PARA LA IMAGINACIÓN ( y IV): EL AVE SOLAR
“Ahora creeré
que hay unicornios; que en Arabia
hay un árbol, el trono del fénix, un fénix
en esta hora reinando allí”
(W. Shakespeare, La
tempestad)
El Fénix en un manuscrito Biblioteca de la Universidad de Aberdeen, Univ. Lib. MS 24 (Bestiario de Aberdeen), folio 55v
De todas las aves fantásticas, el Fénix —merece la mayúscula porque es un nombre propio, sólo había un ave Fénix—es la única ajena al temor y a las sombras: no era un ave tétrica ni siniestra, sino luminosa; no presagiaba muerte, sino vida. Inextinguible, antítesis del pobre dodo, se fabulaba que vivía en la India o Arabia. Tenía una cresta como la de un pavo real, el pecho rojo y el cuerpo azul. Al cumplir quinientos años volaba al monte Líbano y llenaba sus alas de especias aromáticas. Desde allí viajaba a Heliópolis, en Egipto, donde moría quemada en el altar. El sacerdote acudía a retirar las cenizas, y descubría una especie de gusano de olor muy dulce que en tres días se convertía en un polluelo y al día siguiente en un ave adulta.
Otra variante de la historia dice
que en Líbano el ave Fénix construía un nido en un árbol y luego volaba hacia el
sol, para que descendiera fuego con el que prender su nido; al tercer
día resurgía de sus cenizas, como haría Cristo.
Fénix en un nido en llamas: Fresco de la "Capilla Griega"
(Capella Greca), en las catacumbas de Priscila, mediados del siglo III, Roma
La historia del ave Fénix procede
originalmente de los clásicos, probablemente de raíces egipcias (Bennu,
la garza sagrada que encarnaba la creación y la renovación anual). Hay una mención en
un texto atribuido a Hesíodo por Plutarco:
“El cuervo balbuceante vio
nueve generaciones de hombres floreciendo con juventud; el ciervo vive cuatro
veces más que el cuervo; el cuervo envejece durante tres edades de ciervo; el
fénix vive nueve edades del cuervo y nosotras diez edades del fénix, nosotras,
Ninfas de hermosos cabellos, hijas de Zeus armadas con la égida”.
Heródoto, en sus Historias,
es el primero en dar el nombre de Fénix al bennu egipcio, la garza posada sobre el sauce de Heliópolis.
“También colocamos en la misma
clase a otro pájaro llamado fénix. Sólo lo he visto en pintura; rara vez lo
vemos; y, si hemos de creer a los heliopolitanos , sólo aparece en su país cada
quinientos años, cuando muere su padre. “
También Ovidio alude a su autorrecreación.
“Todos esos seres toman principio de otros, pero hay un ave que se
siembra y se reconstruye de sí misma. Los asirios la llaman fénix, y se alimenta
de incienso y jugo de amomo. Cuando ha cumplido cinco siglos, se construye con
uñas y pico un nido en lo alto de un roble o una palmera, y bajo él pone casia,
espigas de nardo, canela y mirra. Luego se coloca encima, y muere entre aromas.
Dicen que de allí nace, del cuerpo de su padre, un nuevo fénix que ha de vivir
los mismos años que él y que, cuando con la edad adquiere fuerzas bastantes,
levanta del árbol el nido —cuna suya y sepulcro de su padre— y lo lleva en
vuelo a la ciudad de Hiperión, donde lo deposita a las puertas del templo de
éste.”
En la versión del geógrafo
Artemidoro de Éfeso, el ave muere en el nido en su país natal y allí se
descompone; entonces se genera un nuevo Fénix que vuela a Heliópolis con los
restos de su predecesor, que deposita en el templo del dios Sol. Todas las
versiones se entrelazan y se introducen nuevos detalles: se le pone un halo
radiante, una cresta, una garganta, un penacho y una cola con plumas azules y
rosadas; su vuelo es escoltado a veces por todo un regimiento de otras aves; su
alimentación es peculiar (plantas aromáticas, rayos de sol, rocío, néctar,
vientos); su canto supera al del ruiseñor y al del cisne moribundo. Si sólo
existe un ave al mismo tiempo se considera asexual y las estimaciones sobre su
esperanza de vida oscilan entre los 500 y los 1.461 años (un ciclo astronómico
egipcio), aunque a veces se habla de miles de años (7.006).
Ateneo de Náucratis da cuenta de
una enorme suma que Alejandro Magno entregó a Aristóteles para que completara
su obra sobre los animales. Esta financiación aparece en la presunta carta de
Alejandro a Aristóteles sobre las maravillas de la India, una especie de
informe en beneficio de su antiguo tutor, la célebre Epistola Alexandri ad
Aristotelem, que en realidad es apócrifa y fuente de la mayor parte de los
detalles fabulosos de la vida de héroe macedonio. La copia más antigua que se
conserva es del siglo III d.C., y hay que tener en cuenta que, a medida que se
copiaba, se añadían más detalles fantásticos. Un fragmento del texto alude a un
pájaro que emitía rayos dorados.
«Cuando llegamos a un
lugar que era un desierto desolado y vimos allí un pájaro sentado en un árbol
sin frutos ni hojas. Del pájaro percibimos rayos brillantes y los árboles allí
eran como los rayos del sol y nos maravillamos mucho de estas cosas hasta que
llegamos a un bosque».
Plinio cita un informe según el
cual un Fénix que apareció en Egipto en el 36 d.C. (Tácito, en sus Anales,
data esta llegada dos años antes) fue llevado a Roma durante el reinado de
Claudio, en el 47 d.C. y expuesto en el Comitium del foro. El paleontólogo
Georges Cuvier pensaba que el ave descrita era un faisán dorado
macho, Chrysolophus pictus, traído del interior de Asia, en una época en
que estas aves eran desconocidas en Europa.
“Dicen que Etiopía y la India
crían tres aves de muy diversos colores e indescriptibles y la más famosa de
todas, el fénix de Arabia (no sé si se trata de una fábula), única en todo el
mundo y muy difícil de ver, Se cuenta que es del tamaño de un águila, con el
brillo del oro en torno al cuello y el resto de color púrpura, con plumas rosas
que adornan su cola azulada y con el ennoblecimiento de crestas en la garganta
y de un copete de plumas en la cabeza. Manilio, aquel senador famoso por sus
grandísimos saberes sin haber tenido maestro alguno, fue el que, entre los
romanos, se refirió a él primero y con el mayor rigor. Señala que no ha
existido nadie que lo haya visto comer, que en Arabia está consagrado al sol.”
El poeta romano Lactancio, describiendo al Fénix, parecía
dar la razón a Cuvier: Effigies inter pauonis mixta figuram /cernitur et pictam
Phasidis inter auem (“Su cuerpo parece unir el pavo real con el ricamente
adornado faisán”).
Un macho de faisán dorado, Chrysolophus pictus
Mosaico del Fénix
rodeado de rosas, procedente de Daphne, Antioquía, c. 475-500, Museo del Louvre
Fénix con inscripción siríaca de una tumba en Edesa (235-236)
Tertuliano y Ambrosio vieron en
el Fénix un argumento que prefiguraba la resurrección de Cristo, en supuesto
cumplimiento del evangelio de Juan, 10:
“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a
tomar. Tengo poder para entregarla y poder para volver a tomarla.”
En la versión de la Septuaginta (la traducción griega de la Biblia hebrea) del salmo 92, se dice: “El justo cual palma florecerá”, pero no está claro si se refería al Fénix o a la palmera porque la palabra griega (Phoenix, φοίνῑξ) es exactamente la misma para ambos. En todo caso, la palmera es un árbol “solar”, que crece derecho hacia el sol, sin “distracciones”, con sus nuevas hojas naciendo sobre las que van muriendo. Es un árbol que no se doblega, una via ad caelum, un camino directo al cielo. La relación con el fénix ya la vimos en su momento.
La Antigüedad le dedica un gran poema, el Carmen de ave phoenice, atribuido a Lactancio (250-325), el llamado “Cicerón cristiano”:
“Aquí el tipo de árboles, que se elevan con ramas altas
Da frutos dulces que no caerán a la tierra.
Un ave única, el Fénix, habita el bosque, el bosque sagrado.
Ella es única pero vive, habiéndose restaurado a través de
la muerte.
Ella es una suplicante y cumple con Febo, un asistente que
debe ser mencionado:
La naturaleza, su madre, le dio este don que tiene.
[...]
Muerte es amor, está su solo
placer en la muerte:
Para poder renacer, antes
ansía morir.
Ella su descendencia su padre
es y heredero,
Ella nodriza de sí, vástago
suyo sin fin, sí, ella,
Mas no la misma, ya que es y
no es ella misma,
Gracias al don de morir vida
logrando eternal.”
La inmortalidad de esta ave era explicada por
la tradición cristiana porque Eva, en el Paraíso, dio a probar del fruto
prohibido no sólo a Adán, sino también a todas las criaturas, pero se olvidó de
ofrecérselo al Fénix, que logró así escapar de la maldición de la muerte.
Basílica
romana de santa Práxedes. El mosaico del ábside muestra, a la derecha del
Pantócrator, a San
Zenón y al papa Pascual I flanqueando a santa Práxedes. Sobre este grupo está
la palmera y, en una de sus ramas, el ave Fénix con el nimbo rodeándole la
cabeza. El mosaico es de 817-824 y es casi idéntico a otro en santa Cecilia in
Trastévere
El mismo esquema aparece en el ábside de san Cosme y san Damián, en el foro romano: el Fénix sobre la palmera. 526-530
Como la apropiación cultural no
es otra cosa que la cultura misma, la cual, como el Fénix, se recicla en giros
innumerables, encontraremos cientos de imágenes en la Edad Media, demostrando
la importancia de su simbolismo. Sus referencias son casi incontables: lo
encontramos en el Infierno de Dante, en Borges, en Voltaire, en el volumen
cinco de Harry Potter...François Rabelais, en su Libro Quinto
(1564), una obra sobre un viaje fantástico, no se conforma con que haya un solo
Fénix, así que, tan pantagruélico en todo, escribe:
“Vi catorce Fénix allí. Había
leído en varios autores, que fue uno solo en todo el mundo, durante una época;
pero, según mi poco juicio, quienes escribieron sobre él nunca lo vieron fuera
del país de los tapices, ni siquiera Lactancio Firmiano.”
Bestiario latino, siglo XII, Enciclopedia Británica. El Fénix aparece
recogiendo hierbas aromáticas y luego ardiendo en una pira
El ave que dispone su propio funeral, encendiendo la pira con ramas aromáticas para renacer a los pocos días de sus propias cenizas, tuvo que adquirir un poderoso significado para el cristianismo. El Physiologus dice: “Es un hecho que nuestro Salvador bajó de los cielos, llenó sus alas con las fragancias del Viejo y del Nuevo Testamento, se inmoló a sí mismo ofreciéndose a su Padre en la cruz y a los tres días resucitó”. El Fénix es un ave desprendida de lo terrenal, como se le suponía al cristiano justo.

En el mapamundi de la catedral de Hereford (c. 1300) puede verse el ave Fénix (subrayada en rojo), localizada en Oriente. A la izquierda del ave vemos
el mar Muerto (con Sodoma y Gomorra en su interior y, a su izquierda, una graciosa
imagen de la mujer de Lot mirando hacia atrás y convirtiéndose en estatua de
sal); a la derecha de la imagen fluye el Nilo. La mancha roja de la parte
superior es, claro, el mar Rojo. El mapa está orientado al este, como era habitual en la Edad Media
Esa obra fantástica que es el Libro de las maravillas del mundo o Viajes
de Juan de Mandeville (siglo XIV), una obra ficticia de viajes, se refiere
también a este asunto, con pretensiones de exactitud geográfica:
“En Egipto también hay una ciudad que se llama Eliople [Heliópolis],
que significa 'la ciudad del sol'. En esta ciudad hay un templo redondo como el
Templo de Jerusalén. El sacerdote de aquel templo tiene un libro en el que está
escrita la fecha de nacimiento de un ave que se llama Fénix; y hay una sola en
todo el mundo…Esta misma ave es símbolo de Nuestro Señor Jesucristo.”
Bodleian Library MS. Bodl. 764. El fénix ardiendo en su nido
El Bestiario de Aberdeen añade
que "el Fénix también puede
significar la resurrección de los justos que, reuniendo las plantas aromáticas
de la virtud, se preparan para la renovación de su antigua energía después de
la muerte... Vean cómo la naturaleza de las aves ofrece a la gente común prueba
de la resurrección de que lo que proclama la Escritura, la acción de la
naturaleza lo confirma."
Biblioteca de la Universidad de Aberdeen, Univ. Lib. MS 24 (Bestiario de Aberdeen), folio 56r
En Inglaterra, el Fénix fue símbolo de la reina Isabel I porque era Sola Phoenix o Unica Phoenix (“la Fénix solitaria”). Como se decía que sólo vive un Fénix a la vez, ello resaltaba su singularidad como reina. El Fénix representaba también la castidad de la "reina virgen" y la confianza en su capacidad para regenerar la dinastía Tudor.
Medalla
de plata ovalada con el busto de Isabel I y en el reverso el Fénix en llamas,
1574. En el reverso, en torno al ave, está la inscripción FELICES ARABES MVNDI
QVIBVS VNICA PHŒNIX PHŒNICEM REPARAT DEPEREVNDO NOVAM. O MISEROS ANGLOS MVNDI
QVIBVS VNICA PHŒNIX VLTIMA FIT NOSTRO TRISTIA FATA SOLO (“felices los árabes
cuyo único Fénix reproduce con su muerte un nuevo Fénix. Desdichados ingleses
cuyo único Fénix se convierte, desgraciado destino, en el último de nuestro
país”)
Medalla
de plomo. Una rosa Tudor coronada rodeada por la leyenda “REGINA BEATY” (“reina
bendita”), indica que esta medalla fue emitida durante el reinado de la reina
Isabel I. En el reverso se ve un fénix coronado con la leyenda "SOLA
PH-NIX MVNDYE" ("sólo un fénix en el mundo"). Algunos atribuyen
este simbolismo al temor a la muerte de Isabel a causa de la plaga y otros
dicen que esta medalla puede conmemorar la muerte de Isabel en 1603
El Fénix fue también emblema de viudas y de niños muertos en el parto, con el lema nascitur ut alter (“nacer como otro”). Se explica así el recurso al ave con ocasión de la muerte de Jane Seymour, la tercera esposa de Enrique VIII, que falleció en 1537 como consecuencia del parto del futuro Eduardo VI (se llegó a decir que fue sacrificada en una cesárea: una muerte de la que otro nace).
Vidriera heráldica
de Jane Seymour en la iglesia de Santo Tomás, Noak Hill, con el Fénix rematando
la fortaleza. Hay un error en este vitral: las iniciales entrelazadas de
Enrique y su esposa aparecen aquí como H y A, en lugar de H y J, como deberían
ser. Parece como si el vidriero se hubiera limitado a copiar la plantilla de
una ventana anterior, en la que las iniciales de Enrique estaban combinadas con
las de su anterior esposa, Ana Bolena
El prodigio del Fénix era una
alegoría perfecta para la alquimia y la masonería y sus aspiraciones de hacer
renacer el saber esotérico.
Augustus Knapp, Ilustración del cosmos de la orden secreta Rosacruz,
pp. XX. Las aves alquímicas incluyen al fénix, abajo a la izquierda, y al
águila, abajo a la derecha
Alegoría de la
Química en la Enciclopedia de Dideror y D’Alembert, llena de símbolos
alquímicos. El fénix remata el cosmos
En tiempos turbulentos todo
parece envejecido, incluso un ser siempre joven como el Fénix. Paul Klee
imaginó a esta ave como una grotesca mujer-pájaro que él mismo definió como una
“alegoría de la equivocación”, un símbolo de la inadecuación de las cosas
humanas, incluidas las más elevadas, en tiempos críticos y que se hace eco
incluso de la temática de la vanitas. ¿Era, para el pintor, el anuncio del fin
de un ciclo y la llegada de una renovación, como esperaban con ilusión las vanguardias?
El Fénix en trance de morir para dar nacimiento a un mundo nuevo o un mundo
definitivamente caduco al que no le valen los viejos símbolos.
Paul Klee, Fénix
envejecido, de la serie Invenciones, 1905, MOMA
Comentarios
Publicar un comentario