NOCTURNA AVIS I: TERRIFICA
"El mundo en el que el búho está siempre hambriento y siempre a
la caza es el mundo en el que yo también vivo. Sólo hay un mundo."
(Mary
Oliver, Owls and Other Fantasies: Poems and Essays, 2003)
Fotograma de “Psicosis”, dirigida por Alfred
Hitchcock, 1960
Mary Oliver reflexionaba sobre estas
misteriosas criaturas mientras deambulaba por los bosques de Provincetown (Massachusetts), cerca de su casa, buscando el nido del gran
búho cornudo, "ese pájaro de mirada vidriosa, inquieto en la rama, sólo
sangre en su mente", y escribe:
“El
grito del búho, que no es de dolor, desesperanza y miedo a ser arrancado del
mundo, sino la pura y alegre gloria del portador de la muerte, es aún más
terrible. Cuando lo escucho resonar a través del bosque, y luego las cinco
bolitas negras de su canción cayendo como piedras en el aire, sé que estoy al
borde del misterio, en el que el terror es natural y parte de la vida, incluso
de la vida más tranquila, inteligente y soleada, como, por ejemplo, la mía. El mundo en el que el búho está siempre hambriento y
siempre a la caza es el mundo en el que yo también vivo. Sólo hay un
mundo.”
Un mochuelo
boreal (Aegolius funereus) y un búho pigmeo (género Glaucidium), Ilustración de
la “Historia natural de los búhos” de Richard Lydekker, 1893
Como todas las rapaces nocturnas (el Orden de los Strigiformes) han sido tratadas y representadas indistintamente como símbolos y alegorías, las consideraremos de la misma forma, sin diferenciar a la familia de las lechuzas (Tytonidae) y a la de los búhos (Strigidae, que abarca también a mochuelos, autillos y demás parientes de menor tamaño). Siendo unas de las aves más extendidas, de modo que hasta veinte especies distintas habitaban en el antiguo Oriente Próximo y el Mediterráneo, son muy mencionadas en los primeros textos, aunque no siempre de forma coherente o sistemática. Mucho tiempo ha discurrido desde las más antiguas referencias que tenemos de estas aves, pero persisten como el símbolo más universal y reconocible de la miseria humana y del desorden moral. Podemos estar seguros de que han estado entre las primeras aves que han producido en el hombre una respuesta cultural que, casi siempre, ha sido una respuesta a la desolación.
“Sólo un
ulular de búho
se ahonda como
el silbido de una brizna en las manos ahuecadas, en los saqueados olmos”
(Dylan Thomas, Sobre
la colina de sir John)
Un
búho grabado sobre arcilla en la cueva francesa de Chauvet
(37000-35000 a. P.)
En
el antiguo Egipto, su epíteto era “el que se lamenta”, con lo que su
relación con el luto ya estaba clara. Parecía haber algún ritual ligado a la
noche y a la magia, lo que quizás explique que la mayoría de las momias de búhos estén
decapitadas o unidas a murciélagos, un animal con el que se le suele
relacionar.
Lechuza en el cenotafio de Seti
I, en Abydos,
c. 1279-1213 a.C.
Según el Picatrix (libro árabe de magia y astrología de los siglos
X-XI, muy difundido en Europa), entre los animales regidos por Saturno (que
suelen tener color negro y aspecto desagradable, y a veces voz grave), hay un
grupo de aves entre las que están el cuervo, el avestruz, la lechuza, el búho
(incluso el murciélago…). Al planeta Saturno se le atribuían ciertos rasgos:
lentitud (era el planeta más lejano y de revolución más larga), frialdad y
sequedad (por ser el más lejano del Sol y de la Tierra) y palidez (por su escaso
brillo), lo que llevó a asociarlo con la vejez. Pero esa imagen sólo se hace
consustancial al planeta cuando, en la mitología, los romanos identificaron a
este dios (que era, en principio, un dios agrario) con el griego Cronos, deidad
triste y solitaria, habitante de los confines del mundo. Además, la hoz, que
para el primitivo Saturno era una herramienta de trabajo y que en el mito de
Cronos era el arma con la que castró a su padre y con la que, a su vez, él
mismo lo fue por parte de su hijo Zeus, se convierte en el instrumento del
tiempo (lo que nos hace recordar ese poema de Cernuda, que es capaz de ver, en
la guadaña sobre el hombro de la muerte, una red de entomólogo: “He venido para ver la muerte / y su graciosa red de cazar
mariposas...”).
Según Ulisse Aldrovandi (Ornithologia, 1599), cuando Júpiter asumió la forma de un águila, Juno eligió la de un búho, ya que, según nos dice, no era decoroso que la reina del cielo adoptara el aspecto de un pájaro pequeño o vulgar, sino que debía encarnarse en uno cuyo reinado nocturno fuera semejante al del águila por el día.
El
búho, la reina de las rapaces nocturnas, es junto con la lechuza, un
representante característico de las aves saturninas. Las referencias antiguas
parecen expresar cierta confusión entre ambos animales y por ello se los
consideraba equiparables desde el punto de vista simbólico. Sus características
corresponden plenamente a una criatura nacida bajo la influencia saturnal: sus
hábitos de vida nocturnos; su voz, que más bien parecería un gemido o lamento;
su pereza y su cobardía; su preferencia por los lugares solitarios e incluso
lúgubres, como cuevas y cementerios, lo que contribuyó a hacer de ellas aves de
mal agüero. Su inteligencia (un rasgo subrayado por Aristóteles) parece indicar
un cierto poder de embrujo rayano con el ocultismo y la brujería, a lo que se
añade su supuesta capacidad de predecir el tiempo.
Conrad Gessner, Icones Avium omnium, Zúrich, 1560
En la antigua Grecia parece que se practicaban
unas “danzas de la lechuza”, probablemente de origen micénico y surgidas
en el área de Corinto. De carácter ctónico, nocturno y funerario, debieron de hacerse en honor de los
guerreros caídos en combate. Con el tiempo, esos bailes terminaron
integrados en el morphasmos, danzas satíricas protagonizadas por diversos animales, que
a veces se representaban en comedias y tragedias.
La
idea que los antiguos tenían del búho puede deducirse de los calificativos que
le aplican tanto griegos como romanos. Los nombres
transmitidos en la literatura griega son muy diversos, algunos
relativamente familiares para nosotros porque han dado nombre a distintas especies: τυτώ (Tyto, un nombre onomatopéyico, que nombra a la familia Tytonidae, la de
las lechuzas); αἰγωλιός (Aegolios, un género de búhos); γλαῦξ (Glaux, referido
hoy a los búhos pigmeos); ὦτος (Otos, el género de los autillos); σϰώψ (Scops, diversos
géneros de búhos chillones, cuyo nombre deriva de σκοπ, ver); βύας (Byas, de lo que derivará “búho”), pero hay más: νυϰτιϰόραξ, ἀσϰάλαϕος, ϰιϰϰάβη (Nicticorax, askálafos, kikkabe), de
identificación complicada.
Hay una leyenda que parece muy antigua, la de Ascálafo, el
demonio del inframundo que traicionó a Perséfone, impidiendo que abandonara el Hades para siempre, y fue transformado en búho por
ella misma, rociándolo con agua del Flegetón, uno de los ríos infernales. Ascálafo ha dado
nombre a un género de insectos (Ascalaphidae o “moscas-búho”), cuyas alas parecen tener grandes ojos, y
a otro género de mariposas americanas (Ascalapha), muy grandes y también con ocelos en las alas, consideradas
popularmente, en México y Centroamérica, un presagio de muerte.
Izquierda, un Ascaláfido,
Libelloides
macaronius.
Derecha, Ascalapha
odorata
"Así que se convirtió en el pájaro más vil; un mensajero
de dolor; el búho perezoso; triste presagio para la humanidad".
(Ovidio, Metamorfosis, V)
Ascálafo
se convierte en un búho cuando Perséfone le rocía con el agua del río infernal.
Grabado de Johann Ulrich Krauss, 1690
Los griegos, a veces, dieron a esta ave connotaciones benéficas,
como veremos, pero los romanos sólo percibieron su lado maléfico. En
los textos latinos hay nombres que, a veces, derivan del griego: bubo, noctua, nycticorax, strix, y además
tenemos muchos epítetos, todos poco favorables: dirus
(siniestro, espantoso); funebris;
funereus;
gravis
(opresivo); horrendus;
ignavus
(innoble, cobarde, perezoso); luctifer
(nefasto); male saga avis (ave de mal
agüero); mali
ominis
avis (ave de todos los males); maxime
abominatus
(especialmente maldito); nigra
avis; sinister
(siniestro); stygius
(relativo a Stix
o Estigia, el río del inframundo); trepidus
(alarmante); venturi
nuntia
avis luctus
(ave anunciadora de nuevas dolorosas). En el alemán moderno también hay denominaciones populares que remachan esta tradición: Totenvogel (“pájaro de los muertos”), Leichenhuhn (“pollo
cadáver”) o Sterbevogel (“pájaro
moribundo”).
Plinio el Viejo (Historia Natural) recopila muchas de las características que más tarde la cultura popular atribuirá durante siglos a los búhos: ven mal durante el día…el búho real es un muy mal presagio, ya que es un ave fúnebre… vive en desiertos y en lugares aterradores, vacíos e inaccesibles… su canto es un grito… si se ve en una ciudad, o durante el día, es un presagio espantoso, aunque se conocen varios casos de un búho real posado en casas particulares sin consecuencias fatales… nunca vuela directamente a donde quiere ir, sino que siempre se aparta de su curso de forma oblicua… es hábil en las batallas con otras aves… cuando están rodeados y superados en número, se acuestan de espaldas y luchan con los pies, apretándose para protegerse con el pico y las garras… tiene una alianza con el halcón, que le ayuda en la guerra. También asegura, extrañamente, que no se encuentra en la isla de Creta, y si se lo llevan allí, pronto se extingue. Finalmente, afirma que, según Publio Nigidio Fígulo (erudito del siglo I a.C., pero mago pitagórico según san Jerónimo), hiberna durante sesenta días.
Pierre Belon, L'histoire de la nature des oyseaux, avec leurs descriptions et naïfs portraicts retirez du naturel, París, 1555
La
visión medieval de esta ave no mejora mucho porque todas sus imágenes son
aciagas: acecha en las ruinas y vuela sólo de noche; prefiere vivir en la
oscuridad y se esconde de la luz; es un ave sucia y perezosa que contamina su
propio nido con su estiércol; a menudo se la encuentra cerca de tumbas y vive
en cuevas; algunos dicen que vuela al revés (como se dirá de las brujas); gritan cuando sienten que alguien
está a punto de morir; algunos manuscritos dicen que los búhos jóvenes regresan
para cuidar a sus padres ancianos (algo que también se dice de la abubilla).
Rabano
Mauro (780-856) alude al búho recordando cómo el rey Herodes, al ver que uno de ellos estaba posado en una cuerda sobre su cabeza, interpretó que su propia muerte
estaba cerca, como en efecto sucedió: en el Misterio de los Hechos de los
Apóstoles (c. 1460-1470), un clásico del drama religioso francés, se
describe la representación refiriendo los elementos que intervienen:
“Fault ung chat huant pour Herodes Agripe qui luy doit voller sur la teste ou sur lespaulle »
(Se
necesita un autillo para Herodes Agripa, que debe volar sobre su cabeza
o sobre el hombro)
(Misterio
de los Hechos de los Apóstoles, representado en Bourges
en abril de 1536 y publicado según el manuscrito original por el barón A. de
Girardot, impreso en París en 1538)
El
“chat huant”
(“gato ululante”) del texto es, seguramente, el autillo (Otus
scops),
una especie de búho de pequeño tamaño, pero hay varias clases descritos en la Vulgata
y, por consiguiente, los bestiarios: noctua
o nicticorax,
la lechuza, el pájaro noctámbulo que vive en los muros de las casas en ruinas y
rehúye la luz; y bubo, nuestro búho, ave sucia que contamina su nido.
La
tradición judía ya condenaba a estas aves. El Levítico dice que los búhos están
entre "las aves que no se comerán, serán abominación:", pero ello
no hace más que importar un conjunto de creencias mesopotámicas (Mesopotamia
fue un verdadero cruce de caminos cultural, entre el norte y el sur, el este y
el oeste).
El discutido relieve “Burney", una
terracota mesopotámica de alrededor de 1800-1750 a.C., que muestra una diosa
babilónica, Museo Británico. Probablemente sea Ishtar o su hermana Ereshkigal
(por los leones) o Lilitu-Lilith
(por las lechuzas)
Según
cierta interpretación rabínica del Génesis, Lilith, la primera mujer de
Adán (anterior, por tanto, a Eva) llegó a convertirse, en la tradición judaica,
en demonio y no pocas veces se la representa con garras y alas de búho o
acompañada de ellos. Se suele citar, como referencia a Lilith, un pasaje de Isaías
34; y, en efecto, según algunas versiones de la Vulgata, Lilith
aparece mencionada, al lado de perros y gatos salvajes, cuando se habla de la
desolación de Babilonia, basándose en la –casi- homofonía entre el nombre de la
mujer-demonio y el hebreo lîylîyth
(monstruo o criatura nocturna):
“Las
fieras salvajes del desierto se encontrarán también con las hienas, y el sátiro
gritará a su compañero; el búho chillón (¿Lilith?) también descansará allí, y
encontrará para sí un lugar de reposo.”
“Lilith”
a veces se traduce como “búho chillón”, lo que está relacionado con el
hecho de que, en la mitología de Próximo Oriente, las diosas demoníacas a
menudo tenían alas y patas de pájaro. Los hogares judíos usaban amuletos
protectores para alejar a Liliths
y otros ladrones de recién nacidos. Entre los siglos V y VIII a.C., la forma
más popular de protección antidemoniaca era el “cuenco de encantamiento”,
tazones de cerámica creados por hechiceros judíos en Babilonia para atrapar a
los demonios. Las familias judías que esperaban un niño
enterraban uno de estos tazones mágicos debajo de la puerta de entrada para
bloquear la llegada de los ladrones de recién nacidos.
Cuenco de los siglos V y VI a. C. con un texto
de encantamiento en judeo-arameo y una imagen del demonio Lilith
Isidoro de Sevilla (Etimologías)
proporciona más información. Según él, hay varias clases de búhos: el búho
chillón (bubo), que toma su nombre del sonido de su voz y es un pájaro
mortal, cargado de plumas y con una pesada pereza; vive en cuevas y deambula en
tumbas día y noche. Además, la lechuza (noctua), que es más pequeña; vuela de noche y no puede
ver durante el día porque el brillo del sol la ciega. También cita al nycticorax (literalmente, “cuervo nocturno”, del
que hoy toma nombre un género de la familia de las garzas cuyo principal
representante, el martinete, grazna y tiene hábitos nocturnos), que tampoco
puede soportar la vista del sol. Habría otro tipo de búho (strix, del que deriva el nombre que se da al orden de las rapaces
nocturnas (Strigiformes), y que, según él, recibe su nombre de su
llamada estridente, stridet). Es interesante su afirmación de que al búho también se le
llama por la palabra griega amma (nodriza) porque “ama” a los recién nacidos y se dice que
les ofrece leche (una radical inversión de la interpretación judía del búho
como espíritu secuestrador de niños). Es sabido que las etimologías de san
Isidoro son muy “creativas”, por decirlo suavemente, pero esa palabra, amma, no tiene nada que ver con “amar” sino que debía de aludir en
griego a la madre, de forma similar a la palabra atta (ἄττα) para el diminutivo cariñoso de padre (“padrecito”); en
griego koiné existe ammás (ἀμμᾶς) que, en la primitiva Iglesia oriental designaba a la madre
abadesa. Los teólogos medievales usaron muchos nombres referidos a los brujos y
uno de ellos es el latino striga (hechicero o espíritu maligno), derivado de strix (algún tipo de búho).
El conocimiento literario del búho como ave de la
desgracia y de la muerte se transmitió a épocas posteriores en la antigüedad.
Las palabras de Plinio sobre su aparición como un
anuncio maligno eran conocidas por el Medievo, el "presagio Ignavus bubo dirum mortalibus" de Ovidio (“El búho cobarde es presagio nefasto para los
mortales”) permaneció inolvidable durante todo el período. El "Nycticorax mortem significat..." de Horapolo se conoce desde al menos el siglo XVI y fue difundido por
estudiosos que editaron sus escritos. Ninguna época había perdido por completo
la conciencia de su conexión con la muerte.
Detalle de una miniatura de un búho del Liber
medicinarum de John of Arderne, Inglaterra, segunda mitad del siglo XV
Bartholomaeus Anglicus (hacia finales del siglo XII) reprodujo la noticia conocida
de que las grajillas pelean con el búho real durante el día y le roban los
huevos mientras él les roba los suyos por la noche (esta noticia proviene de
Aristóteles, en De historia animalium). Vincent de Beauvais (1190-1264), en su Speculum Majus, una enciclopedia de los saberes de su época, recopiló la
mayoría de las noticias conocidas y proporcionó instrucciones para el uso de
partes del cuerpo con fines medicinales. A finales de la Edad Media había una
gran cantidad de material disponible sobre el tema, lo que permitió muchas posibilidades para usar el pájaro como símbolo. También hubo una
serie de escritos, entre ellos “El libro de la naturaleza” (1349) de
Konrad von Megenberg, con gran cantidad de referencias, más o menos precisas.
Popularmente, se creía que esta ave visitaba las iglesias de noche y bebía el
aceite de las lámparas, además de tener predilección por acostarse sobre los
recién nacidos, a los que amamantaba (el color blanco del ave debió de
contribuir a su asociación con la leche, de ahí su fama de nodriza que hemos visto en san
Isidoro). Es probable que su nombre en castellano sea una deriva etimológica
así: noctua > nochuza > lechuza, mezclando la leche en esa evolución.
En los bestiarios de Philippe de
Thaon (después de 1121) y Guilleaume le Clerc (1210-1221), la palabra para esta
ave es "fresaie" (del latín ossifraga, “rompedor de
huesos”, nombre para algunas rapaces), o “effraye” (“que espanta”).
La lechuza común, en francés, se suele llamar “effraie des clochers” (“lechuza de
los campanarios”). Algunos especulan y ven en el francés “chouette”
(“lechuza”) el origen del término mallorquín para los judíos (xuetes
o chuetas, en castellano). En todo caso, utilizar términos despectivos
para las minorías religiosas era una constante. Durante la Reforma protestante llegaron a asociarse
con los católicos, más tarde con los puritanos y, a la postre, con el difamado
grupo religioso del momento, fuera el que fuese (la multiplicación de sectas reformadas
daba un amplio campo para el desprecio).
Pero han sido los judíos los principales
sufridores de las comparaciones ofensivas. Como alegoría
cristiana, estas rapaces representaban a los judíos porque demostraron preferir
la oscuridad a la luz cuando rechazaron a Cristo. Por eso, Rabano Mauro dice
que el búho representa a aquellos que "se han entregado a las tinieblas del
pecado y huyen de la luz de la justicia". La comparación de los búhos con los
judíos estaba muy extendida en los bestiarios. Encontramos muchos ejemplos de
esta asociación. Por ejemplo, en el grabado de Durero “Los Desposorios de la Virgen",
del ciclo de “La vida de María”, un relieve con un búho sobre la
portada, en el centro, es el signo de que estamos ante la sinagoga.
Alberto Durero,
Los desposorios de la Virgen, del ciclo “La vida de maría”, 1504, Albertina,
Viena
En una representación del quinto día de
la creación en un mosaico de la catedral de Monreale, alrededor de 1183-1185,
aparece una lechuza como el único pájaro apartado de Dios, al que da la espalda
a la manera de los ángeles caídos.
Mosaico de
la Creación, 1183-1185, catedral de Monreale
Como era un tópico que los rasgos
físicos de los judíos incluían una nariz curva, era fácil relacionarlos con las
lechuzas. En una miniatura de un salterio flamenco, san Francisco predica a los
pájaros y se dirige en particular a una lechuza con marcado rostro judío.
También, el búho rodeado de pájaros que lo atacan es el judío rodeado de
cristianos que combaten el mal.
Salterio de Gante,
1270-1280, Morgan Library, NY
Miniatura de un
búho siendo acosado por otras aves; del Salterio de la Reina María, Inglaterra,
1310-1320, Biblioteca Británica
La noticia de la llegada del
Mesías supone, para los cristianos, el fin de la vieja ley de la Sinagoga. En
el relieve inferior, la lechuza, que ha reinado hasta ese momento, tiene que
soportar la proclamación del nacimiento por un hombre que toca el cuerno, anunciador de Cristo.
A la izquierda, relieve realizado en el norte de España, c. 1120-1150, en hueso de ballena, que representa la Adoración de los Reyes Magos. Su función es incierta, quizá una imagen votiva portátil (mide 30 cms.) La zona seleccionada se muestra en detalle a la derecha: sobre un tejado hay una lechuza y un hombre que toca un cuerno. Victoria & Albert Museum
(CONTINUARÁ)
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