NOCTURNA AVIS IV: SPIRITUS MAGICUS
Calco del
fresco descubierto en el monasterio copto de san Apolo, en Bawit
(Egipto), siglos VI-VII. La figura montada es san Sisinio (uno de tantos santos
caballeros, como san Jorge) y la mujer pisoteada y alanceada es Alabasandria
(o Alabasdria), un demonio femenino de Próximo Oriente (identificada a veces
con Lilith). El jinete viste una túnica con cinturón
y pantalones a la manera de los partos, y en el momento de su descubrimiento se
leía una inscripción, ahora
descolorida, que identificaba al jinete como san Sisinio. Esta imagen central
está rodeada de otras figuras, entre ellas un centauro, el búho responsable del mal de ojo (un instrumento de Alabasandria) y la hija
de la mujer, alada y con cola de reptil, identificada por una inscripción
El agronomista Lucio Columela (De re rustica), describiendo los ritos con los que la gente del campo buscaba evitar el viento y el mal tiempo, dice:
"He ahí que el hijo de Amythaon, a quien Quirón enseñó a colgar en cruces a los pájaros nocturnos y en los tejados y en las azoteas para que no lloren más su canto de muerte."
Palladius (siglos IV-V), en una obra homónima, lo confirma y, en su calendario del agricultor, entre otros medios mágicos para evitar el granizo, da la receta: "Se clava un búho con las alas desplegadas". El mismo remedio fue popular en el centro de Europa durante siglos. El ornitólogo C. Swainson señalaba: "Los búhos se clavan a menudo en las puertas o paredes de los graneros. El significado de esta costumbre es ahora desconocido en nuestros propios distritos rurales, pero en Alemania los campesinos le dirán que se hace para evitar los rayos. El búho, hay que observarlo, es un pájaro relámpago."
Precisamente, las monedas de bronce de Pérgamo mostraban un búho-relámpago, el ave sobre un rayo alado con la inscripción ATHHNAS NIKHOPOY , "de Atenea, portadora de la victoria".
Las representaciones de demonios del
inframundo en forma de búho probablemente se basan en el conocimiento del mito
de Ascálafo. En una
miniatura de Carlos de Angulema, Le Livre des echecs amoureux, Plutón y
Proserpina están entronizados en las fauces, abiertas de par en par, de un gran
búho, con Cerbero acostado a sus pies. Un mochuelo gigante
aparece al fondo en un cuadro de un seguidor del Bosco, en una representación
del infierno.
Évrard de Conty,
ilustración del Libro del ajedrez del amor, de Carlos de Angulema, 1496-1498, BNF
Seguidor de Hieronymus
Bosch, Descenso de Cristo a los infiernos,
MET, NY
En los tiempos modernos, a menudo se
representaba en relación con brujas y demonios o alquimistas. Aparece en el
cuadro de Dosso Dossi "Circe
y sus amantes transformados". David Teniers la representó junto con un
gato y el cráneo de un caballo en el taller de un alquimista.
Dosso
Dossi , Circe
y sus amantes en un paisaje, c. 1525, National Gallery,
Washington
David Teniers II, El alquimista,
1649, Museo de Arte de Filadelfia
Y de la magia viene su relación con la suerte y sus
truculencias. La lechuza llega a aparecer en Francia, Italia y los Países Bajos
en juegos de dados (“le jeu de la chouette”, el juego de la lechuza), aunque figurando en la casilla del premio
final. Originario de Italia, donde se le llamaba “Pela il chiù” ("Despluma la lechuza"), este juego llegó a
Francia en el siglo XVII y experimentó una difusión similar a la del juego
de la oca, con el que suele compararse, sin duda porque su iconografía
originaria es similar. Su objetivo no es salvarse, como en el de La Oca, sino llegar a ser el jugador más rico (¿una especie de Monopoly?: de hecho, hay versiones modernas que se ambientan en
ciudades).
“Il giuco del pela il Chiù”, edición de 1589. Estos grabados se pegaban sobre una
superficie dura para formar un tablero de juego
Izquierda,
“Nuevo juego de la lechuza”, Jean Crépy, editor, c. 1720-1730, BNF. A la derecha, Jeu de la chouette de ébano y marfil que perteneció a Luis XIV, Museo del
Louvre
Frans Hals, Malle Babbe, c 1633, Gemäldegalerie, Berlín
Este cuadro perturbador de Frans Hals, que también se ha conocido como "La bruja de
Haarlem", tiene como sujeto a un personaje real. Hubo en Haarlem una
mujer apodada "Malle Babbe" (la loca Babbe, hipocorístico éste de Bárbara), que en 1653 fue internada en
la Werkhuis de la ciudad (“la casa de trabajo”, un asilo para
indigentes y dementes) que, después, le asignó una pensión. En esa época, esa
institución era tanto prisión como manicomio, muy confusas ambas funciones
hasta hace no tanto tiempo. La jarra de peltre y la lechuza parecen símbolos
evidentes de la embriaguez y el rostro y el comportamiento de la mujer parecen
reafirmar esa idea. La lechuza, que Hals probablemente añadió tardíamente a la escena, se asocia
generalmente con la embriaguez porque hay un proverbio holandés
que dice "zoo beschonken als een uil " ("borracho como una lechuza"). Aquí,
el ave como símbolo del mal juega un papel secundario. La risa, en cambio,
parece un elemento importante, como se ve en otras obras que reúnen locura,
bebida y búho (otro proverbio holandés dice: “An't lachen kendmen den Zoot“, “En la risa reconocemos al loco” o “al tonto”).
Bartolomaeus Maton, El loco y la lechuza, 1675, ubicación desconocida.
La
leyenda dice: “Gente sabia, mirad, eso es raro, un tonto, una lechuza, una pareja divertida”
El
ala de lechuza era uno de los ingredientes del caldero donde las brujas de
Macbeth, las hermanas fatídicas, preparaban su "conjuro de poderosa
perturbación". Medea también se especializó en drogas vegetales,
aunque según el relato de Ovidio, el brebaje que le dio a Jasón también incluía
varias partes de animales: alas de búho, entrañas de lobo, piel de serpiente y
"los huevos y la cabeza de un cuervo de nueve generaciones" (Metamorfosis
VII). Pero la obra maestra en esta tendencia culinaria fue producida por
una superbruja de Tesalia, Erictón, que podía reanimar un cadáver con sus
preparaciones. Además, administraba sus hechizos con una extraordinaria
interpretación vocal, también extraída del mundo natural:
"Entonces,
su voz, más potente que cualquier hierba para convocar a los espíritus de abajo,
emitió primero una cacofonía de discordantes, muy diferentes a las de cualquier
lengua humana, una babel de ladridos de perros y aullidos de lobos, las
espeluznantes quejas del búho cornudo y del chillón nocturno…"
(Lucano, Pharsalia).
La
encontramos en preparaciones farmacéuticas: según Alberto Magno, un corazón de
lechuza aplicado sobre el pecho izquierdo de una mujer, mientras duerme, la
persuadirá de revelar sus secretos. Sobre la cabeza, restaura la memoria. Según
el Speculum Mundi de John Swan (1635), cascar huevos de búho en la copa
de un borracho le curará de su afición a la bebida. Ovidio (Metamorfosis)
da cuenta de venenos benéficos elaborados con estas aves, cuando Medea
proporciona a Esón, su suegro, una pócima capaz de devolverle la juventud, y
que contiene las alas de una lechuza: el procedimiento exige degollar al
anciano para sacarle la sangre y sustituirla por el compuesto de Medea, tras de
lo cual no sólo Esón recupera la lozanía, sino que unas gotas que caen al suelo
hacen florecer el paisaje.
Ovidio, de nuevo (Fasti), nos ofrece más
formas de brujería. La Striga, ese
monstruo volador, modalidad de lechuza, chupa la sangre de los niños durante la
noche, lo que nos recuerda las antiguas supersticiones de los judíos:
“Hay
pájaros codiciosos… Su cabeza es grande, sus ojos saltones, sus picos están
formados para la rapiña, sus plumas manchadas de gris, sus garras provistas de
garfios. Vuelan por la noche y atacan a los niños recién nacidos, y profanan
sus cuerpos, arrancados de sus cunas. Se dice que desgarran la carne de los
lactantes con sus picos, y sus gargantas están llenas de la sangre que han
bebido. Su nombre es Strix pero la razón del nombre es que suelen chillar
(stridere) horriblemente por la noche. Algunos de estos pájaros nacen de otros
pájaros y otros son viejas brujas que un maleficio transforma en pájaros.”
En
el Satiricón, Petronio pone en boca de Trimalción una historia horrible
sobre estas brujas-pájaro, que vuelve a recordarnos a las Liliths
secuestradoras de niños:
“Cuando yo tenía todavía mi melena rizada (pues ya de niño llevaba una vida de verdadero sibarita), se le murió a mi amo el esclavito que hacía sus delicias; por Hércules, una auténtica perla, la suma de todas las perfecciones. La pobre madre del chiquillo lo estaba llorando y éramos muchos los que compartíamos allí su tristeza: de pronto las Estrigas empezaron a silbar; parecía aquello un galgo persiguiendo a una liebre. Estaba con nosotros un capadocio, corpulento, muy valiente y fuerte de veras: podía con un toro embravecido. Este hombre echa mano a su espada, se lanza decidido a la calle, con su mano izquierda debidamente protegida, y traspasa a una de esas furias por aquí (¡el cielo guarde lo que toco!), en pleno estómago. Oímos un gemido, aunque, a decir verdad, a ellas no las vimos. Nuestro héroe, volviendo dentro, se dejó caer en una cama: tenía el cuerpo todo morado, como herido a latigazos: evidentemente una mano maligna había caído sobre él […] Nosotros, cerrando la puerta, volvemos a velar el muerto; pero al tocar la madre a su hijo para abrazarlo, se encuentra con un manojo de paja. No tenía corazón, ni intestinos, ni nada: evidentemente las Estrigas habían robado al niño y habían puesto en su lugar un muñeco de paja.”
En un tema como este, no sabemos si una advertencia contra las supersticiones o un reconocimiento del fracaso de la razón ilustrada, Goya hace aparecer diversas criaturas nocturnas, entre las que no puede faltar el búho en primer plano, casi una metamorfosis de los murciélagos del fondo, como si no hubiera una solución de continuidad entre ellos.
Francisco de Goya, El sueño de la razón
produce monstruos, aguafuerte de la serie Los Caprichos, 1799
Gatesca pantomima, aguafuerte de la serie Los
desastres de la guerra, 1810-15
“Gli
animali
parlanti”,
de Giambattista Casti,
es un poema satírico publicado en 1802, de rápido éxito en casi toda Europa y
que sirvió a Goya de inspiración en muchos de sus grabados. La interpretación de este no parece fácil, pero la más
aceptada dice que si el gato es Fernando VII entronizado, el búho sería la
camarilla que le adula el oído, mientras el monje que hace la reverencia serían
los serviles a la causa absolutista. Un grabado más
político que relacionado con la brujería.
Francisco de Goya, Escena de brujas, 1798, Museo Lázaro Galdiano
Al morir la duquesa de Osuna, en su palacio
había veintitrés cuadros de Goya, muchos sobre brujería y supersticiones. Aunque
las cacerías de brujas ya estaban lejos, Goya se inspiró en parte en un relato
recientemente reeditado de los procesos por brujería en Vascongadas de
1609-1611, por Juan Mongastón. Los óleos de Goya representan visiones grotescas
de reuniones de brujas, mostrándolas como se imaginaban en la cultura popular,
adorando al diablo, comiendo niños y levitando en el aire, rodeadas de búhos.
No fue Goya el único en preocuparse por
estos temas. Desde el siglo XVIII, y más con el Romanticismo, se valoró el
concepto estético de “lo sublime”, un sentimiento perturbador y turbulento que
Schopenhauer define como “el placer por la observación de objetos muy violentos
y destructivos”. La noche de Walpurgis (la del 30 de abril al 1 de mayo) es, en
el ámbito germánico, la noche de brujas, cuando se conmemora a santa Walpurga y
se encienden hogueras para alejar a los espíritus demoníacos.
Peter von Cornelius,
"La noche de Walpurgis", 1811,
grabado por Ferdinand Ruscheweyh y publicado
por Wenner en Frankfurt del Meno
Achille
Devéria, portada de "Fausto » de Goethe, París 1828
William Blake, Hécate, 1795, Tate Britain
Johann Heinrich Schönfeld, Saúl con la bruja de Endor. c. 1670, Museo Británico
El tema de esta obra está tomado del Antiguo Testamento: el rey Saúl
consulta con la bruja en la ciudad cananea de Endor para convocar al fantasma
del profeta Samuel y así conocer el resultado de la batalla que le enfrentará
al día siguiente con los filisteos, en Gilboa. El fantasma, sentado en la lápida a la izquierda, le
recuerda a Saúl que su reinado ha sido rechazado por Dios a favor de David y
que, por lo tanto, está destinado a perder la batalla. Esto sucede así y Saúl
se suicida.
La fundadora de Speed Art Museum, Hattie Bishop
Speed, murió en 1942, aunque algunos empleados dicen que sienten su presencia.
Los trabajadores dan cuenta de fenómenos paranormales (objetos que se mueven
solos, ascensores que parecen tener voluntad propia), especialmente cuando se
hace alguna reforma (puede que al fantasma de Hattie no le gusten los cambios). El cuadro de Gertrude Abercrombie, con la sombra del búho, parece ilustrar las apariciones de la fundadora del museo.
Gertrude Abercrombie, Strange Shadows (Shadows and Substance), 1950, Speed
Art Museum, Louisville, Kentucky
En muchas regiones de África lo consideran una mezcla de
gato y pájaro y, siendo un mal presagio, matarlo supone un triunfo sobre la muerte. Para reforzar ese significado, en África subsahariana es habitual
venderlo para hacer pócimas medicinales, conjuros o para fabricar
amuletos (se dice que su corazón es especialmente poderoso).
Una vendedora de lechuzas en
un lugar indeterminado de África occidental, foto de Mark Cocker
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