CUPIDITAS

 

Postal de la empresa Arcade, Chicago, 1920, advirtiendo al pajarito 

En el arte, los pájaros suelen decirnos lo que los personajes humanos no pueden. En el ámbito del erotismo, ese mensajero siempre fue más necesario, sustituyendo la exhibición de los deseos culpables, de los temores inconfesables, de los placeres privados –que siempre caen en la tentación de hacerse públicos-, por un juego que, pese a ser ambiguo, a veces no lo es lo suficiente. El desarrollo de la pintura al óleo está íntimamente ligado al naturalismo y éste, asumiendo que los comitentes del arte eran, básicamente, hombres, estuvo al servicio de la representación fiel de la carne femenina. La exhibición de los desnudos en la mitología solía ser una excusa para el voyerismo. El placer de la vista, atributo máximo de la pintura, puede invitar a sumarse a los otros sentidos, pero el invitado principal es la imaginación.

Encontramos diversas maneras de asociar los pájaros a los placeres de la carne. Alimentar a las aves (como una analogía con los placeres del estómago), jugar con ellas, asociarlas como espectadoras a los momentos íntimos -especialmente de las mujeres-, provocar su curiosidad o, simplemente, como acompañantes en los encuentros amorosos.

Empezaremos por lo menos equívoco, precisamente, lo que se atribuye a la magia simpática, que debe ser explícita.

Tintinnabulum, bronce pompeyano, s. I , Museo arqueológico de Nápoles

El tintinnabulum, el falo alado, era, entre los romanos, un amuleto doméstico. No sabemos bien el significado concreto de esta especie de pájaro priápico, tan sólo que, colgado a la entrada de las casas, parecía una defensa del mal de ojo o de cualquier maleficio que pudiera dañar a la familia. Si juzgamos por los cientos de ellos encontrados en las ruinas de Pompeya y Herculano, no habría casa que no contara con estos muñecos tintineando sobre la cabeza de los visitantes. ¿A qué se debía su carácter positivo? ¿Era por su carácter ascensional? ¿Por su temperamento veleidoso y promiscuo? ¿Derivaba de un culto a la fertilidad? Este objeto mantuvo su vida simbólica en los siglos medievales, al menos en Italia.

“Purinega tien duro”, grabado en cobre, ff. XV, procedente del norte de Italia, National Gallery of Art, Washington

En esta rara escena, un tintinábulo con cascabel viene a reunirse con la pareja. En Italia, como en tantas partes, “uccello” ("pájaro") es también el miembro viril. Las dificultades filológicas del título han sido enormes y se ha propuesto como significado más probable “Incluso si algo quiere destruirlo, puede seguir duro”. La pareja sería la víctima de un conjuro malicioso más que la beneficiaria de los poderes benéficos del amuleto: la figura monstruosa del pájaro representaría el embrujo maligno que se apodera de los genitales masculinos, algo muy ligado a las acusaciones de brujería hacia las mujeres que trataban de curar la impotencia mediante conjuros.

La revitalización de la mitología grecolatina en un mundo cristiano hizo de la alegoría un campo privilegiado para expresar los impulsos humanos.

Venus y Cupido esperando a Marte, Lambert Sustris, siglo XVI, Museo del Louvre

Empujadas por la mano de Venus, las dos palomas blancas se unen, como un prólogo al próximo encuentro de Venus con Marte, que viene por el fondo.

Alegoría de la Lascivia, Abraham Janssens, c. 1618, colección privada

La lascivia se acompaña de otros vicios: de la pereza (la pose indolente), de la sensualidad (el vino), de la vanidad (el espejo) y de la lujuria (los dos gorriones copulando sobre la mano de la mujer). Los pájaros desdeñan los alimentos espirituales (el pan y el agua) porque se inclinarán por los que tiene la mujer a su lado: las uvas y los higos.

Alimentar a los pájaros tiene una connotación moral de la que encontramos múltiples casos, siempre relacionada con el amor, ya sean las palomas de Venus o en ambientes más naturalistas, como se ve entre los artistas holandeses.

Paulus Moreelse,Venus alimentando a sus palomas,  pp. XVII, Colección privada

Frederick Leighton (1830-1896),Cupido alimentando a las palomas, pintura para el salón de baile de Stewart Hodgson, colección privada

Caspar Netscher, Mujer alimentando a un loro y hombre alimentando a un mono, 1664, Columbus Museum of Art

En el contexto holandés, la mujer es, claramente, una prostituta. Ofrece una ostra, un alimento afrodisiaco, a su loro, mientras el hombre ofrece una nuez, fruto asociado a los testículos, al mono. La conclusión moral es clara: no debe alimentarse el vicio.

Filis jugando con un pájaro, grabado de Bonnart, c. 1682-86, Colección de modas de la corte de Francia

El pájaro fascinado por las cerezas que se le ofrecen representa aquí al pretendiente engañado y fácil de manejar, como explican los versos bajo la imagen:

"Esta ave de la que Philis abusa,

atrayéndola con su dulzura,

se parece a los amantes a los que divierte

con favores imaginarios."

 

En este caso, Filis no es la dulce pastorcilla de la tradición clásica sino más bien la amante que se burla, como la que cantó Lope de Vega:

...
"No es bien que engañarme quieras
con favor de cuando en cuando,
que es mucho para burlando,
y poco para de veras."

La mujer que se burla del amante es un tema universal y atraviesa toda la historia de la cultura hasta que el progreso de la igualdad sexual lo ha hecho casi desaparecer porque, paradójicamente, sólo tenía sentido cuando la mujer era un sujeto más pasivo en las relaciones amorosas.

Burla, Ilustración de Chéri Hérouard para « La vie parisienne », 1922

Los versos que la acompañan dicen:

Con mis hermosos enamorados tu parecido es perfecto,

Mi lorito, eres como ellos, más tupé que cabeza.


Mujer alimentando a unos pajarillos, grabado de F.A. Moilte según un dibujo de Greuze

Este grabado juega con la ambigüedad: el pájaro en la mano atrae la atención sobre el escote, pero la familia numerosa del nido complementa la feminidad con la maternidad.

Chloe, Edward Poynter, 1893, Coleción privada

El subtítulo del cuadro es un guiño al espectador latinista: "Cloe dulces docta modos et citharae sciens". El tema se basa en el Carminum III de Horacio:

“En mí ahora reina la tracia Cloe
que sabe dulces ritmos y es diestra con la cítara.
No temería yo morir por ella,
si el Hado respetase su vida.”

Cloe ofrece dos cerezas al camachuelo que acaba de sacar de la jaula. Que una mujer reputada por su música prefiera dejar su cítara por un pájaro -que le haría, como buen cantor, la competencia- indica su seguridad de que éste prefiere el picoteo de su dueña a la libertad: está claro que Cloe lo gobierna.

Rosalba Carriera, Mujer joven con loro, c. 1730, Instituto de Arte de Chicago 

El loro, animal libidinoso, se entretiene aquí en jugar a picotear el encaje del escote. La mujer nos mira algo desafiante, muy segura de lo que puede mostrar. En la pintura galante, la glotonería de los pájaros por el pecho de las mujeres se explica también por lo que se dice en el Diccionario cómico, satírico, crítico, burlesco, libre y proverbial de Philibert-Joseph Le Roux Beringos (1752):

“Botones de rosa: dícese de la punta de los pezones de una mujer. Que también se llaman la fresa”.

Joven pintora tejiendo una corona de flores, Michel Garnier, 1789, colección particular

El mismo año de la Revolución, Michel Garnier retrata esta espléndida imagen, a la vez liberadora y libertina, de una joven que va más allá de los clichés de las pinturas que cuelgan a su espalda (la niña con una paloma y su antítesis: el retrato de un anciano noble) para burlarse con su canario de algún amante en el que piensa mientras teje la corona.

Louis L. Boilly, El pájaro privado o la pareja y el pájaro echado a volar, ff. XVIII, Louvre

Perteneciente a la primera época de Boilly, cuando, siguiendo la estela de Fragonard, se dedicaba a escenas galantes (que le valieron una denuncia de los revolucionarios franceses, más bien puritanos, lo que estuvo a punto de costarle la vida), esta obra muestra a esta pareja en déshabillé, con la mujer jugando con el pájaro, haciéndole elevarse a la orden de su mano.

La lección de unión conyugal, grabado de Petit a partir de una obra de Boilly, pp. XIX

Greuze, ya lo hemos visto, es el culmen del moralismo dieciochesco francés, opuesto a las galanterías rococós, pero tratando los temas de un modo abiertamente erótico (puede que en su momento no se entendiera de otra forma), lo que hoy nos resulta algo turbio porque roza la pedofilia. Uno de los motivos favoritos de Greuze era el pájaro muerto o herido y la jaula abierta (con el pájaro suelto), los símbolos más adecuados para representar tanto la pérdida de la inocencia como una existencia sensible. 

Joven con pájaros, Greuze, 1780-82, National Gallery of Art, Washington

Ante dos gorriones (ya sabemos su fama), la muchacha descubre su pecho. La justificación literaria estaría en Catulo:

Gorrioncito, joya de mi pequeña, con quien juega, al que resguarda en el seno,al que suele dar la yema del dedo y le incita desgarrados mordiscos...”

La muerte del canario, Greuze, 1771, colección particular

Greuze había tocado antes el tema, pero de una manera diferente: no debe entenderse que la muchacha afligida se acaricie el pecho con su juguete de plumas, sino que intenta devolverle la vida con el calor de su corazón. Este tema era algo hipócrita y no tuvo imitadores, excepto en un grabado de Philibert-Louis Debucourt, satírico y nada disimulado, en el que la reanimación del pájaro se acompaña del gesto de invitación a la cama.

Debucourt, El pájaro revivido,  1787

Alegoría de Thermidor, Louis Laffitte, grabado, 1804-1806, Biblioteca Nacional de Francia

Esta obra mitológica tiene un título irónico: por una parte, es una representación del undécimo mes del calendario republicano francés, el segundo mes del verano (del 20 de julio al 18 de agosto). Pero, por otra parte, los versos que lo acompañan nos hablan de otros significados:

“Bajo un sol ardiente el agua que cae en cascada

Y los juegos seductores de este cisne amoroso

A las delicias del baño invitan a la Náyade

Que en las aguas límpidas apagará sus fuegos”

En 1793, cuando se ideó el nuevo calendario republicano, se pensó en llamar “Fervidor” a este mes (derivado de Fervidus, hirviente, tórrido), lo que hubiera dado un tono más apropiado a la alegoría. Que en 1804 se atrevieran con esta representación indica que, en esas fechas imperiales, con Napoleón sofocando las fiebres jacobinas, y a punto de derogar el calendario republicano para volver al gregoriano, el almanaque revolucionario ya no era una cosa que nadie se tomara en serio.

Las aves turgescentes eran una excusa especialmente adecuada para los ambientes orientalizantes y voluptuosos, muy de moda desde que se conocieron las postales japonesas, a mediados del siglo XIX.

Leda, Jean-Adrien Mercier, 1929, Archivos municipales, Angers

 El marabú en el harén, Gérôme, c. 1889, Colección privada

Diadúmena, Edward John Poynter, 1883, Royal Albert Memorial Museum, Exeter

Sonata paradisiaca, grabado de Max Švabinský, 1920

El simbolismo decimonónico, muy dado al tema de la “mujer fatal”, la que lleva consigo el placer y la muerte, un abismo al que los hombres no pueden resistirse, no dejó de lado a los pájaros. Richard Müller era muy dado a imágenes fantásticas, algo inquietantes; su desapego de los temas sociales, muy vigentes en los pintores alemanes de su tiempo, le valió ser respetado, inicialmente, por los nazis, aunque le duró poco: tanta libido era demasiado decadente para la raza aria.

Los rivales, Richard Müller, 1911, Colección privada

Los rivales (segunda versión), Richard Müller, 1912

Entre arabescos, dos pájaros, faisanes en la primera versión y aves del paraíso en la segunda, se disputan una mujer que juega con sus abanicos.

El estanque dorado, Gaston La Touche, ff. XIX, Colección privada

Entramos en el terreno de la mujer rodeada de toda una flota de aves,con las que juega o a las que teme. Es un asunto que ha estado, esencialmente, alejado del universo de la alta cultura y se ha desarrollado, sobre todo, en grabados populares y más o menos picantes, como vemos en la imagen inferior, muy explícito.

Martin Van Maele, Grabado de La Gran Danza macabra de los Vivos, 1905

Es maíz, pero les encanta, Pinup de Zoë Mozert, EE.UU., c. 1940


A la izquierda, Cuando atacan los pavos, Adolfo Busi, tarjeta postal italiana, c. 1925. A la derecha, Vale la pena rascarse, Pinup de Edward Runci, EE.UU., c. 1950

La merienda, dos postales de Icart, fecha precisa desconocida

En Francia, como vemos, la idea de la bella campesina es muy diferente a la de Estados Unidos porque es más expresa y se desarrolla a la vez que otra iconografía, de orígenes más venusinos: la mujer adorada por las palomas.


A la izquierda, Icart, 1922. A la derecha, las cerezas, también de Icart

La actriz Clara Bow, Charles Gates Sheldon, portada de Photoplay Magazine, abril 1929

A partir de cierto momento, las parejas de periquitos sustituyeron a las parejas de palomas como emblema del amor. Tuvo mucho que ver la creciente idea de la paloma como animal sucio y la popularización de las aves exóticas entre la clase media. En general, los loros fueron un ave muy extendida en los hogares. Clara Bow, la primera actriz que marcó tendencia en la sociedad estadounidense (la primera it girl), no podía dejar de presentarse sugerentemente con su pareja de periquitos.

Les dames de Ney, 1914-18, serie de tarjetas postales

En plena Gran Guerra, cuando las palomas fueron esenciales para comunicar el frente con la retaguardia, parece que la muchacha recibe en la intimidad al ave que viene del combate y juguetea con ella acariciándole con una de sus propias plumas: es el descanso del guerrero. 

En casi todos estos casos, las mujeres parecen encontrase a sus anchas rodeadas de aves. Hitchcock dio un vuelco a esa relación (lo que no excluye cierta connotación erótica). A veces, puede ser mejor seguir el consejo y no dar de comer a los pájaros.
















 






































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