CUPIDITAS
En el arte, los pájaros suelen decirnos lo
que los personajes humanos no pueden. En el ámbito del erotismo, ese mensajero
siempre fue más necesario, sustituyendo la exhibición de los deseos culpables,
de los temores inconfesables, de los placeres privados –que siempre caen en la
tentación de hacerse públicos-, por un juego que, pese a ser ambiguo, a veces
no lo es lo suficiente. El desarrollo de la pintura al óleo está íntimamente
ligado al naturalismo y éste, asumiendo que los comitentes del arte eran,
básicamente, hombres, estuvo al servicio de la representación fiel de la carne
femenina. La exhibición de los desnudos en la mitología solía ser una excusa para el
voyerismo. El placer de la vista, atributo máximo de la pintura, puede invitar a
sumarse a los otros sentidos, pero el invitado principal es la imaginación.
Encontramos diversas maneras de
asociar los pájaros a los placeres de la carne. Alimentar a las aves (como una
analogía con los placeres del estómago), jugar con ellas, asociarlas como
espectadoras a los momentos íntimos -especialmente de las mujeres-, provocar su curiosidad o,
simplemente, como acompañantes en los encuentros amorosos.
Empezaremos por lo menos equívoco,
precisamente, lo que se atribuye a la magia simpática, que debe ser explícita.
Tintinnabulum,
bronce pompeyano, s. I , Museo arqueológico de Nápoles
El tintinnabulum, el falo alado, era, entre los romanos, un amuleto doméstico. No sabemos bien el significado concreto de esta especie de pájaro priápico, tan sólo que, colgado a la entrada de las casas, parecía una defensa del mal de ojo o de cualquier maleficio que pudiera dañar a la familia. Si juzgamos por los cientos de ellos encontrados en las ruinas de Pompeya y Herculano, no habría casa que no contara con estos muñecos tintineando sobre la cabeza de los visitantes. ¿A qué se debía su carácter positivo? ¿Era por su carácter ascensional? ¿Por su temperamento veleidoso y promiscuo? ¿Derivaba de un culto a la fertilidad? Este objeto mantuvo su vida simbólica en los siglos medievales, al menos en Italia.
“Purinega tien
duro”, grabado en cobre, ff. XV, procedente del norte de Italia, National
Gallery of Art, Washington
En esta rara escena, un
tintinábulo con cascabel viene a reunirse con la pareja. En Italia, como en tantas
partes, “uccello” ("pájaro") es también el miembro viril. Las dificultades
filológicas del título han sido enormes y se ha propuesto como significado más probable “Incluso
si algo quiere destruirlo, puede seguir duro”. La pareja sería la víctima
de un conjuro malicioso más que la beneficiaria de los poderes benéficos del
amuleto: la figura monstruosa del pájaro representaría el embrujo maligno que se
apodera de los genitales masculinos, algo muy ligado a las acusaciones de
brujería hacia las mujeres que trataban de curar la impotencia mediante
conjuros.
La revitalización de la mitología
grecolatina en un mundo cristiano hizo de la alegoría un campo privilegiado
para expresar los impulsos humanos.
Venus y Cupido esperando
a Marte, Lambert Sustris, siglo XVI, Museo del Louvre
Empujadas por la mano de Venus, las dos palomas blancas se
unen, como un prólogo al próximo encuentro de Venus con Marte, que viene por el fondo.
Alegoría de la
Lascivia, Abraham Janssens, c. 1618, colección privada
La lascivia se acompaña de otros vicios: de la pereza (la pose indolente), de la sensualidad (el vino), de la vanidad (el espejo) y de la lujuria (los dos gorriones copulando sobre la mano de la mujer). Los pájaros desdeñan los alimentos espirituales (el pan y el agua) porque se inclinarán por los que tiene la mujer a su lado: las uvas y los higos.
Alimentar a los pájaros tiene una connotación moral de la que encontramos múltiples casos, siempre relacionada con el amor, ya sean las palomas de Venus o en ambientes más naturalistas, como se ve entre los artistas holandeses.
Paulus Moreelse,Venus alimentando
a sus palomas, pp. XVII, Colección privada
Frederick Leighton (1830-1896),Cupido alimentando
a las palomas, pintura para el salón de baile de Stewart
Hodgson, colección privada
Caspar Netscher, Mujer alimentando
a un loro y hombre alimentando a un mono, 1664, Columbus
Museum of Art
En el contexto holandés, la mujer
es, claramente, una prostituta. Ofrece una ostra, un alimento afrodisiaco, a su
loro, mientras el hombre ofrece una nuez, fruto asociado a los testículos, al
mono. La conclusión moral es clara: no debe alimentarse el vicio.
Filis jugando con
un pájaro, grabado de Bonnart, c. 1682-86, Colección de modas de la corte de Francia
El pájaro fascinado por las cerezas que se le
ofrecen representa aquí al pretendiente engañado y fácil de manejar, como
explican los versos bajo la imagen:
"Esta ave de la que
Philis abusa,
atrayéndola con su
dulzura,
se parece a los
amantes a los que divierte
con favores
imaginarios."
En este caso, Filis no es la dulce pastorcilla de
la tradición clásica sino más bien la amante que se burla, como la que cantó
Lope de Vega:
...
"No es bien que
engañarme quieras
con favor de cuando
en cuando,
que es mucho para
burlando,
y poco para de
veras."
La mujer que se burla del amante es un tema
universal y atraviesa toda la historia de la cultura hasta que el progreso de
la igualdad sexual lo ha hecho casi desaparecer porque,
paradójicamente, sólo tenía sentido cuando la mujer era un sujeto más pasivo en las
relaciones amorosas.
Burla, Ilustración de Chéri Hérouard para « La vie parisienne », 1922
Los versos que la acompañan dicen:
Con mis hermosos
enamorados tu parecido es perfecto,
Mi lorito, eres
como ellos, más tupé que cabeza.
Mujer alimentando a unos pajarillos, grabado de F.A. Moilte según un dibujo de Greuze
Este grabado juega con la ambigüedad: el pájaro en la mano atrae la atención sobre el escote, pero la familia numerosa del nido complementa la feminidad con la maternidad.
Chloe, Edward Poynter, 1893, Coleción privada
El subtítulo del cuadro es un guiño al espectador latinista: "Cloe dulces docta modos et citharae sciens". El tema se basa en el Carminum III de Horacio:
“En mí ahora reina la tracia
Cloe
que sabe dulces ritmos y es diestra con la cítara.
No temería yo morir por ella,
si el Hado respetase su vida.”
Cloe ofrece dos cerezas al
camachuelo que acaba de sacar de la jaula. Que una mujer reputada por su música
prefiera dejar su cítara por un pájaro -que le haría, como buen cantor, la
competencia- indica su seguridad de que éste prefiere el picoteo de su dueña a
la libertad: está claro que Cloe lo gobierna.
Rosalba Carriera, Mujer joven con
loro, c. 1730, Instituto de Arte de Chicago
El loro, animal libidinoso, se entretiene aquí en jugar a picotear el encaje del escote. La mujer nos mira algo desafiante, muy segura de lo que puede mostrar. En la pintura galante, la glotonería de los pájaros por el pecho de las mujeres se explica también por lo que se dice en el Diccionario cómico, satírico, crítico, burlesco, libre y proverbial de Philibert-Joseph Le Roux Beringos (1752):
“Botones de
rosa: dícese de la punta de los pezones de una mujer. Que también se llaman la fresa”.
Joven pintora
tejiendo una corona de flores, Michel Garnier, 1789, colección particular
El mismo año de la Revolución, Michel Garnier
retrata esta espléndida imagen, a la vez liberadora y libertina, de una joven
que va más allá de los clichés de las pinturas que cuelgan a su espalda (la
niña con una paloma y su antítesis: el retrato de un anciano noble) para
burlarse con su canario de algún amante en el que piensa mientras teje la
corona.
Louis L. Boilly, El pájaro privado
o la pareja y el pájaro echado a volar, ff. XVIII, Louvre
Perteneciente a la primera época
de Boilly, cuando, siguiendo la estela de Fragonard, se dedicaba a escenas
galantes (que le valieron una denuncia de los revolucionarios franceses, más
bien puritanos, lo que estuvo a punto de costarle la vida), esta obra muestra a
esta pareja en déshabillé, con la mujer jugando con el pájaro,
haciéndole elevarse a la orden de su mano.
La lección de
unión conyugal, grabado de Petit a partir de una obra de Boilly, pp. XIX
Greuze, ya lo
hemos visto, es el culmen del moralismo dieciochesco francés, opuesto a las galanterías
rococós, pero tratando los temas de un modo abiertamente erótico (puede que en su momento no se entendiera de otra forma), lo que hoy nos resulta algo turbio porque roza la pedofilia. Uno
de los motivos favoritos de Greuze era el pájaro muerto o herido y la jaula
abierta (con el pájaro suelto), los símbolos más adecuados para representar
tanto la pérdida de la inocencia como una existencia sensible.
Joven con pájaros,
Greuze, 1780-82, National Gallery of Art, Washington
Ante dos gorriones (ya sabemos su fama), la
muchacha descubre su pecho. La justificación literaria estaría en Catulo:
“Gorrioncito, joya de mi pequeña, con quien
juega, al que resguarda en el seno,al que suele dar la yema del dedo y le
incita desgarrados mordiscos...”
La muerte del canario, Greuze, 1771, colección particular
Greuze había
tocado antes el tema, pero de una manera diferente: no debe entenderse que la
muchacha afligida se acaricie el pecho con su juguete de plumas, sino que
intenta devolverle la vida con el calor de su corazón. Este tema era algo
hipócrita y no tuvo imitadores, excepto en un grabado de Philibert-Louis
Debucourt, satírico y nada disimulado, en el que la reanimación del pájaro se acompaña del gesto de invitación a la cama.
Debucourt, El pájaro revivido, 1787
Alegoría de
Thermidor, Louis Laffitte, grabado, 1804-1806, Biblioteca Nacional de Francia
Esta obra mitológica tiene un
título irónico: por una parte, es una representación del undécimo mes del
calendario republicano francés, el segundo mes del verano (del 20 de julio al
18 de agosto). Pero, por otra parte, los versos que lo acompañan nos hablan de
otros significados:
“Bajo un sol
ardiente el agua que cae en cascada
Y los juegos seductores
de este cisne amoroso
A las delicias del
baño invitan a la Náyade
Que en las aguas
límpidas apagará sus fuegos”
En 1793, cuando se ideó el nuevo calendario republicano, se pensó en llamar “Fervidor” a este mes (derivado de Fervidus,
hirviente, tórrido), lo que hubiera dado un tono más apropiado a la alegoría.
Que en 1804 se atrevieran con esta representación indica que, en esas fechas imperiales,
con Napoleón sofocando las fiebres jacobinas, y a punto de derogar el
calendario republicano para volver al gregoriano, el almanaque revolucionario
ya no era una cosa que nadie se tomara en serio.
Las aves turgescentes eran una
excusa especialmente adecuada para los ambientes orientalizantes y voluptuosos,
muy de moda desde que se conocieron las postales japonesas, a mediados del
siglo XIX.
Leda, Jean-Adrien Mercier, 1929, Archivos
municipales, Angers
El marabú en el harén, Gérôme, c. 1889, Colección privada
Diadúmena, Edward
John Poynter, 1883, Royal Albert Memorial Museum, Exeter
Sonata paradisiaca,
grabado de Max Švabinský, 1920
El simbolismo decimonónico, muy
dado al tema de la “mujer fatal”, la que lleva consigo el placer y la muerte,
un abismo al que los hombres no pueden resistirse, no dejó de lado a los
pájaros. Richard Müller era muy dado a imágenes fantásticas, algo inquietantes;
su desapego de los temas sociales, muy vigentes en los pintores alemanes de su
tiempo, le valió ser respetado, inicialmente, por los nazis, aunque le duró
poco: tanta libido era demasiado decadente para la raza aria.
Los rivales, Richard Müller, 1911, Colección
privada
Los rivales
(segunda versión), Richard Müller, 1912
Entre arabescos, dos pájaros, faisanes en la primera versión
y aves del paraíso en la segunda, se disputan una mujer que juega con sus
abanicos.
Entramos en el terreno de la
mujer rodeada de toda una flota de aves,con las que juega o a las que teme. Es
un asunto que ha estado, esencialmente, alejado del universo de la alta cultura
y se ha desarrollado, sobre todo, en grabados populares y más o menos picantes, como vemos en la imagen inferior, muy explícito.
Martin Van Maele,
Grabado de La Gran Danza macabra de los Vivos, 1905
Es maíz, pero les
encanta, Pinup de Zoë Mozert, EE.UU., c. 1940
La merienda, dos
postales de Icart, fecha precisa desconocida
En Francia, como vemos, la idea de la bella campesina es muy diferente a la de Estados Unidos porque es más expresa y se desarrolla a la vez que otra iconografía, de orígenes más venusinos: la mujer adorada por las palomas.
A la izquierda,
Icart, 1922. A la derecha, las cerezas, también de Icart
La actriz Clara
Bow, Charles Gates Sheldon, portada de Photoplay Magazine, abril 1929
A partir de cierto momento, las parejas de
periquitos sustituyeron a las parejas de palomas como emblema del amor. Tuvo
mucho que ver la creciente idea de la paloma como animal sucio y la
popularización de las aves exóticas entre la clase media. En general, los loros
fueron un ave muy extendida en los hogares. Clara Bow, la primera actriz que
marcó tendencia en la sociedad estadounidense (la primera it girl), no podía dejar de presentarse
sugerentemente con su pareja de periquitos.
Les dames de Ney,
1914-18, serie de tarjetas postales
En plena Gran Guerra, cuando las palomas fueron esenciales para comunicar el frente con la retaguardia, parece que la muchacha recibe en la intimidad al ave que viene del combate y juguetea con ella acariciándole con una de sus propias plumas: es el descanso del guerrero.
En casi todos estos casos, las mujeres parecen encontrase a sus anchas rodeadas de aves. Hitchcock dio un vuelco a esa relación (lo que no excluye cierta connotación erótica). A veces, puede ser mejor seguir el consejo y no dar de comer a los pájaros.
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