INVIERNO: "ENTRE LA PROMESA Y LA ESCARCHA"

 

“Los tres, Nicolás, que no sabe hablar, Alain y Denis, nos fuimos por los caminos para ir a Jerusalén. Hace mucho que andamos. Voces blancas nos llamaron en la noche. Llamaban a todos los niños. Eran como las voces de los pájaros muertos durante el invierno. Lo primero que vimos fueron muchos pobres pájaros esparcidos sobre la tierra helada, muchos pajaritos de garganta roja.”

(Marcel Schwob, La cruzada de los niños, 1896)

Claude Monet, La urraca, 1868-69, Museo de Orsay

Para titular esta entrada hemos tomado prestado un verso de Emily Dickinson, que describe así el paso de los mortales por la vida, en la que no deben aspirar a un verano sin fin ("el verano de los Justos"). Es un tópico literario comparar el desarrollo de la vida humana con las estaciones del año. Si hay un esplendor que coincide con la primavera y el verano, es el invierno, cuando todo parece morir, el que nos resulta adecuado para representar la vejez. Saturno, un dios frío y oscuro, de temperamento melancólico, conviene a ese tiempo y sus aves lo son de la noche y del mal augurio.

Imao Keinen, escena de nieve con bisbitas, 1891, xilografía

En lo que respecta a las aves, el invierno es doblemente cruel (“el invierno matador de aves”, a decir de Esquilo): para ellas, porque una gran proporción, especialmente entre las más pequeñas, no supera esa estación (sobre todo, si es su primera estación fría); para nosotros, porque la migración nos arrebata a otras y las que se quedan se hacen notar menos.


Katsushika Hokusai, La mañana después de una nevada en Koishikawa, 1830-32 (de la serie “Treinta y seis vistas del monte Fuji”). En una casa de té, la sirvienta señala a los pájaros que se alejan 


Pieter Bruegel, Cazadores en la nieve, 1565, Kunsthistorisches museum, Viena

Este cuadro de Bruegel forma parte de una serie de seis que ilustran las seis estaciones que entonces se distinguían en los Países Bajos: comienzo de la primavera, primavera, comienzo del verano, verano, otoño y finalmente invierno, y este, en concreto, representa los meses de diciembre y enero. La ubicación geográfica de la pintura no está del todo clara y probablemente debería verse como una mezcla: el pueblo es flamenco y no parece concordar con el paisaje montañoso (que debió de conocer durante un viaje alpino) y el castillo parece alemán, de modo que Bruegel compuso un paisaje ideal. La pintura representa, de manera prominente, cuervos posados en los árboles desnudos y una urraca volando en el centro superior de la escena. Bruegel usa estas dos especies de pájaros para indicar un mal presagio, ya que en la cultura holandesa están asociadas con el diablo. A veces, el pintor sugiere el infierno en sus obras y en este caso veríamos sus fauces en el molino cubierto de hielo, junto al río, cerca del pajarero tendiendo su red. La imagen traicionera del invierno como una trampa para almas: el diablo como apresador de pájaros.

A la izquierda, el cazador tendiendo su red en el árbol, a la orilla del río. A la derecha, el gran arco de entrada al molino, cubierto de carámbanos, que evoca la boca del infierno

Podríamos considerar esta pintura en la tradición del Weltlandschaft flamenco, un paisaje ideal que trata de evocar la totalidad del mundo reuniendo todo tipo de elementos naturales y humanos, inaugurada a principios del siglo XVI por El Bosco y Joachim Patinir; estos todavía lo integraban en temas bíblicos o mitológicos, pero Bruegel también lo usó en representaciones profanas: el cuadro como un mapa moral del mundo y sus habitantes. En otros cuadros invernales tampoco faltan los negros cuervos en los árboles desnudos: “El censo de Belén” (1566), “La masacre de los inocentes” (1565-67) o “Paisaje de invierno con una trampa para pájaros” (1565).

Breviarium Grimani (posiblemente elaborado en el círculo de Alexander Bening y su hijo Simon) , Brujas, c. 1510-1520, representando el mes de febrero, Biblioteca Marciana, Venecia

Esta descripción gráfica del Breviarium Grimani es más convencional, como una hoja de calendario que certifica el orden temporal de las cosas, una prueba del buen conocimiento del artista de la vida rural y también de sus dotes pictóricas al plasmar la atmósfera, además de su seguridad en la composición, que integra todos los detalles en la perspectiva del conjunto.


Antoine Caron, El triunfo del invierno, c. 1568, Colección privada

Los carros triunfales eran un tema recurrente desde el Renacimiento y se aplicaban a cualquier personificación que reinara sobre los hombres en algún momento, ya fueran la Muerte o el Amor triunfantes. Como ellos, el invierno también impone su poder sobre los hombres y lo hace con pompa  y aparato simbólico. Antoine Caron tuvo una gran responsabilidad en la organización de las festividades cortesanas de Francia, que solían incluir alusiones mitológicas a modo de alegorías políticas. En este cuadro, el carro triunfante del invierno es tirado por grullas (aves invernales en el sur de Europa). Apolo, Mercurio, Minerva y Vulcano, precediendo al dios del invierno, siguen al bifronte Jano en su camino para cerrar las puertas de su templo (en la antigua Roma, las puertas del templo de Jano se cerraban en tiempo de paz y permanecían abiertas en tiempo de guerra). La pintura se encargó al finalizar la Tercera Guerra de religión en Francia y, así, Jano lleva una llave para cerrar su templo (alusión a la tregua de Longjumeau de 1568). Mientras, se preparan las justas acuáticas en el estanque y en el fondo hay una terraza donde los cortesanos se enfrentan, católicos y protestantes, con bolas de nieve (ilusoriamente, el juego al que habría quedado reducida la guerra, que en realidad seguirá durante décadas).

Otro carro triunfante del invierno lo vemos en Virgil Solis (1514-1562), grabador alemán, que hizo una serie sobre las estaciones en la que el invierno cuenta con todos sus elementos alegóricos clásicos: la Senectud (seguida por la Gota), Saturno, Eolo...y cuatro cuervos repartidos por el paisaje.

Virgil Solis, alegoría del invierno, 1530-1562, Victoria & Albert Museum 

Antonio Tempesta, en esta tradición, hace que cuervos y lechuzas tiren del carro, lo que es aún peor augurio.

Antonio Tempesta (1555-1630), El carro triunfal del invierno, Gabinetto Disegni e Stampe, Fondo Nazionale Pio, Roma

“Así, en los meses más tristes, donde el sueño de la naturaleza se parece tanto a la muerte, el pájaro nos prolonga el espectáculo de la vida. Sobre la misma nieve, el mirlo saludaba al despertar”. (Jules Michelet, L’oiseau)

La atracción mutua entre el invierno y la muerte (atracción que no es sólo literaria, sino que es un hecho real) es propicia a la reflexión melancólica  y a rememorar la tragedia. Pero en invierno no sólo está Saturno: el bifronte Jano, el que cierra y abre, el que absorbe la carga de la oscuridad mirando hacia la luz, también es nuestro dios invernal ("El invierno lleva el verano en su corazón", según Thoreau). Así en Simic y su compasión por las criaturas, incluso las más pequeñas, lo que CzesŁaw MiŁosz llamaba "el inmenso reclamo de los detalles".

Charles Simic, Birds in winter (“Pájaros en invierno”, en “The lunatic”, 2015):

 

“Esas guerras nuestras con sus horrores cotidianos

sobre las que pocos piensan ni se preocupan

mientras otros acuden en silencio a luchar en ellas

y regresan a sus seres queridos en ataúdes.

 

La oscuridad temprana hace difícil

ahuyentar tales pensamientos

o distraerse con un libro,

encontrar otra vez ese pasaje de Thoreau

 

donde habla del viejo gran poema

llamado invierno, que nos envuelve cada año

sin nuestra connivencia, o puede que

aquél donde suplica al cielo

 

que en días como estos tengamos pájaros

con plumaje rico y colorido para recordar

el regalo y el esplendor de los días de verano

entre los árboles y los arbustos helados del patio.”

 



















Comentarios

  1. Es cierto que el invierno es duro y triste y, por ello mismo, adecuada representación de la última etapa de la vida. La vida se apaga y con ella se van los pájaros, se mueren o se marchan. Pero queda la esperanza de que con la primavera regresarán y el silencio de la naturaleza muerta cobrará nueva vida con sus cánticos. Para mí son una representación de la esperanza, la espera que siempre hay que tener para que lleguen los buenos tiempos.

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