EN EL EXILIO

 

Joachim Patinir: descanso en la huida a Egipto, 1515-1524 (Berlin, Staatliche Museen/Gemäldegalerie)

Aunque la Huida a Egipto es un tema con larga tradición, los virtuosos del tema fueron los pintores flamencos, que lo repitieron con asiduidad, puede que inspirados por el ambiente de las persecuciones de aquellas sectas que, a principios del siglo XV, florecieron en el centro de Europa. La perspectiva de Patinir en esta obra (aquí, en detalle) se asemeja a la vista de pájaro, la “perspectiva divina”, un panorama cósmico. El gesto del niño es como una réplica, más torpe, del de la madre y se dirige claramente a un pájaro posado sobre la rama muerta de un árbol tronchado que reverdece en su base (el árbol muerto que se renueva, el primitivo árbol del Paraíso, seco tras el pecado original y reverdecido tras la Encarnación, es un motivo habitual en las representaciones de la Virgen: Nuestra Señora del Árbol Seco era el nombre de una cofradía franciscana de Brujas). Lo muerto renace, el manantial fluye, el canto melancólico del pájaro enmudece cuando el niño le bendice. El llanto de Philomela resurge con la historia de la Pasión. Dice el proverbio francés: “Quand le rossignol a vus ses petits, il ne chante plus” (cuando el ruiseñor ve a sus pequeños, deja de cantar): la vida en serio llega con los hijos.

El pájaro es algo ambiguo: la mancha rosada en su pecho parece propia de un petirrojo (el simbolismo del color rojo en los pájaros que acompañan al Niño Jesús denota el destino de su Pasión y su muerte), pero es demasiado pálido, tiene el pico demasiado largo y su forma es más estirada, características más propias de un ruiseñor, sin que podamos descartar del todo al petirrojo, cuya presencia sería también coherente.

Ya en la Antigüedad, el canto alegre o quejoso del ruiseñor se asociaba al amor y a la muerte. Tras asesinar al hijo de Tereo, Philomela es transformada en ruiseñor y su hermana Procne, en golondrina (aunque debe decirse que las hermanas intercambian sus metamorfosis en distintas versiones de la historia). En Virgilio (Geórgicas 4, 511), el ruiseñor, refugiado a la sombra de un álamo, llora la muerte de sus crías, en una réplica de los lamentos de Orfeo.

Cuentan que él, al pie de un elevado peñasco, a las orillas

del deshabitado Estrimón, lloró por siete meses enteros

y contó sus desgracias bajo las frías cavernas

amansando los tigres y atrayendo a sí a los robles con su canto.

De igual forma, Filomela, entristecida bajo la sombra de un plátano

se aflige por la pérdida de sus crías que un cruel campesino al acecho

robó del nido cuando aún carecían de plumas;

ella pasa la noche en lamentos y, sentada en la rama,

reinicia su lastimero canto y llena de tristes quejas todo el entorno.

 

Plinio, en su Historia natural (X):

“Este pájaro no es de los menos dignos de admiración; primero, por una voz tan fuerte en un cuerpo tan pequeño, un aliento tan perseverante; además, su sabiduría musical es tan consumada...Cada ruiseñor canta muchos aires, que no son los mismos para todos, sino que cada uno tiene los suyos. Tienen competiciones de canto donde se manifiesta el ardor; con frecuencia, el vencedor muere, cesando a la vez de respirar y de cantar”.

Escribía Pierre Picard, en el siglo XIII:

"Es un pájaro que es pequeño y del que el Physiologus nos dice que se encuentra fácilmente en bellos bosques y hermosos vergeles, donde canta toda la noche, pero con más fuerza que nunca cuando va a salir el sol, y a la llegada del sol manifiesta una gran alegría tanto en su persona como por su canto. Y es imagen del alma santa que en la noche de esta vida espera a Nuestro Señor, verdadero Sol de Justicia, y cuando siente que ha llegado a su corazón, siente tanta alegría que no puede silenciarla."

Según esta interpretación cristiana, su voz anuncia la Pasión y expresa la nostalgia del cielo y del Paraíso. El pájaro que canta sobre un árbol que reverdece, anunciador del Verbo Divino, habla de la alegría de la salvación que Cristo trae al mundo y así se convierte es una especie de emblema del maestro de capilla, cuya voz está consagrada a la alabanza litúrgica de Dios y cuya palabra propaga la doctrina  enseñada por Cristo.

Al otro lado de la Virgen y el Niño, un herrerillo se posa sobre lo que parece una naturaleza muerta del equipaje del peregrino, anunciando el final del viaje. El herrerillo fue el primer pájaro en tener noticia del nacimiento de Cristo y en hacerla correr. Es, también, un símbolo del triunfo del alma cristiana frente a la muerte. Un pájaro anuncia la vida y el otro, el sacrificio.




Comentarios

  1. Muy interesante el simbolismo de los colores de las aves o su canto, para explicar pasajes de la tradición cristiana.
    Sobre el proverbio francés nada que añadir. Gracias y a por la próxima.

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  2. Me parece extraordinario que los ruiseñores tengan en su canto diferentes aires propios de cada uno y que hagan competiciones entre ellos. Morir cantando, luchar con la fuerza de la voz, mostrando así el poderío, en vez de romperse la crisma a golpes como suele suceder en otras competiciones entre animales, incluso entre otros pájaros supongo. Al fin, creo que es un ejemplo de que lo mejor es siempre luchar por superarse a uno mismo, blandiendo como única arma las propias capacidades o habilidades artísticas en vez de la violencia

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  3. Qué casualidades... Ayer asistí a una escena singular: mientras se interpretaba el Miserere Grande de Doyagüe en la catedral de Salamanca, el canto de un pájaro acompañaba a intervalos a músicos y cantantes. Mi acompañante comentó que le parecía un ruiseñor. Al maestro de capilla Doyagüe le secundó entonces su homólogo alado... El salmo penitencial por excelencia puesto así en músicas complementarias... Preciosa entrada, Alfonso. Esperamos la siguiente.

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