PARA LA IMAGINACIÓN (I)
Dos
páginas con diversos monstruos en el “Buch der Natur” de Konrad von Megenberg, en un manuscrito del siglo XV
En cuestiones de fantasías zoológicas, la variedad de seres marinos es incontable y ha elevado la imaginación a alturas inigualables debido al desconocimiento de la amplitud de los mares. Y en cuanto al terror que provocan las criaturas que se arrastran, los reptiles, toda una analogía diabólica, tienen pocos rivales. La imaginación ha tenido más dificultades con las aves, pero incluso a las que son presentes y concretas no había problema en atribuirles todo tipo de hábitos extraños, como hemos tenido ocasión de ver muchas veces. No obstante, no han faltado fantasías volátiles dotadas de caprichos morfológicos y metamorfosis asombrosas. La conjunción de la forma humana con las aves es, en apariencia, muy fácil porque basta con ajustar unas alas, como en el caso de los ángeles: aplicado a las bestias, este tratamiento es muy antiguo (los toros alados de Asiria o el clásico Pegaso). En la hibridación de aves y humanos, las criaturas resultantes no han sido tan benéficas como los ángeles porque casi todas han sido seres monstruosos. Nos detendremos en algunos de los pájaros, entre imaginarios y reales, que han poblado las fantasías humanas.
Grabado de la Historia natural de Plinio, en una edición madrileña de Gerónimo de Huerta, 1624. A la derecha, el Roc en la Ornithologia de Aldovrandi, 1599
El ave Roc, considerada como la
más gigantesca y fuerte de las aves porque era capaz de levantar un elefante
con sus garras, resultó de interés irresistible para los humanistas y curiosos,
que siempre tomaron a Plinio como una autoridad indiscutible:
“De la
otra parte de Madagascar, grandísima, y riquísima isla, hay otras islas, a las
cuales por las velocísimas corrientes del mar se llega con dificultad: en estas
a cierto tiempo del año se ve una especie de aves maravillosa, que llaman Roc,
de figura de águila, pero de inmensa grandeza. Afirman los que la han visto,
que muchas plumas de sus alas tienen de largo doce pasos, y de grueso lo
conveniente al tamaño de su longitud: y que es ave de tanta fuerza, que sola
sin alguna ayuda coge un elefante, y levantándole en alto le torna a dejar caer
en tierra para matarle así, y sustentarse de su carne”. (Plinio, Historia natural, traducción de Gerónimo
de Huerta, 1624).
Fotograma de la película “El séptimo viaje de Simbad”, 1958, dirigida por Nathan H. Juran
Olaus Magnus hablaba de unas aves que
vivían en las montañas del extremo norte del mundo, que devoraban caballos y hombres y que
tenían unas uñas con las que se podían hacer copas para beber, tan grandes como
huevos de avestruz. Estas enormes aves corresponden en muchos puntos al Ruc o
Roc que aparece en Las mil y una noches
y de cuyas poderosas facultades de vuelo se aprovechó Simbad. Marco Polo menciona
un ave similar:
“Era para todo el mundo como un águila, pero ciertamente de enorme
tamaño; de hecho, era tan grande que sus púas medían doce pasos de largo y eran
gruesas en proporción. Y es tan fuerte que agarrará a un elefante con sus
garras, lo levantará por los aires y lo dejará caer de modo que se haga
pedazos; después de matarlo, el pájaro se abalanza sobre él y se lo come
tranquilamente.”
Polo afirmó que el Roc voló a
Madagascar "desde las regiones del sur" y que el Gran Khan envió
mensajeros a la isla que regresaron con una pluma:
“El Gran
Khan envió a esas partes para preguntar sobre estos asuntos curiosos, y la
historia fue contada por aquellos que fueron allí. También envió a procurar la
liberación de un enviado suyo que había sido enviado allí y había sido detenido;
así que ambos enviados tenían muchas cosas maravillosas que contarle al Gran Khan
sobre esas extrañas islas y sobre los pájaros que he mencionado. Trajeron
(según oí) al Gran Khan, una pluma de dicho Ruc, que se decía que medía 90
Spans [unos 20 metros], mientras que la parte de la pluma tenía dos palmas de
circunferencia, ¡un objeto maravilloso! El Gran Khan estaba encantado con él y
les dio grandes regalos a quienes lo trajeron”.
Se supone que los extintos moas
de Nueva Zelanda (género Dinornis) han sido las aves más grandes que han
existido, junto al ave elefante (género Aepyornis), cuyos huesos y
huevos se han encontrado en Madagascar. El Aepyornis maximus debió de
pesar cerca de una tonelada y de él se conservan huevos que debieron de pesar
diez kilos y con una capacidad de nueve litros, pero, por desgracia para la
historia de Marco Polo, este pájaro no tenía alas ni, por tanto, grandes plumas
remeras. Aun así, se cree que el Aepyornis pudo ser el origen de la
historia del veneciano junto a las referencias confusas a la enorme águila
coronada que vive en el este de África, Stephanoaetus coronatus, capaz
de cazar antílopes.
Antes que eso, el Roc o Ruc (o Rocho, también
en castellano) era un habitual del folklore persa y árabe (el nombre procede
del persa “Rukh”), quizás derivado del mito del ave solar hindú Garuda, tan
grande que ocultaba el sol.
Un relieve que representa a Garuda, siglo XI-XII, Museo de las civilizaciones asiáticas, Singapur
Antonio de Pigafetta, que
participó en el viaje de Magallanes, en su Relación del primer viaje alrededor del
mundo (1524), cuenta lo siguiente, que parece confirmar la confusión entre
Garuda y el ave Roc:
“Nos refirieron todavía otras historietas. Al norte de Java Mayor, en
el golfo de la China, que los antiguos llamaban Sinus Magnus, hay, dicen, un
árbol muy grande llamado camponganghi, donde se posan ciertas aves llamadas
garuda, tan grandes y tan fuertes que levantan a un búfalo y aun un elefante, y
le llevan volando al sitio en que está el árbol, que nombran puzathaer. El
fruto del árbol, que denominan buapanganghi, es más grande que una sandía. Los
moros de Burné nos dijeron haber visto dos de estos pájaros que su soberano
había recibido del reino de Siam”.
Los japoneses tienen también una
leyenda de un gran pájaro que raptaba a los hombres, y hay un dibujo muy
gráfico en el Museo Británico, donde uno de estos pájaros, después de haber
apresado y arrancado la cabeza a un demonio, espanta a todos los demás.
Atribuido a Kawanabe Kyōsai, Pájaro gigante atacando demonios y jabalíes, 1879, Museo Británico
En 1604, Michael Drayton escribió un poema en el que imaginó a los Rocs siendo llevados a bordo del Arca de Noé:
“Todos los seres emplumados alguna vez conocidos por los hombres,
desde el enorme Ruck hasta el pequeño chochín;
de los bosques, de los campos, de los ríos y de los estanques,
todos los que tienen membranas o patas hendidas;
al Gran Arca llegaron juntos y amigos,
cuyas diversas especies eran demasiado largas para nombrarlas”.
Jan van der Straet, llamado Stradanus, Ferdinandes Magalanes Lusitanus,
lámina 4 de "Americae Retectio", c. 1580, Cooper Hewitt, Museo
Smithsonian de Diseño. En el ángulo superior izquierdo puede verse al Roc
llevando un elefante
Otro caso es el del ave Tragopanade que, según señala
la Historia Natural de Plinio, tiene
dos cuernos muy semejantes a los de la cabra o el carnero.
"La tragopanade, o tragopana, dicen algunos ser un ave mayor que águila,
y fue llamada así por tener cuernos como cabra, o como el fabuloso Pan, dios de
los pastores. Solino la llamó Tragopa, y dice que se cría en Etiopia. Gesnerio
dijo que no se lee de ninguna otra ave tener cuernos; y Clauidano en el primer
libro contra Eutropio, como de cosa poco verosímil o nunca vista… "
Thomas de Cantimpré (Liber de natura
rerum) escribe: "Trogopales es un pájaro, como dice Solino, que se
encuentra en Etiopía. Es más grande que el águila. Tiene cuernos como los de
un carnero; prefiere una cabeza armada contra todos los pájaros que se le
oponen, ahuyentándolos con la aspereza de sus cuernos. Este pájaro es de un
color oxidado. Tiene una cabeza como la de un fénix, excepto que prefiere una
cabeza armada, como hemos dicho".
Tragopanade con cuernos de carnero. Bibliothèque Municipale de Valenciennes, MS 320 ( Liber de natura rerum ) , folio 109v
Esta vez, el ave mítica
corresponde a un ave real, aunque con cuernos menos temibles: las cinco especies del género Tragopán, las conocidas como “faisanes cornudos” del sur y el este
de Asia.
Los "pájaros de nieve" de Olaus
Magnus deben de corresponder también a aves reales, seguramente a la perdiz
nival (Lagopus muta), que en invierno
toma un plumaje blanco para camuflarse en la nieve.
“Estas aves son de una
Naturaleza admirable para soportar grandes Fríos en los Bosques, como los Patos
en las Aguas. Pero cuando la nieve cubre la superficie de la tierra, como las
colinas, por todas partes…se separan de sus compañías y se arrojan por todas
partes a la nieve, especialmente en enero, febrero y marzo, cuando la nieve y
los torbellinos, las tormentas y las terribles tempestades descienden de las
nubes. Y cuando están cubiertos por completo, que ninguno de ellos puede ser
visto, yacen todos en montones, durante ciertas semanas viven, con la carne
acumulada en sus gargantas, y la arrojan, y la vuelven a comer. Los perros del
cazador no pueden encontrarlos”.
Grabado de los pájaros de nieve en “Historia de las naciones del norte”,
escrita por Olaus Magnus, arzobispo de Upsala (1490-1557)
El Caladrio (Caladrius, Caradrius, Kaladrius y otras muchas variantes del
nombre) es un pájaro completamente blanco que vive en la casa de un rey. Si
mira de frente a un enfermo, significa que este vivirá, pero si vuelve la
cabeza el enfermo morirá. Para lograr la curación, el caladrio atrae la
enfermedad hacia sí y después vuela hacia el sol, donde la enfermedad es
quemada y destruida. Volvemos a encontrar al sol como purificador, en
coherencia con el papel espiritual que tendrá el ave Fénix. La analogía indicaba que el caladrio
representaba a Cristo, que era blanco puro, sin rastro de la negrura del pecado. Como los judíos no creyeron, Cristo les volvió el rostro de ellos y miró
hacia los gentiles, llevando los pecados a la cruz. Cristo se aparta de los
pecadores y los desecha, pero sana a aquellos a quienes mira.
Los bestiarios dicen que sus excrementos, o la carne de su ingle, curan las
cataratas y Bartholomaeus Anglicus (De propietatibus rerum, siglo XIII)
dice que este pájaro no es otro que la alondra o la calandria.
Bestiario de Aberdeen,
MS 24, folio 57r, Biblioteca de la Universidad de Aberdeen
Liber de natura rerum,
Bayerische Staatsbibliothek, Clm 6908. El caladrius de la izquierda mira al enfermo, significando que vivirá;
el de la derecha le vuelve la cara, lo que significa que el hombre morirá
Caso aparte el de un conjunto de criaturas que son obra de la ingeniería
de la imaginación, construidas a partir de fragmentos de
otras, sin más objeto que la decoración o el asombro. Se trata de las grillas
(grylloi, Γρύλλοι, grylli), representaciones grotescas que son resultado de la
hibridación de formas anatómicas incongruentes. Según un pasaje de la Historia
Natural de Plinio, el creador de este género fue el pintor Antiphilos,
quien habría pintado a un hombre llamado Gryllos, que tenía una apariencia
ridícula, en varias obras humorísticas y desde entonces este tipo de pintura se
llamaría, en griego, grylloi. No se deduce claramente si este Gryllos tenía en
sí mismo un aspecto ridículo o si había sido caricaturizado por el pintor,
existiendo también la posibilidad de que el artista hubiera acentuado
caricaturescamente el aspecto ya ridículo del sujeto. En todo caso, llamamos
así a imágenes compuestas, con partes humanas fusionadas con otras de animales,
monstruosas, con máscaras, en composiciones fantásticas, que aparecieron por
primera vez en joyas helenístico-romanas. Esa etimología de Plinio es muy
dudosa, como tantas otras. Γρῦλος (Grylos) también es cerdo (¿tenía el
retratado una cara porcina?) y gryllismòs era una danza egipcia grotesca
considerada por los griegos vulgar y licenciosa, en la que gryllos era
el bailarín. El origen de la palabra puede venir de representaciones de
bailarines grotescos y de rostros feos, muy difundidas en el helenismo y
habituales en el ambiente alejandrino (de hecho, el citado Antiphilos era
egipcio y esos bailarines estrafalarios, habitualmente pigmeos, eran frecuentes en
paisajes nilóticos, en mosaicos y terracotas).
La teratología medieval (el estudio de las formas monstruosas) es tanto una celebración de lo monstruoso como un censo de monstruosidades. Y, de hecho, se trata de una acumulación de temas de relatos y esquemas de figuras en los que las formas animales juegan entre sí, intercambiando órganos y variando combinaciones. Las figuras aladas están entre las más habituales.
Calcos de grillas
aviarias en manuscritos medievales (de J. Baltrusaitis, “La Edad Media
fantástica”, 1955)
Grillas en la arquivolta de la iglesia románica de san Pedro de Aulnay, siglo XII
Grillas en la
arquivolta de la iglesia románica de san Pedro de Aulnay y otra en un canecillo
de la misma iglesia
Las grillas y monstruos y demás criaturas mixtas (drolleries) proliferaron en los bordes (marginalia) de las páginas de los manuscritos iluminados, con un significado no siempre claro. Los artistas daban rienda suelta a sus caprichos siguiendo el patrón esencial de la imaginería medieval: la adaptación al marco del que se dispone.
Tres ejemplos de grillas aviarias en marginalia de manuscritos: izquierda, Salterio de Aspremont-Kievraing, Lorena, Francia, c.
1300, Galería Nacional de Victoria. Centro, pájaro con caveza de anciano en el
Salterio Gorleston 49622, 1º cuarto siglo XIV, Biblioteca Británica. Derecha,
Biblia Latina o de Carlos V, Bibliothèque de l'Arsenal, París
Tres grillas del
Salterio de Luttrell, 1320-1340, Biblioteca Británica. Muchas tienen un
sombrero zoomorfo, sin duda inspirados en las fantasiosas cimeras de los yelmos
de la época
Relieve de la sillería del coro de la catedral de León
Nacidas en la joyería antigua, las grillas se dieron, sobre todo, en joyería, en los márgenes de los manuscritos y en las cimeras de los yelmos caballerescos, especialmente en el gótico tardío, cuando florecieron, seguramente fruto del refinamiento de los modales y los estilos de decoración caballerescos, muy alambicados. Quien dio la última gloria a las grillas fue El Bosco, que fue capaz de todo tipo de combinaciones fabulosas. El éxito de su estilo visionario fue continuado por muchos seguidores, de los que es difícil distinguir las diferencias con el maestro.
A la izquierda, un
hombre cabalga una especie de pato en “La visión de Tondal”, del taller de El
Bosco, Museo Lázaro Galdiano. A la derecha, detalle de “El jardín de las
Delicias”, Museo de El Prado
Detalle de “Las tentaciones de san Antonio”, Museo de Lisboa
Otro detalle de “Las tentaciones de san Antonio”, Museo de Lisboa
Un demonio con cara de chotacabras, detalle del infierno de “El jardín de las Delicias”, Museo de El Prado
Las aves del lago Estínfalo,
contra las que luchó Hércules en uno de sus doce trabajos, cuentan con una
descripción física relativamente precisa: Pausanias relata que tenían picos,
garras y alas de bronce y eran del tamaño de grullas, con el pico recto como
ellas, lo que responde a la mayoría de las representaciones. Serían originarias
de Arabia, pero emigraron a Estínfalo, en Arcadia, cerca de Corinto, donde
hacían estragos porque eran antropófagas y sus excrementos eran venenosos.
Parece que fueron criadas por Ares, lo que parece coherente con su fiereza.
Cuando Hércules logró derrotarlas, asustándolas con unos crótalos que le dio
Atenea y luego asaeteándolas con su arco, se refugiaron en una isla del Ponto
Euxinos (el mar Negro), donde los argonautas, en su periplo, tuvieron que
hacerles frente. Probablemente, los crótalos y otros instrumentos de percusión
que se usaban en ciertas festividades eran un medio de protección frente al
mal, encarnado por estos monstruos.
Algunos historiadores griegos
(como Mnaseas, siglo III a.C.) las creían mujeres, pero, según Pausanias, estaban
representadas como aves en el templo de Artemisa en Estínfalo, aunque había
otras estatuas de mujeres-pájaro (¿identificadas con las harpías?):
“En Estínfalo hay también un
antiguo santuario de Artemisa de Estínfalo, cuya imagen es de madera, en su mayor
parte dorada. Cerca del techo del templo se han tallado, entre otras cosas, los
pájaros de Estínfalo. Ahora bien, era difícil discernir con claridad si la
talla era de madera o de yeso, pero las pruebas que tenía me llevaron a
concluir que no era de yeso sino de madera. Aquí también hay doncellas de
mármol blanco, con patas de pájaro, y están de pie detrás del templo”.
Frente a la iconografía
tradicional, Alberto Durero las representa como mujeres voladoras de aspecto
fantasmagórico, casi incorpóreas.
Alberto Durero, Hércules
luchando con las aves del lago Estínfalo, 1500, Museo Nacional Germánico,
Núremberg
El progresivo
dominio de la naturaleza que se produjo durante el siglo XII –mucho antes del
descubrimiento de la ciencia aristotélica y árabe– provocó una crisis cuyas
consecuencias pronto afectaron a todos los ámbitos del pensamiento y del arte y que se tradujo en una reducción de lo maravilloso que iba acompañada de una
modificación en el uso de los recursos simbólicos que se utilizaban para la
contemplación del mundo. Los monstruos del bestiario fueron reemplazados
gradualmente por bestias familiares y en las escuelas y en la vida las mentes se abrieron lentamente al realismo de las observaciones. Esta curiosidad por el mundo
exterior fue acompañada por una progresiva desdramatización de la condición humana.
(CONTINUARÁ)
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