FUERA PASÉ POR EL TIEMPO, AQUÍ ES EL TIEMPO EL QUE PASA

 

"Estoy mirando por la ventana en un estado mental ansioso y resentido, ajeno a lo que me rodea, cavilando quizás sobre algún daño hecho a mi prestigio. Entonces, de repente, observo un cernícalo flotando. En un momento todo se altera. El yo melancólico con su vanidad herida ha desaparecido. Ahora no hay nada más que el cernícalo".

Iris Murdoch, La soberanía del bien 


En la cita que encabeza esta entrada, Iris Murdoch reflexiona sobre el poder transformador de la atención, en este caso la atención al mundo natural. La suspensión del tiempo y de las contingencias parece deberse a la capacidad de asombro ante el esplendor de algo tan insignificante como un ave. Aquí, el cernícalo es el que diluye la frontera entre lo que pasa fuera y lo que pasa dentro de uno mismo. Ese asombro también puede producir lo contrario, que el ave marque la separación entre el discurrir del mundo y el discurrir de la experiencia interna. Como un puente, une y a la vez hace evidente la distancia. Esta divergencia ha sido descrita en numerosas ocasiones como una analogía de lo trascendente.

Una de las ilustraciones de Reynolds Stone para el libro de poemas de Iris Murdoch "A year in birds", de 1978; en concreto, ilustra el poema "August": "...el aleteo inmóvil del frágil cernícalo."

Se atribuye al entorno del monasterio de Leyre una leyenda del siglo IX en la que vemos al abad Virila saliendo a dar un paseo, meditando sobre la eternidad de Dios. Oyendo un ruiseñor, se queda absorto hasta dormirse al pie de un árbol. Ya de noche, despierta y regresa al monasterio. Pero, cuando le abren, nadie lo conoce. Consultados los viejos documentos de la abadía, logra saberse que, trescientos años atrás, hubo un abad llamado Virila que desapareció misteriosamente. Entonces, se abre la bóveda de la iglesia y aparece el pájaro con el anillo abacial y se lo impone a Virila mientras se oye la voz de Dios: “Virila, piensa que han pasado trescientos años en un momento; imagina cómo será la eternidad a mi lado”.

Esta historia parece un tópico recurrente en el ámbito monástico medieval, muy repetida con distintas variantes y como una forma, más o menos estereotipada, de ilustrar la difícil concepción de lo eterno, así como la necesidad mística de hallar el fondo espiritual de uno mismo a través del mundo creado: Meister Eckhart decía a sus monjes que tenían que salir para encontrar el camino de vuelta: si non te cognoveris te, egredere ( si no te conoces, sal).

Muy parecida es la historia de Yves, un monje bretón que, cuando fue a buscar leña al monte, se quedó embelesado con el canto de un pajarillo, al que siguió todo el día.  Cuando regresó al monasterio, los monjes no le reconocieron. Mucho tiempo después, se encontró en unos documentos que trescientos años hubo en el lugar un monje que se había perdido para siempre y cuyo detalles coincidían con los de Yves.

 

Pero la más conocida es la historia de Ero, fundador del monasterio de Armenteira, que está narrada en una de las Cantigas de Alfonso X: paseando el monje por los alrededores el cenobio y encandilado por el canto de un pájaro, se queda dormido y, al despertar y regresar al monasterio, le abren la puerta monjes que no conoce, ni ellos a él. Al descubrirse todo lo sucedido, dice la cantiga que todos entonaron: “¡Nunca tan gran maravilla como Deus fez polo rogo de sa madre Virgen santa de gran prez!”.


Vídeo de la Cantiga 103, el canto de la pajariña , por Eduardo Paniagua, Música Antigua

                                             
             Página miniada que ilustra la Cantiga CIII en el códice escurialense, donde vemos a Ero escuchando al pájaro posado en el árbol; "como o monge oyou cantar una passarinya..."

Estos mitos repetidos, quizá de origen pagano y después cristianizados, muestran una curiosa relación entre el sueño y la santidad, como se ve ya en la leyenda de los Siete Durmientes de Éfeso, dormidos beatíficamente para resistir a la obligación impuesta por el emperador Decio de sacrificar a los dioses paganos, y despertados oportunamente, casi doscientos años después, durante el reinado de Teodosio II, para que éste pudiera proclamar la evidencia de la resurrección de los muertos. Incluso, fuera del ámbito religioso, Washington Irving hizo pasar por un trance parecido a Rip van Winkle quien, aunque no era un santo, era un alma cándida, más cercano a la contemplación embobada que a los trabajos y preocupaciones de lo mundano.,


Los Siete Durmientes de Éfeso, Códice del siglo XII, Fundación Bodmer


Pero lo que nos interesa es el papel de las aves en estas leyendas monacales. En ellas parece verse una proximidad a lo divino, al éxtasis de la visión de la eternidad de Dios. “Los pájaros -escribe Alberto Magno – cantan más que otros animales debido a la ligereza de su espíritu”. El término que emplea –levitas- tiene un significado amplio: es veleidoso, pero también alude a un estado de pureza e inocencia. Esa proximidad a lo espiritual se refuerza con la variedad de sus cantos, que no hacen más que exponer su condición de portadores de un conocimiento secreto, como secreto es su lenguaje. Alberto Magno parece relacionar el origen de la música con el canto de las aves y con la armonía universal. La vía contemplativa, libre de las obligaciones de la vía activa, puede conducir a la conciencia de la Creación como muestra de la perfección de Dios. La música reúne la deductio aristotélica (la percepción de la armonía universal, que es una  operación intelectual) y la delectatio, accesible a cualquiera. Nicolás Oresme (siglo XIV) concibió la música como expresión de la armonía de los elementos, la música de las esferas como música celestial: “provoca un transporte tan grande que los que están inmersos apenas pueden separarse...”. Según el ciclo artúrico, ¿no era Perceval, criado por su madre en la profundidad del bosque, conocedor del lenguaje de los pájaros, algo reservado a aquellos que alcanzarían el conocimieto superior? Así, el canto del pájaro, supuesta la condición de beatitud del oyente, parece ser un puente entre el mundo corporal y el espiritual, como la música de Francisco Salinas lo era para Fray Luis de León:

 

¡Oh, desmayo dichoso!

¡Oh, muerte que das vida! ¡Oh, dulce olvido!

¡Durase en tu reposo,

sin ser restituido

jamás a aqueste bajo y vil sentido!

 

(Fray Luis de León, Oda a Francisco Salinas)

 

 

En la Navigatio sancti Brandini (san Brandán o san Borondón), un santo irlandés del siglo VI que llevó a cabo viajes fantásticos, se describe una isla boscosa y florida (Paradisus Avium, el Paraíso de los pájaros), una especie de Purgatorio en el que se posaban infinidad de aves que eran, en realidad, ángeles que fueron neutrales en la lucha contra Lucifer. Uno de ellos anuncia al santo y a los catorce monjes que lo acompañan que deben peregrinar durante siete años, un viaje tan espiritual como espacial. Cada uno de esos años repiten el mismo periplo, que incluye un regreso a la isla de los pájaros en cada Pentecostés (” ...que por mayo, era por mayo…”, cantaba el Romance del prisionero).

 

Él viajó de nuevo una gran distancia hasta el mar y pronto vio una extensa tierra alta y brillante. Todos, sin miedo, se apresuran a descender. Un árbol tan blanco como el mármol se erguía alto, las hojas moteadas de rojo y blanco. Se elevó a las nubes y sus ramas eran tan tupidas que oscurecían la luz del día. Todas las ramas estaban cubiertas de pájaros blancos: nadie había visto nunca unos tan hermosos. Asombrado, Brendan oró a Dios. Inmediatamente un pájaro bajó y le dijo al Padre: Somos ángeles y vivimos en el cielo. Pero estábamos al servicio del Orgulloso y seguimos sirviéndole cuando se convirtió en el Traidor. Por eso hemos sido expulsados ​​del Reino de Dios. No éramos culpables y Dios nos dio este respiro. Nuestro único castigo es no vivir más en su Gloria”. Luego, el pájaro regresó a la copa del árbol. Al caer la noche, todos los pájaros comenzaron a cantar una melodía potente y melodiosa.


San Borondón y sus monjes en su periplo


El árbol, la fuente que lo nutre, el carácter retirado de la isla, los pájaros y la música indican que nos encontramos en un locus amoenus, un lugar en el que Ero o Virila podrían haber pasado sus tres siglos y un tema común a la literatura desde la Antigüedad hasta el mundo moderno. Aunque Gonzalo de Berceo, menos místico, no pierde el sentido del tiempo, también disfruta de ese "logar tan deleitoso" gracias a los pájaros:

Yaziendo a la sombra          perdí todos cuidados,                            

odí sonos de aves,          dulces e modulados:                    

nunqua udieron omnes          órganos más temprados,                 

nin que formar pudiessen          sones más acordados.                    


Que el canto del ruiseñor -u otras aves-, con su entorno idílico, produzca que el tiempo pase como un sueño, que sea en sí mismo expresión de la eternidad, parece una constante literaria. Como hay imágenes tan poderosas que se convierten en motivos cíclicos, hay motivos poéticos que vuelven una y otra vez. John Keats (Oda a un ruiseñor) se pregunta si, tras escucharlo, sigue dormido o si todo fue un sueño.

...Pero tú no naciste para la muerte, ¡oh, pájaro inmortal!
No habrá gentes hambrientas que te humillen;
la voz que oigo esta noche pasajera, fue oída
por el emperador, antaño, y por el rústico;
tal vez el mismo canto llegó al corazón triste
de Ruth, cuando, sintiendo nostalgia de su tierra,
por las extrañas mieses se detuvo, llorando;
el mismo que hechizara a menudo los mágicos
ventanales, abiertos sobre espumas de mares
azarosos, en tierras de hadas y de olvido.

¡De olvido! Esa palabra, como campana, dobla
y me aleja de ti, hacia mis soledades.
¡Adiós! La fantasía no alucina tan bien
como la fama reza, elfo de engaño.
¡Adiós, adiós! Doliente, ya tu himno se apaga
más allá de esos prados, sobre el callado arroyo,
por encima del monte, y luego se sepulta
entre avenidas del vecino valle.
¿Era visión o sueño?
Se fue ya aquella música. ¿Despierto? ¿Estoy dormido?









Comentarios

  1. ¡Que poco tiempo destinamos a la contemplación de la naturaleza! y, sin embargo, es en esos momentos reflexivos donde más se potencia el desarrollo de nuestra capacidad de asombro. No es extraño que el tiempo se detenga en esos momentos. Es la rapidez con la que vivimos la que hace que el tiempo vuele.
    Mientras leía el artículo, me venía a la cabeza la afición de mucha gente a tener pájaros cantores enjaulados cerca de ellos, para escuchar sus cantos. Nunca me gustó, porque me da mucha pena que no estén libres, pero ahora pienso que, a quienes lo hacen, quizás le lleve a ello , aún si ser conscientes, el deseo de establecer ese puente entre lo espiritual y el mundo corporal.

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  2. Qué preciosidad, Alfonso. Me ha llegado indirectamente una reflexión de Juan Mayorga que cito de oidas:"El pasado no está detrás; está dentro". La he hecho mía y la confirmo de nuevo con tu entrada y el viaje al que nos llevas por estos "lugares deleitosos". Lugares que tan al alcance tenemos y en los que siempre "se quedarán los pájaros cantando"...

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  3. Veo, Alfonso, que caes en la tentación de adentrarte en mis dominios. Alberto Magno, Aristóteles... Tu saber no tiene límites.
    Como contrapunto, casi en contradicción directa con la cita de Maister Eckhart, te dejo otra cita famosa del de Hipona: “Noli foras ire, in te ipsum redi, in interiore homine habitat veritas; et si tuam naturam mutabilem inveneris trascende et te ipsum.” (De vera religione C. 39, 72.)
    No quieras salir de ti, permanece en tí mismo, en el interior del hombre habita la verdad; y si encuentras tu naturaleza perecedera, trascendete a ti mismo.
    Ya que entramos en filosofías... Si nos ponemos hegelianos, ambas posturas son la tesis y la antítesis, el extrañamiento y el reencuentro destinados a la síntesis de la superación de uno mismo.

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    Respuestas
    1. Tienes razón, me acordé de esa cita de san Agustín ( que mi profesor de filosofía de COU nos copió en la pizarra) cuando puse la de Eckhart. Está muy bien traído lo de Hegel, pero si uno es la tesis y lo otro la antítesis, ¿dónde está la síntesis? Sin duda, en el cernícalo. Gracias, Jesús.

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  4. Como veo hay competencia de Pilares, me identifico como PT.
    Con todos mis respetos, no voy a competir con vuestros eruditos vuelos.

    Solo os diré que reconocí, después de leer esta entrada y escuchar la belleza de las cantigas, que no me cabe ya ninguna duda de que una pareja de cernícalos llegó a anidar, en la primavera 2019, al lado de nuestro balcón, para llamar poderosamente nuestra atención y sacudir nuestras dañadas vidas.
    Cada día y casi sin querer, ya ellos se convirtieron en algo importante.
    Aquellos bebés polluelos, pronto tan grandes como su madre, se colocaban en cuidadosa fila, mirándonos cercanos, con apreciada curiosidad, sin miedo….( tal vez conocedores del respeto y cuidado que siempre tuvimos para observar sin molestar, pero sin parar de contemplar ese milagro de verlos crecer cada día hasta su vuelo)
    Quiero creer que esta dilatada atención trajo un mensaje de cambio y renovación a nuestras vidas.
    Tengo que añadir la belleza de su discretos silbidos ( de los adultos) y su característico vuelo planeando ( a diferencia del aleteo acostumbrado de palomas) la vigilancia y sustento de sus crías.

    Y algo muy bueno que logramos desde entonces ….que desaparecieron las palomas que tanto guarreaban nuestros balcones!!

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