EL PÁJARO, LA RANA Y OTRO JUEGO DE MANET CON EL PASADO
John Gould, Camachuelo común (Pyrrhula pyrrhula), dos machos y una hembra
Con frecuencia, es una regla del arte que
la fuente de las representaciones sean las imágenes del pasado. El préstamo
iconográfico ha sido un recurso tan normal que no sería difícil rastrear
cualquier ilustración y remontar su origen a los tiempos más remotos de la
historia. Y eso no tiene nada que ver con el conservadurismo artístico porque
podríamos hacerlo incluso entre artistas presuntamente revolucionarios, aquellos
en los que se produce un giro, cuando no una ruptura, con la tradición. Pablo Picasso
es un caso paradigmático: en su obra son incontables las huellas de Ingres, de
Manet, de Delacroix, del arte africano o ibérico…Este fenómeno también lo vemos
en otros artistas que iniciaron una nueva vía, como en Édouard Manet, que
rompió con el realismo y el academicismo romantizante y contribuyó a abrir el
paso al impresionismo. Son varias las obras en que Édouard Manet, partiendo de la
iconografía recibida, transgrede sus límites, jugando con las expectativas del
público.
Es bien conocido el impacto que tuvo en él
su conocimiento de Velázquez y de Goya, primero a través de la “Galería española”, abierta en el Louvre
en 1838 por el rey Luis Felipe de Orléans, que sacó provecho de los bienes
desamortizados de la Iglesia en 1835; y después gracias a su viaje a España en
1865. De estos préstamos saldrían obras como “El niño del pífano”, “El
fusilamiento de Maximiliano”, “El
balcón”, “El torero muerto” o “El cantante español”.
Édouard Manet, Almuerzo sobre la hierba, 1863, Museo de Orsay
En la obra más rupturista de Manet, “El almuerzo sobre la hierba” (1863), se
han destacado sus aspectos formales (la alteración de la perspectiva o la
planitud de la luz en el desnudo) y se han identificado sus préstamos más
evidentes: “El concierto campestre”
de Giorgione y/o Tiziano y la parte derecha de un grabado de Marcantonio
Raimondi, “El juicio de Paris”, que a
su vez copiaba un fresco perdido de Rafael Sanzio.
Giorgione y/o Tiziano, Concierto campestre, c. 1510, Museo del Louvre
Marcantonio Raimondi, Juicio de Paris, copia de Rafael, grabado, c. 1515-16, Galería Estatal de Stuttgart
Lo que ha suscitado menos atención es la
presencia, en los márgenes de la pintura, de dos pequeños animales: en lo alto,
un camachuelo (macho); en el extremo inferior izquierdo, una rana, muy
abocetada. En varias ocasiones, Manet viajó buscando el encuentro con los
maestros antiguos y estuvo en los Países Bajos en 1852 (volvió en 1856). Allí
tuvo que contemplar, al menos por su fama, “El toro joven” de Paulus Potter.
Detalle
del camachuelo en la obra de Manet
Un camachuelo (macho)
Detalle de
la rana en la obra de Manet
Localización
de los dos animales en El almuerzo sobre la hierba
En el Siglo de Oro de los Países Bajos, Paulus
Potter era el gran especialista en el tema del paisaje con ganado. El orgullo
holandés por la riqueza nacional fue la motivación fundamental de ese género y
esta obra fue, en el siglo XIX, la pintura más prestigiosa de su país junto
a la “Ronda nocturna”
y a “La lección de anatomía del doctor
Tulp”, ambas de Rembrandt. Eugéne Fromentin, en su adelantada obra “Maestros de antaño” (1876), así lo
certificaba: “Con La lección de anatomía
[del doctor Tulp] y La ronda de noche, El toro, de Paulus Potter, es lo más
célebre que hay en Holanda”.
Además,
el toro de Potter era todo un símbolo, como lo fue el Cisne amenazado, de Jan Asselijn, de la
fortaleza y resistencia de la joven república, orgullosa de su independencia. El
encargo debió de tener relevancia porque es un lienzo de tamaño natural, algo
muy infrecuente. Potter evita la simetría: siguiendo la lección del clasicismo
veneciano, coloca un árbol y unas figuras en "repoussoir" en primer plano y abre una amplia perspectiva en el
otro lado, sobre la que se cierne ese pajarillo, que podría ser una alondra,
que asciende cantando, anunciando el amanecer del nuevo Estado. Sobre la
escena, la alondra proclama un momento exultante:
“…la
alondra al romper el día surgiendo / de la tierra hosca, canta himnos a la
puerta del cielo.” (W. Shakespeare,
Soneto 29)
Paulus Potter, El toro joven, 1647, Maurithuis, La Haya. La presencia del pájaro y la rana está señalada
La presencia de una rana en primer plano,
a la que mira melancólicamente una vaca (entonces no había trenes), parece
extraña. Los holandeses llamaban a su tierra —lo de tierra es casi un
decir— “Kikkerlandje” (“Tierra de ranitas”), pero es casi
seguro que Potter jugaba también con otras asociaciones porque el Physiologus,
una descripción moralizante de todo tipo de seres naturales (entre los siglos
II y IV d.C.), afirmaba que la rana terrestre representa al hombre justo y
abstinente que trabaja con paciencia en la adversidad, pero si se expone a los
deseos mundanos (la lluvia), muere; la rana de agua, en cambio, no soporta la
abstinencia y cede al deseo, la pecadora. El paisaje de Potter muestra al fondo
una ciudad bajo la lluvia (Rijswijk), mientras el primer plano, con la rana,
está seco.
La obra puede ser todo un alegato de las virtudes de los ciudadanos del Estado holandés. El paisaje con ganado no necesitaría del pájaro, pero debe recordarse que las hostilidades con la Monarquía Hispánica estaban detenidas desde 1643 y las negociaciones para la definitiva independencia de los Países Bajos estaban casi terminadas (el Tratado de Münster, que la reconoció, se firmará enseguida, en enero de 1648). El pájaro proclama, pues, el nacimiento del nuevo Estado, una república con la esperanza de los hombres justos.
El grabado en cobre de Pieter Van der
Borcht (1540-1608) de una edición holandesa del Physiologus. Se reproduce con
permiso de David Badke y la Universidad de Victoria (Canadá)
Sabemos de qué obras del Renacimiento tomó
Manet prestada la composición, pero ¿es una casualidad la presencia de un
pájaro y de una rana en El almuerzo sobre la hierba? ¿De la mujer
que se inclina en el agua, al fondo de la imagen? Encontramos un antecedente
del cuadro de Potter —e, indirectamente, de Manet— en un grabado de Pieter van
der Borcht (1540-1608) de una edición holandesa del Physiologus (en la versión de san Epifanio), en el que la rana
terrestre está al sol mientras las ranas de agua están bajo la lluvia; al
fondo, dos personajes se afanan sobre el agua. La iconografía de este emblema
fue muy repetida porque el Physiologus
era un texto muy recurrente en la moralización de la vida animal.
Además, la rana se había convertido en un icono recurrente en el arte francés a raíz de la llegada al país de los grabados de Hokusai, Hokusai manga, una colección de imágenes de temas muy variados que se publicó en Japón entre 1814 y 1819. La rana del primer volumen tuvo una gran acogida y fue primero adoptada para ilustrar la famosa colección de porcelana, el Service-Rousseau, con dibujos de Félix Bracquemond, el primer ejemplo de japonismo en el arte francés y presentada al público en 1867. Después, es frecuente encontrarla en muchas colecciones de porcelana de inspiración japonesa. El propio Manet copió algunos de los insectos de los grabados de Hokusai.
Manufactura Jules Vieillard & co. Un Plato con escena japonesa y una rana
Puede que hubiera alguna clase de broma
privada detrás de esta continuidad iconográfica. Quizás más automática fue la
presencia del ave en el vértice de la composición. Como en el tema de la Anunciación, el pájaro se cierne, pero
esta vez sobre un jardín abierto. En la imaginería religiosa, la Virgen se
sitúa en un jardín fecundo y cercado (“Hortus
conclusus”, según el Cantar de los
Cantares. IV) y ella misma es una
puerta cerrada (“porta clausa”, según
la visión profética de Ezequiel). Así
lo encontramos, por ejemplo, en Fra Angelico (Anunciación del "Armadio degli Argenti"),
donde la paloma se detiene sobre un espacio que reúne el jardín y la puerta,
que comúnmente están separados.
Fra Angelico, Anunciación de san Marcos, uno de los paneles del "Armadio degli Argenti" (“El armario de los exvotos de plata”), una obra sobre madera, ejecutada entre 1451 y 1453 y conservada hoy en el Museo Nacional de San Marcos de Florencia
El triángulo formado entre los personajes
de la Anunciación, con el ave en su vértice superior, se repite en Manet. Las
diferencias, temáticas y de estilo, son significativas: la naturaleza ha
reemplazado al jardín cerrado; la modelo, de vida independiente y que también
ejerce la prostitución, a la virgen (grenouille,
“rana” en francés, era una palabra vulgar para prostituta); la mujer como
cuerpo abierto, a la mujer como puerta cerrada; el espacio comprimido y poco
coherente, a la perspectiva lineal con un espacio cuidadosamente escandido; la
pincelada ligera a la precisión del toque; la luz plana, a los colores
degradados por las sombras. Todos estos giros no tendrían sentido sin ponerlos
en el contexto de un depósito de imágenes, una genética en constante mutación
de formas y significados. La transgresión que hace Manet de las connotaciones
históricas y estéticas es otra anunciación, la de la nueva pintura.
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