"UNA JAULA FUE EN BUSCA DE UN PÁJARO"
Imagen de un mirlo enjaulado, Chansonnier et mélanges littéraires,
Adam de la Halle, 1250-1300, Biblioteca Nacional de Francia
Pensamos en las aves como almas escurridizas, sin restricciones, los seres más envidiables. Decimos que queremos ser libres como un pájaro, vinculamos nuestras aspiraciones a su imagen (“altos vuelos”, decimos). A mediados del siglo XVI, en Inglaterra, "jailbird" era un término común para referirse a un preso encarcelado. Una frase relacionada, “el pájaro ha volado”, indicaba que el convicto se había escapado. ¿Por qué enjaulamos a los pájaros? Probablemente, los llevamos a nuestra casa porque no podemos entrar en la suya. Como el aforismo de Kafka que da título a esta entrada, la jaula es indisociable, a contrario, de la libertad del ave. Fuera de la jaula, su canto y su propia presencia se nos escabullen. Hay más literatura doliente sobre los pájaros enjaulados que documentación sobre su práctica. Es un tópico muy antiguo usar su imagen como prisión, no tanto física como del espíritu. La libertad del pájaro es lo inaprensible, lo que no se adhiere a ninguna forma ni estructura. El compositor John Cage, en un libro publicado en 1976, “For the birds. A conversation with Daniel Charles”, explica el título de la obra usando una metáfora acusatoria: "Estoy a favor de los pájaros, no de las jaulas en las que la gente a veces los coloca", una defensa de la libertad donde incluso su propio nombre (cage significa, irónicamente, jaula) se disuelve en el aire. Tanto miedo tenía de encerrar la música en una forma material que ideó una obra sin sostén físico, es decir, sin sonido: (se puede escuchar -es un decir- su 4,33).
No sabemos cuándo empezó la
costumbre de enjaular pájaros. Plinio, en su Historia Natural,
atribuye la tradición romana de enjaular a Marco Laenio Estrabón y, hablando de
los excesos de esa práctica, cita al actor Clodio Esopo, que comía pájaros que
en vida habían hablado con voces humanas, sin duda con el fin de ampliar su repertorio vocal.
Los debates sobre las pajareras romanas se centran siempre en la larga descripción que hace Marco Terencio Varrón (116-27 a.C.) del ornithon que creó en su villa de Casinum, una impresionante estructura con columnatas que contenían ruiseñores y mirlos, alrededor de un estanque de patos. Cuando Varrón (116-27 a. C), en su obra Rerum Rusticarum, habla de su aviario, lo compara con una tabla de escribir (tabulae litterariae) y describe su ambulatio por el recinto con la escritura. Los pájaros evocan toda su producción poética: los que allí están son de todo tipo (omnigenus) y la mayor parte son aves canoras (cantrices), como los ruiseñores (lusciniolae) y los mirlos (merulae). El primero es un símbolo poético y el mirlo es un juego de espejos porque el diálogo del texto tiene un personaje llamado Merula. El aviario sería una mise en abyme, una imagen del diálogo en miniatura. Hay un teatro de pájaros (theatridion avium) y estos son descritos como invitados (convivae) en una cena. Varrón los entretiene, no para distraerlos de su muerte inminente, sino porque el placer es el objetivo del aviario, señal distintiva del placer intelectual (otro tipo de aviario sería el destinado a la cría de aves para comer, donde su carácter de “invitadas” a la mesa tenía otro sentido bien distinto).
Merula, Duo genera sunt, inquit, ornithonis, unum
delectationis causa, ut Varro hic fecit noster sub Casino, quod amatores
invenit multos
Merula dice, "hay dos tipos de aviarios, uno
para el placer, como el que nuestro amigo Varrón ha construido aquí, al pie de
Casino, que ha encontrado tantos admiradores...”
Reconstrucción del
aviario de Varrón en “Varro's Aviary at Casinum”, por A. W. van Buren y R. M. Kennedy, The
Journal of Roman Studies, Vol. 9 (1919). Al fondo, la construcción circular
superior es el teatro de las aves
Otra reconstrucción
del aviario de Varrón, por Pirro Ligorio, Antiquae Urbis Imago, 1561
Las pajareras de tal envergadura
permitían a los aristócratas mostrar extensas colecciones de pájaros en medio
de una arquitectura de lujo. Pero no hacía falta ser rico para tener pájaros
cantores: uno de los fascinantes descubrimientos de Pompeya es la pequeña
pajarera de la ilustración, creada por un habitante de la ciudad en el balcón
de un apartamento del segundo piso de la Via d'Abbondanza. Las ventanas estaban
cubiertas por una celosía, y en el propio balcón se encontraron nueve comederos
intactos. Parece evidente que se trataba de mantener pequeños pájaros cantores.
Pompeya también conserva los restos de una pajarera comercial, construida a
mayor escala en el jardín de la casa del veterano Iulianus: un muro circular de
seis metros de diámetro sostenía una red lo suficientemente grande como para suministrar
aves de compañía a la demanda de la ciudad.
Dibujo que
reconstruye la jaula doméstica de Pompeya (según Spinazzola)
El jardín del peristilo de la casa de Iulianus. El recinto circular con restos de la base de un muro, en el centro de la imagen, era un aviario
El canario (Serinus canaria), tradicionalmente, junto al jilguero, el ave más popular en las jaulas europeas, se conoce desde mediados del siglo
XIV. La fiebre por estos pájaros coincidió con el reinado de Manuel I de
Portugal (1491-1521). Los comerciantes de las islas, para mantener el
monopolio, trataron de exportar sólo machos, pero no pudieron evitar que
salieran hembras y la cría se extendiera.
Las motivaciones de mantenerlos
en cautividad podían ser variadas, Vasari atribuye a Leonardo la costumbre de
comprar pájaros y liberarlos para estudiar la forma de su vuelo. Parece que las
habitaciones femeninas eran el lugar más habitual para las aves enjauladas;
el camachuelo, por su capacidad de aprender melodías, y el jilguero, eran los más apreciados antes de ser desplazados por el canario, más fácil de criar en cautividad.
Ejemplar de
camachuelo macho (Pyrrhula pyrrhula)
Luego vino la fiebre de los
loros, desde 1492. Y más tarde la de las aves del paraíso, en el siglo XIX,
cuando sus plumas se pusieron de moda y su comercio estuvo a punto de acabar
con estas especies. Las aves del paraíso más cotizadas eran: el ave del
paraíso rey (Pteridophora alberti), el ave del paraíso menor
(Paradisaea minor) y el ave del paraíso azul (Paradisaea
rudolphi) , las tres de Nueva Guinea.
De izquierda a
derecha: el Ave del paraiso rey (Pteridophora alberti), Ave del paraíso menor
(Paradisaea minor) y el Ave del paraíso azul (Paradisaea rudolphi)
El budismo ofrece una variante
de este confinamiento: la costumbre del fang sheng (liberar la vida): los
monasterios budistas solían tener un estanque para liberar pescado comprado
vivo en el mercado. Marco Polo, a su paso por Hangchow (actual Hangzhou), a la que
describe como la ciudad más grande del mundo, habla de los monjes que liberaban
tortugas compradas en los mercados de los alrededores.
La emperatriz viuda Zishi
(1835-1908) soltaba gran cantidad de pájaros (creando, de paso, un comercio del
que se aprovecharon cazadores locales). Cada cumpleaños liberaba diez mil aves,
que volvían a ser vendidas a la emperatriz cuando los comerciantes las
capturaban (esas buenas intenciones...). Pero la moda de liberar siguió en
homenaje a Guan Yin, diosa de la misericordia, la que escucha los lamentos
del mundo: en 1963, campesinos de los alrededores de Hong Kong, como
rogativa durante una sequía, liberaron trescientos gorriones, tortugas y monos.
Muchos mercados de Tailandia, Camboya y el Tibet siguen ofreciendo pájaros para
liberar (que primero hay que enjaular, claro).
Cuando Cortés llegó a
Tenochtitlán, en 1519, la colección de animales de Moctezuma, el famoso Totocalli, debía de ser
impresionante. Sus jaulas contenían maravillas como
jaguares, ocelotes, reptiles -y humanos deformes- y había construido también
una Casa de los Pájaros, donde vivían cientos y quizás miles de pájaros
tropicales. Años más tarde, Bernal Díaz Del Castillo, registró su recuerdo de
ese lugar:
...Vamos a la casa de aves, y por fuerza me he
detener en contar cada género de qué calidad eran. Digo que desde águilas
reales y otras águilas más chicas e otras muchas maneras de aves de grandes
cuerpos, hasta pajaritos muy chicos, pintados de diversos colores. También
donde hacen aquellos ricos plumajes que labran de plumas verdes, y las aves
destas plumas son el cuerpo dellas, a manera de las picaces que hay en nuestra
España; llámanse en esta tierra quezales. Y otros pájaros que tienen la pluma
de cinco colores, que es verde y colorado y blanco y amarillo y azul; estos no
sé cómo se llaman. Pues papagayos de otras diferenciadas colores tenía tantos,
que no se me acuerda los nombres dellos.
Historia verdadera de la conquista de la Nueva
España (concluida hacia 1568, publicada en 1632)
Detalle del mapa de Tenochtitlán, de 1524, en la segunda
carta al rey de España enviada por Hernán Cortés. El Totocalli (nombrado como
“Domus Animalum”) puede verse como una retícula con varias aves verdes en la parte inferior de la
imagen
Es bien conocida la costumbre de muchos mineros europeos de bajar a las galerías con canarios que usaban como detectores de gases tóxicos. Algunos mineros austriacos, en el distrito alpino de Imst, en el Tirol, se convirtieron en criadores de pájaros, llevándolos a Innsbruck, donde los comerciantes estaban ansiosos por comprarlos. Desde allí, las aves se enviaban a la mayoría de las principales ciudades europeas. Cuando las minas austriacas se agotaron los mineros se mudaron a las montañas del Harz, en Alemania, en busca de trabajo en las minas de plata, y se llevaron consigo a sus canarios. Esto daría lugar a una raza de pájaros famosa por su canto, el Roller Harz.
Jaula para revivir canarios, con cilindro de oxígeno, fabricada por Siebe Gorman & Co. Ltd, Londres, Museo de Ciencia e Industria, Liverpool
Este aparato fue inventado por John Haldane. La puerta circular se abría
y tenía una reja para evitar que el canario se escapara. Una vez que el canario
mostraba signos de envenenamiento por monóxido de carbono, la puerta se cerraba
y se abría una válvula, lo que permitía liberar el oxígeno del tanque en la
parte superior y revivir al canario mientras los mineros evacuaban el área de
peligro.
Pero pronto fueron tan valiosos
que dejaron de usarlos en las minas, sustituyéndolos por pájaros silvestres, y los Roller se convirtieron en la raza más prestigiosa entre los criadores de todo el
mundo. La cría y la fabricación de jaulas de transporte fue una actividad
secundaria importante para los mineros, fundidores y trabajadores forestales.
En una lista de precios de 1888, un macho Roller costaba entre 15 y 24
marcos; a principios del siglo XX, un buen cantor se pagaba entre 12 y 31
marcos (2,50 la hembra de cría), cuando el salario de un minero era de 2 marcos
por día, lo que indica la importancia de esta actividad complementaria.
Anuncio de venta
por correo de canarios, Altenburg,1898
La fiebre llegó a los Estados
Unidos desde Gran Bretaña. Un entusiasta muy conocido fue Walt Whitman, quien
afirmó en su poema "Mi pájaro canario" que el canto de un
pájaro enjaulado tenía el mismo valor que la buena literatura:
¿Consideramos
grande, oh alma, el penetrar en los temas de los poderosos
libros,
Absorbiendo
profunda y plenamente pensamientos, obras, especulaciones?
Pero ahora de ti a
mí, pájaro enjaulado, sentir tu alegre gorjeo,
llenando el aire,
la habitación solitaria, la larga tarde,
¿No es igual de
grande, oh alma?
En la época de Whitman, los
pájaros enjaulados se contaban entre las formas más populares de
entretenimiento doméstico. Las aves más deseables incluían especies silvestres
europeas y norteamericanas, pero el más popular con diferencia era el canario.
Las pequeñas tiendas de aves eran tan comunes en las ciudades y pueblos de
Estados Unidos del siglo XIX como lo eran las barberías. Muchas barberías, de
hecho, también vendían pájaros.
Probablemente los comerciantes de
pájaros más exitosos en Estados Unidos fueron dos hermanos llamados Charles y
Henry Reiche. En 1843, poco después de emigrar a Estados Unidos desde Alemania,
abrieron una tienda de pájaros en Manhattan, en el 55 de Chatham Street, donde
comenzaron a importar y vender alrededor de dos mil canarios al año. Poco
después, durante la fiebre del oro de California, obtuvieron grandes beneficios
al enviar tres mil aves a San Francisco, donde las vendieron rápidamente a lo
que entonces era el precio casi inimaginable de entre veinticinco y cincuenta dólares
cada una.
El éxito convenció a Charles
Reiche de publicar, en 1853, un libro, The Bird Fancier's Companion, que
se hizo inmensamente popular y se reimprimió muchas veces. De 1853 a 1867, los
Reiche importaron unos veinte mil canarios al año, llegando a cuarenta y ocho
mil en 1871. Ese año Charles abrió una segunda tienda, ésta en Boston, y
publicó la décima edición de su libro. En él anunció "Aves para
jardines zoológicos, casas de fieras y parques de juegos privados".
Señaló, también, que el "Departamento de Taxidermia" de la tienda de
Boston ofrecía un servicio para aves de compañía fallecidas, así como una
"gran variedad de pájaros de peluche constantemente disponibles".
Reiche afirmaba ser el comerciante más importante de Estados Unidos y
representaba dos tercios de todas las importaciones de aves. Es posible que Walt
Whitman comprara el canario que hizo famoso su poema en la tienda de Reiche en
Nueva York.
Una muestra de la popularidad
creciente de la cría de pájaros en cautividad fue el desarrollo de las empresas
dedicadas a fabricar jaulas. La más importante fue Andrew B.
Hendryx Co., también dedicado a
aparejos de pesca.
Algunas páginas
del catálogo de Andrew B. Hendryx
Volviendo a Whitman, en los
últimos años de su vida, cuando estaba casi inválido por un infarto cerebral, y
durante varias décadas posteriores a su muerte en 1892, se creó en la
Universidad de Bolton, Inglaterra, la Bolton Whitman Fellowship, más
comúnmente llamados los Whitmanitas, una hermandad de admiradores del poeta.
El día más importante en el calendario de esta fraternidad era el cumpleaños de
Walt Whitman, el 31 de mayo, que generalmente se celebraba con una fiesta de té
al aire libre y brindis de la “Copa del Amor de Whitman”. Aunque sus
actividades alcanzaron su apogeo a finales de la época victoriana y la
eduardiana, la Fraternidad continuó hasta la década de 1950. En los últimos
años se ha reavivado la Hermandad y continúa la celebración. Además de tomar
el té y de beber vino clarete especiado en la citada copa, se exhibían objetos
“sagrados” del poeta, que incluían un mechón de su cabello, un puñado de hojas secas
de hierba recolectadas en el lugar de nacimiento de Whitman en Huntington,
Nueva York, y el canario disecado que le había pertenecido. El pájaro, montado y posado en una rama y conservado debajo de una
campana de cristal, permanece en exhibición en el Museo de Bolton, aún
enclaustrado después de todos estos años.
La copa de Whitman
y el canario disecado, Museo de Bolton
Una fotografía de
una de las reuniones de esa especie de “iglesia whitmaniana”, en 1894
Ivan Turgueniev, cuya obra
muestra sus simpatías con la causa de la emancipación de los siervos rusos, escribió en sus
Reminiscencias literarias sobre el arte de tener ruiseñores enjaulados: “Si
se cuida adecuadamente, un ruiseñor puede vivir cinco inviernos. En invierno
tiene que ser alimentado con escarabajos negros o huevos secos de hormigas;
sólo que los huevos deben ser recogidos no de un pino sino de un bosque
caducifolio, o podría estreñirse por la resina. Un ruiseñor no debe colgarse
sobre una ventana sino en el centro de la habitación, y la jaula debe tener un
techo suave, de algodón o lino. . .”
Es posible que Turgueniev no
cayera en el paralelismo entre los pájaros enjaulados y los siervos, pero
muchos otros escritores sí lo hicieron. Henry David Thoreau empleó la metáfora mientras
vivía en su cabaña en Walden, cuando escribió: “De repente me encontré
vecino de los pájaros; no por haber aprisionado a uno, sino por haberme
enjaulado cerca de ellos.”
Las memorias de Maya Angelou, de
1969, Sé por qué canta el pájaro enjaulado, son un ejemplo de una
tradición que durante siglos equiparó a los pájaros cantores enjaulados con el
espíritu femenino cautivo. Angelou tomó prestado el título de sus memorias del
poema "Simpatía", de Paul Lawrence Dunbar, publicado en 1899:
Yo sé por qué canta
el pájaro enjaulado, ay de mí,
Cuando su ala está
magullada y su pecho dolorido,
Cuando golpea sus
barras y sería libre;
No es un canto de
alegría o júbilo,
Sino una oración
que envía desde lo más profundo de su corazón,
Una súplica que
lanza hacia el cielo—
¡Sé por qué canta
el pájaro enjaulado!
Henry James utilizó la metáfora
como el concepto principal de su novela de 1898 En la jaula. La joven
protagonista, que está comprometida para casarse con un hombre al que no ama,
pasa sus días trabajando en una oficina de correos y telégrafos, confinada
dentro de una “frágil estructura de madera y alambre. . . encierro enmarcado
y cableado”. Su prometido intenta que la trasladen a una jaula similar en
la oficina donde él trabaja como capataz, para que ella esté “colgada ante
él cada minuto del día”.
Durante las primeras décadas del
siglo XX, las obreras de las fábricas textiles japonesas trabajaban normalmente
doce horas al día, seis o siete días a la semana, en condiciones espantosas, en
habitaciones sin luz y sofocantes. Después del trabajo, eran hacinadas en
dormitorios donde estaban encerradas hasta la siguiente jornada. Las canciones
que cantaban durante el trabajo a menudo presentaban la imagen de un pájaro
enjaulado. Por ejemplo:
Soy una molinera:
un pájaro frágil
Aunque tengo alas
no puedo volar lejos
Aunque puedo ver
el cielo, estoy atrapada dentro de una jaula
Un pájaro diminuto
con las alas rotas.
En noviembre de 1925, en la
ciudad de Hodogaya, las obreras se declararon en huelga para protestar por sus
condiciones laborales. La huelga, que tuvo un éxito parcial (la semana laboral
se redujo unas pocas horas, pero todas las demás demandas fueron rechazadas),
se conoció como la Huelga de los Pájaros enjaulados.
En general, la jaula ha tenido
una percepción negativa, especialmente desde el Romanticismo. En el mundo del
cristianismo primitivo y del judaísmo de esa misma época, el pájaro enjaulado
tenía otros significados. El tema del alma-pájaro, del cuerpo
humano como prisión del alma, fue muy extendido. San Agustín, en sus Soliloquios,
declara que, encerrado en la jaula de su cuerpo, el hombre no puede percibir
la luz inteligible celestial. Pero, para los judíos, la jaula es una imagen positiva, la de la
fe a resguardo de los avatares del mundo. Es en la región oriental del Imperio
Romano donde aparece esta iconografía.
A la izquierda,
pájaro en su jaula. Detalle del pavimento de la sinagoga de Ma'on-Nirim, actual
Israel. Finales del siglo VI d.C. En el centro, Corfú, Museo, pavimento del
siglo V o VI. A la derecha, pavimento en Misis, Cilicia, Iglesia parroquial,
mosaico del siglo V
Estando fuertemente asociados, la libertad del
pájaro se exalta cuando la imagen de la jaula se hace presente. En la
cita que da título a esta entrada, Kafka parece concebir la jaula como
perpetradora y al pájaro como víctima. La idea de vivir en una jaula se muestra
con toda su crudeza en “Un artista del hambre”, donde el propio sujeto enjaulado es partícipe de su cautividad. Ya se trate del laberinto de la
burocracia o de la incapacidad de moverse entre los vericuetos de la realidad,
Kafka ha retratado muy bien esa sensación contemporánea que produce vivir en un
mundo crecientemente administrado, donde la jaula se llevaría dentro de cada
uno. “De todos los escritores, Kafka es el mayor experto en materia de
poder; lo ha vivido y configurado en cada uno de sus aspectos,” (Elías
Canetti, El otro proceso de Kafka).
Hay un poema de Héctor de Saint-Denys Garneau, "Cage d'oiseau" (Jaula de pájaro, 1937),
donde encontramos diversas asociaciones reunidas: del propio cuerpo como
escondite de la muerte que acecha y del dolor que es inseparable del hombre.
El pájaro en la jaula de huesos
Es la muerte que hace su nido
Cuando no pasa nada
Se puede oír cómo se agitan sus alas
Y cuando te has reído mucho
Si se detiene repentinamente
Puedes oírlo arrullar
En el fondo
Como una campana
Es un pájaro cautivo
La muerte en mi jaula de huesos
Serás tú quien lo retenga?
¿Seré yo?
¿Qué es?
Sólo podrá irse
después de haberse comido
todo mi corazón
La fuente de la sangre
Con la vida en ella
Tendrá mi alma en su pico.
Jacques Prévert parece contestar a Saint-Denys Garneau cuando nos imagina como la prisión de nuestros propios pájaros. En su libro Paroles (1946) da voz al pajarero (La canción del pajarero, Chanson de l'oiseleur), reemplazando la muerte del poema anterior por un pájaro encerrado que reúne todo lo que se lleva dentro.
El pájaro que vuela tan
suavemente
El pájaro rojo y tibio como la
sangre
El pájaro tan tierno el pájaro
burlón
El pájaro que de repente se
asusta
El pájaro que de repente se
choca
El pájaro que quiere huir
El pájaro que está solo y angustiado
El pájaro que quiere vivir
El pájaro que quiere cantar
El pájaro que quisiera gritar
El pájaro rojo y tibio como la
sangre
El pájaro que vuela tan
suavemente
Es tu corazón niña bonita
Tu corazón que aletea tan
tristemente
Contra tu pecho tan duro tan
blanco.
Nunca he tenido pájaros en jaulas, ni sin ellas, siempre me parecieron tristes por esa asociacion de los pájaros con la libertad, aunque privar de su libertad de movimiento a cualquier animal me parece igual de triste. Más bonito será un aviario, nunca he estado en ninguno, pero una vez entre en un mariposario ( no estoy segura de que se llamara asi) muy grande lleno de multitud de mariposas y era algo muy bonito, imagino que con pájaros también lo será.
ResponderEliminarAna Santa Isabel nos sugiere esta canción de Amancio Prada, que sigue el camino de la jaula y completa la entrada con una guinda perfecta. Gracias
ResponderEliminarhttps://youtu.be/zN5uV5Su1Es