MÁQUINAS QUE CANTAN
¿Se puede hacer
cantar a un pájaro,
en el crepúsculo de
la habitación,
con una máquina que
imita su canto?
La servante,
Olivier Py, 1995
Jean-Siméon Chardin. La serinette ou Dame variant ses amusements (1751). Óleo sobre lienzo, 50 × 43 cm, Museo del Louvre, París.
La serinette (aquí,en detalle, aunque en la versión de la colección Frick)) le fue encargada a
Chardin por el director de los Edificios del Rey de Francia, a través de Charles Antoine
Coypel, primer pintor de Luis XV. Expuesta en el Salón de 1751 bajo el
título Une Dame variant ses amusements, hay una réplica, de mano del
propio Chardin, probablemente de alrededor de 1753, que se conserva en Nueva
York (Colección Frick) bajo el título Lady with a Bird-Organ.
El cuadro representa, en un
interior burgués, a una mujer que maneja un instrumento musical, una serinette,
que descansa sobre sus rodillas. A la izquierda, vemos la jaula de un pájaro,
un canario, sobre una mesa de pedestal. La jaula tiene un travesaño que permite
fijar una pantalla para proteger al canario de la luz. Junto a la mujer, una
bolsa de labor cuelga de un telar.
La serinette consiste en un
pequeño cilindro con manivela que produce una tonada simple y aflautada.
Apareció en el siglo XVIII y se usaba para enseñar melodías a los pájaros o
estimular su canto. Era necesario privarle de luz para evitar cualquier
distracción (esto no aparece en la composición de Chardin, para permitir
mostrar al ave). Tal práctica - ¿sería hoy maltrato animal? - era considerada
como una diversión de mujeres refinadas. Solía utilizarse con los canarios, de
ahí su nombre, derivado de serin (canario), del que deriva también el
verbo francés seriner (repetir incansablemente).
Aquí puede verse, y oírse, su uso:
Una serinette del
Museo de Bellas Artes de Boston
La atmósfera vermeeriana que
emerge de la pintura es la más evidente de toda la obra de Chardin. Podemos
comparar esta pintura con la Dama que escribe una carta, de Vermeer:
Vermeer. Una dama
escribiendo una carta, (1670-71), Galería Nacional de Irlanda, Dublín.
Hay muchos puntos en común: la
escena en un ángulo de la habitación, la iluminación proveniente de la ventana
a la izquierda, la luz tenue de la estancia, una pintura colgada en la pared
del fondo, los personajes femeninos. En sus escenas de género, Chardin a menudo
representaba escenas domésticas en una atmósfera íntima, pero este es su cuadro
más “holandés”.
¿Qué pasa en la obra de Chardin? Lo que
sucede lo hace calladamente y puede verse de dos formas diferentes: una mirada,
una música con la que la mujer parece burlarse del canario: ella conoce el
secreto del sonido que sale del instrumento mágico, sabe algo que el pájaro no
sabe. No siendo un pintor galante, a la manera en que lo eran tantos
pintores de su siglo (Watteau, Fragonard…), este cuadro está, sin embargo,
cercano a esa atmósfera. Su ligera sonrisa parece imaginar al hombre al que
ella desea atraer para atraparlo en su jaula. El reclamo musical es un reclamo
erótico.
Pero podría interpretarse de otra
manera: no como el entretenimiento de una mujer burguesa que juega con su
canario, sino la consolación de una mujer desgraciada que transforma el tedio
de la espera en una promesa frágil. El canto no llega, pero no puede dejar de
esperarse. En ambas visiones del cuadro, lo que se representa es el momento de
la espera del canto.
No sabemos si el suizo Paul Klee
tenía en mente una serinette cuando pintó, en 1922, “la máquina de gorjear”
(Die Zwitscher-Maschine, en el MOMA de Nueva York), artilugio que
imaginamos menos confortable al oído que el del cuadro de Chardin.
En esta obra se unen la distopía
de la máquina y la delicadeza del dibujo (“un dibujo es sólo una línea que
sale a caminar”, decía Klee). A la manera de las máquinas absurdas que
sedujeron la imaginación de las vanguardias, cuatro pájaros parecen
desgañitarse, sin concierto alguno, sobre un mecanismo precario accionado por
una manivela.
Muchas son las formas en que se
ha interpretado la pintura, pero es imposible no imaginar que, al accionar esa máquina, se producirá una cacofonía maliciosa, como si fuera una caja de
música diabólica o un siniestro mecanismo de reloj de cuco avivando a esos
pájaros cuyas lenguas hirientes parecen convertir en imagen sonidos estridentes
y caóticos (hay quien ha contemplado la obra como un espectrógrafo de sonido).
Ha sido recurrente utilizarla, gracias a su título en inglés (the twittering
machine), como un recurso metafórico para describir el
guirigay de Twitter.
Por otra parte, un pintor tan
musical como Klee - era violinista- no podía sino inspirar una gran estela de
composiciones, muchas de las cuales tienen esta obra como base programática.
Dos ejemplos:
1.
Peter Maxwell Davies: 5pinturas de Klee, Opus 12, parte 3.
2.
Schuller, G.:
7 estudios sobre temas de Paul Klee (es el número 4)
A decir de Harry Lime (El
tercer hombre), a Suiza sólo le deberíamos el inocente reloj de cuco...pero
también le debemos la inquietante máquina de gorjear.
Interesante artículo, como todos los del blog. Mientras lo leía me venía al pensamiento el reloj de cuco, que al final citas. Mi madre era muy aficionada a este aparato, nunca tuvimos pájaros cantores en casa, de manera que ese sonido pajaril que nos daba las horas era lo más parecido que podíamos escuchar. No se cual era el significado real o la motivacion que impulsaba a mi madre a tener ese artilugio, pero es algo que siempre ha conservado.
ResponderEliminarNo conocíá la serinette, qué curioso artefacto..
ResponderEliminarAl leer el artículo he recordado esos silbatos de agua, con forma de pájaro, que se siguen vendiendo en muchos mercados y ferias de artesanía. Cuántos niños -y no pocos mayores- hemos "tuiteado" también con ellos. Ana.