DE ALTIVO PORTE
El friso de los gansos de Meidum, pintura de la tumba de Itet, IV
dinastía, 2600-2550 a. C., Museo de El Cairo
Juego de la oca francés, 1850, Museo Suizo de los Juegos, La
Tour-de-Peilz, Suiza
Si el juego de la oca es una representación del destino del hombre o del
camino de Santiago o de alguna otra peregrinación, no sabemos qué hace la oca
en ese enredo. Los aficionados al esoterismo medievalizante ven mensajes
ocultos en todas partes y la “pata de oca”, una marca de cantero relativamente
frecuente, ha justificado todo tipo de especulaciones sobre los oscuros
mensajes que los constructores medievales dejaban en las piedras, esparcidos por el Camino de Santiago. Probablemente, las marcas de cantería no eran un alfabeto mágico, sino algo más
prosaico: la firma del cantero para acreditar su trabajo y poder cobrar, la marca que
identificaba al donante que financiaba algún sillar o una indicación del lugar
en que debía colocarse la piedra. Para los maniacos del esoterismo, Jars (“ganso macho”, en francés) derivaría en Jacques (“Santiago”), con lo que ya
tendríamos explicado, a su juicio, el camino a Compostela (para comer foie, sería lo consecuente); la pata de oca doblada en
espejo, daría lugar, según ellos, al crismón; y no
digamos la toponimia, casi siempre completamente fantástica (Los Montes de Oca,
Ri-oja, valle de Ansó…lugares que, aunque alguno quiera ver gansos en todos los
nombres, no tienen nada que ver con el ave que nos ocupa).
Dos marcas de cantero en forma de “pie de oca”: a la izquierda, en Nuestra Señora de la Peña, Sepúlveda; a la derecha, en la iglesia de la Magdalena, Zamora
Es verdad que en Francia hay
muchos topónimos con “Oie” (“oca”),
pero ello es explicable porque, para el pueblo llano, era, por su grasa, el
alimento festivo y navideño por excelencia antes de que el pavo colonizara las mesas europeas. Otras aves domésticas le superan en ornamento (el pavo real, los faisanes, el cisne, incluso el apuesto gallo), pero ella es la reina de la mesa. Ha sido símbolo de san Martín de Tours, porque se dice que, no deseando el santo más que
una vida ascética, se escondió en un lugar retirado, en compañía de un ganso, pero
los gritos del ave revelaron su escondite a los habitantes de Tours, que, casi a la fuerza, lo nombraron su obispo: sería gracioso que fuera por una venganza del santo que se instituyera el comer un ganso en el día de su onomástica. Este es el origen del “ganso de san Martín”, una fiesta (y un
banquete) muy popular en Europa central y septentrional, que en algunos lugares
también se celebra decapitando al ave. En Inglaterra era la comida propia de Michaelmas, la fiesta de san Miguel.
En Sursee, Suiza, los participantes en la decapitación de la oca se ponen un vestido rojo y una máscara solar, que simboliza el fin del veranillo de san Martín. Cada competidor, con los ojos vendados, sólo tiene derecho a asestar un golpe de espada al ganso que cuelga de la cuerda y que, debido a nuestra moderna compasión, ha sido sacrificado previamente. El ganador se queda con el ave. Aquí, uno de los participantes palpa al animal para calcular el golpe fatal
Su caminar altanero y señorial, su porte orgulloso, su actitud contraria a otras aves del corral, que se escabullen ante el hombre mientras él lo encara, le valió, merecidamente, su prestigio como vigilante. Plinio le atribuye esa virtud sin dudarlo, seguramente por aquella presunta hazaña defendiendo el Capitolio
de los galos, hacia el 390 a.C. Como sólo ellos estuvieron alerta, mientras que
los perros se durmieron, tenían el privilegio de asistir, cada 3 de agosto, y
sobre una lujosa litera, a los supplicia
canum, la crucifixión o ahorcamiento de los perros del Capitolio,
castigados por la negligencia de sus antepasados. En agradecimiento, los
censores romanos dedicaban el primer capítulo del presupuesto de la ciudad a la
comida de los gansos que se cuidaban en el templo de Juno.
A la izquierda, litografía en color basada en una pintura ahora perdida de Henri-Paul
Motte (1883), donde vemos a las ocas, en lo alto del Capitolio, avisando del
asalto nocturno de los galos. A la derecha,
Henri Paul Motte (1846-1922), Las ocas sagradas del Capitolio, mantenidas en el templo de Juno, 1889, colección privada. Respecto a las actitudes de los personajes, se creía que los gansos eran los únicos animales capaces de enamorarse de los humanos
El mito de los gansos del
Capitolio dio al ave una connotación de vigilancia que el cristianismo no
desaprovechó. Según Hugo de Foulloy (De
avibus) "el ganso da a conocer
las vigilias de la noche con la constancia de su grito", y así su grito de advertencia se convirtió en un símil del fraile perspicaz
que avisa cuando ve negligencia o ignorancia y "evita que la comunidad sea perturbada por los descarriados". Valora más a los gansos salvajes, que vuelan en alto y en orden, y denotan a aquellos
que, “lejos de los asuntos mundanos,
conservan un orden de vida recto y en ellos hay un color ceniciento, es decir, propio
de los hombres que se han retirado del mundo con la vestimenta discreta de la
penitencia”.
Biblioteca Bodleiana, Bestiario Ashmole, folio 64v, 1201-1225
Varrón y Columela, teóricos de la vida agraria romana, se ocupan más brevemente de los gansos que de otras formas de cría, en parte, como dicen, porque implican menos trabajo para el granjero. Los gansos domésticos descendían del ganso gris salvaje (Anser anser), entonces mucho más extendido. Para la cría comercial se preferían las aves blancas a las grises o moteadas (quizás por la gran valoración de sus plumas). Varrón utiliza el nombre griego para las granjas de gansos, Chenoboscion (de χενος, “ganso” y βοσκω, “criar”), lo que sugiere que la cría masiva de estas aves pudo ser común en el mundo griego antes de su época. En todo caso, las recetas que se conservan de época romana demuestran que su hígado era ya un manjar muy estimado.
Escena de granja en un mosaico de una villa en Tabarka, Túnez., Siglo
IV d.C. Pueden verse faisanes, gansos y patos. Museo del Bardo, Túnez
Según cuenta Eliano (De animalibus), la oca de Lácides, el
filósofo peripatético, era una criatura asombrosa: era muy devota de su dueño,
de manera que cuando éste salía a pasear la oca caminaba con él; cuando se
sentaba, también se paraba y no se apartaba de su lado ni un momento. Muerta el ave, Lácides la enterró con todos los honores como si se tratara de un
hijo.
“Además, está la historia del ganso de Aegio que se enamoró del
bellísimo muchacho Anfíloco de Oleno, y también del ganso que amaba a Glauce,
la muchacha que tocaba el arpa para el rey Ptolomeo, de quien al mismo tiempo dice
haberse enamorado un carnero. Es posible que también se piense que estos
pájaros poseen el poder de comprender la sabiduría: así, se cuenta que un ganso
se unía continuamente como compañero del filósofo Lácides, sin separarse nunca
de su lado ni de noche ni de día, ni en público ni en los baños.” (Plinio, Historia natural, X)
El caso de Lácides es uno de los ejemplos que demuestran que las ocas eran compañeros en muchas casas, fieles como los perros, además de criarse para comer y sacrificarse en los altares.
Terracota helenística fabricada en Chipre con una mujer sentada y una criada
y, a sus pies, un ganso (descabezado), siglo IV a.C., Museo Británico
Hidria ateniense de figuras rojas encontrada en Etruria, c. 500-450.
Hay tres mujeres, una de ellas con un fíale para hacer libaciones. ¿Llevan al
ganso al altar del sacrificio?
Una mujer con un ganso blande una espada ante un altar, seguramente para el sacrificio del ave
La imagen del niño jugando con un
ganso es común en el arte clásico: como ave doméstica, era un
compañero de juegos y así se muestran en los chóes
áticos, pequeñas jarras que se regalaban a los niños en el festival ateniense de
las Antesterias, “la fiesta de las
flores”, tres días festivos al final del invierno. También los vemos en las
lápidas funerarias como compañero de niños y mujeres jóvenes.
A la izquierda, terracota ateniense de una niña con un ganso. A la
derecha, estela funeraria de una niña llamada “Plangon” con una muñeca en una
mano y un pájaro en la otra, ante un ganso, c. 310 a.C., Gliptoteca de Múnich
Terracota helenística, hallada en Chipre, de un niño con un ganso, siglo III a.C., MET
La famosa estatua “El niño de la oca” es un ejemplo de un género
particular de este grupo de niños con gansos, que representa un niño afanándose
en sujetarlo.
A la izquierda, “El niño de la oca”, copia romana de los siglos I-II d.C. de un original griego de los siglos III-IV a.C., obra de Boethos de Calcedonia, descubierto en 1792 en la Villa Quintilii, en la Via Apia, Museo del Louvre. A la derecha, otro tipo del mismo género, “Niño abrazando (o luchando con) un ganso”, copia romana del período de Adriano según otro original de Boethos de Calcedonia. La cabeza del niño y el cuello del ganso son reconstrucciones posteriores. Museo Nazionale Romano
Es un ave muy ligada a la
demonología (en Brasil, pé-de-pato –“pie
de pato”- es una denominación para el demonio). Gianfrancesco Pico della
Mirandola, en su Libro llamado Bruja o de
las ilusiones del diablo (1523) no se contenta con defender la creencia en
la brujería recurriendo a los autores clásicos, sino que explica la apariencia
física de los demonios cuando la bruja revela que el Maligno se le apareció
disfrazado de hombre, pero con patas de ganso, vueltas del revés. Escrito en
forma de diálogo, como era habitual en el Renacimiento, se discute por qué Satanás eligió adoptar esta forma particular: para evitar
que engañe al hombre pareciendo humano, Dios no permite que Satanás adopte una
apariencia absolutamente idéntica a la del hombre. La función de los pies es
significar las pasiones y los deseos y por eso los suyos están al revés, porque
sus deseos se vuelven siempre contra la voluntad de Dios y las buenas acciones.
Pero en cuanto a por qué prefirió tomar patas de ganso en lugar de las de otro
animal, no se nos revela. En todo caso, siempre se recurre a Egipto cuando se
trata de supersticiones mágicas paganas.
“Plinio dice cómo era costumbre presentar el hígado de la oca a Ínaco,
dios del río argivo, cuyo pájaro se deleitaba grandemente en la práctica de las
aguas. Pero es fácil probar que se sacrificaba a Ínaco, ya que puede verse en
las historias de Heródoto que los sacerdotes de los egipcios solían comer la
carne de la oca, y que Isis, es decir, Diana, era venerada y adorada allí con
gran distinción.”
Bergognone Ambrogio di Stefano (c. 1453-1523), detalle de La tentación y la penitencia de San Benito, Nantes, Museo de Bellas Artes. El demonio tentador, en forma de mujer, se delata por los pies palmeados
Una litografía de 1626, en la que el diablo, con pies palmeados, se dirige a sus acólitos
En otro extremo del mundo, en la poesía china, el ganso salvaje es un motivo habitual que expresa tanto el cambio estacional (se asocia al invierno) como la nostalgia y el deseo de reunión; su condición migratoria le hace portador de un mensaje de cariño entre amantes separados por una gran distancia. El ganso solitario se contempla como privado de compañía y la bandada que grazna parece llorar mientras busca un hogar.
Wang Xizhi observando
gansos, una pintura de Qian Xuan, c. 1295. Wang Xizhi fue un mítico
caligrafista del siglo IV que solía escribir juto a un estanque porque el
movimiento del cuello de los gansos le enseñaba a mover la muñeca y mejorar su
caligrafía
Algunos poemas clásicos chinos, de época Tang (618-907), ilustran la importancia de esta ave en la sensibilidad poética:
"Tres mil millas de nubes flotantes
se oscurecen y se aclaran;
un polluelo de ganso salvaje, dejado atrás,
llora por su bandada." (Li Qi)
"Sueño con flores atenuadas en la escarcha.
Mi corazón sigue a los gansos salvajes de vuelta al lejano sur,
sentado solo al anochecer oigo el golpeteo del lavado." (Poema del crisantemo)
"Un vagabundo oye tambores que presagian batalla.
Por la primera llamada del otoño de un ganso salvaje en la frontera,
sabe que el rocío de esta noche será escarcha.
¡Cuánto más brillante es la luz de la luna en casa!
Oh hermanos míos, perdidos y dispersos,
¿Qué es la vida para mí sin vosotros?" (Du Fu)
De todas las creencias europeas sobre la vida silvestre, la del ganso-percebe, la barnacla, que obtuvo credibilidad entre los siglos XI y XVII, es de las más extraordinarias. Este tipo de ganso, más conocido como “barnacla” (el género Branta, del que hay seis especies), se creía que nacía sin mediación del huevo, una oscuridad sobre sus hábitos que recuerda el caso de la golondrina, debido al desconocimiento de sus pautas migratorias. Su aparición periódica se relacionaba con la maduración de un fruto o la aparición de un crustáceo, el percebe, que, para más confusión, parece la yema de alguna planta y los tallos plumosos del crustáceo se asemejan al plumón del ganso. Algunas versiones de la fábula decían que las barnaclas crecían en los árboles y caían al mar para convertirse en gansos: un ave vegetal.
Barnacla cariblanca, (Branta leucopsis)
El nombre de esta ave es de origen inglés (barnacle), mucho más tarde aplicado al crustáceo (a fines del siglo XVI) porque la primera explicación de la existencia de las barnaclas fue que nacían de los
percebes adosados a las rocas marinas o a las maderas flotantes. Esta creencia no
procede de fuentes clásicas, sino que parece fruto de los bestiarios
medievales. Una de las primeras referencias al ganso-percebe se encuentra en el
Libro de acertijos de Exeter (siglo
XI), que propone esta adivinanza:
" ........Mi nariz estaba en un aprieto, y yo bajo el agua,
desbordado por el oleaje, hundido profundamente
en las olas del océano, y en el mar crecía
cubierto de olas desde arriba, mi cuerpo
tocaba un trozo de madera flotante.
Demostrando espíritu vivo, cuando salí del abrazo
del agua y de la madera, vestido de negro,
algunas de mis vestiduras eran blancas,
entonces el aire me levantó, vivo, hacia arriba,
por el viento desde agua, luego me llevó lejos
sobre el baño de las focas. Di cómo me llamo…”
(La respuesta es: El
ganso-percebe)
Pierre de Beauvais, Bestiario de París, Biblioteca del Arsenal, París. El “árbol de los gansos” produciendo barnaclas
Geraldo de Gales, tras un periplo
por Irlanda, escribió su Topographia
Hibernica (c. 1188), que debió de ser una obra definitiva en la difusión
del mito.
“... Hay muchos pájaros llamados bernacae ... la naturaleza
los produce de una manera maravillosa porque nacen al principio en forma de
goma de madera de abeto a la deriva en el mar. Luego se aferran con sus picos…pegándose
a la madera, encerrados en una concha.... y así, con el tiempo, vestidos con un
firme ropaje de plumas, caen en las aguas o vuelan a la libertad del aire.
Reciben el alimento y el aumento de un jugo leñoso y acuoso...... en muchas
ocasiones los he visto con mis propios ojos, más de un millar de estos pequeños
cuerpos, colgando de un pedazo de madera en la orilla del mar, encerrados en
sus conchas y completamente formados. Los huevos no se producen de la cópula de
estas aves, como es habitual, ningún pájaro incuba un huevo para su producción
... en ningún rincón de la tierra se les ha visto entregarse a la lujuria o
construir un nido …por lo tanto, en algunas partes de Irlanda, los obispos y
hombres de religión no tienen escrúpulos en comer estas aves en los días de
ayuno, ya que no son de carne, porque no nacen de la carne.”
Topographia Hibernica, Biblioteca Británica MS 13 B VIII
Giraldus Cambrensis, clérigo
inglés, escribió en 1187, acerca de estas aves:
“Hay aquí muchos pájaros que se llaman Bernacæ, que la naturaleza
produce de una manera contraria a lo natural, y muy maravillosa. Son como
los gansos de los pantanos, pero menores. Se producen a partir de madera de abeto
arrojada al mar, y al principio son como gansos sobre ella. Luego cuelgan de sus
picos, como si fueran algas marinas adheridas a la madera, y se encierran en
conchas para que puedan crecer más libremente. Habiendo sido así, con el
transcurso del tiempo, revestidos con una fuerte cubierta de plumas, caen al
agua o buscan su libertad en
el aire por medio del vuelo.”
Que en esas tierras no fueran
considerados carne fue un tema que se trató en el IV Concilio de Letrán,
convocado por Inocencio III en 1213. Parece que allí se publicó un canon que
establecía una distinción entre el percebe como "pájaro" y como
"pez", de manera que el clero de Francia, Irlanda y Gran Bretaña
recibió instrucciones para dejar de permitir el consumo de la barnacla durante
la Cuaresma, como venían haciendo, con la excusa de que era un pez (sin embargo, la carne de pato, muy similar, estaba prohibida en esas regiones).
En el Zohar, un libro judío de cabalística, aparece un rabino que se queja de que crecen demasiadas barnaclas en los árboles. Entre los judíos también hubo un debate sobre si debía ser considerado ave o fruta; en definitiva, debatir si era kosher.
Bestiario Harley, Biblioteca Británica, f. 36. Los gansos percebe naciendo de los brotes
El emperador Federico II, en su De arte venandi cum avibus (“El arte de
cazar con aves”, 1241), cuya importancia ornitológica ya vimos en el caso de la
cacatúa,
es el primero en poner racionalidad al asunto de la barnacla: no sólo afirma
haber visto los embriones, sino que recopila evidencia empírica para respaldar
su rechazo del mito:
“También existe una pequeña especie conocida como barnacla, de plumaje
abigarrado, con marcas circulares blancas en algunas partes y negras en otras.
Sin embargo, existe una curiosa tradición popular según la cual brotan de
árboles muertos. Se dice que en el lejano norte se encuentran viejos barcos en
cuyos cascos podridos nace un gusano que se convierte en la barnacla. Este
ganso se cuelga de la madera muerta por el pico hasta que es lo bastante viejo
y fuerte para volar. Hemos investigado durante mucho tiempo el origen y la
veracidad de esta leyenda e incluso hemos mandado enviados especiales al norte
para que trajeran especímenes de estas maderas míticas para nuestra inspección.
Cuando las examinamos, observamos formaciones parecidas a conchas que se
aferraban a la madera podrida, pero no se parecían a ningún cuerpo aviar. Por
lo tanto, dudamos de la veracidad de esta leyenda a falta de pruebas que la
corroboren. En nuestra opinión, esta superstición surgió del hecho de que los
gansos-percebes crían en latitudes tan remotas que los hombres, ignorantes de
sus verdaderos lugares de nidificación, inventaron esta explicación.”
La barnacla en "De arte venandi cum avibus", Biblioteca Apostolica Vaticana
En 1435, Eneas Silvio Piccolomini
(elegido papa en 1458 con el nombre de Pío II) viajó a Escocia en
misión secreta, en un periplo accidentado que registró en sus Comentarii.
" …Escuché que en Escocia había una vez un árbol que crecía en la
orilla de un río y que producía frutos con forma de patos. Cuando estaban casi
maduros, caían por sí solos, algunos a la tierra y otros al agua. Los que
aterrizaban en la tierra se pudrían, pero los que se hundían en el agua
instantáneamente cobraban vida, nadaban e inmediatamente volaban en el aire,
equipados con plumas y alas. Cuando investigué intensamente este asunto,
descubrí que los milagros siempre se alejan más en la distancia y que el famoso
árbol no se encontraba en Escocia sino en las islas Orcadas..."
Los viajes de Sir John Mandeville, escrito entre 1357 y 1371,
relata un mito similar sobre el árbol del algodón: “Allí [en la India] crecía un árbol maravilloso que llevaba pequeños
corderos en los extremos de sus ramas. Estas ramas eran tan flexibles que se
doblaban para permitir que los corderos se alimentaran cuando tenían hambre... …y
los hombres comen tanto el fruto como la bestia. Y esa es una gran maravilla.
De ese fruto he comido, aunque era maravilloso, ….les hablé de los bernakes [barnacla] porque les dije que en nuestro país había árboles que dan un
fruto que se convierte en pájaros volando, y esos los que cayeron en el agua
viven, y los que caen en la tierra mueren en seguida…”
Representación del “árbol del algodón” de John Mandeville, que presenta corderos naciendo
de sus brotes
Olaus Magnus (Historia de Gentibus Septentrionalibus, 1555),
al hablar de la cría de patos en Escocia, dice:
“Además, otro historiador escocés, que establece diligentemente el
secreto de las cosas, dice que en las Orcadas los patos se crían de ciertos
frutos que caen en el mar; y estos, poco después, obtienen alas, y vuelan como
los patos domesticados o salvajes.”
El árbol de ganso, en un grabado del libro de Olaus Magnus
Sebastian Münster, dice en su Cosmographia Universalis:
“En Escocia hay árboles que producen frutos, y este fruto, cuando a su
debido tiempo cae en el agua debajo de él, es dotado de nueva vida, y se
convierte en un pájaro vivo, al que llaman 'ganso de árbol'. Este árbol crece
en la isla de Pomonia, que no está lejos de Escocia, hacia el norte. Varios
cosmógrafos antiguos, especialmente Saxo Grammaticus, mencionan el árbol, y no
debe considerarse ficticio, como suponen algunos escritores nuevos”.
En 1597, John Gerard publicó su Herbal or General Historie of Plantes,
en el que habla del "árbol del
ganso, el árbol del percebe o el árbol que produce gansos." y da la
misma explicación para el mito:
" ... se encuentran en las partes del norte de Escocia y en las
islas adyacentes, llamadas Orchades, ciertos árboles, de color blanco, que
tienden al rojizo, en los que se contienen pequeñas criaturas vivientes; cuyo
refugio en el tiempo de madurez se abre; y en ellos crecen esos seres vivos;
que al caer al agua se convierten en aves, a quienes llamamos barnakles; en el
norte de Inglaterra, ganso-percebe; y en Lancashire ganso de árbol; pero los
otros que caen sobre la tierra, perecen y se convierten en nada, tanto por
escritos ajenos como también por boca de personas de aquellas partes que muy
bien pueden concordar con la verdad… ”.
El árbol del ganso en Ulysses Aldrovandi. “Conchas anatíferas colgantes del árbol”, dice
Gracias a la insistencia de muchos autores, el mito pervivió hasta que el
conocimiento de las migraciones y el estudio riguroso de los percebes lo
relegaron al mundo de las supersticiones exóticas. Darwin le dio el tiro de gracia porque pasó muchos años estudiando los percebes (la clase Cirripedia), de los que publicó una
monografía, en 1854, que debió de dejarle un poco harto: “Odio al percebe como ningún hombre lo hizo antes", afirmó.
“Taxidermia rebelde” fue una instalación del Museo Zoológico de
Copenhague, en 1997, que ilustraba el mito del ganso-percebe
El ganso siempre fue asociado al
sexo, quizá por su grasa, que se consideraba un potente afrodisiaco. Históricamente,
una amplia gama de sentidos de la jerga sexual se agrupa alrededor del ganso.
En Inglaterra, goose (ganso) y gooseberry (grosella espinosa) tenían
esos significados: goose, en jerga,
era “joder” y gooseberries, “testículos”, porque esa grosella es peluda. “Winchester goose” (en Troilo y Crésida, de Shakespeare, se la
llama así) era un término para "prostituta" porque las que ofrecían sus servicios en
Southwark, al sur de Londres, pagaban impuestos por su oficio al obispo de
Winchester. El poeta inglés Ben Johnson (1572-1637) escribió:
“El ganso Winchesteriano se criaba en las orillas en tiempos del papado
cuando Venus mantenía allí su ministerio”.
Libro de Horas de Bedford, Biblioteca Británica, c. 1415-1430. Escenas del Génesis, en las que puede verse a Adán y Eva expulsados del Paraíso y, junto a ellos, un ganso, quizá indicando tentación sexual
Chaucer aplicaba el apodo de ganso a una
persona loca o estúpida. “Calzar a un ganso” significaba hacer algo imposible o
absurdo. En La nave de los locos
(Sebastian Brant, 1494) se ve un loco con tres gansos para expresar la idea de que por mucho que viajen
algunos, nunca aprenderán.
Grabado de “la nave de los locos”, de Sebastian Brant, 1494
“Cada ganso que solté
Vuelve y sigue siendo un ganso”
La mujer de Bath, un personaje de Los cuentos de Canterbury, de Chaucer, para asegurar que una mujer, no importa su fealdad, siempre encontrará una pareja, o sea, que nunca faltará un roto para un descosido, dice así:
“Según decís, no hay ninguna oca en el lago que sea tan gris y fea que
no encuentre a su ganso.”
En tiempos más recientes, el ganso gris adquirió un valor diferente, asociado a protestas sociales y políticas. La “balada del ganso gris” era cantada por los convictos de las prisiones en el sur de los Estados Unidos como una muestra de resistencia. Trata de un predicador que captura un ganso gris para cenar un domingo, pero, por más que intenta matarlo, no lo consigue y el ave termina volando libremente. Aunque era una canción infantil, el ganso llegó a representar al hombre indomable que soporta la miseria y la brutalidad de su condición. Ese ganso parece de la misma naturaleza, quizás del mismo origen, que los “gansos blancos”, como se llamó a los ciento veinte mil irlandeses que, por el Tratado de Limerick de 1691, fueron enrolados en el ejército inglés para luchar en Francia y, por extensión, a los que terminaron sirviendo en distintos ejércitos europeos.
Uniforme y bandera de coronel del Regimiento Hibernia (formado por
irlandeses) al servicio español, 1750. Un ejemplo de "gansos blancos"
Hay un evocador poema de Yeats, Septiembre 1913, una de cuyas estrofas
es:
“¿Fue por eso que se extendieron los gansos salvajes?
El ala gris en cada marea;
Por eso toda esa sangre fue derramada,
Por eso murió Edward Fitzgerald,
Y Robert Emmet y Wolfe Tone,
¿Todo ese delirio de los valientes?
La Irlanda romántica está muerta y desaparecida.
Está con O'Leary en la tumba.”
En Irlanda, precisamente, tierra de gran empuje migratorio, se aplicó a sus desplazados el nombre de "wild geese", "gansos salvajes", con una connotación de gentes fuertes, libres e indómitas. Un poema de la irlandesa Dora Sigerson Shorter, The flight of the wild geese ("El vuelo de los gansos salvajes", 1893), ilustra esa visión y evoca a los hombres de su tierra:
"Sacudiendo la sal de sus alas y de su corazón la desesperanza,
se alzan gritando en las entrañas de la tormenta y se van.
Gansos salvajes, ¿cuándo volverán vuestras grandes bandadas?
Ni el viento feroz ni el el mar tumultuoso demorarán vuestro retorno.
Sólo la muerte y su guadaña impedirán que volváis a casa."
Quizás Penélope distraía sus
largos años de espera en Ítaca con la compañía de los gansos: la forma en que habla de
ellos nos hace imaginar
que los tenía más por placer que por provecho (lo que en Castilla se llamaba “ganado de huelga”, improductivo). En el
canto XIX de la Odisea relata un sueño profético a su enigmático huésped, del que aún no
sabe que es Ulises, su esposo:
“Pero, ea, oye y declárame este sueño. Hay en la casa veinte gansos que
comen trigo remojado en agua y yo me huelgo de contemplarlos; mas, he aquí que
bajó del monte un águila grande, de corvo pico, y, rompiéndoles el cuello, los
mató a todos; quedaron éstos tendidos en montón y subióse aquélla al divino
éter. Yo, aunque entre sueños, lloré y di gritos; y las aquivas, de hermosas
trenzas, fueron juntándose a mi alrededor, mientras me lamentaba tanto de que
el águila hubiese matado mis gansos, que movía a compasión. Entonces el águila
tornó a venir, se posó en el borde de la techumbre, y me calmó diciendo con voz
humana:
‘¡Cobra ánimo, hija del celebérrimo Icario!, pues no es sueño, sino
visión veraz que ha de cumplirse. Los gansos son los pretendientes; y yo, que
era el águila, soy tu esposo que he llegado y daré a todos los pretendientes
ignominiosa muerte.’
Así dijo. Ausentóse de mí el dulce sueño, y mirando en derredor, vi los gansos en el palacio, junto al pesebre, que comían trigo como antes.”
Ánfora ática de figuras rojas, 470 aC-460 a.C., British Museum. La
mujer tiene una pelota en cada mano y parece jugar con la oca
Muy bello Alfonso, nos transportas a un bello mundo de leyendas que parece tan real y envolvente q realmente nos permite soñar y desarrollar nuestra imaginación como niños, y descubrir el deleite de leer p
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