AVES ANUNCIADORAS
El poder pronosticador de las aves
explica su presencia en aquellos temas que el cristianismo consideraba el
preludio de la nueva alianza entre Yahvé y los hombres, alianza que se basaba
en la sangre de Cristo. El anuncio de la Pasión lo llena todo: María concibe
para el sacrificio y Jesús, apenas nacido, ya carga con ese destino y el arte,
con la ayuda de los pájaros, no deja de recordárselo. La presencia de las
aves alienta la imagen del sacrificio, pero, al mismo tiempo, la esperanza del
reino nuevo que está por venir.
El tema de la Virgen con el Niño y un pájaro aparece en Francia desde principios del siglo XIV. El pájaro es menos frecuente en las Anunciaciones, ocasional en la Natividad y ausente en el Cristo adulto. Lo encontramos primero en la escultura, pero adquiere un enorme desarrollo en la pintura italiana.
La "Virgen del pájaro" de Notre-Dame du Marthuret, en Riom, Auvernia, mediados del siglo XIV, con un grabado de su situación original, en el parteluz de la iglesia (hoy está en el museo y ha sido reemplazada por una copia)
Esta Virgen representa al Niño que tiene un pájaro en sus manos, ilustrando un episodio del Evangelio de la Infancia de Tomás, que reconoce en el Niño Jesús el poder de dar vida con su aliento a las aves de barro. Uno de ellos, despertado demasiado rápido, le pica el dedo. Este tema se inscribe en la línea de las "Víerges de tendresse" ("Virgenes de ternura"), que se multiplicaron desde el siglo XIII.
A la izquierda, Virgen del pájaro, Basílica de Notre-Dame des Miracles, Mauriac. A la derecha, fotografía anterior a 1914 de la estatuilla (desaparecida) de la Virgen con el Niño, conocida como Virgen con el Pájaro, siglo XIV, que estaba en St. Quentin, Aisne
Italia recibió la iconografía y produjo, desde finales del siglo XIV, una enorme cantidad de tablas de Vírgenes con pájaro y extendió el tema hacia otras representaciones que tuvieran en común la relación de la madre con el Niño. El jilguero, como veremos en su día, es el ave más representada, pero el abanico es amplio. Carlo Crivelli, pintor veneciano,
es el autor de una Madonna que se guarda en la Pinacoteca Brera. El Niño
sostiene una oropéndola (Oriolus oriolus), distinguible por su color
amarillo y las alas negras.
Carlo Crivelli,
Tríptico de Camerino (Tríptico de San Domenico), 1482, Pinacoteca Brera, Milán (detalles)
El color amarillo no tenía buena
reputación, pero la oropéndola era también un ave crística, ligada a
Pentecostés (suele aparecer en mayo) y símbolo de la fe constante. Así se
muestra en algunas representaciones de la Huída a Egipto.
Abraham Govaerts,
descanso en la Huida a Egipto (detalle que muestra a la oropéndola en el árbol,
sobre la familia)
Era un animal de grandes poderes
curativos. Hildegarda de Bingen (1098-1179) llama a este pájaro icteros, como a la
enfermedad hepática, y recomienda, para curarla, atarse el animal muerto sobre
el estómago para transferirle el color, momento en que la enfermedad
desaparecería. Crivelli ilustra a la vez el anuncio de la crucifixión (por la
postura del ave), la fidelidad y el poder salvador de Cristo.
Cosmè Tura,
Anunciación, 1469, Museo dell’Opera del Duomo, Ferrara
En el Museo dell’Opera del Duomo,
en Ferrara, cuelga una Anunciación de Cosmè Tura que fue en su día una parte de las
puertas del órgano catedralicio. Además de la ardilla sobre la Virgen, la
simetría coloca otro animal sobre el Arcángel Gabriel, un pájaro carpintero; en
concreto, un pito cano (Picus canus). Los pájaros carpinteros suelen
asociarse al cristiano, o al mismo Cristo que, incansablemente, persigue a los
aliados de Satanás como el ave busca larvas entre los entresijos de los
árboles. Es un ave profética y guía del viajero. Se contrapone a la ardilla,
cuyo color rojizo la relaciona con el Infierno.
Alberto Durero,
Virgen del verderón, 1506, Gemäldegalerie Berlin
Esta obra de Durero se conoce en
español como “la Virgen del verderón”, aunque el pájaro parece más bien
un lúgano (Spinus spinus). Como el jilguero, es un ave asociada a las
espinas de Cristo, como su nombre indica, por la importancia que las semillas
de los cardos tienen en su alimentación. De nuevo, un anticipo de la Pasión.
Carlo Crivelli, La
Anunciación con San Emigdio, 1486, National Gallery, Londres
En la Anunciación con San Emigdio
de Carlo Crivelli, además de varias palomas y tórtolas, encontramos un pavo
real (Pavo cristatus) encaramado a una cornisa sobre la puerta a través
de la cual vemos a la Virgen. En este caso no se anuncia la pasión sino la
Resurrección porque se creía que la carne de esta ave era incorruptible y sus
plumas refulgentes expresaban, mejor que otras, el contraste anual entre su
desaparición y su esplendor recuperado. Cerca del pavo, sobre la percha, hay
una jaula cuyo huésped no podemos reconocer, pero sin duda es un símbolo del
establecimiento del Espíritu Santo en el vientre de María.
Giovanni di Biondo,
Annunciación con san Nicolás de Bari y san Antonio Abad, 1385, Ospedale degli
Innocenti, Florencia
En esta Anunciación de Giovanni di
Biondo, las golondrinas anidan bajo la bóveda del vestíbulo en el que Gabriel
se arrodilla ante la Virgen. Tras dejar atrás el invierno del pecado, la
golondrina anuncia el calor de la virtud. No sólo anticipa la primavera y la Resurrección, como se ve en el cuadro de Bellini (infra), pues es
ave de esperanza, de la nueva vida que se anuncia, sino que es un ave de la
Encarnación; el color rojo de su garganta, de nuevo, anuncia el sacrificio.
Giovanni Bellini, Madonna con Niño Jesús y golondrina, 1510, MET, NY
La golondrina también aparece en la
Anunciación de Fra Angelico que se conserva en el Prado, aunque despojada de su
garganta roja; quizás sea más un anuncio de renovación que de sacrificio. Se
decía que podía devolver la vista a sus crías si se habían quedado ciegas.
Fra Angelico,
Anunciación del Museo del Prado, c. 1425-1428 (detalle)
Tiziano,
Anunciación, c.1535, Scuola Grande di San Rocco, Venecia
Tiziano, en su Anunciación para la Scuola
Grande di san Rocco, coloca en primer plano una perdiz. Plinio afirma de
esta ave que "si las hembras están bajo el viento de los machos, el
aire que proviene de éstos las fecunda" y, por tanto, la perdiz se
convierte en símbolo del misterio de la Encarnación de Cristo en María,
fecundada por el soplo divino. Pero también, según el Bestiario de Fournival
(siglo XIII), puede servir para contrastar la maternidad de María con su propia
condición de falsa madre: se creía que incubaba huevos ajenos, sin ningún
provecho porque las crías, una vez nacidas, la abandonaban por su madre
verdadera. La perdiz robando huevos sería como el diablo, que roba
las almas de su creador, pero cuando los pecadores reconocen a Dios como su
verdadero padre, regresan a él.
Vittore Carpaccio,
Anunciación, 1504, Ca’ d’Oro, Venecia
Casi todos los pájaros que
encuentran su lugar en estos temas, salvo la paloma, actor principal, están
posados o en el suelo porque su función es sólo comentar el acontecimiento.
Aunque hay excepciones: en esta obra de Carpaccio, quizás más pintoresca que
simbólica, acorde con el nuevo espíritu dominante en la Venecia del momento,
hay un repertorio aviario habitual: palomas, tórtolas y un jilguero que mira
muy atento hacia la Virgen. El faisán, de especie indeterminada, puede que una
hembra dado su color apagado, parece un símbolo de la Resurrección. Dos pájaros
cruzan el jardín, a ambos lados del Arcángel, en sentido contrario al
desarrollo de la escena. Puede que las restauraciones hayan hecho mella en el
color y sean dos jilgueros más; en cualquier caso, no son fáciles de
identificar y pensamos más bien que se trata de detalles naturalistas sin mayor
relevancia religiosa.
No hay Anunciaciones ni Madonnas que
sólo sean ternura: todas, o casi, señalan el drama que vendrá porque Jesús no
es sólo un recién nacido sino, sobre todo, un futuro sacrificado (que es para
lo que vino, al fin y al cabo). Más que el nacimiento, se celebraba la salvación que llegaría
con la muerte.
Comentarios
Publicar un comentario