“OGROS ALADOS, VORACES Y BATALLADORES”

 


Johannes Goedaert, flores en un vaso Wanli con un herrerillo, c.1650, colección Haboldt & Co., París/Nueva York (imagen cortesía del Netherlands Institute for Art History)

Este jarrón Wanli (los jarrones chinos Wanli, elaborados entre 1570 y 1620, fueron un objeto de lujo en la sociedad holandesa, fruto del auge del comercio con Asia) contiene una reunión imposible de toda la floración anual de un jardín. Bajo el dominio de cuatro grandes tulipanes, vestidos señorialmente como personajes de un carnaval veneciano, se despliegan casi todos los colores. Esta exposición es fruto de los conocimientos de Goedaert, botánico además de pintor o, más bien, pintor a fuer de botánico.

A un lado del vaso, sobre el alféizar, un herrerillo (Cyanistes caeruleus) devora una mariposa nocturna, encarnación de la vida fugaz. En Holanda llaman a este pájaro pimpelmees (pimpelmeise en alemán). El origen de este nombre puede ser onomatopéyico: la melopea del borracho, el sonido repetitivo de la campanilla y la lamentación en voz baja se incluyen en los significados de pimpeln (dicho en voz alta, parece una onomatopeya de la campana) que, en alemán, es quejarse, gemir. En el sur de Holanda pumpel es mariposa, derivado, quizás, del latín papilio. También pimpel es borracho, así como un vaso pequeño, para aguardiente (de ahí su asociación con el bebedor). Todas estas asociaciones se mezclan en el cuadro de Goedaert. En castellano, su nombre, herrerillo, alude al parecido de su canto con el martilleo del herrero; su nombre científico es doblemente azul, cian y cerúleo.

El martilleo del herrerillo


El herrerillo es voraz e insolente. De carácter atrevido, su glotonería le ha dado reputación como asaltante de cocinas (en Alemania se le ha apodado mäusli, ratoncillo), siempre dispuesto a rapiñar un bocado, de ahí que lo veamos con frecuencia en bodegones, asociado muchas veces a mariposas y polillas a las que acecha con codicia, o a frutas, que picotea con gusto.


Ambrosius Bosschaert el Joven (1609-1645), bodegón con vaso Wanli, mariposa y herrerillo


Johann Rudolf Byss (1660-1738), Naturaleza muerta con flores y herrerillo

Esa voracidad se le atribuye de forma natural. Colette descubría un herrerillo que “cazaba como una rata, corriendo ágilmente sobre sus maravillosas y pequeñas garras; reaparecía en el otro extremo, arrogante, con la cabeza levantada, por bandera una oruga viva en el pico, o bien con dos alas de insecto por mostacho, belicoso”. (Para un herbario. Las flores y las estaciones, 1953).

Pero esa fama también fue útil para usar su imagen como un reflejo del alma cristiana, ávida de alimento espiritual. En el tapiz de la mujer salvaje con unicornio (c. 1500-1510), en el museo de Basilea, a la derecha de la mujer vemos un herrerillo, o un carbonero (son dos aves muy intercambiables), alimentado por un jilguero, el alma cristiana nutrida por Cristo.

Mujer salvaje con unicornio (c. 1500-1510), tapiz del museo de Basilea

Detalle descrito, con el jilguero alimentando al herrerillo

Su color azul se ha identificado con el cielo y los ángeles. Según la leyenda, Cristo le dio ese color como recompensa por haberle ayudado a sostener la cruz en el camino del Calvario. El poeta francés Philippe Jaccottet trata de poner todos los elementos en relación, su carácter celeste y su voracidad: “Eran las flores de los colores de los herrerillos, colores llamados fríos, propios de los pájaros de invierno. Y cuyo nombre [mésange] rima con ángel [ange] , aunque son en realidad pequeños ogros alados, voraces y batalladores”. (Cahiers de verdure, 2003)

Aunque pueda parecer que sólo los herrerillos franceses son ángeles, su relación con el alma cristiana ha sido habitual. En el Roman de la Rose, del siglo XIII, el herrerillo es parte de los pájaros “que hacen una hermosa tarea: se les dice ángeles celestes”.

En la creación de las aves, de Remedios Varo, una mujer, mitad ave nocturna, termina de dibujar un herrerillo que emprende el vuelo; le da vida con la luz que pasa por un prisma y con la cuerda de un violín, transformada en pincel, le concede el canto.

La creación de las aves, 1957, Remedios Varo, Museo de arte moderno de México

Puede relacionarse esta obra con la leyenda de los pájaros de arcilla: Jesús, siendo niño, juega con otros a moldear figurillas de pájaros y crea un herrerillo al que ordena cantar entre los arbustos. Los otros sólo son capaces de hacer pájaros con “cabeza de gato”, a los que Jesús hace volar igualmente, pero les hace gritar como felinos: así nacieron las lechuzas; precisamente, como la mujer creadora del cuadro de Remedios Varo.



Comentarios

  1. Este herrerillo me ha traído nuestro "pimplar", "pimplado" y demás etílicas derivaciones... Qué caminos tan sorprendentes nos hacen transitar las palabras, cuántas conexiones y referencias cruzadas. Gracias por descubrirnos nuevas rutas con cada entrada.

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