UN PÁJARO LASCIVO

 A un viajero que conoció muchos continentes le preguntaron qué era lo más notable de todos. Respondió: la ubicuidad de los gorriones.

                                                                         
Adam Zagajewski

 El Gorrión de Lesbia, Guillaume Charles Brun, 1860, colección privada

De madrugada, y haciendo un pequeño esfuerzo de atención, no es posible que pase desapercibida la cháchara de la pequeña parvada de gorriones -cada vez más pequeña, por cierto-. Antes de dispersarse, estos pájaros se entregan a un parloteo comunal, como comunal es su vida y, como tal, llena de disputas y complicados y cambiantes lazos familiares. Es un pájaro tan familiar que, visto desde la perspectiva de muchos años, está teñido de cierto aire de elegía:

"Devolvedme mi infancia, / aquella república de locuaces gorriones..." (Adam Zagajewski)

Grupo de gorriones alimentándose, Bestiario de Oxford, Biblioteca Bodleiana

Esa condición social está detrás de la idea de Hugo de Foulloy, en su De Avibus, desarrollando el salmo 104 ("Se llenan de savia los árboles de Jehová, los cedros del Líbano que él plantó. Allí anidan las aves"), según la cual los gorriones son como los maestros monásticos, que viven en los cedros del Líbano, los conocidos como “cedros de Dios”.

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Hay cedros del Líbano que el Señor plantó. Los cedros del Líbano son los hombres ricos de este mundo. Los gorriones son los maestros monásticos, los polluelos, los alumnos. El nido es el lugar de trabajo monástico. Los gorriones anidan en estos cedros, porque los maestros de almas sitúan los monasterios en las tierras de los ricos.

El gorrión (Passer domesticus) fue también imagen de lo contrario, de soledad, haciéndose jeroglífico de Cristo, abandonado en el Monte de los Olivos justo antes de su Pasión. La Iglesia describe este momento de soledad con las palabras del Salmo 101: Vigilavi et factus sum sicut passer solitarius in tecto ("Vigilaré, y estoy como un gorrión solo sobre el tejado..."). Por ejemplo, el escudo heráldico de Dom Granet, abad cisterciense de Sénanques (1898), lleva este símbolo del pájaro sobre un tejado:


El propio Foulloy recurre al gorrión para todo porque también le sirve como un ejemplo negativo para el discípulo al que dedica su obra:

Sub passeris nomine designatur instabilitas mentis in quolibet homine. Est enim passer avis inconstans et instabilis, et ideo designat mobilitatem mentis. Porro per montem intellegimus elationis altitudinem. Quasi passer enim in montem transmigrat, qui de valle humilitatis mentem in superbiam leva

(Con el nombre de gorrión se entiende la inestabilidad de la mente en cualquier hombre. Porque el gorrión es un pájaro caprichoso e inconstante y, por tanto, simboliza la inestabilidad de la mente. Además, por la montaña entendemos la altura del orgullo. El hombre que levanta su mente en el orgullo del valle de la humildad emigra como el gorrión a la montaña.)

Esa consideración poco favorable ha sido, sin embargo, la que ha dominado la imagen del más humilde de los pájaros que acompañan al hombre. Si la paloma o la tórtola han sido el emblema de la pureza, el gorrión lo ha sido de la lujuria.

Así como la castidad se ha personificado en una doncella acompañada de un unicornio y, a veces, una flor en la mano, la lujuria cabalga sobre un macho cabrío y lleva consigo un gorrión. Vemos la idea así representada a finales del siglo XV, en el Libro de Horas de Margarita de Orléans, condesa de Angulema.


Más tarde, Goltzius, en un grabado de 1593, la hizo femenina, acompañada del macho cabrío y el gorrión en su mano.


Mucho antes de nuestra era, los griegos y los romanos habían establecido la reputación lasciva del gorrión. Su relación con Afrodita es certificada por Safo, en aquel poema, la Oda primera, en el que describe a la diosa en un carro tirado por gorriones (στρουθοι).

...Y bellos te llevaban

 raudos gorriones sobre la tierra negra,

espesas girando las alas desde el cielo, del éter por en medio...

 

También Apuleyo, en "El asno de oro", describe una bandada de gorriones, entre otras aves, que hace de escolta del carro de la diosa.

La relación del gorrión con la diosa del amor y lo afrodisiaco parece deberse a su inagotable juego amoroso, especialmente en primavera (vernis passeribus salaciores, los lascivos gorriones de primavera). Cicerón (De finibus bonorum et malorum) habla del “placer, que es conocido por todos los gorriones” (uoluptas quae passeribus nota est omnibus).

En Lisístrata, de Aristófanes, la protagonista describe la desesperación erótica de las mujeres de Atenas, introduciendo un gorrión como vehículo de la lujuria:

LA CORIFEO. No me ocultes la desgracia que nos pasa.

LISÍSTRATA. En dos palabras: queremos joder.

LA CORIFEO. ¡Ay, Zeus!

LISÍSTRATA. ¿Por qué llamas a Zeus? Las cosas están así. Yo no soy ya capaz de mantenerlas apartadas de los hombres: se escapan. A una la pillé muy temprano agrandando la abertura por donde está la gruta de Pan; a otra, mientras se deslizaba serpenteando ayudada por una garrocha; a otra, cuando se pasaba al enemigo; a una que planeaba ya bajar volando encima de un gorrión hasta la casa de Orsíloco, la arrastré ayer por los pelos...

 

Puede que el “passer” de Catulo (“passer deliciae meae puellae”) fuera un regalo del poeta a Lesbia, aunque el gorrión no sea un ave llamativa y no fuera fácil que Lesbia tuviera en casa un pájaro tan poco domesticable. Pero esa referencia erótica era de uso común como galantería: los diminutivos “passercula” y “passerculus”, como entre los griegos llamar a la cortesana Στρουθιον, “gorrión”.

Así pues, tenemos a Cayo Valerio Catulo (c.84-c.54 a.C.) describiendo en un poema la relación afectiva entre su amante, Lesbia, y su gorrión. Tras la impresión de sus obras en 1472, sus Carmines II y III cobraron nueva influencia. Desde los primeros días del redescubrimiento de esas poesías, algunos estudiosos han sugerido que el pájaro era un símbolo fálico, puede que a partir de una idea alimentada por Marcial en un epigrama donde canta a las fiestas saturnales:

Ahora dame besos, como a Catulo le hubiera gustado; y si recibo tantos como él describe, te daré el 'Gorrión' de Catulo.

Lesbia y su gorrión, Edward Poynter, ca 1907, colección privada, R.U.

Sin embargo, otros especialistas han rechazado esta sugerencia; los pájaros eran regalos de amor comunes en el mundo clásico, y el poeta bien pudo ofrecérselo a la mujer, lo que podría explicar la identificación del poeta con el gorrión y su afectuoso lamento por la muerte posterior del pájaro. De todas formas, la palabra passer, aunque suele traducirse como gorrión, puede referirse a otras especies de pequeñas aves, una especie de genérico como su derivado pájaro en castellano. Hay quien ha propuesto, sin pruebas evidentes, otras especies más domesticables y de canto y colorido más atractivo, como el camachuelo (Pyrrhula pyrrhula), que debía de ser más corriente entre las aves domésticas.

Catulo consolando a Lesbia por la muerte de su gorrión y escribiendo su poema, Antonio Zucchi, ca 1773, National Trust Collections, Derby, R.U.

En todo caso, Catulo ha dejado una huella enorme con sus dos poemas al gorrión de Lesbia. Con otros ejemplos, algunos burlescos (Ovidio y su canto fúnebre al papagayo de Corina; Marcial a su perrita; Virgilio y su oda al mosquito, Culex...), su influencia animó en el Renacimiento el género del epitafio a pequeños animales, como vimos en el caso de la urna del ruiseñor.

El Carmen II de Catulo es un canto al afecto mutuo entre Lesbia y su gorrión:

Texto latino

Traducción (Francisco José Martínez Morán)

Passer, deliciae meae puellae,

quicum ludere, quem in sinu tenere,

cui primum digitum dare appetenti

et acris solet incitare morsus,

cum desiderio meo nitenti                    

carum nescio quid lubet iocari,

et solaciolum sui doloris,

credo ut tum grauis acquiescat ardor;

tecum ludere sicut ipsa possem,

et tristis animi leuare curas!

 

Gorrioncito, joya de mi pequeña,

con quien juega, al que resguarda en el seno,

al que suele dar la yema del dedo

y le incita desgarrados mordiscos:

cuando a mi deseo resplandeciente

le place tornarse alegre y aliviarse

de sus cuitas, para aplacar su ardor,

¡cuánto me gustaría, como hace ella,

jugar contigo y desterrar las penas

lejos de mi triste ánimo!

 


El Carmen III es un canto fúnebre a la muerte del gorrión, una parodia de los lamentos por los difuntos: exclamaciones, elogio y un aire de familiaridad (en los diminutivos).

Texto latino

Traducción (Agustín García Calvo)

Lugete, o Veneres Cupidinesque

et quantum est hominum venustiorum!

passer mortuus est meae puellae,

passer, deliciae meae puellae,

quem plus illa oculis suis amabat;

nam mellitus erat, suamque norat

ipsa tam bene quam puella matrem,

nec sese a gremio illius movebat,

sed circumsiliens modo huc modo illuc

ad solam dominam usque pipiabat.

qui nunc it per iter tenebricosum

illuc unde negant redire quemquam.

at vobis male sit, malae tenebrae

Orci, quae omnia bella devoratis;

tam bellum mihi passerem abstulistis.

o factum male! o miselle passer!

tua nunc opera meae puellae

flendo turgiduli rubent ocelli.

Llorad, dioses de amores y amorcillos,

y cuanto haya de hombres amorosos:

muerto está el gorrioncillo de mi niña,

gorrioncillo de encantos de mi niña,

el que más que a sus ojos ella amaba,

una miel que era él y que a su amita

más que un niño a su madre conocía,

y ni de su regazo se apartaba,

que, de acá para allá alrededor brincando,

a su dueña tan sola le piaba.

Que ahora va por la senda de tinieblas

de donde se cree que nadie vuelve.

¡Ah, malditas seáis, tinieblas malas,

que os tragáis cuanto haya de más lindo!:

gorrioncillo tan lindo me robasteis.

¡Oh mal crimen!, ¡ah triste pajarcillo!,

por tu culpa los ojos de mi niña

hinchaditos de llanto se enrojecen.

 

En el siglo XVIII inglés se promueve un simbolismo catuliano poco galante, al menos en comparación con Francia. Es más moralizador e inclinado a lo romántico. 

A la izquierda, Lesbia, Sir Joshua Reynolds, c. 1786, Tate gallery. A la derecha, atribuido al mismo pintor, Lesbia o el pájaro muerto, 1788, Galería Nacional de Manchester

En este caso, y dado el tema, la relación de Lesbia con la jaula abierta y su mirada cómplice hacia el espectador, mientras juega con el gorrión, el moralismo es más ambiguo. Siguiendo la sensibilidad de Greuze, ha rebajado a la muchacha de la adolescencia a la infancia (por cierto, ¡cuánto debe Reynolds a Murillo!).

Naturaleza muerta con pareja de gorriones, Cornelis de Heem, 1657, Städelmuseum, Frankfurt

En este exuberante bodegón de Cornelis de Heem, vemos una completa simbología erótica asociada a los gorriones: la pareja de pájaros copulando sobre la rama, el melón partido, el borlón de la cortina que señala el higo abierto, la concha al extremo de la flauta, las ostras, el erizo del castaño entreabierto...


Poco a poco, y como consecuencia del combate moral del cristianismo, se produjo una especie de deriva semántica que hizo que el gorrión pasara de sujeto activo de la lascivia a sujeto pasivo, sufridor de los embates del pecado, convirtiéndose en símbolo de los peligros del placer y las acechanzas a la virtud, algo que ha tenido un largo recorrido en la literatura y el arte posteriores a la Antigüedad clásica. En el Museo de Bellas Artes de Bruselas hay una tabla anónima, del primer cuarto del siglo XVI, que muestra a una niña que sostiene a un pájaro muerto que, por el aspecto y si el pintor ha querido ser fiel, se trata de un gorrión.

La fillete à l’oiseau mort, anónimo, Museo de Bellas Artes de Bruselas

No es fácil interpretar la mirada de la niña: podría ser la que precede a la explosión de llanto por la muerte de su pájaro; puede que ya lo haya encontrado muerto; o puede que ella misma, jugando, haya asfixiado al animal y no comprenda bien la situación, una mezcla de torpeza e inocencia. Podríamos ver la tabla como una Vanitas, un aviso de que nuestra fragilidad es como la de un gorrión en manos de una niña. O como una advertencia moral a una futura joven casadera.  El cuadro de John Russell, con una niña lamentándose por su pájaro muerto, es una clara muestra de la influencia del moralismo francés en los pintores ingleses del XVIII.

Sir John Russell, Retrato de Anne Russell, ca 1780, paradero actual desconocido

Esta última pista nos lleva a los precedentes, a dos cuadros de Jean-Baptiste Greuze (1725-1805) que representan sendas niñas con pájaros muertos. Greuze trató con frecuencia –con una frecuencia, digamos, algo cargante- el asunto de la inocencia en peligro o directamente manchada por la imprudencia juvenil. En los dos cuadros que siguen parece tratarse de gorriones, aunque algunos los identifican como canarios, basándose en que el autor utiliza ese pájaro en algunas obras similares.

El pájaro muerto, también conocido como Niña que duda en tocar un pájaro por miedo a que esté muerto, c.1800, Museo de Louvre

Una niña llora a su pájaro muerto, 1765, Galería Nacional de Escocia, Edimburgo

Greuze, un pintor moralizante muy del gusto de algunos ilustrados, suele recurrir a jovencitas de aspecto mórbido para sus lecciones de rectitud. Muestra el tema de la inocencia perdida de modo tan lánguido como su propio estilo, aporcelanado y empalagoso. Diderot, su gran defensor durante algún tiempo, en sus comentarios al Salón de 1765, y en relación a la segunda pintura, elabora todo un relato a modo de una suave amonestación a la muchacha:

...Pequeña, ábreme tu corazón: dime la verdad; ¿Es realmente la muerte de este pájaro lo que te hace sufrir tan fuerte y tan tristemente dentro de ti? ... Bajas la mirada; no me respondes. Tus lágrimas están listas para fluir. No soy padre; No soy indiscreto ni severo ... ¡Y bien! Yo lo entiendo; te amaba, te lo juró, y lo juró durante mucho tiempo. Sufrió tanto... Y déjame continuar; ¿Por qué cerrar mi boca con tu mano? Lamentablemente, tu madre no estuvo esa mañana. Él vino; estabas sola: ¡era tan guapo, tan apasionado, tan tierno, tan encantador! ¡Tenía tanto amor en sus ojos! ¡tanta verdad en las expresiones! ...Este pájaro, es él quien te lo dio: ¡bueno! encontrará otra igual de hermosa ...

La interpretación parecía evidente. El pájaro que muere o el que escapa de la jaula, o aquel con el que se juega, son alegorías habituales sobre la imprudencia de las jóvenes o el carácter atrevido o libertino de las mujeres.

El motivo de la seducción tratado como un pájaro en peligro o directamente cazado, lo podemos ver en la época victoriana. William Holman Hunt se ocupó de él en su obra El despertar de la conciencia, de 1853. La mujer del cuadro puede ser un pájaro en una jaula, pero no es una jaula ordinaria sino una jaula dorada, como aclara Hunt en su explicación del cuadro: "Dispuse las dos figuras para presentar a la mujer recordando su hogar infantil, escapando de su jaula dorada con una sagrada resolución sorprendente, mientras su compañero superficial sigue cantando, intensificando ignorantemente su propósito de arrepentimiento".

El calificativo "dorado" puede tener connotaciones de vulgaridad, lo que explica el nombre de un burdel inglés de la época, Gilded Cage (La jaula dorada), y también la popular canción del music-hall "She's Only a Bird in a Gilded Cage" ("Ella es sólo un pájaro en una jaula dorada"), que relata la caída de una mujer en la prostitución. En la parte inferior izquierda, un gato da caza a un gorrión, como símbolo del peligro que acecha a la joven. La obra habla de una mujer cuya conciencia se remueve ante la vida de pecado que lleva con su amante e inicia el camino del arrepentimiento.

El despertar de la conciencia, William Holman Hunt, 1853, Tate, R.U.

Nosotros, con unas aspiraciones más sociales y olvidados los viejos simbolismos, tenemos una visión diferente del gorrión por su aire de pájaro sencillo, sin fantasías coloridas ("Gorrión del color del polvo y del barro y de los tallos secos de la hierba", según Craig Arnold), sin cantos melodiosos, por su falta de pretensiones y su condición del ave más común, la “calderilla del aire”, como lo llama Miguel D’Ors. Para muestra, este poema, también de título simple, Gorrión, del poeta escocés Norman MacCaig: 

No es un artista.

Su gusto por la ropa es más

desaliñado que llamativo.

Y su nido, ese mirlo –que escribe

bonitas volutas en el aire con la pluma de oro de su pico-

lo llamaría un tugurio

 

Acechar solo en el césped

cantar en solitario en los árboles de medianoche,

planear sobre el atlántico gris...

no son para él: prefiere

una trifulca en un canalón

 

Lleva su aprendizaje con ligereza:

de hecho, sólo se basa

en la utilidad, cuyo resultado

es la supervivencia.  Un pájaro proletario,

no un erudito.

 

Pero cuando el invierno entra zapateando

y esos otros pájaros -

bailarines de ballet, músicos, arquitectos-

mueren en la nieve

y se congelan en las ramas,

míralo volar felizmente

en todos los niveles

del aire.






 












 



Comentarios

  1. Pienso que el gorrión tiene que ser un pájaro muy resistente, como la mayoría de los animales que tienen éxito en su hábitat, porque se las arreglan para sobrevivir de una u otra manera y aprenden a modificar su dieta si es necesario. Otros perecen cuando desparece su alimento. Es probable que también vivir en familia les ayude, se pelearán y vivirán conflictos, pero también se apoyarán entre ellos
    No conocía su identificación como símbolo de la lujuria, ni tampoco el significado subyacente de las representaciones pictóricas de niñas o jóvenes con pájaros muertos. La simbología del bodegón también es sorprendente. No cabe duda que es importante aprender a ver estas obras de arte desde otro punto de vista. En realidad son como libros abiertos que esperan ser leídos. Muchos mensajes que pasan inadvertidos ante la mirada superficial.

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  2. Cuántas sorpresas nos traen los gorriones. Yo tenía la imagen de un pájaro urbano, "municipal", como dice la canción de Ana Belén que he recordado en la lectura. La letra finalizaba con un "¿no habrá un gorrión genial?" Claro está que sí... Gracias, Alfonso, por todas estas entradas tan bien documentadas: en la época de los gorjeos tuiteros este blog es un lujo. Te esperamos en septiembre.

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    1. Y esta es la canción de Ana Belén sobre el poema de Nicolás Guillén que mencionas:
      https://youtu.be/s3411y8gUVE.
      Para ilustración de todos, empezando por mí. Gracias

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