"LA ARROGANCIA DE LA SANGRE Y EL HUESO"
“…Pero el halcón
sin esfuerzo suspende en lo alto su ojo inmóvil.
Sus alas sostienen lo creado en un silencio ingrávido,
firme como una alucinación en el aire que fluye.
Mientras, el viento golpea estos setos rebeldes.”
(Ted Hughes, Hawk in the Rain)
Koryūsai Isoda, Halcón perchado, grabado en
madera, c. 1765-1788, Biblioteca del Boston College
Ted Hughes tenía una rara capacidad para ver, detrás del paisaje, la fuerza y la violencia de los elementos
naturales que lanzan al ave sobre el viento, “la arrogancia de la sangre y
el hueso” propia del azor o del halcón, que parecen sujetar el aire con su
vuelo. Aves orgullosas, ajenas a la mansedumbre del ave doméstica que vive para
ser cebada: “Ningún corral te hace parecer absurda”, así era el verso
que Marianne Moore le dedicaba al ave de presa, la encarnación de la
potencia sin restricciones, de la voluntad extendida sin apegos, de la
dilatación sin horizonte.
“No puedes saber lo que significa
la libertad hasta que hayas visto un halcón peregrino suelto en el cálido cielo
primaveral para vagar a voluntad a través de todas las lejanas provincias de la
luz.” (J. A. Baker, El peregrino, 1967)
Halcón peregrino, Ilustración de Svenska Fåglar ("Pájaros suecos"), de los hermanos von Wright, 1929
Esa arrogancia se lleva bien con
el señorial arte de la cetrería, que es un término de origen muy claro: de accipere
(“atrapar”) deriva Acceptor, que designa al halcón o al azor;
igualmente, Accipiter (el género de azores y gavilanes),
que se usaba para ambos. En las representaciones antiguas, las especies de
cetrería no están bien diferenciadas, como no lo está Accipiter. San
Isidoro –aquí, sí – atribuye correctamente el nombre al significado de “recibir,
es decir, de tomar ... porque es un pájaro deseoso de arrebatar otras aves”.
En Aristóteles hay confusión
entre halcones y gavilanes, a los que se considera variantes del halcón, pero
Plinio, en su Historia Natural, los
diferencia:
“Por esta razón debe considerarse con ellos el pájaro llamado gavilán
porque los defiende y espanta a los halcones con su poder natural, a tal punto
que huyen de su vista y voz.”
Jacopo de Barbari, Un gavilán, c.1510, National Gallery, Londres
En el antiguo Egipto, el halcón
sí está bien personalizado: como animal sagrado de Horus, llegó a simbolizar la
realeza divina, ya que el rey era la representación terrenal de Horus. La
aparición común de la doble corona y el uraeus
sobre su cabeza refuerza esta conexión real. El halcón también estaba asociado
con el cielo, con sus ojos representando el sol y la luna y sus grandes alas
extendidas para proteger la tierra. Más tarde, se asoció con el dios solar Ra,
llevando un disco solar en su cabeza.
Izquierda, halcón de Horus con corona del Alto y Bajo Egipto y con Uraeus, mediados del siglo VII-finales del VI a.C., Museo de la Universidad de Harvard. A la derecha, Horus como halcón solar, 1336 a. C., procedente de la tumba de Tutankhamón, Museo egipcio de El Cairo
En los cementerios del antiguo Egipto se han descubierto miles de momias de halcones, producidas como ofrendas votivas para los peregrinos que visitaban los santuarios. Dado que los halcones son difíciles de criar en cautividad y no tan abundantes, también se usaban otras aves (aunque no fueran de presa) para satisfacer la demanda.
Gavilán (izq.) y halcón (der.) en el Blason des Oyseaux de Guéroult
Al contrario que el milano, que
se contemplaba como un ave cobarde y traicionera, las aves de presa utilizadas en
cetrería y, por tanto, estrechamente vinculadas a los círculos señoriales,
estaban sometidas al código de honor de la nobleza. En este contexto, el halcón
es el ave de presa más noble, aunque Guéroult lo convierte en una figura
negativa culpable del pecado de soberbia, ya que no concibe el error en sus
capturas.
La caza con halcones entrenados, que
se practica desde la antigüedad en las estepas de Asia Central, no parece que
tuviera eco en el mundo clásico.
“En la parte de Tracia que lleva el nombre del rey Kedripolis, los hombres cazan pájaros pequeños en la marisma, trabajando conjuntamente con los halcones. Golpean los juncos y la maleza para que los pájaros vuelen, y los halcones emergen del cielo para cazarlos desde arriba. En medio del pánico, los pájaros vuelan de nuevo al suelo, los hombres los golpean con palos, los recogen y se los reparten a los halcones, arrojando algunas de las aves al aire para que los halcones las atrapen.” (Aristóteles, Historia de los animales)
Eliano relata una historia similar, pero estas anécdotas apuntan a casos excepcionales de adiestramiento de aves de presa para cazar aves más pequeñas, pero no parece cetrería propiamente dicha y, en cualquier caso, se trata de ejemplos de la periferia del mundo griego (es posible, por supuesto, que las anécdotas en sí no sean fiables o tergiversen lo que sucedía). Tendría más sentido, y sería más como algunas formas posteriores de cetrería, si los batidores estuvieran espantando a las aves para que los halcones las mataran, y no al revés, pero eso no es lo que dicen los textos.
La imagen más antigua de este tipo de caza lo tenemos en un mosaico en Mértola, Portugal, del siglo VI o VII, lo que puede indicar que fue una práctica de origen germánico importada por los visigodos.
Un mosaico tunecino del siglo VI hace un despliegue de diversas técnicas de caza. En una de ellas hay un cetrero.
Mosaico de caza del Museo del Bardo, Túnez. Muestra (de arriba abajo): caza de liebres con galgos, a caballo y de jabalíes con redes; cetrería (lado izquierdo) y caza con liga (lado derecho); caballo y caza de perdices con red
La escena de cetrería se complementa a su derecha, donde el pajarero utiliza liga para capturar los pájaros, que están asustados por la presencia del azor y se han refugiado en el olivo, donde es fácil cogerlos, algo parecido a lo que describe Aristóteles, pero con liga. No sería, propiamente, cetrería.
No hay acuerdo sobre si hay
pruebas sólidas de una tradición de cetrería en la época grecorromana. Algunos
han contribuido a fomentar esta suposición remontando la etimología de la “hierba de halcón” o “vellosilla” (género Hieracium) al griego ἱέραξ
(hierax, “halcón”) y la relacionan
con la creencia de que la savia exprimida de la planta se aplicaba a los ojos
de los halcones para mejorar su visión en la caza. La principal fuente de esta
fantasía es Plinio, que llega a decir que se le aplican ellos mismos.
“A la que tiene hojas redondas y cortas, algunos la llaman hieracia porque
el halcón (ἱέραξ), al rascarla y humedecer sus ojos con el jugo, aclara la
visión cuando la siente borrosa.” (Plinio, Historia natural, XX)
Hieracium pilosela, “vellosilla” o “hierba de halcón”, ilustración de
Deutschlands Flora en Abbildungen, por Johann Georg Sturm, 1796
No sabemos por qué la cetrería
nunca se incorporó plenamente a la cultura clásica. En Persia y Oriente Medio
(como más tarde en Europa), se asoció a la aristocracia, que
disponía del tiempo y los recursos necesarios. Las clases privilegiadas de
Grecia y Roma tenían otras formas de ocupar su tiempo libre y ostentar su
estatus. Las familias ricas de Atenas, en un ambiente político muy particular,
debían realizar "liturgias"
(λειτουργία, literalmente, "trabajos para el pueblo", es decir, una
especie de “servicios a la comunidad”, como equipar una nave de guerra o
patrocinar una obra de teatro), con verdadero espíritu público, mientras que en
Roma sufragaban los juegos de gladiadores en el circo. La cetrería no habría tenido la misma repercusión social.
Federico II y su halcón. De su libro De arte venandi cum avibus (El
arte de cazar con pájaros). Biblioteca Apostólica Vaticana
En todo caso, floreció durante el período carolingio entre los nobles y el clero (a
quien, a veces, se le prohibió cazar o, al menos, le estaba mal visto) y
arraigó fuertemente entre las clases privilegiadas a partir del siglo XIII
para llegar a considerarse la forma más noble de caza. El emperador Federico II
de Hohenstaufen (aquel cultísimo y excéntrico gobernante que fue llamado Stupor
mundi, “asombro del mundo”, por su erudición) definió el “Federspiel”
(“el juego o deporte de la pluma”) como “arte”, que requería fortuna considerable y extensos terrenos. Don Juan Manuel, en su Libro de
la caza, sostiene que para "hacer caza cumplida" todo
señor debía poseer dos gerifaltes, cuatro neblíes, seis baharíes, un azor
garcero, un azor anadero, un azor torzuelo perdicero, un borní, un gavilán y un
esmerejón: un arsenal de dieciocho variedades de aves de presa, nada menos. Como
verdadero atributo nobiliario, también era practicado por las damas de la
aristocracia (incluso la emperatriz María de Borgoña, abuela de Carlos V, murió de resultas de un accidente durante una jornada de caza con halcones, en 1482).
Una ilustración de
De arte venandi cum avibus, obra de Federico II, Biblioteca Apostólica Vaticana
La cetrería medieval era
rígidamente jerárquica. El Libro de St. Albans (1486) detalla qué tipo
de ave de presa era apropiada para los distintos rangos sociales, en una escala
de nobleza donde las aves y los hombres estaban en niveles paralelos: el
águila, para el emperador; el gerifalte, para el rey; el gavilán, para el
príncipe; el halcón peregrino, para el conde; el halcón sacre, para el
caballero; el esmerejón, para la dama; el cernícalo, para los sirvientes...
La idea de la antigüedad sobre
las cualidades del halcón se basaba en la etimología: el griego ἱέραξ (hierax,
“halcón”) guarda un gran parecido con ἱερός (hierós, “sagrado”), y no
poco debió de contribuir el carácter divino del ave, quizás de origen egipcio, puede que con la contribución de la escuela catequística de Alejandría (Didaskaleion), una de los primeros grupos teológicos cristianos, que utilizaba el simbolismo alegórico para interpretar el mensaje bíblico. Por otro lado, la codicia
de estas aves era proverbial, sin contar con que el Antiguo Testamento (en el Levítico
y en el Deuteronomio) las coloca en la categoría de animales inmundos.
San Jerónimo (Homilia in the Dominica Paschae) podía escribir,
refiriéndose al nido de la paloma, que “se tutissimam ab animarum accipitre
diabolo conservavit” (“se mantuvo a salvo del halcón, diablo de las
almas”). Su enemistad con las palomas llevó a despreciar al ave de presa,
porque, como decía Ovidio, “vivía siempre en armas” (“quia vivit
semper in armis”).
Ya hemos visto muchas veces cómo Hugo de Fouilloy (De avibus) ofrece ejemplos aviarios dirigidos a la vida religiosa. Según él, el halcón salvaje devora la presa, pero el manso la lleva a su amo, el “spiritualis pater”, que convierte mediante la predicación, “captas occidit, dum saeculares mundo mori per carnis mortificationem cogit” (“mata a los cautivos, mientras obliga a los mundanos a morir por la mortificación de la carne”).
Dibujo de una antigua vidriera de la catedral de Reims, destruida en la
Gran Guerra, con el halcón devorando un corazón
Según una leyenda de origen
desconocido, san Bavón (muy venerado en los Países Bajos porque era un santo
local) fue acusado de haber robado un valioso halcón, lo que debía ser
castigado con la muerte en la horca, pero justo antes del cumplimiento de la sentencia
el ave apareció, posándose sobre el cadalso y demostrando así la inocencia del
santo. Parece que esta historia es una elaboración para justificar su papel
como patrono de la cetrería, representado habitualmente con el halcón y vestido
con su armadura de soldado.
Geertgen Tot Sint Jans, San Bavón, c. 1470, Museo del Ermitage,
procedente del Monasterio de San Bavón, en Gante
Atribuido a Rembrandt, Hombre con halcón (puede que San Bavón), c.
1661, Museo de Arte de Gotemburgo
San Valdric (o Baudry o Baldric o
Balderico), hijo del rey franco Sigeberto I (535-575), eligió llevar una vida de
anacoreta y con la ayuda de un halcón encontró el lugar adecuado, Montfaucon,
donde, con el paso del tiempo, se fundó una comunidad monástica. Montfaucon
significa “monte del halcón” y eso hace merecer al ave un lugar prominente en
el escudo de la abadía y en la iconografía del santo, con el halcón sobre su
hombro.
A la izquierda, escudo de la colegiata de Montfaucon según el Armorial général de France (siglo XVIII), Bibliothèque nationale de France. A la derecha, San Valdric, con su halcón en el hombro, Ilustración de Histoire de Montfaucon-d'Argonne
La estrecha relación entre el halcón y la nobleza le ha hecho desempeñar un papel en las enrevesadas etiquetas del amor cortés y, por supuesto, en la poesía amorosa medieval, desde el siglo XII. El tópico literario del amor como caza de cetrería estuvo ampliamente extendido en toda Europa y llegó a la Península en los siglos XV y XVI. El amante es comparado con un halcón o un gavilán y la amada con la garza, la paloma o la perdiz. Una letrilla anónima dice:
“Gavilán que andáis de
noche,
¿qué viento corre?
¿Qué viento levanta el
vuelo
de vuestro amoroso
lance?
¿Dais en la tierra el
alcance,
o matáislas en el
cielo?
¿Sois obediente al
señuelo?
Decid, pues andáis de
noche,
¿qué viento corre?”
Y hay muchos otros ejemplos que traer:
“Pensando al amor cazar
yo me hice cazador,
y a mí cazóme el amor.”
(Romance del cazador)
“Halcón que se atreve
con garza guerrera, peligros espera.
La caza de amor es de altanería…”
(Gil Vicente)
Konrad von
Alsteten reclinado sobre su amante, con un halcón en su mano, lo que indica el
éxito de la seducción, 1304, Biblioteca de la universidad de Heidelberg
Los juegos corteses eran muy sofisticados, al menos si nos atenemos a la literatura y el arte. Esta arqueta de Limoges es un ejemplo de esos matices.
idem, detalle de la tapa
Podemos ver dos medallones en la parte superior con dos combatientes a caballo, y debajo dos parejas. La de la izquierda muestra a un hombre arrodillado y llevado con una correa por la mujer que tiene un halcón en su brazo; a la derecha hay un hombre con un rabel y una mujer con otro halcón.
El panel frontal repite las mismas parejas, con variaciones: a la izquierda, el hombre toca el rabel, la mujer escucha y el halcón vuela del uno a la otra; a la derecha, el hombre sometido por una correa tiene las manos atadas y la mujer sostiene el halcón con el brazo izquierdo. La genuflexión evoca el homenaje del vasallo al señor, típica del tema trovadoresco. El hombre con la espada, en el centro, es la figura del “lauzengier”, una palabra occitana que denota al envidioso, el calumniador y maledicente que aparece a menudo en los poemas del trovadores como antítesis del amante cortesano, el soplón y adulador del marido engañado por su esposa.
"Había más de cuatrocientas [doncellas] en el patio, fue la hermosa Hellenborc quien ganó el halcón" (Hilario de Arlés, Vida de San Honorato, 1300).
Objeto de lujo, el halcón ha sido utilizado en ocasiones como premio a la belleza. Cuando se sitúa entre el caballero y la dama, el concurso está abierto; si está posado, el juego ha terminado y el hombre ha ganado, es decir, es aprobado como cautivo. Ese sería el sentido del arca de Limoges. Parece que “llevar el halcón” era un signo de dominar en la relación. Así, el señor Werner von Teufen es totalmente sumiso a su halconera, que lo ha aceptado.
El Señor Werner von Teufen, Códice Manesse, 1304, Universidad de Heidelberg
1248, Sello de Sofía de Turingia, esposa de Enrique de Brabante
En los paseos de las parejas por el campo era más común que la mujer llevara el halcón.
La entrega del corazón al amante es un tema común en la literatura cortesana, un poco más raro en la iconografía. Como era costumbre recompensar al halcón dándole de comer el corazón del animal que había capturado, la retórica del don del corazón se traslada del halcón a los amantes.
Tapiz de la entrega del corazón, 1400-10, Louvre. La mujer con el halcón (¿o éste mismo?) recibe el corazón de su amante
Una prueba más de la sofisticación de la etiqueta cortesana era la costumbre de los “votos”, los juramentos caballerescos. Les Voeux de l'épervier (“Los votos del gavilán”) es una breve historia referida a Enrique VII de Luxemburgo, compuesta en 1315-16 por Simon de Marville: de camino a Italia para reclamar el título de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, uno de sus caballeros mata accidentalmente a un gavilán y deciden que toda la corte hará votos sobre él.
La batalla entre el halcón y la
garza tuvo también implicaciones morales en la mentalidad señorial, un
motivo que encontramos en diversos contextos.
Vittore Carpaccio, Joven caballero en un paisaje, hacia 1505, Museo
Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
La batalla entre el halcón y la
garza, que tiene lugar sobre la fortaleza, representaba un dualismo moral. El motivo fue adoptado por Carpaccio, en
la parte superior, a la izquierda, para transmitir un mensaje en el
contexto del tema del Miles christianus (“caballero
de Cristo”). El caballero con armadura no es, en realidad, portador de un mensaje
belicista, no es un héroe militar, sino encarnación de un concepto metafórico que yuxtapone pacíficas aves pequeñas, presas potenciales, con el halcón posado en el árbol, representando así los peligros de los vicios humanos.
Este motivo fue utilizado también por
Domenico Veneziano en su Adoración de los Reyes Magos. En el tema se alude al triunfo de la Salvación sobre el Pecado como consecuencia del nacimiento de Cristo.
Domenico Veneziano, La Adoración de los Reyes, 1439, Museo Uffizzi
El emblema, en forma de metáfora militar, ilustra la
creciente tendencia a simbolizar las batallas interiores del hombre a través de
imágenes bélicas.
Camerarius, Symbolorum et Emblematum, Nuremberg, 1596, con el lema
“Exitus in Dubio Est” (“El resultado es dudoso”)
Jan Boskam, medalla por la victoria de Guillermo III de Orange sobre Luis XIV en Landen, 1693
Grabado de Peeter Boel, ca. 1657, Rijksmuseum
Autor holandés anónimo, Una pelea de pájaros, siglo XVII
Desde el siglo
XV aumentan los retratos con el halcón como atributo del personaje, subrayando el
rango social, incluso en retratos infantiles; a veces son retratos de
cetreros, una especie de insignia profesional.
Retrato de cetrero, escuela lombarda, siglo
XVII, colección privada
Frans Floris, Retrato de un cetrero, 1558, Museo
Herzog Anton Ulrich, Braunschweig , Alemania
Los primeros
ejemplos se crearon en los Países Bajos y luego pasaron, sobre todo, a Italia.
“Maestro de retratos de príncipes”, Engelbrecht
II de Nassau, c. 1480-1500, Casa Colworth, Reino Unido
Antonio da Crevalcore, retrato de la familia
Sacrati, c.1480-90, Alte Pnakothek, Múnich
Tiziano, hombre con halcón (¿Giorgione
Cornaro?), 1537, Museo de Arte Joslyn, Omaha, Nebraska
Hans Holbein el Joven, Robert Cheseman, 1533,
Maurithuis, La Haya
Hans Holbein el Joven, Retrato de noble con un halcón, 1542,
Galería Borghese, Roma
En el siglo
XVII, los emperadores mogoles de la India desarrollaron una iconografía de
caza, con el retratado a caballo o a pie, llevando un halcón en la mano.
Incluso hay un dibujo de Rembrandt que representa a Shah Jahan, quizá una
versión de alguna pintura procedente de la India gracias al comercio holandés.
Rembrandt van Rijn, Shah Jahan a caballo con
un halcón, c. 1656-1661, Museo del Louvre
Jahangir cazando a caballo con un halcón, Bodleian
Library, University of Oxford, Manuscript Douce. Jahangir fue emperador mogol
de la India desde 1605 hasta 1627
Retrato de Jahangir sosteniendo un halcón, atribuido a Abid, c. 1600-1610
A lo largo del
siglo XVII, hubo un número creciente de representaciones en las que el retrato
se enriquecía con motivos narrativos en los que la
descripción de la caza o el ambiente de la misma adquieren tal peso que apenas
se puede distinguir entre el retrato y la acción.
Maestro de la Leyenda de la Magdalena (activo
c. 1490 – c. 1526 en Bruselas), Carlos V de siete años con un
halcón de caza, Kunshstorisches Museum, Viena
Hans Holbein el Viejo, después de 1507. En
una hoja, una de las caras representa a Carlos V niño; en el reverso, el
halcón. Berlín, Museos del Estado de Prusia. Es una copia de la pintura
anterior
Aelbert Cuyp, Retrato de un niño como
halconero, 1649, Dordrechtsmuseum
Alonso Sánchez Coello, el archiduque
Wenceslao de Austria, 1574, Kunsthistorisches Museum, Viena
Aunque era emblemática de la nobleza, la cetrería fue mal vista por la iglesia desde el principio, hasta el punto de condenarla, aunque no pocos clérigos, de origen señorial, la practicaban. En las Biblias moralizadas el halcón se asocia con hombres incrédulos o pecadores.
Biblia moralizada, 1226-1275, Oxford, 270 b, fol. 135v, Bodleian Library. El obispo amonesta a los jóvenes tonsurados que se atreven a tener un halcón
El texto que acompaña a la ilustración dice: "Esto significa que el buen prelado debe corregir severamente al pecador y orar en secreto por él, para que el Señor le sea propicio."
De este modo y aunque la halconería siguió siendo el atributo nobiliario, no siempre tenía prestigio y a veces se le dio un significado moral más negativo.
El Bosco, por ejemplo, lo utilizará para ilustrar la Envidia. La escena tiene lugar frente a la casa de un recaudador y su mujer, que envidian el halcón de un hombre rico, mientras a su vez excitan la envidia de los perros sacudiendo un hueso.
Uno de los manuscritos con la leyenda de los tres vivos y los tres
muertos, París, Bibl. de l'Arsenal ms. 3142, fol. 311, Antología de poemas
franceses. París, hacia 1285
La altanería de la nobleza tuvo, a finales de la Edad Media,
su contestación en el género del Memento Mori. “La leyenda de los tres
vivos y los tres muertos” es una parábola sobre el encuentro entre tres
jóvenes y tres cadáveres andantes y parlantes. La historia habla de tres
nobles altivos que están cazando, con halcones, por supuesto, en una zona
solitaria. Inesperadamente, se encuentran con tres muertos que salen a su
encuentro en un cementerio abandonado y que les relatan cómo fueron sus vidas
mundanas por las que ahora están penando. En la conversación, los vivos, llenos de miedo, son invitados a abandonar el orgullo y la autocomplacencia y llevar
una vida temerosa de Dios. El halcón indica nobleza y juventud, pero también
el temperamento sanguíneo de sus portadores. La obra conoció muchas versiones en
todo tipo de formatos: incontables en los manuscritos, especialmente cuando
proliferaron, desde el siglo XII, los Libros de Horas (libros de
oraciones de uso personal para un público opulento, destinado en gran parte
para mujeres); se conservan, además, alrededor de doscientos frescos, la mitad
de ellos en Francia.
Miniatura de los tres vivos y los tres
muertos, en un manuscrito anglo-normando, “Le dit des trois morts et trois
vifs”, Salterio De Lisle, Inglaterra (East Anglia), c. 1308-c. 1340, Biblioteca
Británica
Rencontre des
Trois morts et des trois vifs, Libro de Horas de Carlos V, 1510-1515,
Biblioteca Nacional, Madrid. En este caso, los halcones huyen asustados ante la
visión de la muerte
Dict des trois
morts et des trois vifs, fresco de la iglesia de La Ferté-Loupière, c. 1500,
Yonne, Francia (Door P.Charpiat - Eigen werk, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2043373)
Nicholas de
Margival, letra capital des 3 morts et des trois vifs, BnF Ms 25566 fol. 218
(Par Nicholas de Margival (13e siècle) — "Chansonnier et mélanges
littéraires", BnF Ms. 25566, Domaine public, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=39795458)
Petites heures du
duc Jean de Berry fol 282r, 1372-1390, BNF
Bonamico di
Martino da Firenze, conocido como Buffalmacco, Triunfo de la muerte, detalle
del encuentro entre los vivos y los muertos. Fresco del Camposanto de Pisa,
1336-1341
Un
hombre a caballo con un halcón también puede significar la primavera, la paz y
el descanso. Sin embargo, la caza también se asocia con la vanidad y el
orgullo. Estos son los vicios que los textos moralizantes vinculan con el
halcón.
Calendario
extraído del Rustican, de Pietro Crescenzi, 1303, Museo Condé, Chantilly. Este
tratado de agronomía muestra las tareas del campo correspondientes a cada mes;
mayo es representado por el halconero a caballo, a la izquierda en la fila
central
El orgullo del halcón
es una impregnación de su relación con la nobleza, de su carácter salvaje y,
sobre todo, era un ave improductiva, superflua y al servicio del ocio
ostensible. Así, la jactancia del ave en el poema Halcón perchado, de Ted Hughes:
“[…]me
elevo y hago girar todo despacio.
Mato
donde quiero porque todo es mío.
No
hay sofisma en mi cuerpo:
mis
modales consisten en arrancar cabezas,
son la asignación de la muerte.
Porque
la única ruta de mi vuelo pasa directamente
a través de los huesos de los vivos,
mi
derecho no necesita argumentos:
el
sol me respalda.
Nada
ha cambiado desde que empecé.
Mi
ojo no ha permitido ningún cambio.
Y
voy a hacer que todo siga así.”
Muy interesante, como siempre. Gracias por tu dedicación
ResponderEliminarEn san Juan de la Cruz también contemplamos altos vuelos, caza y amor: "Tras de un amoroso.lance/y no de esperanza falto/ volé tan alto, tan alto/ que le di a la caza alcance". Gracias, Alfonso, y un abrazo. Ana.
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