DE SU MISMA SANGRE
«A mis buenos amigos les extenderé mis brazos;
y, como el pelícano amoroso,
los alimentaré si necesario fuese con mi sangre misma».
(W. Shakespeare, Hamlet)
Melchior de Hondecoeter, Un pelícano y otras aves en un estanque, obra también conocida como “La pluma flotante”, c. 1680, Rijksmuseum
La extraña morfología del pelícano, un pico grotesco unido a un
enorme pájaro, fue siempre motivo de asombro y de cierta mofa.
Marcial, en un epigrama, habla de la flacidez carnal de una mujer llamada Lidia usando
diversas imágenes: la compara con unos calzones viejos, con un zapato mojado de agua
fangosa, con un colchón vaciado de su lana…y “con la repugnante garganta de un pelícano de Rávena” ("et quam urpe
Ravennatis guttur onocrotali"). Se dice que el poeta cómico Cecilio Estacio
hizo un poema sobre la ridícula nariz de esta pájaro. Si sumamos la idea de
Plinio de que es un animal insaciable, que usa la bolsa como un rumiante para
digerir dos veces su comida, tenemos un cuadro poco agradable de esta ave
imponente.
Un pelícano en el llamado “mosaico de los pájaros”, en un palacio de Cesarea, Israel, de época bizantina, siglo VI d.C.
Los griegos lo llamaban Πελεκάν (Pelekán), probablemente porque su pico
ensanchado recordaba un hacha, Pelekus.
También lo llamaron ὀνοκρότος (Onokrótos) u Onokróταλος (Onokrótalos),
que significa “grito de asno”, es decir, rebuzno, por su voz ronca. Su historia
posterior, sin embargo, poco tiene que ver con esa impresión de los antiguos.
La cultura cristiana no se interesó por su aspecto, sino que le atribuyó unos
hábitos de crianza que, pese a ser fantásticos, sellaron para siempre sus
representaciones. Éstas fueron poco realistas —señal de que su pico no les
provocaba mayor interés—y lo habitual era que el pelícano cristiano tuviera
aspecto de ibis o cigüeña, con un pico largo, pero estrecho y puntiagudo, o de
águila.
Su desproporcionado pico es una
obra maestra de la ingeniería natural y por sí solo merecería un poema. Pese al
aspecto de su cabeza, en el agua nada con la elegancia del cisne y la blancura
del plumaje, a veces veteado de rosa, del pelícano común (Pelecanus onocrotalus), viejo conocido en el Mediterráneo oriental,
debió de tener alguna influencia a la hora de atribuirle dotes espirituales. Según
una leyenda muy antigua que tiene algunas variantes, los jóvenes pelícanos
nacen en un estado tan débil que están casi sin vida; o los padres, al regresar
al nido, los encuentran muertos por una serpiente; o los polluelos tratan
vergonzosamente a los padres, golpeándolos, de modo que éstos, justamente
enfurecidos, los matan. Sin embargo, al ver muertos a sus hijos, los adultos se
conmueven, lloran de dolor, se inclinan sobre los cuerpos de sus vástagos y se desgarran el pecho
con el pico, derramando su sangre sobre ellos, devolviéndoles la vida.
L'Acerba aetas, Biblioteca Medicea Laurenziana, folio 35v
A principios de la era cristiana,
el desconocido autor del Physiologus
(entre los siglos II y IV) da origen, a partir de la leyenda, a la fábula del pelícano
que reanima a sus crías con su sangre y, con ella, da pie al simbolismo del Redentor:
como las crías del pelícano, el género humano, antes de la llegada de Cristo,
está muerto a la vida del espíritu y manchado, además, por sus pecados. Isidoro
de Sevilla, en las Etimologías,
insiste en que esta ave mata a sus crías, las llora durante tres días y
finalmente se hiere a sí misma y revive a sus hijos rociándolos con su propia
sangre. Todos los bestiarios medievales repetirán la analogía según la cual
Cristo salva a los redimidos con su propia sangre. La Pasión y la Resurrección,
junto a la Eucaristía, se resumen en la fantasiosa forma de crianza del
pelícano.
Bestiario de Aberdeen, Lib. MS 24, folio 35r, Biblioteca de la Universidad de Aberdeen. La historia completa del pelícano está ilustrada aquí: a la izquierda, los polluelos de pelícano picotean al progenitor; en el centro: éste, enojado, los mata; a la derecha: arrepentido, los revive con su sangre
Caritas y Largitas (Caridad y Largueza) serán, pues, las virtudes
que revistan a esta ave. La iconografía queda fijada en un ave adulta que, en
su nido, se abre el pecho de donde gotea la sangre que beben sus hijos: es lo
que se llama “pelícano en piedad”. No
obstante, como un ejemplo de ingratitud filial, siempre se tuvo en cuenta la
parte de la historia en que las crías maltratan a los padres: el rey Lear, en
Shakespeare, iracundo con sus hijas:
«Fue
esta carne la que engendró
Esas hijas pelícano».
Francesco de Mura, La caridad, 1743/44, Instituto de Arte de Chicago. Esta
pintura presenta una alegoría de la caridad a través del amor maternal de un
pelícano que alimenta a sus crías con su propia sangre. Esta obra formaba parte
de un conjunto de alegorías de cinco virtudes destinadas a ser utilizadas como
decoración sobre las puertas de un palacio perteneciente al rey de
Saboya. El lienzo ha sido cortado porque originalmente era curvo para adaptarse
a la decoración de una habitación de estilo rococó. Es habitual que el pelícano
tuviera cabeza de ibis porque su forma era extraña para los artistas y no tenía
una elegancia decorosa
Encarnó también el amor maternal,
compitiendo ventajosamente con otras aves que también lo querían para sí.
Antonio Canova lo incluyó en el memorial de príncipe Guillermo Jorge Federico
de Nassau, hijo de Guillermo V de Holanda.
Antonio Canova, Memorial de Guillermo Jorge Federico de Nassau, fallecido en 1799. En 1806 Canova hizo esta obra, que fue trasladada a su emplazamiento actual, en la Iglesia Nueva de Delft, en 1896. La mujer doliente representa a la patria de luto y el pelícano, el apego maternal de ésta a su príncipe
Jean Hey (llamado “Maestro de Moulins”), retrato de Margarita de Austria, c. 1490, MET. La hija del emperador Maximiliano I, Margarita de Austria, fue prometida, a los tres años, con el delfín Carlos, el futuro Carlos VIII de Francia, que luego la rechazaría antes de la boda. Aquí se la muestra con unos diez años, uno antes de que su futuro marido la repudiara, en 1491. Las iniciales C y M en el bordado del cuello significan esa unión. El colgante del cuello tiene el pelícano que se hiere el pecho y cuya sangre está representada por el gran rubí, en alusión a la piedad de la retratada.
Remate
de retablo, de origen desconocido, con el pelícano en piedad, siglo XVI
Vidriera de la Basílica de la Santa Sangre en Brujas, 1845
En los siglos finales de la Edad
Media se hace frecuente en lo alto de la cruz, para subrayar el simbolismo de
la Redención. Parece que Dante pensó en esa imagen del pelícano sobre la cruz
cuando escribió sobre San Juan Evangelista en la Divina Comedia:
«Ese es aquél que descansó sobre el pecho de nuestro Pelícano; es el que fue elegido desde la cruz para el gran cargo.»
Catedral de San Lorenzo, crucifijo gótico, Trogir, Croacia
Crucifixión procedente de Valencia, c. 1400, Metropolitan Museum of Art, Fondo Fletcher
Fra Angelico, Crucifixión de San Marcos, 1441-43, Convento de San Marcos, Florencia
Fra Angelico, La Crucifixión con la Virgen, San Juan Evangelista y la Magdalena, principios de la década de 1420, Ashmolean Museum, Oxford
Existía una completa oposición
entre el pelícano y el vampiro. El primero vierte su propia sangre y da vida a
los que la han perdido; el vampiro chupa la sangre de sus víctimas y les causa
la muerte. El primero corresponde al Jesu
auctor vitae (“Jesús creador de vida”)
del texto litúrgico; el otro representa al Príncipe
de las Tinieblas.
En el himno de santo Tomás de Aquino, Adoro te devote, Cristo es figurado por el pelícano:
«Pie
pellicane, Iesu Domine,
Me immundum munda tuo sanguine.
Cuius una stilla salvum facere
Totum mundum quit ab omni scelere.»
(Señor Jesús, Pelícano santo,
límpiame a mí, inmundo, con tu sangre,
de la que una sola gota puede liberar
de todos los crímenes al mundo entero.)
Tiziano, Piedad, c. 1573-1576, Galería de la Academia, Venecia. Tiziano,
al final de su vida, hizo esta obra para su propia tumba como «pentimento de’ peccati’» (Arrepentimiento de los pecados). En
la bóveda, sobre la imagen central, está representado el pelícano en piedad
La naciente ornitología
renacentista se interesó por esta ave. Aldrovandi, en sus Emblemas, lo representa todavía en esa forma,
pero Konread Gessner y Pierre Belon, más científicos, sólo lo ven como objeto de
descripción, aunque mencionen su fantástico comportamiento en la crianza.
Buffon, en su Historia natural (1749-1804), descarta definitivamente la
leyenda.
Ulisse Aldrovandi philosophi ac medici Bononiensis historiam […] v.3 (1673)
Konrad Gessner, Historia animalium, Liber III, 1555
El pelícano en Pierre Belon, L'Histoire de la nature des oyseaux, 1555
Pese a lo que decían los Salmos sobre su soledad («Me he vuelto como el pelícano, que habita en la soledad…»), es un ave sociable que
atrae la simpatía de todos y, de hecho, es una de las más habituales en los
zoos, aunque puede que su atracción se deba a su aspecto humorístico (véase la película Buscando a Nemo). Hay alguna referencia
—dudosa y exagerada— a un pelícano que vivió dieciséis lustros con el emperador
Maximiliano, acompañándolo en todas sus expediciones militares.
Es un ave muy habituada a la
compañía humana, atraída por el pescado de los puertos: «Sólo espera que el hombre les diga una palabra para tratar con él», según
Toussenel. Lo cierto es que esa proximidad ha sido conflictiva porque la
voracidad del pelícano, que puede comer más de veinte kilos de pescado al día,
hizo que se lo persiguiera con saña en muchos lugares en las que las
comunidades humanas dependían de la pesca, como en Perú o en el Mediterráneo
oriental. Costó que se lo aceptara y hoy no son raros los puertos en los que
hay algún ejemplar que ha decidido ser animal de compañía, aunque se los tolera sólo de uno en uno y gracias a que atraen turistas.
Un
pelícano que ha decidido vivir en compañía de la familia de un pescador de Saint-Louis,
Senegal
Fue muy célebre Petros, el pelícano de Mikonos, que, tras una tormenta, fue a parar allí en 1954 y permaneció durante treinta años.
Tal fue su condición de símbolo de la isla que, a su muerte, trajeron otro, Petros II. Es un caso que se ha repetido en otras islas griegas, no sabemos si con la espontaneidad del caso de Petros o como una iniciativa turística municipal.
Petros I, el pelícano de Mikonos, recibiendo a Jacqueline Kennedy en
1961. Todos miran a la primera dama esperando que en algún momento se ponga a gritar




















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