisel. Es curioso que el inglés bird deriva, por metátesis, del inglés antiguo bridd, también con el significado de polluelo.
Buen comienzo. A continuar
ResponderEliminarExcelente!!!
ResponderEliminarQue maravilla. Enhorabuena. Aurora
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