EL MURO

 

“Buenas cercas hacen buenos vecinos”

Rober Frost, Reparar el muro

"Blocked", fotografía de Alejandro Prieto, ganadora del premio “Fotógrafo de aves del año 2021”

Esta fotografía del mexicano Alejandro Prieto muestra a un correcaminos (Geococcyx californianus) detenido, más bien pasmado en su pequeñez, ante el enorme muro de separación en la frontera entre Estados Unidos y México. Acostumbrados, por los dibujos animados, al desparpajo con el que el correcaminos burla las trampas más disparatadas del coyote, esta actitud resulta especialmente inquietante para nosotros mismos. Parece que las barreras impuestas a los pájaros, a los que vemos como un paradigma de la libertad, nos sorprenden más que aquellas impuestas a los hombres, a las que estamos más habituados. Hay una reputación de horror en los muros, como sabemos por “El barril de amontillado”, de Poe, o por “El cuento de la criada”, de Margaret Atwood.

La mirada del correcaminos, ¿es desafío o es incomprensión? El etólogo Konrad Lorenz sostenía que las aves esteparias que se mueven esencialmente por el suelo, como es el caso, tienen dificultades para comprender los obstáculos verticales y, muchas veces, son incapaces de superarlos, aunque les bastaría un corto vuelo para ello, porque no conciben que pueda haber algo detrás. La relación de las aves con los obstáculos es paradójica porque se dan a la vez una sorprendente habilidad para superarlos y una especie de ceguera para percibirlos, lo que explica los choques de muchas aves con cables eléctricos o aerogeneradores. La visión frontal de las aves voladoras está menos centrada en la dirección del movimiento que en detectar detalles, lo que a veces las deja ciegas en la dirección del vuelo (puede, incluso, que su visión frontal no tenga gran resolución). La detección de lo que tienen debajo o a los lados (especialmente si es un ave cazadora) puede ser más importante que mirar hacia el espacio aéreo abierto. Además, las aves tienen un rango restringido de velocidades de vuelo y muchas veces no pueden volar más lentamente, lo que les dificulta ajustar sus maniobras, especialmente si la visibilidad se ve reducida por alguna circunstancia.

Es difícil entender cómo un muro puede equivaler a una jaula. Las aves nunca han estado limitadas por las fronteras, pero, emigren o no, cambien o no sus pautas de movilidad, una frontera puede suponer la diferencia entre estar a resguardo o estar en riesgo, como se entiende bien si se comparan las legislaciones de caza diferenciadas por países, aunque hay algunos acuerdos internacionales que buscan la protección transnacional: el Migratory Bird Treaty Act de 1918 de los Estados Unidos (convenio con Canadá, México, Japón y Rusia) y el Acuerdo Africano-Euroasiático de Aves Acuáticas Migratorias.

Mirando de nuevo al correcaminos, éste se nos ofrece como alter ego del inmigrante indocumentado, en el que contrasta su capacidad de movimiento - por algo se llama “correcaminos”- con la imposibilidad de hacer frente a las barreras impuestas. Stephan Zweig recuerda, en “El mundo de ayer”, la época en la que uno podía moverse por el mundo sin necesidad de pasaporte.

Entre los humanos, cada frontera es una limitación, pero a veces es también un seguro que permite ponerse a salvo de aquellos lugares donde somos perseguidos. Las fronteras protegen a la vez que dividen y eso es algo que los refugiados que huyen de la guerra saben muy bien. No son, pues, simples líneas en un mapa.

Fragmento de “La Frase” (La Phrase), una instalación literaria de Karelle Ménine y Ruedi Baur en Mons, Bélgica, 2015. Es un texto continuo de 10 kms. sobre los muros de la ciudad

“Hacer caer los muros”, se dice de forma tópica, Cada vez que alguien descubre el Mediterráneo presume de haber “derribado barreras”, cuando las más importantes están dentro (del que las derriba, incluso). A veces, el mundo y sus paredes son lo mismo.

Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura?

Jorge Luis Borges, La casa de Asterión


La mirada del correcaminos, congelada, nos recuerda a la de Bartleby, el escribiente del relato de Melville, que miraba durante tiempo indefinido el muro ciego de “ladrillos muertos” delante de su ventana. Cuando Bartleby entra en la cárcel, el narrador vuelve a encontrarlo de cara hacia un muro. Puede, incluso, que su construcción sea una tarea infinita sin sentido. El arquitecto de “La muralla china”, de Kafka, sabe que se construye para protegerse de pueblos invasores que nunca llegarán. Algo similar pasa en el muro de esta foto: es menos importante su utilidad que el hecho de concebir su construcción.

Quizás la pieza literaria más reconocible que viene a la mente cuando se piensa en muros de piedra es  “The Mending Wall” (Reparar el muro) de Robert Frost. El poema no trata sólo de la reparación de un muro de piedra, sino más bien de un vínculo entre vecinos. Frost habla de que su vecino viene a ayudarlo a repararlo cada primavera, lo que también repara el vínculo que tienen como vecinos, pese a que él no se muestra entusiasta.

 

Hay algo que no desea un muro,

que manda a la tierra congelada hincharse debajo de él,

y desparrama las rocas superiores al sol,

y abre brechas por las que incluso dos pueden pasar de frente.

 

Pero, así como relacionamos jaula y pájaro, muro y puerta son indisociables. No parece evidente que alguien piense en las puertas al construir el muro de la frontera, así que al correcaminos le habrían venido bien las trompetas que derribaron Jericó o el muro que concibió Gaudí. Éste tuvo una idea más simple: una puerta para los pájaros como un óculo superpuesto a las puertas para personas y para carruajes. Parece fácil -e inútil- concebirla, salvo que se piense en ellos como compañeros, al modo de un cuento infantil.

Puede que el correcaminos y el coyote hayan quedado para siempre separados por el muro. Y, al fin, buenos vecinos.


La Puerta de los Pájaros, entrada a la casa del Moro, en Comillas. Diseñada por Antoni Gaudí en 1904 para la villa Graner, en Barcelona, fue más tarde reproducida, tras su derribo, por Julián Bardier Pardo para esta finca




Comentarios

  1. Es curiosa la puerta de los pájaros. Me recuerda las gateras que se hacían en las puertas de las casas de los pueblos, una manera, en los dos casos, de facilitar la vida a los animales con poco esfuerzo.
    No había reparado en el hecho de que el desplazamiento de los pájaros al volar no tiene diferentes velocidades. Supongo que la reducen planeando, pero es cierto que no lo pueden hacer de forma repentina, para evitar un obstáculo por ejemplo. El espacio aéreo no está tan libre como nos parece.
    Pienso que si el muro separa al coyote del correcaminos le pondrá más fácil vivir tranquilo a este, ¿pero que ocurre con el coyote?
    Los muros y fronteras dividen y protegen, es verdad, pero la protección desde que el hombre inventó el avión, no es tan completa como cuando las amenazas solo llegaban por tierra. Ahora incluso las bombas en tiempo de guerra se saltan los muros sin problema.

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