CUIDADO CON EL GATO
“En un momento, el
estúpido mal bicho
que sólo come y caga
agarrará al cantante,
ya veo cómo lo
muerde…
…Porque soy amigo y
ayudante
del que tiene canto
y no sólo come y
caga
yo soy
guardaespaldas del mirlo.”
(Horst Tomayer, “Así
no, gato”)
Paul Klee, Gato y pájaro, 1928, MOMA, NY
En la
casa reina un ambiente apacible; los niños juegan, los adultos se concentran en
sus pasatiempos, las jóvenes dormitan, pero en algún rincón de la escena se
desarrolla un pequeño drama, casi desapercibido: el gato acecha al pájaro enjaulado
y esa amenaza, tan presente como lo era la convivencia de ambos animales en los
hogares, toma tintes diversos según el momento y el lugar.
William Hogarth, los niños Graham, 1742, National Gallery, Londres
Los gatos son, realmente, la mayor amenaza de las aves urbanas: en las casas cada vez hay menos pájaros, pero millones de ellos mueren cada año a manos de los Silvestres -conveniente nombre para esos gatos asilvestrados-, adueñados de los parques de las ciudades, ahora protegidos y mimados por los municipios, que multan a las personas que matan aves mientras subvencionan a las asociaciones que sostienen colonias de gatos avicidas. Pero, como resultado de la mentalidad “peluchista” dominante, el gato es ahora el bueno de la historia, de modo que las abuelitas de hoy ya no protegen al canario, sino al felino, un verdadero ganador en el cuento de la biodiversidad, a costa de los pájaros.
Desde muy pronto, nos encontramos con la iconografía del gato como un animal doméstico que no ha perdido su carácter salvaje y que, como en el cuadro de Paul Klee, sólo tiene una cosa en mente: cazar al pájaro. La tensión entre su carácter hogareño y su naturaleza depredadora le ha convertido en un recurso alegórico frecuente sin dejar de ser un detalle intimista que hace la escena más entrañable para el espectador. En la historia de las imágenes, el felino se mueve a gusto entre ambas orillas.
Piolín (Tweety) y el gato Silvestre (Silvester Pussycat), que se odian cordialmente desde 1945 (su primera reunión estelar fue en 1945, en Tweetie Pie)
Su voracidad ha sido un recurso habitual para dar variedad a los bodegones, donde no es difícil encontrar un gato lamerón tratando de servirse alguna merienda fácil.
Un mosaico romano de finales del siglo II a. C. de la Casa
del Fauno en Pompeya, donde vemos a un gato haciéndose con una codorniz
Otro mosaico en la misma casa, con un gato acechando a unas
aves (una paloma y dos loros) que beben de una fuente
Jean-Baptiste Oudry, Los dos gatos, 1725. Musée de Bellas
Artes de Canadá. En este caso, han robado una perdiz
Pablo Picasso, Gato atrapando un pájaro, 1939, Museo
Picasso, París. El final de la Guerra Civil española– se pintó días después de
la derrota republicana, en abril- parece estar detrás de esta obra, tratada de
forma especialmente salvaje, con el ave agonizante, torturada entre los dientes
del felino
En la
iconografía cristiana, el tema es similar al que se desarrolla entre Silvestre
y Piolín: el pájaro, símbolo crístico, burla al gato, símbolo pecaminoso
y diabólico, animal de la lujuria y la pereza. La llegada de Cristo al mundo
sirve de contención a los bajos instintos del gato.
Giovanni Martino
Spanzotti, La Virgen y el Niño con gato y jilguero, 1475, Museo de Arte de
Filadelfia. Los instintos del gato quedan pacificados por Jesús, que
juega tranquilamente con su jilguero
Maestro de Silesia, Anunciación, c 1500, Museo nacional de Varsovia. El
jilguero despliega sus alas en el centro de la composición, haciendo retroceder
al gato, obligado a dar la espalda a la escena
Federico Barocci, la Madonna del gatto, 1575, National Gallery, Londres
En este caso tenemos una iconografía similar a la de la Sagrada Familia del pajarito, de Murillo, pero cambiando el perro por el gato y haciendo más visible la identidad del jilguero, que en el pintor sevillano es un pájaro indeterminado. Además, es el Bautista el que sostiene al pájaro, burlándose del felino.
Casi como una continuación del tema cristiano, Eugenio Zampighi (1859-1944), un pintor italiano que idealizó la vida rural, eliminó el drama de sus cuadros: todo es amable, de una candidez empalagosa y los gatos, como criaturas de postal infantil, sólo contemplan a los pájaros de forma inocente, incluso aceptan lecciones de buen comportamiento: el undécimo mandamiento es "no comerás pajaritos".
Eugenio Zampighi,
Madre e hijos junto al hogar. El pájaro es sacado de la jaula para mostrarlo al bebé, seguros de que no
corre ningún riesgo
Eugenio Zampighi, Tiempo
de juego. El abuelo enseña catecismo al gato, muy atento para aprender, parece…
Pero el gato está siempre
acechante...
Escuela suiza, El
gato y los jilgueros, primera mitad del XIX, Musée des Beaux-Arts, Rouen. El
cristal roto que facilitará la entrada del gato hace visible el descuido del
dueño, que debía proteger a sus pájaros
Pieter van
Slingelandt, Gato acechando a un pájaro, ff. XVII, Museo de Bellas Artes,
Rennes. Ese tipo de vasijas solían usarse como recipientes para nidos. Puede
tener un sentido erótico (la vasija como imagen de la mujer, el gato como
imagen de la lujuria)
Así pues, la relación del gato y
el pájaro ha sido utilizada como alegoría moral: los peligros de la
inconsciencia juvenil, la amenaza de la lujuria, la necesidad de una moral
siempre vigilante. Son muchos los emblemas morales que juegan con este tema: en el ámbito católico se insistía en la seguridad que suponía estar
encerrado, a salvo del felino, porque el verdadero amor es un seguro frente a
los peligros de la vida.
Pieter Cornelisz
Hooft, Emblemata amatoria, 1611, Serva sed secura, Emblema XXVIII
El lema que lo acompaña dice:
"El halcón y el
gato, frustrados, atraparían al pájaro enjaulado.
Pero quien es
prisionero del amor está protegido de la muerte."
Jacques Callot, 1621-35, Captiva sed secura,
Emblème X, Ilustración para Lux Claustri
(La Lumière du Cloître), MET
El lema dice:
"El gato astuto tiende
trampas y no aprecia los cantos.
Si abandonas la
jaula, caerás bajo la garra."
El gato y los dos
gorriones. Fábulas de Jean de
La Fontaine (1621-95). Ilustración de François Chauveau (1613-1676).
Edición de 1728
Marc Chagall, ilustración
de la fábula del gato y los dos gorriones, de la serie de grabados de Fábulas
de La Fontaine, 1924-25
Esta fábula de La Fontaine desarrolla el tema de la naturaleza salvaje, insoslayable, del gato: si éste puede contentarse durante cierto tiempo con la amistad del pájaro, no tarda en llegar el momento en que su apetito no puede reprimirse.
El naturalismo holandés, aunque
pueda parecernos una sencilla descripción de ambientes apacibles, da mayor
importancia a la supervisión de las costumbres, tan calvinista: es mejor
prevenir el pecado que confesarse, sobre todo si son los demás los que celan.
Estamos ante una continuación del tema de la jaula como alegoría de los trances de la moral desatendida.
Adriaen Van Der
Werff, Niños jugando con un gato, 1678, colección privada
La crueldad de la imagen es un aviso: la criatura más débil se convierte en presa; quien debía ser alimentado (la caña en el recipiente sería para dar de comer al pájaro) es el alimento de otro; y el juego se convierte en un drama: los peligros de la edad inmadura. La obra parece derivar de otra, prácticamente coetánea, de su maestro, Eglon van der Neer, con el mismo tema.
Eglon van der
Neer, dos niños jugando con un gato y una jaula, 1675-1679, Staatliche
Kunsthalle Karlsruhe
Hermanos Le Nain,
Niños con una jaula de pájaros y un gato, c 1646, Staatliche Kunsthalle
Karlsruhe
Esta obra tan triste, ¿es el resultado
del juego que vimos en las dos anteriores? La pérdida de un pájaro amado parece
protagonizar el tema: no hay frivolidad, ni inconsciencia, sólo el desaliento
de unos niños que han perdido algo más que un juguete.
Theodore Gérard,
Niños con pájaro y gato, 1883, Colección privada. La abuela reconviene a la
niña por haber descuidado al pájaro, cuyo cadáver es mostrado por el niño. De
nuevo, el tema de la inconsciencia infantil y su justo castigo
El tema del gato y el pájaro
también es el de la lujuria, el deseo irrefrenable de poseer. La víctima
debería identificarse con el sexo débil, sometido a la voracidad masculina. En
el cuadro de Gresly, los animales insinúan lo que la pareja no puede mostrar.
Gabriel Gaspard Gresly,
La tentación, 2º cuarto del siglo du XVIII, Musée des Beaux Arts, Dijon
Escuela de
Boucher, Joven sacando un pájaro de la jaula, mm. XVIII, Colección particular
El gato y el
pájaro, placa de porcelana de Woodhouse, 1836, Colección privada
Jean-François Colson, El descanso, 1759, Musée des
Beaux-Arts de Dijon
El canario se ha posado para
picotear unas migas y una cinta azul le une a la mano de su dueña. Entendemos
que la niña se quedó dormida jugando con su pájaro, pero su otro animal
favorito aprovecha esta desatención para saltar por encima de la pantalla de la chimenea,
dispuesto a engullir al canario. El cuadro juega con la noción de cebo: las
semillas atraen al pájaro, el pájaro atrae al gato y es sólo cuestión de tiempo
que el gato despierte al ama tirando de la cinta de la campanilla. Hay un
contraste entre la ferocidad del animal y el abandono de la joven, acentuado
porque las dos caras están a la misma altura. ¿Se despertará justo a tiempo? La
inocente es responsable del previsible fin del pájaro y así, el tema es también
un contraste entre la violencia del gato y la vulnerabilidad de la joven ante
las tentaciones del pecado.
Grabado de
Debucourt, 1796, Gatito al acecho, The Clark Art Institute, Williamton,
Massachusetts
Este grabado insiste en el mismo tema. La joven, adormecida entre las distracciones hogareñas (la lectura, la labor, la música), corre el riesgo de perder a su pájaro. La presencia, sobre el asiento de la derecha, de un sombrero y un bastón masculinos, parece indicar que el visitante, un depredador de inocentes, se ha transformado en gato y va a saltar, ¿sobre la mujer? ¿sobre el pájaro?.
Pero la moral imperante dejaba un
resquicio de salvación: la mujer honesta, modelo de virtudes, es una barrera
protectora para las tentaciones felinas y sabe poner orden entre sus mascotas,
con la jaula bien cerrada o fuera del alcance del gato.
Eglon van der
Neer, retrato de dama con sirviente, ca. 1677-1683, Museum Kunsthaus Heylshof,
Worms
Giuseppe
Baldrighi, autorretrato con su esposa, c 1756, Galleria nazionale di Parma
Charles Joseph
Grips, la ocasión hace al ladrón, c 1875, Colección privada
Todo en Grips, imitador de los
interioristas holandeses del XVII, es orden doméstico: sus gatos crean
cierta tensión, pero no parecen amenazarlo.
Antonio Gisbert,
El gato y la jaula, fines del XIX, Colección particular. La dueña le deja claro
al gato que los canarios no son para él
El tema del gato y el pájaro como
imagen de la lujuria no se abandona del todo, pero la imagen puede funcionar a la
inversa: el pájaro y el gato conservan su simbolismo
sexual habitual, pero en Balthus el apetito es más propio de la mujer.
Balthus, El
despertar, 1975-78, Colección particular
La niña de Balthus muestra un pájaro de juguete para atraer al gato, que acaba de llegar en su caja. Es la inocencia del juego, que ni siquiera necesita al ave verdadera, lo que enciende el deseo adulto del animal, que coincide con el despertar sexual de la muchacha.
Las tragedias sociales pueden romper el orden moral burgués. Zille, un pintor satírico
alemán, muy conectado con la vida social y política berlinesa, representa la
sordidez del destino de la mujer con ese gato negro que aprovecha la muerte de
su dueña para acabar con el último resquicio de vida que queda en la casa. En un mundo tan cruel y miserable, ni lo más inocente puede sobrevivir.
Icart, El gato y la jaula, 1928. Dos miradas que confluyen, pero con intenciones diferentes
Sally Moore devuelve las cosas donde las dejamos con Silvestre. Su obra presenta
ambientes cotidianos, aparentemente familiares, a veces invirtiendo la lógica.
Siempre hay un pequeña tensión psicológica, algo inquietante, pero con humor. Al fin, el deseo desenfrenado del gato ha sido domado, parece, y volvemos al gato burlado por el pájaro.
Una belleza de publicación. La temática, el contenido y el soporte pictórico seleccionado es impresionante. Enhirabuena. Aurora
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