HUMANILENGUADOS (II): ¡AVE!

 

Hans Baldung Grien, detalle de La Virgen con los loros, 1533

El loro es un ejemplo perfecto de símbolo de dos caras, dependiendo de si está en un contexto profano o sagrado. En un ambiente religioso, el loro es un símbolo de la Inmaculada Concepción porque se decía que era capaz de reproducir el saludo del arcángel Gabriel, "Ave María", que desencadenó la concepción milagrosa de la Virgen. 


El "Mapa de Ebstorf", de 1235, es el primer mapa europeo en el que aparece un loro. El cuerpo de Cristo domina el mapa y abarca toda la Tierra. A los pies de Cristo están las Columnas de Hércules y, casi en lo alto y debajo de la cabeza de Cristo, un loro, lo que refleja la creencia medieval de que los loros estaban cerca del Paraíso.


El mapamundi de Ebstorf (con un detalle debajo), un pergamino de trece metros cuadrados que se realizó en la abadía benedictina de esa localidad alemana, hacia 1300. Más que un mapa geográfico es un mapa teológico (una distribución de las manifestaciones del mensaje divino). Como era habitual entonces, tenía como referencia el este, que está arriba (donde está la cabeza de Cristo, por eso se habla de “orientarse”), donde también se ubicaba el mítico Paraíso Terrenal (a la izquierda de Cristo, con Adán y Eva comiendo del árbol). Cerca estaría la India y, cerca también, el loro (rodeado por un círculo rojo). De este mapa sólo se conservan reproducciones fotográficas porque el original fue destruido en el bombardeo de Hannover de 1943

Manuscrito Harley MS 3571, que trata de la vida de la Virgen y de Cristo, primera mitad del siglo XIV, Biblioteca Británica


Un caso interesante es el de este manuscrito en el que se representa a uno de los Reyes Magos postrándose ante un pequeño templo sobre el que hay un nido con un cordero, un león y, asombrosamente, un loro que parece pronunciar un discurso. Comprendemos la presencia de los dos primeros (Cristo como León de Judá y como Cordero místico), pero el loro…salvo que sea un ave Fénix con disfraz de papagayo.


Como los loros eran los únicos animales que podían hablar, se consideraba que estaban por encima de los demás animales y más cerca de Dios, incluso podían repetir salmos y oraciones. En el siglo XV, había loros en el Vaticano: en 1418, el papa Martín V contrató a dos asistentes para el loro papal y sabemos que, en 1462, el papa Pío II autorizó un pago a una persona denominada "custodio del loro”.

 

Conrado de Würzburgo (1220-1287) da una buena razón para relacionar al loro con la Virgen: es un ave muy limpia, comparable a María, nunca ensuciada por los pecados porque se deslizan sobre ella como las gotas de agua sobre el plumaje; además, se dice que la hembra anida en dirección al este, donde menos llueve, y así no se ensucia. Paro lo más importante es que es capaz de pronunciar la palabra “Ave”, como el arcángel Gabriel en la Anunciación. Y si un pájaro puede hablar, ¿por qué María no puede ser una virgen encinta?

 

Así, en el Defensorium inviolatae virginitatis beatae Mariae, de Franz von Retz (1343-1427), el papagayo simboliza la maternidad virginal de María y, de manera inexplicable y milagrosa, el loro ofrece su "Ave" sin haberlo oído ni aprendido. Algunos autores ven en el pájaro parlante un símbolo de la palabra de Dios, de manera que su presencia en las pinturas marianas podría leerse como el poder vivificante de esa Palabra. Alberto Magno relaciona el loro, que vive en regiones sin lluvia, con el vellón de Gedeón y, por tanto, con la virginidad inviolable de María. Los emblemas marianos a veces muestran al loro posado en la rama más alta y delgada de un árbol y, por tanto, fuera del alcance de la serpiente amenazante: nuevamente, un símbolo de la exención del pecado original de María.



Alberto Durero, “Adán y Eva”, 1504, grabado. El loro está en una rama delgada, sobre Adán

Los animales de la parte inferior representan los cuatro temperamentos de la tradición clásica (el gato, el colérico; el buey, el flemático; la liebre, el sanguíneo; y el alce, el melancólico), cuyo equilibrio será roto por el pecado. El loro alude a la Inmaculada Concepción como la futura extinción del pecado original

 

Jan van Eyck, Detalle de la Virgen del canónigo Van der Paele,1434-36, Groeningemuseum, Brujas. El Niño sujeta una cotorra alejandrina 


 Las flores rojas que sostienen Cristo y la Virgen son claveles, de olor parecido a la flor del clavo (de ahí su nombre) y el clavo nos lleva a la crucifixión. Las flores blancas son, probablemente, mostazas, cuyo nombre en latín es Cruciferae, de nuevo otro anuncio de la cruz. El loro se explica por las referencias a la Inmaculada Concepción ya citadas.


Martin Schongauer, Virgen con el Niño y un loro, grabado, 1470-75

El Fisiólogo y los primeros teólogos cristianos ven una imagen de Cristo en la forma en que se le enseña a hablar a un loro: Cristo tomó forma humana para enseñar al hombre el lenguaje de Dios: 

“El hombre que quiere aprender a hablar con un pájaro 

se esconde detrás de un espejo cuando enseña. 

Si el pájaro se vuelve a la palabra, 

ve su propia imagen 

y cree que es un amigo que le habla... 

Así Cristo se transformó en un Extraño para enseñar: 

es por medio del Hombre que habló al Hombre”. 

 

(Himno de Efrén el Siríaco, s. IV)


Alberto Durero, acuarela, c. 1503, Albertina, Viena. El loro acompaña la escena, a la izquierda


Hans Baldung Grien, La Virgen con los loros, 1533, Germanisches Nationalmuseum, Nuremberg. Esta Virgen de la leche tiene dos loros, uno en su hombro (un loro gris africano) y otro verde sobre la repisa de la izquierda


Cornelis Bazelaere, conocido como “Maestro del loro”, activo entre 1520 y 1550, Museo de San Diego 


Cornelis Bazelaere, conocido como “Maestro del loro”, Virgen con Niño en un paisaje, c. 1520-1530, Museo De Jonckhere, Ginebra-Monaco


Cornelis Bazelaere, conocido como “Maestro del loro”, Virgen con Niño en un paisaje, Museo Soumaya, México


Vittore Carpaccio, Bautismo de los selenitas, 1507, Museo Scuola di San Giorgio degli Schiavoni, Venecia. El loro rojo en primer plano representaría la redención por el bautismo


Paolo Cavazzola, Santos Santiago el mayor, Antonio Ermitaño, Andrés, Domngo, Lorenzo y Nicolás, c. 1510-12, Academia Carrara, Bérgamo. El guacamayo rojo sudamericano (Ara macao) se encuentra en tabla central, delante de San Andrés y Santo Domingo, simbolizando el poder de la oratoria y la victoria de los santos

 


Marteen Van Heemskerck, san Lucas pintando a la Virgen, c. 1545, Museo de Bellas Artes de Rennes

 Esta obra es compleja: el Niño tiene un loro en la mano mientras el evangelista Lucas retrata a la Virgen (por eso es el patrón de los pintores), pero hay muchos más elementos. En segundo plano, en el suelo del patio, sobre el brazo de Lucas, hay una cara grotesca, puede que inspirada en la Bocca della Veritá, que se suponía mordía a los mentirosos. El fondo del cuadro, con la arquitectura y las estatuas clasicistas, representa el mundo pagano, ya superado por el primer plano cristiano, donde el loro se dispone a abrir la nuez que se le ofrece, desvelando la verdad de la Revelación ante la simple retórica pagana. Esta yuxtaposición de dos planos que se explican y complementan es habitual en la pintura flamenca y llegará hasta Velázquez (en Las hilanderas, por ejemplo).

Hay un detalle pequeño pero significativo en la Madonna della Vittoria de Andrea Mantegna, terminado en Mantua en 1496. La cacatúa de cresta de azufre o cacatúa galerita, revela la complejidad y el alcance de las redes comerciales del sureste asiático antes del establecimiento de puestos comerciales europeos en la región. La Madonna della Vittoria es un retablo que fue encargado por Francesco Gonzaga II para celebrar su victoria sobre el ejército francés de Carlos VIII, en Fornovo, en julio de 1495. Mantegna terminó la obra un año después para la iglesia de Santa Maria della Vittoria de Mantua (de donde Napoleón se la llevó al Louvre en 1798). En primer plano, Gonzaga, con armadura, se arrodilla ante la Virgen flanqueado por santos y bajo una pérgola verde enrejada con colgaduras de coral, cristal y perlas, cítricos en espaldera y aves exóticas. La inclusión de una cacatúa sulfúrea de más allá de los confines del mundo conocido habría aumentado el misticismo y la magnificencia del cuadro y, por ende, el estatus de los Gonzaga.


Andrea Mantegna, Madonna della Vittoria, 1496, Museo del Louvre. A la derecha, un detalle de la pérgola con la cacatúa


Flaubert, a su manera, nos dio una visión del éxtasis religioso por mediación del loro, como si el Espíritu Santo hubiese abandonado el disfraz de paloma y, en un arranque de frivolidad, hubiese tomado el sofisticado plumaje del papagayo. Hubo un momento en su vida en el que, sintiéndose melancólico (dificultades económicas y decepciones literarias y políticas) y retirado en su tierra natal, Croisset, Normandía, emprende algunas excursiones por los alrededores, sobre todo a Pont-l´Évêque y a Honfleur. Le invaden recuerdos de infancia y escribe Tres cuentos (publicados en 1877), unos de los cuales, Un corazón sencillo, ambientado en esas localidades, es la historia de la sirvienta Félicité. Encontró en este personaje la oportunidad para escarbar en los recuerdos de los viejos tiempos, en su infancia, regresar a los lugares que frecuentó la mujer e imaginarla en sus últimos años, sola en el mundo, abandonada por los seres queridos que la precedieron en el camino hacia la muerte, aferrándose al loro Loulou cuando estaba vivo y, ya disecado, dándole un sucedáneo de inmortalidad. La música de fondo de Un corazón simple es la memoria de los muertos, de los recuerdos que se conservan de ellos, de los lugares en los que vivieron, de las cosas y de los momentos dichosos y amargos que compartieron. 


Carta de Flaubert a madame Roger des Genettes (Croisset, lunes 19 de junio de 1876) :

 

“La historia de un corazón simple es simplemente la historia de una vida oscura, la de una pobre campesina, devota pero no mística, entregada sin exaltación y tierna como el pan fresco. Ama sucesivamente a un hombre, a los hijos de su ama, a un sobrino, a un anciano al que cuida, luego a su loro; cuando el loro está muerto, lo hace disecar y, muriendo a su vez, confunde al loro con el Espíritu Santo. Esto no es para nada irónico como supones, sino por el contrario muy serio y muy triste. Quiero compadecerme, hacer llorar a las almas sensibles, siendo yo mismo uno. ¡Pobre de mí! Sí, el otro sábado, en el funeral de George Sand [quien murió el 8 de junio], me eché a llorar, besé a la pequeña Aurore [el nombre real de George Sand] y luego vi el ataúd de mi vieja amiga.” 


Carta a madame Brainne, el 28 de julio de 1876:


“¿Sabe a quién he tenido frente a mí, en mi mesa, durante tres semanas? ¡Un loro disecado! Él permanece allí en una posición fija. Incluso su vista me empieza a molestar, pero me lo quedo, para llenar mi cerebro con la idea de un loro, porque actualmente estoy escribiendo la historia de amor entre una solterona y un loro.


Ilustración de Auguste Leroux para una edición de Un corazón sencillo, de Flaubert, en 1913. Felicité habla con el loro Loulou

El texto de la obra es muy claro sobre la visión de ese corazón sencillo que era el de la pobre criada: 

 

“Se llamaba Loulou. Su cuerpo era verde, con el extremo de sus alas rosa, su frente azul y su garganta dorada.

En la iglesia, ella contemplaba siempre al Espíritu Santo y se dio cuenta de que tenía algo de loro. Su parecido le pareció más manifiesto en una estampita que representaba el bautismo de Nuestro Señor. Con sus alas púrpura y su cuerpo esmeralda, era el vivo retrato de Loulou.

…. 

El Padre, para anunciarse, no había podido escoger una paloma porque esos animales no tienen voz, sino uno de los ancestros de Loulou.”


Ilustración de Auguste Leroux para una edición de Un corazón sencillo, de Flaubert, en 1913. Felicité, en su lecho de muerte, pide que le lleven al loro Loulou, ya disecado desde hacía muchos años

En el Museo de Historia Natural de Rouen, antigua sede del Hôtel Dieu, el hospital donde ejerció el padre de Flaubert, hay un loro amazonas disecado, aunque hay otro en la casa-museo del escritor en Croisset, del que también se dice que usó como modelo del relato, y que le fue prestado por el museo de Rouen (al que le sobraban, porque debió de contar en su día con más de cincuenta ejemplares). Como es habitual, todo loro compite ahora por ser el auténtico Loulou y el asunto dio pie a Julian Barnes para el tema de su libro, El loro de Flaubert.

El loro amazonas del Museo de Historia Natural de Rouen, quizás el que sirvió de modelo para el relato de Flaubert

 ¿El relato inspiró también este cuadro de van Gogh con un loro disecado?

Vincent Van Gogh, “El loro verde”, c. 1885, colección privada


(Continuará)









 














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