NO, NADIE HA VOLADO JAMÁS SOBRE SU NIDO
“¡Oh Cuco! ¿Debo llamarte
pájaro,
o sólo una voz errante?
Aunque para mí
no eres pájaro, sino algo invisible,
una voz, un misterio.”
(William Wordsworth, Al cuclillo, 1802)
Cuclillo, Salterio Luttrell, 1320-40, Biblioteca Británica
Una brevísima secuencia descendente de dos notas: es difícil imaginar un canto más sencillo y reconocible. Cucullus canorus, “Cuclillo cantor”, es el nombre binomial que se ha dado al cuco, aunque debemos admitir que si hay un pájaro que se merece menos el sobrenombre de “cantor” es él. Habría muchas aves más dignas de ser premiadas con ese epíteto, pero se ha reservado para el más simple pregonero del bosque. Paradójicamente, pocos pájaros (salvo, por supuesto, el ruiseñor y la alondra) han sido protagonistas de tantas composiciones musicales.
Pájaro popular y muy
citado, ese canto tan fácil de imitar (que le ha dado su nombre, onomatopéyico
en todas las lenguas) le ha hecho muy adaptable a versificaciones, cantos y retahílas
infantiles. Sin embargo, tratándose de un ave tan emblemática, es curiosa la
escasez de representaciones identificables. Dos han sido los asuntos de interés
que ha dado el cuclillo y han nutrido su uso como símbolo: su canto anunciador
de la primavera y sus hábitos parentales.
Annunciatrix optatae laetitiae, “Anunciador de las deseadas alegrías”, puede ser el emblema que lo asocia a la primavera. Siendo la observación de las aves un indicador para el año agrícola, Hesíodo aconseja, en Los trabajos y los días:
"Y si aras tarde, éste puede ser tu remedio: cuando el cuco canta por
primera vez en las hojas del roble, alegrando a los mortales sobre la tierra
sin límites, entonces espera que Zeus haga llover al tercer día sin
interrupción".
Manuscrito, Koninklijke Bibliotheek, KB, KA 16 (Der Naturen Bloeme ) , folio 92r. Aquí se le llama Karkolas
No sólo la mayoría de los rasgos atribuidos al cuco en la literatura son negativos (representa la avaricia, los celos, la cobardía y la estupidez), sino que su canto se describe como aburrido, monótono, inexperto y monofónico. Por contraste, el canto del ruiseñor es universalmente admirado. Jean de Condé, en su Messe des oiseaux (“La misa de los pájaros”, c. 1340) sitúa la disputa entre el cuco y el ruiseñor en una misa de Pentecostés celebrada por el ruiseñor y la alondra. El cuco, excluido por su canto desagradable, interrumpe la celebración ofendiendo a todos mientras el ruiseñor canta el Gloria. Venus lo detiene y exhorta a todos a amar de acuerdo con los impulsos de la naturaleza y excusa al cuco porque es su naturaleza comportarse como lo hace. Una explicación sería que el cuco representa a los enemigos de la verdadera Iglesia, a los que se niegan a amar.
En un contexto teórico, el canto
del cuclillo se opone al del ruiseñor como la monofonía se opone a la
polifonía, de ahí que sea un tema que florece desde el siglo XIII y
especialmente con la aparición del Ars
Nova. La mención del cuco puede verse en De proprietaribus rerum, una enciclopedia del XIII, de Bartolmeo
Anglico:
“Y ‘armonía’ deriva de ‘ad’ y ‘monos’, es decir, uno, porque todas las voces
en las canciones tienden a la concordia, como dice Hugo. Pues en toda melodía
se exigen voces o sonidos, y además concordantes. Porque donde sólo hay una
sola voz, no calma los oídos, como ocurre con la voz o canto del cuco. Donde
hay una diversidad disonante de varias voces, no agrada, porque tal diversidad
a través de la discordia no genera cantos sino aullidos. Pero donde hay una
unión concordante de muchas voces diferentes, hay proporción armónica y dulce
consonancia.”
De cuculo loquitur, El cuco parlante, representado en La Propriete et Nature des Oyseaux, de Benoist Rigaud, Lyon, 1584
Es curioso cómo la simpleza de su
canto ha dado al cuclillo un papel importante en la música, como su complejidad
y brillantez se la dieron al ruiseñor. El compositor Jacob Senleches (ff.
XIV-pp. XV), en Ce gracieux temps, contrapone
el hermoso canto del ruiseñor al ruidoso y repetitivo canto del cuco,
desprovisto de arte.
“En este bello tiempo festivo,
en un lugar apartado escuché
tan dulcemente el
canto más hermoso
que jamás se oyera
del alegre ruiseñor
«ocí, ocí, ocí, ocí, ocí, ocí».
Mas en otro lugar estaba
un pájaro que chillaba
sin cesar
«cocú, cocú, cocú, cocú»
saltando de rama en rama.
No podía ni quería callar;
más bien cantaba más fuerte
en lo profundo del bosque:
«cocú, cocú, cocú, cocú»
y ninguna otra canción.
Al instante entonces partí
y marché sin demora
y sin desviarme,
hacia el bello y alegre ruiseñor
que yo veía
y lo escuché gustoso
decir: «ocí, ocí, ocí, ocí. ocí, ocí, ocí»”.
Jacob de Senleches: En ce gracieux temps (Virelai), The Medieval Ensemble of London , Peter Davies, Timothy Davies
Esa voz en la profundidad del
silencio del bosque no podía dejar de ser evocadora. Una canción anónima
francesa del siglo XIV, encontrada en el Codex Ivrea, "Talent m'a pris de chanter", tiene un texto que concuerda con
la naturaleza perpetua de su canon, sugiriendo el ciclo interminable de las
estaciones, marcado aquí por la aparición del cuco: la canción está en la línea
de las “reverdies” (de “reverdecer”),
un género que exaltaba la llegada de la primavera.
“Talent m’est pris de chanter
Cume le coqu: cucu, cucu
Quocucu da le quocu: cucu
Quocucu: cucu, cucu
Li joli temps est venus.”
(“El talento me ha llevado a cantar
Para que cante como el cuco: cucú, cucú…
… ¡ha llegado el tiempo alegre!”)
Talent M'est Pris (Nanoscale, Summer 2015 Concert)
Sir John Clanvowe (1341-1391), en
su Book of Cupide (“El Libro de Cupido, Dios del Amor o El Cuco y el
Ruiseñor”), un típico poema de debate influido por El Parlamento de las Aves,
de Chaucer, nos muestra al ruiseñor haciendo lo que se espera de él, alabando
el amor, pero el cuco se burla porque la pasión causa más problemas que
alegrías, ya que en ella falta la razón y sobra la Fortuna, que se representa
ciega. El aburrido canto del cuco se contempla como oración humilde, accesible
para el hombre común. La queja del cuco es que el ruiseñor canta de manera
incomprensible, en francés cortesano, en contraste con el inglés “pleyn”
(“llano”, sin adornos). Tanto en el buen sentido como en el malo, el cuco es,
pues, un pájaro poco educado frente al ruiseñor, más refinado.
“Y todos los seres pueden entenderme,
pero, ruiseñor, ellos no pueden entenderte a ti”
Clanvowe presenta con humor un
cuco virtuoso, que encarna la verdad cristiana en la tradición de “Sumer is icumen in'", una canción
del siglo XIII que llama al cuco a cantar en alabanza del rejuvenecimiento del mundo natural.
Dos cucos en el
manuscrito de la Koninklijke Bibliotheek, KB, KA 16 (Der Naturen Bloeme )
Sumer is icumen in (“El verano ha llegado”) es la canción secular
inglesa más antigua que se conserva, en un manuscrito de alrededor de 1250. La
partitura de este canon es un Contrafactum,
es decir, con la misma música se presentan dos letras, una profana, que nos
habla de las alegrías del verano, y otra devocional, Perspice Christicola (“Observa, adorador de Cristo”), en la que
Dios envía a Jesús para liberar a los cautivos del pecado y conseguir su
salvación. La página fue preparada desde el principio para los dos textos (se
puede ver en el espacio que se dispone, excesivo para que fuera una adición
posterior), aunque el escriba —muy cuco, él— hizo ligeras modificaciones en las notas para
eliminar el canto del cuclillo.
“Ha llegado el verano
Canta fuerte el cuco
La semilla crece, el
prado florece y el bosque brota ahora
Canta cuco
La oveja bala tras el
cordero
La vaca muge tras el
ternero
El buey salta
El ciervo se tira un
pedo
Alegre canta cucú
Cuckoo cuckoo
Bien canta cucú no
ceses nunca ahora
Estrofa: Canta cucú ahora
Canta cucú
Canta cucú Canta cucú
ahora”
Lumina Vocal Ensemble, "Sumer Is Icumen In"
El manuscrito con la partitura de Sumer is icumen in (con la letra en
negro) y de Perspice Christicola (con la letra en rojo), folio 11v, Biblioteca
Británica, Harley 978, c. 1250
En la Sinfonía de primavera, de Benjamin Britten (1949), no sólo el cuco
tiene gran protagonismo (se menciona doce veces, al fin y al cabo, los textos
cantados en esta obra se toman de la poesía clásica inglesa), sino que Summer is icumen in se interpreta al final
por el coro de niños.
Benjamin Britten, Sinfonía de primavera: Part IV - 12.
Finale. Royal Opera House Orchestra y coro, Emanuel School Boys Chorus, soprano
Jennifer Vyvyan, tenor Peter Pears y contralto Norma Procter. Dirigidos por Benjamin
Britten
Summer is icumen in ha tenido adaptaciones paródicas,
como en Ancient Music (1916) de Ezra
Pound, que se nutre del contraste con la ingenuidad supuestamente inocente del texto
original, pero lamentando los rigores de la estación fría:
“Ya ha llegado el invierno,
canta en voz alta "¡Maldita sea!"
Gotas de lluvia, barro sucio,
¡Y cómo el viento sopla pegajoso!
Canta: "¡Maldita sea!
canta maldita sea, canta maldita sea, canta maldita sea.”
El tema de la
controversia con el ruiseñor lo encontramos de nuevo en el virelai de Jehan Vaillant
(1360-1390) “Par maintes foys”. El
ruiseñor invita a cantar a la alondra y al jilguero, pero llama al halcón para
que mate al cuco, que trae la discordia musical.
“Muchas veces he oído armonizar
la dulce melodía del ruiseñor.
Pero el cuco no quiere armonizar con él,
más bien quiere cantar contra él por envidia:
‘¡Cuco, cuco, cuco!’ todos sus días.
Porque realmente desea cantar desafinado con él.
y por esto el ruiseñor canta y grita en voz alta:
"Ordeno que lo matéis y lo matéis.
[…]al cuco que pretende hablar de amor!”
“Par maintes foy”, Jehan Vaillant, Tenet Vocal Artists
Esa oposición con el ruiseñor
llega más allá de la música. John Milton en su poema Al ruiseñor, llama al cuclillo “El
rudo pájaro del odio”:
“Oh ruiseñor que en tu florido rocío
que, al anochecer, cuando todos los bosques están quietos,
llenas de esperanza el corazón
del amante,
mientras las horas alegres
conducen al propicio mayo.
Tus notas líquidas que cierran el ojo del día,
escuchadas por primera vez antes
que el pico del cuco,
…
Ahora, canta oportunamente, antes de que el rudo pájaro del odio
prediga mi desesperado destino, en algún bosque cercano.”
Dionisio Minaggio, 1618. El libro de las plumas, biblioteca de la
Universidad McGill
La asociación del cuco con el
tiempo lo condujo a servir a su medición. Al principio hubo algún
reloj mecánico con el gallo, como el que se puso en la catedral de Estrasburgo
en 1352-54, desmontado en el siglo XVI para sustituirlo por otro, también con un gallo, y que fue finalmente alcanzado por un relámpago en 1640. El gallo movía las alas a sus horas, pero el
canto del cuclillo era más fácil de reproducir mecánicamente y así nació el
reloj de cuco. La primera descripción conocida es de 1629 (un reloj que
pertenecía al Elector de Sajonia, hecho en Augsburgo). Después empezaron a
fabricarse en la Selva Negra, que los producía en gran cantidad. Hacia 1850
aparece el reloj que imita la caseta de guardavías de ferrocarril (“Bahnhäusle”), y otras muchas variantes,
sobre todo el de caza; es en este momento cuando la demanda explota, considerado
ya un kitsch nacionalista por los alemanes. A principios del siglo XX, los
suizos contribuyeron con el diseño de “chalet” y nada más; así que, en realidad, y en contra de lo que suele creerse, los suizos no
inventaron el reloj de cuco y, por tanto, ni siquiera merecen esa pobre consolación que les
atribuyó Harry Lime en El tercer hombre:
ni Miguel Ángel ni el reloj, pero, eso sí, Aurea
mediocritas…
Izquierda, reloj de cuco de 1780, Museo del reloj, Eisenbach. Derecha,
reloj tipo “Bahnhäusle”, 1850, Museo del reloj, Furtwangen
Izquierda, reloj de cuco del tipo “caza”, c. 1900, Museo del reloj,
Furtwangen. Derecha, reloj del tipo “chalet suizo”, 1910, Museo del reloj,
Furtwangen
Sobre su aparición estacional, el
cuclillo presentaba los mismos enigmas que vimos en el ganso o en la golondrina:
los pájaros desaparecían y volvían en la siguiente temporada, pero
nadie sabía dónde iban ni cómo. En el Huainanzi,
una colección de textos chinos sobre naturaleza y filosofía recopilados a
principios del siglo II a.C., la aparición y desaparición estacional de muchas
aves se atribuye a la metamorfosis: las golondrinas entran en el mar y se
convierten en almejas; los halcones se transformaban en cuclillos a principios
de la primavera y los ratones, en codornices. En la antigua Grecia, algunos
creían que los cucos se transformaban en halcones u otras rapaces al final de
la época de cría, una idea que Aristóteles se negó a respaldar. A ello
contribuyó la similitud de su plumaje con el del gavilán. Esta explicación se
mantuvo como creencia popular y Plinio la acepta en su Historia natural:
“El cuco parece estar hecho cambiando su forma a un halcón en una
determinada estación del año, ya que el resto de halcones no aparecen entonces,
excepto unos pocos días, y el propio cuco tampoco se observa después de haber
sido visto durante un período moderado del verano. Pero el cuco es el único
entre los halcones que no tiene garras torcidas, y además no es como los otros
halcones en la cabeza ni en otra cosa que el color: más bien tiene el aspecto
general de la paloma.”
En la Vida de Arato, de Plutarco, el cuco pregunta a un grupo de pájaros
por qué huyen de él, ya que no es feroz. Los pájaros responden que le tienen
miedo porque un día será halcón.
“Y así como el cuco, en la
fábula de Esopo, cuando pregunta a los pajaritos por qué se alejan de él, le
dicen que algún día será un halcón, así parecería que, puesto que Lidiades
había sido un día un tirano, nunca estuvo libre de la sospecha, que era injusta
con su verdadera naturaleza, de que volvería a cambiar.” (Plutarco, Vida de Arato)
Si se observan juntos un cuco y un gavilán no es difícil ver cómo los antiguos griegos asociaban a menudo las dos especies. Ahora, los investigadores han demostrado por qué los asustados pájaros de Plutarco cometían el mismo error.
Arriba, ejemplar de cuclillo; abajo, ejemplar de gavilán. La pauta de
su plumaje ventral es similar y en vuelo pueden ser confundidos. El mimetismo del
cuco con el gavilán le ayuda a evitar la agresión de los pequeños pájaros cuyo
nido busca parasitar y a provocar su huida, dejando el nido desprotegido
“El cuco, como ya se ha dicho, no hace su propio nido, sino que pone en
los de otras aves, sobre todo palomas y collalbas y alondras que anidan en el
suelo, o el verderón, que anida en los árboles. El cuco pone un huevo, pero no
se sienta en él. En su lugar, el pájaro en cuyo nido lo pone lo incuba y cría
al polluelo, y se dice que cuando el polluelo crece expulsa a las crías de la
del huésped y así las mata… El cuco
parece actuar con prudencia al depositar así su huevo; porque es consciente de
su propia timidez y de que no puede defender a sus crías, y por eso las pone
bajo la protección de otra ave para que las conserve; porque este pájaro es muy
cobarde, y cuando es picoteado incluso por pájaros pequeños, se aleja volando
de ellos.”
Así describe Aristóteles, en su Historia de los animales, el parasitismo del cuclillo. Claudio Eliano y Plinio lo confirman. Se dice que esta observación, compartida en toda la Antigüedad, fue ignorada durante casi dos mil años hasta que Edward Jenner (al que debemos la vacuna de la viruela) la redescubrió. El cuclillo siempre fue visto como un ave tramposa, y se pensó que eran los padres del cuco los que expulsaban a las crías de las aves parasitadas: Jenner descubrió que era el propio polluelo del cuco el que se encargaba de librarse de la competencia, ayudado por una depresión en su espalda que facilita cargar con los huevos o con los otros pollos hasta arrojarlos fuera del nido. Este trabajo (Observaciones sobre la Historia Natural del Cuco) le valió a Jenner el mayor honor que le cabía a un científico de la época, ser admitido como miembro de la Royal Society en 1786.
Portada de la obra de Edward Jenner, Observaciones sobre la historia natural del cuco, publicadas en 1788
Aún hubo naturalistas escépticos, como Charles Waterton, que en 1836 lo descartó como imposible. Tuvo que llegar la ilustradora Jemima Blackburn para cambiarlo todo: en una obra para niños de 1871, The pipits (“Las bisbitas”) describe la expulsión de los polluelos de una bisbita pratense (Anthus pratensis) por parte de una cría de cuco ciega y desnuda, y la acompaña de un dibujo.
Jemima Blackburn, dibujo de un pollo de cuclillo expulsando a una cría de bisbita pratense, en su libro The pipits, 1871. Museo Británico
Jemima Blackburn, hembra de cuclillo depositando su huevo en
un nido de bisbita pratense. Birds from Moidart and elsewhere, 1895
Jemima Blackburn, bisbita pratense alimentando a un pollo de cuclillo. Birds from Moidart and elsewhere, 1895
Este comportamiento también
conoció, como tantos, una explicación religiosa. Filippo Picinelli creía que la
creación divina podía ser leída como un libro simbólico y ello le llevó para
reunir una enciclopedia de emblemas, Mundus
Symbolicus (1635). En ella, el hábito de nidificación del cuclillo se
considera un símbolo de la Virgen parturiente,
porque dio a luz en Belén en vez de en su propia casa, Nazaret. Por lo visto, el atributo de “cuca” es el único que falta en las Letanías de la Virgen.
“¿Por qué ha de entrometerse
el gusano en el capullo de la doncella?
¿O los odiosos cucos
incuban en los nidos de los gorriones?”
(W. Shakespeare, Antonio
y Cleopatra)
Miguel Delibes lo describe como
solitario y egoísta (“egoísmo muy cerrado”,
dice), sin afectos paternos. Todas las épocas han visto en este pájaro un ser
poco apreciable, ejemplo de engaños. Chaucer, en El parlamento de los pájaros, lo llama unkynde, “antipático”, y la descripción que hace de él refleja que
su comportamiento es antinatural, en contra del sentimiento normal de amor a los
padres.
“Tú, asesino en la rama del acentor, que te vio nacer”, escribe
Chaucer. Ese ejemplo de ingratitud lo vemos también en El rey Lear, de Shakespeare:
“Tanto le alimentaba
el acentor
que el cuco la cabeza le arrancó.”
Tomás de Cantimpré (c.1200-1272) en su Liber de natura rerum, lo describe con los nombres cuculus y karkola y escribe:
“Es un pájaro malvado. Se llama así por el sonido de su voz. Al cantar
no cambia de voz, sino que repite siempre la misma canción…El pájaro es muy
vago e inestable. Pone sus huevos en el nido de un pájaro de otra especie,
y…mientras el polluelo de cuco todavía está sentado en el nido con los demás
polluelos y está débil, con una avidez natural arrebata el alimento a los otros
polluelos, y con esta saciedad engorda más que los demás y se vuelve más
brillante. Al ver la elegancia del polluelo de cuco, la madre se regocija por
su forma y se maravilla de haber dado a luz a uno así. Condena a todos sus
verdaderos hijos en comparación con él y se deja llevar por su admiración. Y
ésta es su recompensa: los ignorantes encuentran la ignorancia. Porque cuando
un cuco ha sido criado por su madre y amamantado hasta adquirir fuerzas para
volar, el cuco a su vez se levanta contra la madre y la destruye”.
También se le atribuye avaricia: Alexander
Neckam escribe: “El cuco, un frívolo
aburrido con su inútil repetición de su frecuente nota, representa un tipo de
avaricia, proclamando y anunciando: ‘dame, dame’.”
Manuscrito, MS 11390 ( Der Naturen Bloeme ) , folio 42r, Biblioteca Británica
Alphonse Toussenel , en su obra Le monde des Oiseaux (1853), utilizó la
vida aviar como una elaborada alegoría de la historia humana, contada desde una
perspectiva populista y antisemita. El texto comienza con una ofensa directa al
cuclillo: "La historia de las aves
de Francia no es más que, empezando por el cuco, una tediosa letanía de robos,
extorsión, asesinato y pillaje". Sin embargo, no sabemos por qué la
dulce ciruela damascena (muy
cultivada en Francia, por cierto), se llama en griego “fruto del cuco”, κοκκύμελον. Es posible que se deba al uso
tradicional de la madera de su árbol para construir instrumentos musicales,
especialmente liras.
Edward Topsell (1572-1625), un
clérigo naturalista inglés famoso por su bestiario, La historia de las bestias de cuatro patas y las serpientes,
publicado por primera vez en 1607, tampoco lo estima mucho y extrae de ellos su
moraleja:
“No aman más que hablar de sí mismos y de sus propias acciones,
envidiando los elogios y méritos de los demás y alabando el estercolero de su
propia fama.”
“No construye ningún nido, sino que pone su huevo en el nido de otro,
el cual lo incuba como propio. Es más, sucede de tal manera que la pobre, tonta
ave así engañada, descuida a su prole más cercana por estar más complacida con
la belleza de los cucos jóvenes, hasta que al final este extraño vio la luz y
estuvo listo para volar. Destruye a su cuidadora y mátala por su bondad.
También he oído hablar de algunos que no fueron mejor recompensados por su buen
entretenimiento y su atenta atención. Porque los beneficios recibidos son poco
recordados: y donde los hombres a veces buscan amor, son perversamente
recompensados con odio y daño.”
Actores que representaron “Las aves”, de Aristófanes, en griego, en el New Theatre de Cambridge, 1903. En el centro, los personajes que visitaron Nefelococigia, "la ciudad de las nubes y los cucos"
En Los Acarnienses, de Aristófanes, se le atribuye el defecto de ser
estúpido. Preguntándose cómo un personaje llegó a dirigir el
ejército (la asamblea ateniense elegía a los generales), se dice:
“Lámaco.
- Me eligieron por votación
Diceópolis. - Si, tres cucos”
Andrea Alciato, Emblemata, edición de 1584, Paris. El cuclillo poniendo los huevos en nido ajeno
Alciato, en sus emblemas,
relaciona al cuco, Coccyx, tanto con la estación como con el adulterio:
“¿Cuál fue la causa de que muchos llamen cuclillos a los labradores?
Canta Coccyx en la nueva primavera, y quien en este tiempo no ha terminado de
trabajar las vides, es llamado con razón vago. Pone sus huevos en nidos ajenos,
como le ocurre a aquel cuya mujer traiciona el tálamo con el adulterio.”
Llegamos así a su mayor baldón, el
de cornudo. En realidad, él es el engañador, como se ve en la Asinaria, donde Plauto presenta una
escena en que Artemona encuentra a su marido, Deméneto, en casa de la
prostituta Fileno y le espeta el remoquete de “cuco”:
“Artemona. — (A
Filenio.) ¿Qué tienes tú que recibir aquí en tu casa a mi marido?
Filenio. — ¡Dios mío,
pobre de mí, que casi me hace morir de asco!
Artemona. — ¡Arriba,
galán enamorado, largo a casa!
Deméneto. — Muerto
soy.
Artemona. — No, muerto
no, sino, no lo niegues, el más sinvergüenza de todos los mortales. Pero
todavía sigue sin moverse, el cuco este. ¡Arriba, enamorado, a casita!
….
Artemona. — ¡Tu mujer te saca de este antro, cuclillo de
cabeza cana!”
Si hay aves que empollan los
huevos que el cuclillo pone en su nido, habría una transposición de significado
que motejaría de cuclillo al cornudo que cría hijos ajenos. En el Vocabulario de Refranes (1627) de
Gonzalo Correas se hace referencia al cuclillo en este sentido, explicando el
refrán “Cucú, guarda no lo seas tú”:
“Cucú es la voz y canto del
cuclillo repetida, y tiénela el vulgo tomado por cornudo, y para notar de ella
á uno dicen cucú, por lo que alude al cuerno, que es su comienzo.”
Pero la etimología que atribuye al
comienzo de la palabra “cuerno” su relación con el adulterio no se compadece
con su uso en otras lenguas en la que esa relación fonética no existe. En
inglés, su derivado Cuckold es tanto
ser cornudo (en el caso del hombre) como poner los cuernos. En Francia, cocault tenía el mismo significado,
aplicado a ambos sexos.
Shakespeare, en Trabajos
de amor perdidos, dice que se burla de los hombres casados:
“Cuando las margaritas
multicolores y las violetas azules,
y las cardaminas plateadas,
y sus capullos
amarillos
pintan los prados con
deleite:
El cuco entonces, en
cada árbol,
se burla de los
hombres casados; pues así canta
Cucú, cucú, cucú.
Oh, palabra que da
miedo,
¡Desagradable para un
oído casado!”
John Swan, en su Speculum mundi (Londres, 1635):
“También surge de aquí otro emblema. Porque en el cuco se descifra la
mala práctica de los hombres adúlteros, que no se avergüenzan de profanar el
lecho de su prójimo: de ahí que llamemos cornudos a los que sufren este mal y,
sin embargo, son inocentes; mientras que, en verdad, la cabra lujuriosa que lo
hace todo y realiza la villanía es el verdadero cornudo; y el otro (pobre
hombre honesto) agraviado no sólo en su cama, sino en su nombre, es el paciente
inofensivo de lo que no puede evitar.”
Probablemente, de toda la literatura dedicada al cuclillo, la Breve oda al cuco (1972), de Auden, sea el
ejemplo más humilde y profundo e integra todas las facetas que esta ave ha
sugerido. Y la más importante: el tiempo.
“Nadie imagina ahora que respondas a preguntas
ociosas
— ¿Cuánto tiempo
viviré? ¿Cuánto tiempo permaneceré
soltero?
¿Será más barata la
mantequilla? — ni que tu grito inquiete
a los maridos.
Comparada con las
arias de los grandes intérpretes
como el mirlo, tu
actuación de dos notas es cosa de niños:
nuestros delincuentes
más curtidos están sinceramente escandalizados por
tus hábitos de
nidificación.
La Ciencia, la
Estética, la Ética, pueden resoplar y resoplar,
no pueden extinguir tu
magia: maravillas
al suburbanita como
maravillas al salvaje.
Por eso, en mi diario,
donde normalmente no
escribo más que compromisos
sociales y,
últimamente, la muerte de los amigos,
garabateo año tras año
la primera vez que te escucho,
un momento sagrado.”
Como el pintor de la Toscana, Paolo di Dono, aquí en artes volatineras y cantoras, una región aérea y acústica a visitar. Salud y gracilidad. Con afecto, JCSB
ResponderEliminarEs una pena no conservar ningún pájaro de los que dieron su apodo al pintor: no le hubiese faltado mi homenaje. Gracias por tu comentario y por tu afecto.
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