"LA ARROGANCIA DE LA SANGRE Y EL HUESO"

…Pero el halcón 

sin esfuerzo suspende en lo alto su ojo inmóvil. 

Sus alas sostienen lo creado en un silencio ingrávido, 

firme como una alucinación en el aire que fluye. 

Mientras, el viento golpea estos setos rebeldes.” 

 (Ted Hughes, Hawk in the Rain) 

Koryūsai Isoda, Halcón perchado, grabado en madera, c. 1765-1788, Biblioteca del Boston College

Ted Hughes tenía una rara capacidad para ver, detrás del paisaje, la fuerza y la violencia de los elementos naturales que lanzan al ave sobre el viento, “la arrogancia de la sangre y el hueso” propia del azor o del halcón, que parecen sujetar el aire con su vuelo. Aves orgullosas, ajenas a la mansedumbre del ave doméstica que vive para ser cebada: “Ningún corral te hace parecer absurda”, así era el verso que Marianne Moore le dedicaba al ave de presa, la encarnación de la potencia sin restricciones, de la voluntad extendida sin apegos, de la dilatación sin horizonte.

“No puedes saber lo que significa la libertad hasta que hayas visto un halcón peregrino suelto en el cálido cielo primaveral para vagar a voluntad a través de todas las lejanas provincias de la luz.” (J. A. Baker, El peregrino, 1967)

Halcón peregrino, Ilustración de Svenska Fåglar ("Pájaros suecos"), de los hermanos von Wright, 1929

Esa arrogancia se lleva bien con el señorial arte de la cetrería, que es un término de origen muy claro: de accipere (“atrapar”) deriva Acceptor, que designa al halcón o al azor; igualmente, Accipiter (el género de azores y gavilanes), que se usaba para ambos. En las representaciones antiguas, las especies de cetrería no están bien diferenciadas, como no lo está Accipiter. San Isidoro –aquí, sí – atribuye correctamente el nombre al significado de “recibir, es decir, de tomar ... porque es un pájaro deseoso de arrebatar otras aves”.

En Aristóteles hay confusión entre halcones y gavilanes, a los que se considera variantes del halcón, pero Plinio, en su Historia Natural, los diferencia:

Por esta razón debe considerarse con ellos el pájaro llamado gavilán porque los defiende y espanta a los halcones con su poder natural, a tal punto que huyen de su vista y voz.”

Jacopo de Barbari, Un gavilán, c.1510, National Gallery, Londres 

En el antiguo Egipto, el halcón sí está bien personalizado: como animal sagrado de Horus, llegó a simbolizar la realeza divina, ya que el rey era la representación terrenal de Horus. La aparición común de la doble corona y el uraeus sobre su cabeza refuerza esta conexión real. El halcón también estaba asociado con el cielo, con sus ojos representando el sol y la luna y sus grandes alas extendidas para proteger la tierra. Más tarde, se asoció con el dios solar Ra, llevando un disco solar en su cabeza.

Izquierda, halcón de Horus con corona del Alto y Bajo Egipto y con Uraeus, mediados del siglo VII-finales del VI a.C., Museo de la Universidad de Harvard. A la derecha, Horus como halcón solar, 1336 a. C., procedente de la tumba de Tutankhamón, Museo egipcio de El Cairo 

En los cementerios del antiguo Egipto se han descubierto miles de momias de halcones, producidas como ofrendas votivas para los peregrinos que visitaban los santuarios. Dado que los halcones son difíciles de criar en cautividad y no tan abundantes, también se usaban otras aves (aunque no fueran de presa) para satisfacer la demanda.

Gavilán (izq.) y halcón (der.) en el Blason des Oyseaux de Guéroult

Al contrario que el milano, que se contemplaba como un ave cobarde y traicionera, las aves de presa utilizadas en cetrería y, por tanto, estrechamente vinculadas a los círculos señoriales, estaban sometidas al código de honor de la nobleza. En este contexto, el halcón es el ave de presa más noble, aunque Guéroult lo convierte en una figura negativa culpable del pecado de soberbia, ya que no concibe el error en sus capturas.

La caza con halcones entrenados, que se practica desde la antigüedad en las estepas de Asia Central, no parece que tuviera eco en el mundo clásico.

“En la parte de Tracia que lleva el nombre del rey Kedripolis, los hombres cazan pájaros pequeños en la marisma, trabajando conjuntamente con los halcones. Golpean los juncos y la maleza para que los pájaros vuelen, y los halcones emergen del cielo para cazarlos desde arriba. En medio del pánico, los pájaros vuelan de nuevo al suelo, los hombres los golpean con palos, los recogen y se los reparten a los halcones, arrojando algunas de las aves al aire para que los halcones las atrapen.” (Aristóteles, Historia de los animales)

Eliano relata una historia similar, pero estas anécdotas apuntan a casos excepcionales de adiestramiento de aves de presa para cazar aves más pequeñas, pero no parece cetrería propiamente dicha y, en cualquier caso, se trata de ejemplos de la periferia del mundo griego (es posible, por supuesto, que las anécdotas en sí no sean fiables o tergiversen lo que sucedía). Tendría más sentido, y sería más como algunas formas posteriores de cetrería, si los batidores estuvieran espantando a las aves para que los halcones las mataran, y no al revés, pero eso no es lo que dicen los textos.

La imagen más antigua de este tipo de caza lo tenemos en un mosaico en Mértola, Portugal, del siglo VI o VII, lo que puede indicar que fue una práctica de origen germánico importada por los visigodos.



Mosaico do Cavaleiro, en Mértola, siglos VI-VII. Muestra un jinete (pueden verse la grupa y la cola del caballo) con una rapaz en su brazo, probablemente un azor

Un mosaico tunecino del siglo VI hace un despliegue de diversas técnicas de caza. En una de ellas hay un cetrero.



Mosaico de caza del Museo del Bardo, Túnez. Muestra (de arriba abajo): caza de liebres con galgos, a caballo y de jabalíes con redes; cetrería (lado izquierdo) y caza con liga (lado derecho); caballo y caza de perdices con red

La escena de cetrería se complementa a su derecha, donde el pajarero utiliza liga para capturar los pájaros, que están asustados por la presencia del azor y se han refugiado en el olivo, donde es fácil cogerlos, algo parecido a lo que describe Aristóteles, pero con liga. No sería, propiamente, cetrería.


Detalle del mosaico anterior 

No hay acuerdo sobre si hay pruebas sólidas de una tradición de cetrería en la época grecorromana. Algunos han contribuido a fomentar esta suposición remontando la etimología de la “hierba de halcón” o “vellosilla” (género Hieracium) al griego ἱέραξ (hierax, “halcón”) y la relacionan con la creencia de que la savia exprimida de la planta se aplicaba a los ojos de los halcones para mejorar su visión en la caza. La principal fuente de esta fantasía es Plinio, que llega a decir que se le aplican ellos mismos.

“A la que tiene hojas redondas y cortas, algunos la llaman hieracia porque el halcón (ἱέραξ), al rascarla y humedecer sus ojos con el jugo, aclara la visión cuando la siente borrosa.” (Plinio, Historia natural, XX)

Hieracium pilosela, “vellosilla” o “hierba de halcón”, ilustración de Deutschlands Flora en Abbildungen, por Johann Georg Sturm, 1796

No sabemos por qué la cetrería nunca se incorporó plenamente a la cultura clásica. En Persia y Oriente Medio (como más tarde en Europa), se asoció a la aristocracia, que disponía del tiempo y los recursos necesarios. Las clases privilegiadas de Grecia y Roma tenían otras formas de ocupar su tiempo libre y ostentar su estatus. Las familias ricas de Atenas, en un ambiente político muy particular, debían realizar "liturgias" (λειτουργία, literalmente, "trabajos para el pueblo", es decir, una especie de “servicios a la comunidad”, como equipar una nave de guerra o patrocinar una obra de teatro), con verdadero espíritu público, mientras que en Roma sufragaban los juegos de gladiadores en el circo. La cetrería no habría tenido la misma repercusión social.

Federico II y su halcón. De su libro De arte venandi cum avibus (El arte de cazar con pájaros). Biblioteca Apostólica Vaticana

En todo caso, floreció durante el período carolingio entre los nobles y el clero (a quien, a veces, se le prohibió cazar o, al menos, le estaba mal visto) y arraigó fuertemente entre las clases privilegiadas a partir del siglo XIII para llegar a considerarse la forma más noble de caza. El emperador Federico II de Hohenstaufen (aquel cultísimo y excéntrico gobernante que fue llamado Stupor mundi, “asombro del mundo”, por su erudición) definió el “Federspiel” (“el juego o deporte de la pluma”) como “arte”, que requería fortuna considerable y extensos terrenos. Don Juan Manuel, en su Libro de la caza, sostiene que para "hacer caza cumplida" todo señor debía poseer dos gerifaltes, cuatro neblíes, seis baharíes, un azor garcero, un azor anadero, un azor torzuelo perdicero, un borní, un gavilán y un esmerejón: un arsenal de dieciocho variedades de aves de presa, nada menos. Como verdadero atributo nobiliario, también era practicado por las damas de la aristocracia (incluso la emperatriz María de Borgoña, abuela de Carlos V, murió de resultas de un accidente durante una jornada de caza con halcones, en 1482).

Una ilustración de De arte venandi cum avibus, obra de Federico II, Biblioteca Apostólica Vaticana

La cetrería medieval era rígidamente jerárquica. El Libro de St. Albans (1486) detalla qué tipo de ave de presa era apropiada para los distintos rangos sociales, en una escala de nobleza donde las aves y los hombres estaban en niveles paralelos: el águila, para el emperador; el gerifalte, para el rey; el gavilán, para el príncipe; el halcón peregrino, para el conde; el halcón sacre, para el caballero; el esmerejón, para la dama; el cernícalo, para los sirvientes...

La idea de la antigüedad sobre las cualidades del halcón se basaba en la etimología: el griego ἱέραξ (hierax, “halcón”) guarda un gran parecido con ἱερός (hierós, sagrado”), y no poco debió de contribuir el carácter divino del ave, quizás de origen egipcio, puede que con la  contribución  de la escuela catequística de Alejandría (Didaskaleion), una de los primeros grupos teológicos cristianos, que utilizaba el simbolismo alegórico para interpretar el mensaje bíblico. Por otro lado, la codicia de estas aves era proverbial, sin contar con que el Antiguo Testamento (en el Levítico y en el Deuteronomio) las coloca en la categoría de animales inmundos. San Jerónimo (Homilia in the Dominica Paschae) podía escribir, refiriéndose al nido de la paloma, que “se tutissimam ab animarum accipitre diabolo conservavit” (“se mantuvo a salvo del halcón, diablo de las almas”). Su enemistad con las palomas llevó a despreciar al ave de presa, porque, como decía Ovidio, “vivía siempre en armas” (“quia vivit semper in armis”).

Ya hemos visto muchas veces cómo Hugo de Fouilloy (De avibus) ofrece ejemplos aviarios dirigidos a la vida religiosa. Según él, el halcón salvaje devora la presa, pero el manso la lleva a su amo, el “spiritualis pater”, que convierte mediante la predicación, “captas occidit, dum saeculares mundo mori per carnis mortificationem cogit” (“mata a los cautivos, mientras obliga a los mundanos a morir por la mortificación de la carne”).

Dibujo de una antigua vidriera de la catedral de Reims, destruida en la Gran Guerra, con el halcón devorando un corazón

Según una leyenda de origen desconocido, san Bavón (muy venerado en los Países Bajos porque era un santo local) fue acusado de haber robado un valioso halcón, lo que debía ser castigado con la muerte en la horca, pero justo antes del cumplimiento de la sentencia el ave apareció, posándose sobre el cadalso y demostrando así la inocencia del santo. Parece que esta historia es una elaboración para justificar su papel como patrono de la cetrería, representado habitualmente con el halcón y vestido con su armadura de soldado.

Geertgen Tot Sint Jans, San Bavón, c. 1470, Museo del Ermitage, procedente del Monasterio de San Bavón, en Gante


Atribuido a Rembrandt, Hombre con halcón (puede que San Bavón), c. 1661, Museo de Arte de Gotemburgo

San Valdric (o Baudry o Baldric o Balderico), hijo del rey franco Sigeberto I (535-575), eligió llevar una vida de anacoreta y con la ayuda de un halcón encontró el lugar adecuado, Montfaucon, donde, con el paso del tiempo, se fundó una comunidad monástica. Montfaucon significa “monte del halcón” y eso hace merecer al ave un lugar prominente en el escudo de la abadía y en la iconografía del santo, con el halcón sobre su hombro.

A la izquierda, escudo de la colegiata de Montfaucon según el Armorial général de France (siglo XVIII), Bibliothèque nationale de France. A la derecha, San Valdric, con su halcón en el hombro, Ilustración de Histoire de Montfaucon-d'Argonne

La estrecha relación entre el halcón y la nobleza le ha hecho desempeñar un papel en las enrevesadas etiquetas del amor cortés y, por supuesto, en la poesía amorosa medieval, desde el siglo XII. El tópico literario del amor como caza de cetrería estuvo ampliamente extendido en toda Europa y llegó a la Península en los siglos XV y XVI. El amante es comparado con un halcón o un gavilán y la amada con la garza, la paloma o la perdiz. Una letrilla anónima dice:

“Gavilán que andáis de noche,

¿qué viento corre?

¿Qué viento levanta el vuelo

de vuestro amoroso lance?

¿Dais en la tierra el alcance,

o matáislas en el cielo?

¿Sois obediente al señuelo?

Decid, pues andáis de noche,

¿qué viento corre?”

 

 Y hay muchos otros ejemplos que traer:

“Pensando al amor cazar

yo me hice cazador,

y a mí cazóme el amor.”

(Romance del cazador)

 

“Halcón que se atreve

con garza guerrera, peligros espera.

La caza de amor es de altanería…”

(Gil Vicente)


Konrad von Alsteten reclinado sobre su amante, con un halcón en su mano, lo que indica el éxito de la seducción, 1304, Biblioteca de la universidad de Heidelberg

Los juegos corteses eran muy sofisticados, al menos si nos atenemos a la literatura y el arte. Esta arqueta de Limoges es un ejemplo de esos matices.

Cofre de esmalte de Limoges, c. 1180, Museo Británico

idem, detalle de la tapa

Podemos ver dos medallones en la parte superior con dos combatientes a caballo, y debajo dos parejas. La de la izquierda muestra a un hombre arrodillado y llevado con una correa  por la mujer que tiene un halcón en su brazo; a la derecha hay un hombre con un rabel y una mujer con otro halcón.

idem, detalle del panel frontal

El panel frontal repite las  mismas parejas, con variaciones: a la izquierda, el hombre toca el rabel, la mujer escucha y el halcón vuela del uno a la otra; a la derecha, el hombre sometido por una correa tiene las manos atadas y la mujer sostiene el halcón con el brazo izquierdo. La genuflexión evoca el homenaje del vasallo al señor, típica del tema trovadoresco. El hombre con la espada, en el centro,  es la figura del “lauzengier”, una palabra occitana que denota al envidioso, el calumniador y maledicente que aparece a menudo en los poemas del trovadores como antítesis del amante cortesano, el soplón y adulador del marido engañado por su esposa.

"Había más de cuatrocientas [doncellas] en el patio, fue la hermosa Hellenborc quien ganó el halcón" (Hilario de Arlés, Vida de San Honorato, 1300).

Objeto de lujo, el halcón ha sido utilizado en ocasiones como premio a la belleza. Cuando se sitúa entre el caballero y la dama, el concurso está abierto; si está posado, el juego ha terminado y el hombre ha ganado, es decir, es aprobado como cautivo. Ese sería el sentido del arca de Limoges. Parece que “llevar el halcón” era un signo de dominar en la relación. Así, el señor Werner von Teufen es totalmente sumiso a su halconera, que lo ha aceptado. 

El Señor Werner von Teufen, Códice Manesse, 1304, Universidad de Heidelberg

1248, Sello de Sofía de Turingia, esposa de Enrique de Brabante 

En los paseos de las parejas por el campo era más común que la mujer llevara el halcón.

 Nicola y Giovanni Pisano, 1275, Fontana Maggiore, Perugia, representación del mes de mayo. La dama del halcón lidera la caza, el hombre coronado de flores la  sigue para ofrecerle un ramo (la pequeña pareja entre ambos es el símbolo de Géminis)

La entrega del corazón al amante es un tema común en la literatura cortesana, un poco más raro en la iconografía. Como era costumbre recompensar al halcón dándole de comer el corazón del animal que había capturado, la retórica del don del corazón se traslada del halcón a los amantes.

Tapiz de la entrega del corazón, 1400-10, Louvre. La mujer con el halcón (¿o éste mismo?) recibe  el corazón de su amante

Una prueba más de la sofisticación de la etiqueta cortesana era la costumbre de los “votos”, los juramentos caballerescos. Les Voeux de l'épervier (“Los votos del gavilán”) es una breve historia referida a Enrique VII de Luxemburgo, compuesta en 1315-16 por Simon de Marville: de camino a Italia para reclamar el título de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, uno de sus caballeros mata accidentalmente a un gavilán y deciden que toda la corte hará votos sobre él. 

La batalla entre el halcón y la garza tuvo también implicaciones morales en la mentalidad señorial, un motivo que encontramos en diversos contextos.

Vittore Carpaccio, Joven caballero en un paisaje, hacia 1505, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid

La batalla entre el halcón y la garza, que tiene lugar sobre la fortaleza, representaba un dualismo moral. El motivo fue adoptado por Carpaccio, en la parte superior, a la izquierda, para transmitir un mensaje en el contexto del tema del Miles christianus (“caballero de Cristo”). El caballero con armadura no es, en realidad, portador de un mensaje belicista, no es un héroe militar, sino encarnación de un concepto metafórico que yuxtapone pacíficas aves pequeñas, presas potenciales, con el halcón posado en el árbol, representando así los peligros de los vicios humanos.

Este motivo fue utilizado también por Domenico Veneziano en su Adoración de los Reyes Magos. En el tema se alude al triunfo de la Salvación sobre el Pecado como consecuencia del nacimiento de Cristo.

Domenico Veneziano, La Adoración de los Reyes, 1439, Museo Uffizzi 

El emblema, en forma de metáfora militar, ilustra la creciente tendencia a simbolizar las batallas interiores del hombre a través de imágenes bélicas.

Camerarius, Symbolorum et Emblematum, Nuremberg, 1596, con el lema “Exitus in Dubio Est” (“El resultado es dudoso”)

Jan Boskam, medalla por la victoria de Guillermo III de Orange sobre Luis XIV en Landen, 1693

Grabado de Peeter Boel, ca. 1657, Rijksmuseum



Autor holandés anónimo, Una pelea de pájaros, siglo XVII

Desde el siglo XV aumentan los retratos con el halcón como atributo del personaje, subrayando el rango social, incluso en retratos infantiles; a veces son retratos de cetreros, una especie de insignia profesional.

                                    

Retrato de cetrero, escuela lombarda, siglo XVII, colección privada



Frans Floris, Retrato de un cetrero, 1558, Museo Herzog Anton Ulrich, Braunschweig , Alemania

Los primeros ejemplos se crearon en los Países Bajos y luego pasaron, sobre todo, a Italia.

“Maestro de retratos de príncipes”, Engelbrecht II de Nassau, c. 1480-1500, Casa Colworth, Reino Unido


Antonio da Crevalcore, retrato de la familia Sacrati, c.1480-90, Alte Pnakothek, Múnich


Tiziano, hombre con halcón (¿Giorgione Cornaro?), 1537, Museo de Arte Joslyn, Omaha, Nebraska



Hans Holbein el Joven, Robert Cheseman, 1533, Maurithuis, La Haya


Hans Holbein el Joven, Retrato de noble con un halcón, 1542, Galería Borghese, Roma

En el siglo XVII, los emperadores mogoles de la India desarrollaron una iconografía de caza, con el retratado a caballo o a pie, llevando un halcón en la mano. Incluso hay un dibujo de Rembrandt que representa a Shah Jahan, quizá una versión de alguna pintura procedente de la India gracias al comercio holandés.

Rembrandt van Rijn, Shah Jahan a caballo con un halcón, c. 1656-1661, Museo del Louvre


Jahangir cazando a caballo con un halcón, Bodleian Library, University of Oxford, Manuscript Douce. Jahangir fue emperador mogol de la India desde 1605 hasta 1627


Retrato de Jahangir sosteniendo un halcón, atribuido a Abid, c. 1600-1610

A lo largo del siglo XVII, hubo un número creciente de representaciones en las que el retrato se enriquecía con motivos narrativos en los que la descripción de la caza o el ambiente de la misma adquieren tal peso que apenas se puede distinguir entre el retrato y la acción.

Sébastien Bourdon, Cristina de Suecia a caballo, 1653 – 1654, Museo del Prado

Los retratos de niños con el atributo del halcón se conocen desde el siglo XVI y fueron muy populares en el siglo XVII, especialmente en los Países Bajos. Uno de los primeros ejemplos, creado en 1507, es un busto de Carlos V, con siete años.

Maestro de la Leyenda de la Magdalena (activo c. 1490 – c. 1526 en Bruselas),  Carlos V de siete años con un halcón de caza, Kunshstorisches Museum, Viena 



Hans Holbein el Viejo, después de 1507. En una hoja, una de las caras representa a Carlos V niño; en el reverso, el halcón. Berlín, Museos del Estado de Prusia. Es una copia de la pintura anterior


Aelbert Cuyp, Retrato de un niño como halconero, 1649, Dordrechtsmuseum


Alonso Sánchez Coello, el archiduque Wenceslao de Austria, 1574, Kunsthistorisches Museum, Viena

Aunque era emblemática de la nobleza, la cetrería fue mal vista por la iglesia desde el principio, hasta el punto de condenarla, aunque no pocos clérigos, de origen señorial, la practicaban. En las Biblias moralizadas el halcón se asocia con hombres incrédulos o pecadores. 

Biblia moralizada, 1226-1275, Oxford, 270 b, fol. 135v, Bodleian Library. El obispo amonesta a los jóvenes tonsurados que se atreven a tener un halcón

El texto que acompaña a la ilustración dice: "Esto significa que el buen prelado debe corregir severamente al pecador y orar en secreto por él, para que el Señor le sea propicio."

De este modo y aunque la halconería siguió siendo el atributo nobiliario, no siempre tenía prestigio y a veces se le dio un significado moral más negativo.

El Bosco, detalle de la envidia de La mesa de los pecados capitales, 1505-1510, Museo del Prado

El Bosco, por ejemplo, lo utilizará para ilustrar la Envidia. La escena tiene lugar frente a la casa de un recaudador y su mujer, que envidian el halcón de un hombre rico, mientras a su vez excitan la envidia de los perros sacudiendo un hueso. 


Uno de los manuscritos con la leyenda de los tres vivos y los tres muertos, París, Bibl. de l'Arsenal ms. 3142, fol. 311, Antología de poemas franceses. París, hacia 1285

La altanería de la nobleza tuvo, a finales de la Edad Media, su contestación en el género del Memento Mori. “La leyenda de los tres vivos y los tres muertos” es una parábola sobre el encuentro entre tres jóvenes y tres cadáveres andantes y parlantes. La historia habla de tres nobles altivos que están cazando, con halcones, por supuesto, en una zona solitaria. Inesperadamente, se encuentran con tres muertos que salen a su encuentro en un cementerio abandonado y que les relatan cómo fueron sus vidas mundanas por las que ahora están penando. En la conversación, los vivos, llenos de miedo, son invitados a abandonar el orgullo y la autocomplacencia y llevar una vida temerosa de Dios. El halcón indica nobleza y juventud, pero también el temperamento sanguíneo de sus portadores. La obra conoció muchas versiones en todo tipo de formatos: incontables en los manuscritos, especialmente cuando proliferaron, desde el siglo XII, los Libros de Horas (libros de oraciones de uso personal para un público opulento, destinado en gran parte para mujeres); se conservan, además, alrededor de doscientos frescos, la mitad de ellos en Francia.

Miniatura de los tres vivos y los tres muertos, en un manuscrito anglo-normando, “Le dit des trois morts et trois vifs”, Salterio De Lisle, Inglaterra (East Anglia), c. 1308-c. 1340, Biblioteca Británica


Rencontre des Trois morts et des trois vifs, Libro de Horas de Carlos V, 1510-1515, Biblioteca Nacional, Madrid. En este caso, los halcones huyen asustados ante la visión de la muerte


Dict des trois morts et des trois vifs, fresco de la iglesia de La Ferté-Loupière, c. 1500, Yonne, Francia (Door P.Charpiat - Eigen werk, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2043373)


Nicholas de Margival, letra capital des 3 morts et des trois vifs, BnF Ms 25566 fol. 218 (Par Nicholas de Margival (13e siècle) — "Chansonnier et mélanges littéraires", BnF Ms. 25566, Domaine public, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=39795458)


Petites heures du duc Jean de Berry fol 282r, 1372-1390, BNF  


Bonamico di Martino da Firenze, conocido como Buffalmacco, Triunfo de la muerte, detalle del encuentro entre los vivos y los muertos. Fresco del Camposanto de Pisa, 1336-1341

Un hombre a caballo con un halcón también puede significar la primavera, la paz y el descanso. Sin embargo, la caza también se asocia con la vanidad y el orgullo. Estos son los vicios que los textos moralizantes vinculan con el halcón.

Calendario extraído del Rustican, de Pietro Crescenzi, 1303, Museo Condé, Chantilly. Este tratado de agronomía muestra las tareas del campo correspondientes a cada mes; mayo es representado por el halconero a caballo, a la izquierda en la fila central

El orgullo del halcón es una impregnación de su relación con la nobleza, de su carácter salvaje y, sobre todo, era un ave improductiva, superflua y al servicio del ocio ostensible. Así, la jactancia del ave en el poema Halcón perchado, de Ted Hughes:

 

“[…]me elevo y hago girar todo despacio.

Mato donde quiero porque todo es mío.

No hay sofisma en mi cuerpo:

mis modales consisten en arrancar cabezas,

son la asignación de la muerte.

Porque la única ruta de mi vuelo pasa directamente

a través de los huesos de los vivos,

mi derecho no necesita argumentos:

 

el sol me respalda.

Nada ha cambiado desde que empecé.

Mi ojo no ha permitido ningún cambio.

Y voy a hacer que todo siga así.”

Bruno Liljefors, halcón peregrino













































 






Comentarios

  1. Muy interesante, como siempre. Gracias por tu dedicación

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  2. En san Juan de la Cruz también contemplamos altos vuelos, caza y amor: "Tras de un amoroso.lance/y no de esperanza falto/ volé tan alto, tan alto/ que le di a la caza alcance". Gracias, Alfonso, y un abrazo. Ana.

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