PIISIMA AVIS
“Y este pájaro, nacido nuestro amigo y casi nuestro sirviente,
no está hecho para ser nuestra víctima.”
(Conde de Buffon, Historia Natural, 1749-1788)
Alberto Durero, Cigüeña, dibujo a pluma, c. 1517, Bruselas, Musée d´Ixelles
Los antiguos griegos llamaban a
la cigüeña πελαργóς (“Pelargós”; y πελαργιδεύς, “Pelargideús” a su cría).
Algunos antiguos gramáticos (según el Etymologicum
Magnum, del siglo XII) interpretaban que el nombre significaba “negro y
blanco”, en alusión a los colores de las dos especies europeas, la cigüeña
blanca (Ciconia ciconia) y la negra (Ciconia nigra), la primera
habitual compañera del hombre y la segunda refractaria a la presencia humana.
Aristóteles anotaba, correctamente, que era un ave que prefería cazar en los
humedales, pero otras de sus observaciones eran fantasiosas (por ejemplo, que se
aplicaba mejorana en las heridas después de una pelea) o malas interpretaciones
(su desaparición en invierno la describía como “ocultamiento”, no como migración).
También mencionaba la antigua creencia popular según la cual la atención
meticulosa de la cigüeña por sus crías se correspondía con que los padres, en su vejez,
fueran cuidados por aquellas. Esta fama dio lugar al uso de la cigüeña como
emblema del agradecimiento filial.
Una edición de Alciato, Emblematum libellus (1542, París), Universidad de Glasgow. El emblema es “Gratiam referendam” (“llevar por gratitud”). El texto que acompaña a la ilustración dice: “La cigüeña, famosa por su esmerado cuidado, acoge en su nido aireado a sus polluelos sin plumas, sus queridos testamentos de amor. La madre pájaro espera que le devuelvan el mismo tipo de servicio cuando necesite ayuda en su vejez. La obediente cría no defrauda esta esperanza, sino que lleva sobre sus alas los cuerpos cansados de sus padres y les ofrece alimento con el pico”.
Eliano (De
natura animalium), citando a Alejandro de Mindos, dice que al final de su
vida, la cigüeña adquiere forma humana en recompensa por sus cuidados parentales. Como construyen
sus nidos en las ciudades, la cría de sus polluelos es muy visible y como los
alimentan regurgitando, esto se interpretó erróneamente como un
sacrificio de los padres, privándose de su propia comida.
Nido de cigüeña en Quintanilla del Agua, fotografía de autor desconocido
Los griegos y los romanos
apreciaban mucho a las cigüeñas, en parte porque las consideraban eficaces
contra las serpientes, pero también porque son más amistosas con los humanos
que la mayoría de las aves salvajes. Plinio (Historia natural) dice que “se
las tiene en tan alta estima por destruir serpientes que en Tesalia matarlas
era un crimen capital, por el cual la pena legal era la misma que el homicidio”.
Libre des proprietés des choses, Biblioteca Nacional de Francia, fr.
136, folio 18v
Como anidan fácilmente en
asentamientos humanos y vuelven al mismo lugar cada año, surgieron historias
sobre los lazos que se formaban entre las cigüeñas y las personas, muchas sobre
su agradecimiento. Así, en Tesalia, un hombre y su mujer cuidaban de una
cigüeña a la que habían domesticado, pero cuando la mujer, en ausencia de su
marido, lo engañó con un esclavo, el ave saltó sobre la mujer y la cegó.
También se contaba que unas mujeres curaron a una cigüeña con una pata rota y
el ave, al volver en primavera, vomitó para ellas una piedra preciosa.
Alphonse Toussenel (Ornitología pasional, 1855) poetizó su
cercanía a los humanos: “Dios, al
establecer a la cigüeña en la cima de las altas torres, le pidió que actuara
como una veleta viviente en sus momentos libres, y a la complaciente ave le
costó poco obedecer el mandato celestial”.
Vittore Carpaccio, Joven caballero en un paisaje, 1510, Museo Thyssen-Bornemisza. Pese a que la mayoría de las cigüeñas aparecían representadas en el suelo, la de Carpaccio está en el tejado
San Jerónimo decía que cuando se afirmaba que estas aves iban a Asia, se quería decir con ello que volaban alto, teniendo ello un significado espiritual. Hugo de San Víctor glosó ese comentario escribiendo: “El que alcanza las alturas, habiendo despreciado los tumultos del mundo, cruza el mar y se adentra en Asia”. El rechazo del mundo era una condición para elevarse al amor de las cosas espirituales. El mundo era la fuente de todos los males por encima de los cuales el Miles Christianus debía elevar su alma. Así, en el cuadro de Carpaccio tenemos encarnada otra virtud que el caballero cristiano debe imitar de la cigüeña, Largitas, generosidad.
Mosaico, villa Regina, Boscoreale, siglo I a.C.
Artemidoro de Éfeso, en su Oneirokritiká (“La interpretación de los sueños”) escribe:
“Las grullas y cigüeñas observadas en bandadas y densas reuniones
indican un ataque de piratas y fuerzas enemigas, y presagian tormentas en
invierno y olas de calor en verano. Cuando aparecen en solitario, las grullas y
las cigüeñas son buenas señales para los viajes al extranjero y para un regreso
seguro, debido a sus idas y venidas según las estaciones. También son propicias
para el matrimonio y la maternidad, debido a sus hábitos. La cigüeña es
propicia para tener hijos por el apoyo que éstos prestan a sus padres”.
Denario de Quinto Cecilio Metelo Pío (cónsul
en 80 a.C.), 81 a.C. Representa la encarnación de la “Pietas” y una cigüeña
Era habitual en
la numismática romana como símbolo de Pietas
(que se traduce como “piedad”, también como “lealtad” o “responsabilidad”).
Antoniniano de plata del emperador Galieno, acuñado en Mediolanum (Milán), 258 d.C.
Como símbolo de piedad filial, en
el tesoro de Boscoreale, encontrado cerca de Pompeya en 1895, hay una copa (un Kántharos) que representa cigüeñas
alimentando a sus crías y ahuyentando a un intruso.
Copa
romana de plata repujada del tesoro de Boscoreale, último cuarto del siglo I
d.C., Museo del Louvre. Las cigüeñas ahuyentan a un intruso
Ídem, dibujo de la otra cara, con las aves alimentando a sus crías (dibujo de Tessa Rickards)
Sus hábitos estacionales y su
apetito por las serpientes son aprovechados por Virgilio en sus Geórgicas, en la línea de Los trabajos y los días de Hesíodo, una
referencia del año agrícola:
“El momento de plantar tus vides es cuando en la primavera sonrosada
llega el pájaro blanco, enemigo de las largas serpientes”
Petronio, en su Satiricón, se escandaliza de que tal encarnación
de la piedad pueda terminar en la mesa de los ricos, que ya no sabían qué
extravagancias llevar a sus platos.
“Las murallas de Roma se derrumban en las fauces abiertas de la
codicia.
Para tu paladar se cría el pavo real enjaulado,
vestido con su plumaje de oro babilónico;
para ti, la pintada y el capón también.
Incluso la cigüeña, nuestra querida invitada de lejos,
un modelo de piedad, con sus esbeltas patas y su ruidoso cascabel,
un ave exiliada por el invierno, pero presagio de días más cálidos,
ahora anida en tu olla de decadencia.”
Aviario de Cambrai, Bibliothèque Municipale de Cambrai, MS 259, folio
190ar
Su carácter piadoso se mantuvo en
el analogismo cristiano, como se muestra en Hugo de Foulloy (De avibus):
“Se dice de la cigüeña que es enemiga de las serpientes. Las serpientes
son pensamientos descarriados o hermanos descarriados a quienes la cigüeña
atraviesa con su pico, mientras que el hombre justo reprime los pensamientos
incorrectos o reprende al hermano descarriado con invectivas punzantes.”
Heinrich Vogeler, Cigüeña en un estanque, 1899
No siempre tuvo buena reputación
porque, aunque se loaba su piedad filial, había algo de repulsivo en sus
hábitos alimentarios, que contaban con criaturas inmundas, incluso diabólicas, como
culebras y sapos. Una sátira de Juvenal dice: “La serpiente alimenta a sus pequeños con serpientes y lagartos
encontrados en el campo, lejos de los caminos abiertos; cuando les crecen las
alas buscan las mismas presas”. A veces era el emblema de los padres que
educan mal a sus hijos, dándoles mal alimento espiritual. Puede decirse que,
con frecuencia, fue un ave ambigua.
Biblioteca de la Universidad de Aberdeen, Univ. Lib. MS 24 (Bestiario de Aberdeen), folio 49r
Retrato del enano Gabriello Martinez ofreciendo una rana a una cigüeña negra. Gabriello Martínez fue un enano de la corte de Florencia bajo el Gran Duque Fernando II de Médici. Anónimo florentino del siglo XVII, c. 1640, Palacio Pitti
Sus hábitos estacionales fueron
objeto de diferentes especulaciones en un tiempo en que el deficiente
conocimiento de África impedía tener idea de sus desplazamientos. Se decía que viajaban
a Oriente en formación, guiadas y escoltadas por dos cuervos. Así, en Isidoro
de Sevilla (Etimologías) o en san
Ambrosio (Hexameron):
“Se
cuenta que las cigüeñas avanzan en formación ordenada en la dirección en la que
se proponen avanzar y que en muchos lugares de Oriente forman filas juntas como
si fueran soldados marchando bajo el mando de un oficial. Bien podrías creer
que estás presenciando un ejército avanzando con estandartes desplegados, tal
es el espectáculo de precisión militar que muestran. Están bajo el liderazgo y
dirección de cuervos que los acompañan, proporcionando una sólida escolta y
fuerza auxiliar contra cualquier ejército de aves atacante.”
Salterio y bestiario de Peterborough, Biblioteca Parker del Corpus Christi College, MS 53, folio 199v. La cigüeña de arriba emprende el vuelo guiada por dos cuervos
Alberto Magno (De animalibus), aplica un criterio más racional a muchas de esas
especulaciones, pero cree en la hibernación de las cigüeñas, como ya vimos en
el caso de las golondrinas: “Algunos individuos mal informados han
mantenido la afirmación insostenible de que las cigüeñas migran a partes de
Oriente durante el invierno, y que hay una llanura abierta en Asia donde
esperan la llegada de sus compañeras. Los mismos autores afirman que las
cigüeñas muerden y picotean a los rezagados en la bandada, lo que retrasa el
progreso de la migración, de la misma manera que los cuervos acorralan y
defienden a los miembros errantes de sus bandadas, pero en el proceso picotean
a los vagabundos hasta que regresan a la bandada heridos y cubiertos de sangre.
Esta historia de las cigüeñas es patentemente falsa por tres razones. Primero,
las zonas de latitud que se extienden de Este a Oeste tienen las mismas
condiciones climáticas en términos de calor y frío; en segundo lugar, es bien
sabido que las cigüeñas abandonan toda la región en la que vivimos y no
permanecen en ninguna parte de este mundo habitable. En tercer lugar, la
cigüeña es un ave de sangre fría que consume alimentos fríos y viscosos y, en consecuencia,
debe hibernar durante la estación en que se generan flemas, como explicamos
antes. En verdad, nunca se ha averiguado el lugar de hibernación de la cigüeña,
ya que en esa época se esconden en páramos y pantanos y en refugios,
escondiéndose como otros animales que hibernan. Otro cuento relata que la
cigüeña macho puede percibir cuando su pareja ha tenido una unión adúltera por
el olor que emana de su cuerpo, a menos que ella haya tomado primero la
precaución de lavarse en las aguas de un manantial. Pero este informe erróneo
no es nada más que una fábula.”
La célebre “Pfeilstorch” (“cigüeña-flecha”) de la universidad de
Rostock. Fue encontrada en Pomerania en 1822 y demostró que las cigüeñas
emigraban porque llevaba clavada una lanza de África central. Fue crucial para
terminar de desechar la idea de que las aves hibernaban o cambiaban de forma al
llegar el invierno. Está disecada en la colección zoológica de la universidad
de Rostock
Según una leyenda polaca que cuenta Soma Morgenstern (El testamento del hijo pródigo), la condición de la cigüeña era errante porque, al haberse quejado del país que le había sido asignado por el Señor, fue condenada "a tener no una patria, sino dos", y estar siempre en camino entre una y otra.
"Aquí, como en el otro lado, vivimos en las marismas. Al borde del Nilo, del Strypa, nuestros picos hurgan en las marismas. Es nuestra vida y está bien, pero el mejor momento de nuestra vida es el camino, el vuelo, el pasaje. [...] En nuestras entrañas tenemos aún la fuerza de una patria, en nuestros ojos tenemos ya el sol de la otra. Así nuestro corazón de cigüeña llega ser vasto como el mundo". (Soma Morgenstern, El testamento del hijo pródigo)
Las ideas extravagantes sobre sus
viajes dieron lugar a relatos fantásticos. El primero fue el de Francis Godwin,
autor de El hombre en la luna,
escrito a fines de la década de 1620 y publicado póstumamente en 1638, en la
que cuenta la historia de un soldado español que es arrastrado a la luna por
veinticinco cisnes y que sería la base del vuelo extraordinario de la obra de
Cyrano de Bergerac (Historia de los
Estados e Imperios de la Luna, 1657).
Página de título e ilustración de la primera edición de El hombre en la
luna de Francis Godwin, Biblioteca Folger Shakespeare, Washington
La obra de Godwin debió de ser el
fundamento de que, en 1684, Charles Morton (1627-1698), educador y
“semicientífico” aficionado —e instigador de los célebres procesos de brujería
de Salem —, escribiera un panfleto en el que sostenía que las cigüeñas pasaban
el invierno en la Luna, Enquiry into the
Physical and Literal Sense of Jeremiah VIII. 7 (“Investigación sobre el
sentido físico y literal de Jeremías VIII, 7”), del que se conserva una
reimpresión de 1744. Se basa en la cita bíblica de Jeremías, 8, “Hasta la cigüeña en el cielo conoce sus
tiempos [de migración], y la tórtola, la golondrina y la grulla guardan el
tiempo de su regreso” y especula lo siguiente:
“La pregunta es si la cigüeña, que se dice que está en el cielo, está
sólo en el aire o en alguno de los planetas, lo más probable que sea la Luna,
que está cerca de nosotros; me parece probable, que otras aves, que se dice que
están en el Cielo, están por un corto tiempo en la parte aérea inferior del
Cielo, en el que libremente, volando, deambulan y, siendo esa su excelencia
sobre otros animales, que sólo pueden caminar sobre la Tierra, son por lo tanto
llamadas Aves de o pertenecientes al Cielo [….] queda por lo tanto, que la
Cigüeña, y los similares pueden ser eliminados del grupo de Aves marinas, hasta
que otro lugar más adecuado pueda serles asignado con razón, va a, y permanece
en uno de los Cuerpos celestiales ; y puede ser la Luna, lo que es más
probable, porque está más cerca y tiene menos relación con nuestra Tierra, como
aparece en el esquema Copernicano, pero la distancia es lo suficientemente
grande como para denominar a ese paso un itinerario o viaje.”
Jemima Blackburn, la golondrina y la cigüeña en “Bestias y aves de la
Biblia”, 1886
No era la única idea estrafalaria sobre estas aves. Sir Thomas Browne, en su Pseudodoxia Epidemica o Errores vulgares (1646), trata de desacreditar muchas de las afirmaciones de su época, algunas de ellas pasando por científicas, y afirma que es un absurdo “que las cigüeñas se encuentren, y vivan sólo en Repúblicas o Estados libres, es una mezquindad para promover la opinión de las políticas populares, y para desacreditar al gobierno monárquico”.
Que la cigüeña fuera símbolo de piedad filial y parental y, al mismo tiempo, su presencia en los tejados se considerara un signo de bendición o de buena suerte (en neerlandés, cigüeña es “ooievaar”, que tiene su origen en el antiguo germánico “odebëro”, “portador el bien”) hicieron que el folklore la relacionara con el nacimiento de los niños. Se creyó que la cigüeña dejaba una de sus crías al dueño del edificio donde anidaba, en señal de agradecimiento, arrojándolo del nido o sacrificándolo, luego convertido en niño. Esa generosidad era una forma de interpretar el frecuente infanticidio entre las cigüeñas: no es raro que maten a uno de sus polluelos si tienen demasiados para su capacidad de alimentarlos.
Así pues, el origen de esa tierna imagen de la cigüeña llevando bebés en sus picos es poco agradable. En 1839, Hans Christian Andersen escribió un cuento sobre un grupo de jóvenes cigüeñas que son objeto de burla por parte de unos niños que se mofan con una canción sobre las cigüeñas que son asesinadas, colgadas y asadas. Las aves tienen miedo y quieren vengarse, pero su madre les dice que no pueden sacarles los ojos a picotazos, como les gustaría; que aprendan a volar para llegar a Egipto y comer ranas y serpientes todo el invierno. Las crías aprenden a volar, pero no renuncian a querer vengarse. A la madre se le ocurre una solución.
“Sé dónde se halla el estanque en que yacen todos los niños
chiquitines, hasta que las cigüeñas vamos a buscarlos para llevarlos a los
padres. Los lindos pequeñuelos duermen allí, soñando cosas tan bellas como
nunca más volverán a soñarlas. Todos los padres suspiran por tener uno de
ellos, y todos los niños desean un hermanito o una hermanita. Pues bien, volaremos
al estanque y traeremos uno para cada uno de los chiquillos que no cantaron la
canción y se portaron bien con las cigüeñas.”
Cuando las jóvenes cigüeñas preguntan qué harán con el cabecilla que empezó a cantar la canción, la madre dice:
“En el estanque yace un niñito muerto, que murió mientras soñaba. Pues lo llevaremos para él. Tendrá que llorar porque le habremos traído un hermanito muerto.”
Andreas Duncan Carse (1875–1938), Ilustración de “Las cigüeñas”, de Andersen
En el arte, la encontramos a veces con su honra de ave
piadosa y ligada a la relación entre padres e hijos. Así, en Vírgenes
con Niño.
Giovanni Bellini, Madonna del prato, 1505, National Gallery. En este caso, la cigüeña lucha con una serpiente, una alegoría clásica de la victoria sobre el mal
Alberto Durero, La Virgen de los animales, dibujo sobre cartón, c. 1503, La Albertina, Viena
Alphonse Toussenel resumió muy
adecuadamente la combinación de cercanía e independencia de esta ave:
“La cigüeña no es auxiliar del hombre, en el sentido de que no pone su
inteligencia y su fuerza directamente a su servicio, como hace el halcón (...)
De buen grado instituiríamos una clase especial para la cigüeña, que
llamaríamos auxiliares libres, y en la que incluiríamos al cisne, a la garcilla
bueyera, etcétera”.
¿Fue su cercanía a los humanos lo
que hizo que el adagio “conócete a ti
mismo” (Nosce te ipsum) usara su
figura? Desde el siglo XVI, en el ámbito germánico, aunque luego más difundido,
se dio una pátina clasicista al dicho popular “sich
an der eigenen Nase fassen” (“mira tu propia nariz”), ilustrado por el
llamado “pájaro del autoconocimiento” (der
Vogel Selbsterkenntnis), que era la cigüeña, con un rostro humano en el pecho que sufre un pellizco en la nariz.
Skokloster
Castle, Pintura alegórica anónima del siglo XVII con la inscripción Nosce te
Ipsum (Conócete a ti mismo), Skokloster Castle, c 1600
Como dice el proverbio italiano ilustrado abajo, “No hables de mí si no me conoces bien, piensa en ti antes de hablar de mí". Eso sí que es un pájaro del conocimiento.
El
proverbio italiano recogido en Album amicorum de Springenschmidt, Biblioteca Real de Copenhague, ms Thott 417, c. 1615-25
Desconocía completamente muchas de las informaciones que contiene este artículo sobre las cigüeñas. Son aves muy cercanas a los humanos y sin embargo, no conocemos sus costumbres más allá de sus pautas de migración que, con el cambio climático, casi no practica. Muy bonito el cuento de Andersen.
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