AVES EN EL PARAÍSO

 

Los pájaros, al igual que las mariposas, se han considerado siempre un símbolo del alma humana o de los designios divinos. Pero el significado tiene un patrón que no es fijo y revela las variaciones más sutiles. Ya sean definidos por su color, forma, vuelo o canto, la presencia de pájaros es significativa, pero no sólo por su apariencia sino por su relación con el lugar que ocupan en la composición. Evocan escenarios y tiempos más allá de lo humano y proporcionan una lectura simbólica del mundo.

El llamado Jardín del Paraíso de Frankfurt 

Una pequeña tabla, el jardín del Paraíso de Frankfurt (aquí, endetalle), atribuida a la mano de un maestro de la Alta Renania y fechada hacia 1410-1420, goza de un prestigio merecido, en gran parte por su encanto, su colorido y por lo extremadamente construido en sus detalles, de manera que los pájaros y las plantas que pueblan este hortus conclusus son claramente identificables, pero más aún porque el conjunto es bastante enigmático, incluso estaríamos tentados de verlo como una escena del Jardín del Amor, a la manera del amor cortés propio de su época.

Este jardín es un lugar secreto y cerrado, una suerte de Arcadia sagrada, protegido por muros almenados. Corresponde al tema del hortus conclusus (jardín amurallado, jardín secreto) frecuentemente asociado con la representación de la Virgen en la iconografía occidental. La expresión hortus conclusus está tomada del Cantar de los Cantares: ´´Hortus conclusus soror mea, sponsa; hortus conclusus, fons signatus” (Jardín cerrado es mi hermana, mi esposa; jardín amurallado, manantial sellado). Este enfoque metafórico también permite evocar la virginidad de María, identificada con la esposa de “el Cantar...”. Pero también existen los detalles realistas: la comida en la mesa blanca, las cerezas que se están recogiendo, el agua extraída con un cucharón para saciar la sed... Por tanto, este jardín paradisíaco no está completamente aislado de las contingencias y placeres del ser humano. El entorno bucólico del jardín protegido de las desgracias del mundo acoge así lo religioso y lo profano, lo espiritual y lo sensual. Este pequeño cuadro seduciría a su comitente -cuya identidad desconocemos- y le haría soñar, en una época particularmente convulsa. La muerte omnipresente despierta, por contraste, una fascinación por el paraíso, ese lugar donde la muerte no tiene lugar.

Sin detenernos en el simbolismo general de la obra, muy compleja y enigmática aún entre los historiadores, con esa Virgen que deja el centro del cuadro al Niño (un Niño ya en trance de emanciparse de su abrazo) y esa corte de personajes, nos salta a la vista un cuadro bucólico, donde la coexistencia pacífica no impide que, entre los pájaros que aparecen, haya depredadores como el martín pescador que atrapa un pez o el petirrojo que coge un insecto sobre un clavel.  La naturaleza entra en la pintura europea a principios del siglo XV y lo hace creando un ambiente armonioso y a la vez lleno de simbolismo. El interés y la meticulosidad con la que se reproducen la flora y la fauna son nuevas. Evidentemente, el artista deseaba enfatizar su variedad, tal como lo hizo con las plantas, de las que hay unas veinte especies identificables. Hay un intento de armonizar una visión realista y otra religiosa del mundo, dos experiencias que se unirán de forma inigualable en la pintura de los primitivos flamencos de la primera mitad del siglo XV. Pero este carácter del tema desaparece antes del fin del siglo, reemplazado por una visión más contingente del mundo natural. 

Antes de entrar en el arte, el jardín fue un tema literario: sin necesidad de remontarnos hasta la Antigüedad, el Decamerón presenta un escenario donde los jóvenes florentinos cuentan historias en un jardín amurallado con flores de mil colores y una fuente de agua extraordinariamente clara. El Roman de la Rose, del siglo XIII -anterior al Decamerón-, canta las alegrías y las quejas del amor, ambientado en un jardín y cuyos sentimientos de felicidad van acompañados del canto de los pájaros: "Su canción era comparable a la de los ángeles en el cielo". Y luego: "Uno se inclinaba a creer que no se trataba en absoluto del canto de los pájaros, sino de las voces de las sirenas marinas". Ya sean ángeles o sirenas, mensajeros divinos o seductoras bestias, mitad humanas, figuras cristianas o de la antigüedad, el ejemplo muestra la ambigüedad esencial de todos los símbolos.

Manuscrito de 1475 que ilustra el Roman de la Rose, con el jardín amurallado

El sermón de la montaña (Mt 5, 1; 7, 28) pone el acento en la confianza que las flores y las bestias ponen en el Creador. “Los pájaros del cielo” y “los lirios de los campos” han estado siempre en el centro de la iconografía religiosa, de manera que flores y pájaros están presentes, en diverso grado, en el tema de la Virgen y el Niño. La flor es promesa de fruto, muestra del Paraíso; el pájaro, hermano pequeño de los ángeles. Tratando de retornar a la pureza edénica, san Francisco, el poverello, hereda los privilegios del primer hombre antes del pecado: hablar con los animales predicando a los pájaros. Orfeo tocando su lira, ofrecida por Apolo, "sentado en medio de un círculo de bestias salvajes y multitud de pájaros” (Ovidio), fue considerado, desde los comienzos del cristianismo como una prefiguración de Cristo, vuelto también de los infiernos y portador de la paz.

Los pájaros de esta tabla han recibido menos atención que las flores, de colores más suntuosos y que han sido objeto de más literatura. Pero de todas las representaciones del Paraíso de su época -y no escasean-, esta es la obra con mayor variedad de ellos. Se reconocen trece, dos en el árbol exterior. Están representados con tal precisión que los zoólogos han distinguido al menos diez especies diferentes: carbonero común, oropéndola, camachuelo, pinzón, petirrojo, pito real, jilguero, abubilla y herrerillo común. Si sólo hubiese querido representar la música angelical, el artista podría haber pintado los pájaros tan esquemáticamente como los rostros de sus santos. No hay pájaros negros (salvo la chova), ni rapaces. Pese a las dudas, hay consenso en la identificación de la mayoría. Se sitúan disponiendo una especie de bóveda, cubriendo la escena, desde el martín pescador de la parte inferior izquierda.  Estos pájaros, cuyo canto convierte el herbario del jardín en un lugar más vívido, están en concordancia con las notas del salterio que toca el Niño: el mundo no es sólo lo que se ve sino también lo que se oye.

Su número puede remitir a los doce apóstoles más el renegado –y perdonado-, representado por la chova. En la obra pueden delimitarse dos tipos de pájaros: primero, pequeños pájaros cantores (herrerillo, petirrojo, camachuelo, jilguero), con alguna parte de color rojo en su cuerpo; después, pájaros más grandes, de colorido más brillante (abubilla, oropéndola, carpintero, martín pescador). Los primeros se asocian a la Pasión de Cristo (intentaron arrancar, se decía, alguna espina de su corona y se tiñeron de su sangre). Los segundos tienen colores deslumbrantes, especialmente si se comparan con la mayoría de las aves europeas.

Tenemos, pues, los pájaros rojos “de la Encarnación”: el camachuelo (Pyrrhula pyrrhula), el petirrojo (Erythacus rubecula) y el jilguero (Carduelis carduelis), el pájaro crístico por excelencia. Los tres, según las leyendas, ganan su color intentando arrancar las espinas de Cristo crucificado, incluso algunos de sus clavos. Los dos primeros están sobre la parte que simboliza el titulus de la cruz (el ángulo sobre la flor de la Silene coeli-rosa); el tercero, situado sobre la mesa con el cáliz, evoca la última Cena, primer episodio de la Pasión.


                                                                      El camachuelo, el petirrojo y el jilguero

Y tenemos los tres pájaros de connotaciones negativas: abubilla (Upupa epops), pito real (Picus viridis) y alcaudón (Lanius senator o minor) . La abubilla se ve como una coqueta pérfida, un ave hipócrita, inmunda, apestosa; en conjunto, es un pájaro diabólico, pero todos sus defectos se ven como menores, compensados por ser también ejemplo de piedad filial y de búsqueda de la luz.

La abubilla

El pito real tiene una simbología contrastada: como un mago, se le atribuye la capacidad de cambiar de aspecto. Puede representar al Maligno, que se traviste para engañar al cristiano; o al cristiano mismo, que busca incansable la verdad y anuncia la Palabra con la insistencia del pico que golpea el árbol, como Cristo llamando a la puerta. Los antiguos conocían al Picus Martis: no sabemos a qué pájaro carpintero corresponde, pero todos tienen algo de rojo en el plumaje. El que nos ocupa es, claramente, un pito real (macho, a juzgar por el bigote rojo). Está posado en el árbol externo y parece invitar a la atención que el cristiano debe guardar (“Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir”, Mt. 25,13) pues los relatos le atribuían poderes de consejero de las demás aves; su grito, se decía, anunciaba la lluvia (rain bird, se le llamaba en inglés, y en francés hay varios epítetos y paremias en este mismo sentido: “abogado del molinero”, “Quand le pivert plaint, la pluie n’est pas loin”, etc). Es, pues, un desvelador de misterios (así aparece en alguna representación de la Anunciación). Por contraste, su grito, burlón, parecía un maleficio y un anuncio de desgracias. Suele asociarse a la abubilla y, como ella, puede ser también un pájaro maléfico. En todo caso, su calota roja es también un símbolo de la Pasión.

El pito real

A la derecha del jilguero, sobre los lirios, ¿se trata de un alcaudón? El alcaudón es un ave asociada al ángel exterminador y al Gólgota (clava sus presas en las espinas de las zarzas). Algunos han visto en la imagen un ampelis (pero no tiene cresta), una lavandera blanca o aguzanieves (un ave protegida por Dios: quien mata una lavandera verá morir el mejor cordero de su rebaño, se decía; pero la que se representa no es tan esbelta), una urraca (demasiado pequeña) o un mito (esta opción tiene más adeptos, aunque el pico es demasiado grueso). Si se trata, como parece, de un alcaudón (común o chico), es fácil asociarlo con los asesinos de Cristo: su habilidad con las espinas le atribuía, incluso, la elaboración de la corona (en la tabla central del Juicio Final de El Bosco en Viena, aparecen algunos condenados ensartados como lo haría un alcaudón).


El alcaudón y los condenados ensartados de El Bosco


Hay dos páridos: un carbonero (Parus maior) y un herrerillo (Cyanistes caeruleus), cada uno junto a un rosal. Muchas veces, los textos antiguos los intercambian. El primero se asocia a la libertad, a la elevación hacia Dios. El segundo, pintado de azul, es imagen del cielo (aparece dos veces en la Virgen de las fresas, del mismo maestro).


El carbonero y el herrerillo


La Virgen de las fresas, del Maestro del jardín del Paraíso (Frankfurt, Städelsches Kunstinstitut), otra asociación de plantas y pájaros (aquí, en detalle)

En el árbol exterior hay un pájaro similar a la oropéndola que corona el cerezo de la izquierda. Se tiende a pensar que es un escribano cerillo (Emberiza citrinella). La tradición hace de este pájaro un socio de Judas (al que invitó a esconderse en su árbol, por lo que Cristo le condenó a tener ese color amarillo pálido, un falso oro) y anuncio de las peores nevadas del invierno y los más recios calores del verano. Es de destacar que esté fuera del Paraíso, aunque muy próximo (la cercanía de los elegidos puede convertir a los paganos).

El escribano cerillo 

La oropéndola (Oriolus oriolus), sobre el cerezo, es una contraposición de la serpiente (sugerida por el doble tronco enroscado sobre sí mismo). Como el pito real, es un pájaro ambivalente, un “agente doble”: en los parlamentos de los pájaros forma parte de los pájaros difamadores (como la urraca o el cuervo), opuestos a los razonables. Pero es también “el pájaro de Pentecostés” (por su llegada tardía) y el oro de su nombre de hace un pájaro de Dios, imagen de Cristo resucitado (su color amarillo recuerda al ave fénix surgiendo del fuego y sus alas negras, a la ceniza).

La oropéndola

Arriba, a la izquierda, un ave en vuelo, parece un pinzón (Fringilla coelebs), imagen de la despreocupación de las aves del cielo y de la liberación. “Acabada la predicación, san Francisco les hizo el signo de la cruz y les dio permiso para partir...” (las Florecillas de san Francisco).

El pinzón

Todas las aves del cuadro están en lo alto salvo el martín pescador (Alcedo atthis) y la chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax), ambas en primer plano. La primera, sobre el aliviadero del estanque, es un símbolo cristológico. En el Parlamento de los pájaros es prudente y sabio a imagen de Dios; es un ave divina, imagen de Cristo y de la Iglesia. La segunda es la imagen de la maldad. Su color negro nos remite a los córvidos y sus asociaciones, pero el color rojo del pico y las patas se relacionan con todo lo que en la obra es encarnado, la sangre y la vida. La primera es la imagen del “pescador de hombres”; la segunda, del pecador arrepentido, del predicador capaz de hablar todas las lenguas.

El martín pescador y la chova piquirroja

El jardín del Paraíso es ambivalente: por un lado, es una tabla doliente: san Buenaventura describe a Cristo crucificado como “jardín de amor”, “paraíso de caridad”, de manera que sus heridas son la puerta de entrada a ese paraíso florido. Los rosales rojos con sus espinas, el vino, las fresas que sangran al menor roce, lo atestiguan. Pero, por otra, también es un jardín refinado donde maravillarse, un iter ad paradisum: un anticipo, una visión, en absoluto un Paraíso anterior a la Caída, sino una promesa. También es una llamada de atención: el Mal existe, el dragón puede despertar. Si la mayor parte de las flores son “marianas”, los pájaros son de Cristo, que ha mezclado las notas del salterio en su canto para producir una armonía universal.














 




Comentarios

  1. Este blog también es un confortable "hortus conclusus", Alfonso: un espacio lleno de delicias con las que recrearse y aprender. Ana.

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  2. Muchas gracias, Ana. En realidad el que más aprende soy yo.

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  3. Lo primero que me llamó la atención de la estampa eran las flores y los personajes, los pájaros casi no los veía, los fui descubriendo a medida que avanzaba en la lectura del relato. Me pregunto cuál es el origen de la simbología relacionada con las aves, la manera en que se les adjudican diferentes cualidades en función de sus características físicas o de sus comportamientos. Supongo que todo pertenece al campo de las leyendas y que no hay nada de científico en ello, pero resulta curioso

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