CAZAR PÁJAROS
Interior de la llamada “Copa del cazador de pájaros”, un kylix jónico de figuras negras encontrado en Etruria, c. 550 a.C. Dos pájaros, unos pajarillos en un nido, un saltamontes y una serpiente se encuentran dispersos en un fondo vegetal abigarrado, donde se mueve el personaje central. Louvre
Ottokar Walter, recreación del rey Enrique el Pajarero, c. 1904. En la jaula tiene un pinzón y en su mano derecha sostiene la cuerda de la trampa. Al fondo, a la derecha, llegan los emisarios a coronarlo, pero él está a lo suyo
Pieter Bruegel, Paisaje invernal con trampa para pájaros, 1565, Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica
En este tema nos cruzamos de nuevo con Pieter
Bruegel, que despliega en esta obra sus sugerencias sobre el destino humano. Aparentemente, parece una exhibición de alegrías
invernales: los niños patinan o juegan a la peonza, los adultos practican una
especie de tanga deslizante (un antepasado del curling), una madre hace dar sus
primeros pasos a su hija sobre el hielo… pero la realidad es más sombría. El
gran árbol es la frontera entre dos mundos. A su izquierda se desarrolla la
vida del hombre, vigilada por una pareja de cuervos en primer plano; a su derecha, la amenaza,
la trampa y el cazador acechando. De un lado, la vida despreocupada del
hombre; del otro, la certeza de la muerte y la amenaza del Maligno.
Detalle de la trampa para pájaros. Puede verse la cuerda que sale hacia
la derecha…
…y de la que tirará, en el momento oportuno, el trampero escondido tras el ventanuco
“Porque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces que son
presos en la mala red, y como las aves que se enredan en lazo, así son
enlazados los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente
sobre ellos”. (Eclesiastés 9.12)
A caballo entre los dos ambientes, la iglesia, al fondo, es la solución de continuidad entre la vida terrenal y la vida eterna. A la altura de la tercera ventana de la iglesia, en el árbol, una urraca, blanca y negra, ambivalente, observa. Los pájaros solían simbolizar el alma y así, en el cuadro hay el mismo número de ellos que de personajes, treinta y uno. Cada ave representa el alma en peligro de los que alegremente pasan su mañana invernal porque el demonio acecha con su trampa a los menos avisados. ¿Por qué treinta y uno? No sabemos si es una cifra casual, pero se le han buscado significados: el último día del mes como alegoría del fin de la vida o quizás una referencia a la fecha de excomunión de Lutero, el 3 de enero (de 1521), o, más probablemente, una representación de la Trinidad, tres personas en una.
Siendo los pájaros incautos,
inocentes y alados, como representaciones de almas livianas y cándidas, la
moralización de su caza tuvo un fondo espiritual, una advertencia para
pecadores descarriados y un ejemplo para creyentes rectos. Al mismo tiempo, el
hecho de que la religión ocupara todo el espacio social hizo que terminara por
usarse indistintamente en cualquier ámbito, en el cristiano y en el secular.
Pseudo-Abraham, “Algo para
todos, esto es: Una breve descripción de todo tipo de gente de clase, oficio y
negocios Con enseñanzas morales impresas y conceptos bíblicos”. El grabado
muestra al pajarero como alegoría:
“No os asociéis con la persona mundana
que está atada a la vanidad
y seduce con las trampas del pecado,
donde la lujuria ciega el rostro.”
Sebastian Brant, La nave de los locos,
1494. Se representan aquí los cazadores que son demasiado evidentes para los
pájaros
El texto que acompaña al grabado dice:
“Hay quien anuncia en voz alta el ataque
e hila su hilo delante de todos
del que es fácil desconfiar.
Tonto es el que quiere cazar un gorrión
y deja su sedal a la vista.
Pues el pájaro huye fácilmente
cuando lo ve abiertamente ante él.”
Este lema se corresponde con la advertencia bíblica:
“Porque en vano se
tenderá la red ante los ojos de toda ave; pero ellos a su propia sangre ponen
acechanzas, y a sus almas tienden lazo”. (Proverbios 1, 17-18)
Sebastian Brant,
colección de fábulas, 1501. "De aucupe et volucribus" (el cazador y los pájaros)
Este grabado ilustra una fábula de
Esopo, y el texto dice: “Un mirlo
preguntó a un cazador de pájaros que acababa de colocar sus redes qué estaba
haciendo. Él respondió que estaba fundando una ciudad y se fue. El mirlo confió
en sus palabras, voló más cerca y, cuando quiso comerse el cebo, quedó atrapado
en la red. Cuando el cazador se apresuró a llegar, el mirlo le dijo: "¡Oh
hombre! Si fundaras una ciudad así, no encontrarás muchos habitantes".
Moraleja: Si quienes están en el poder son demasiado duros, arruinan la
comunidad.”
Giovanni Paolo Cimerlini, El
aviario de la muerte, 1560-1580, Museo Blanton, Universidad de Texas
Esta abigarrada imagen muestra a
un grupo de hombres en una torre, otro grupo que lee libros cerca del agua, y
un tercero, a la derecha, está formado por hombres y mujeres que interpretan música. Los tres grupos parecen ajenos al peligro representado por varios
esqueletos: uno mueve un señuelo y, a su izquierda, un hombre desollado parece
estar esperando que lleguen los pájaros y se posen en los palos clavados en el
suelo, donde está la lechuza que puede atraerlos; al fondo, otro esqueleto y un
galgo empujan a los humanos hacia una red; otros ya están atrapados en una masa
informe, tras la torre, en la que se abre una puerta que conduce al Infierno y
por la que sale otro esqueleto. El tema de la Muerte tendiendo sus trampas era
popular, especialmente entre los artistas alemanes, pero era infrecuente en
Italia. Este grabado podría haberse inspirado en una fuente literaria.
Georgette de
Montenay/Anna Roemer Visscher, Cien emblemas cristianos, c. 1615. Emblema 85:
“Sic fraudeibus scatent eorum domus” (“Sus casas están llenas de fraude”)
El texto asociado al emblema parafrasea a Jeremías:
“Entre mi pueblo se ha encontrado gente impía, que a semejanza de los
que ponen trampas para los pájaros, se ponen al acecho para atrapar a sus
semejantes. Sus casas parecen jaulas llenas de pájaros, pero están llenas de
engaño. ¡Fue así como se hicieron grandes y ricos!” (Jeremías 5:26 27)
Recueil Robertet, 1490-1520, BNF Français 24461 fol 71r
Esta imagen es parte de una
colección de proverbios ilustrados y expresado en el último verso de la
cuarteta:
“Nadie a mi trampa se
acerca
si no es bien docto en
los amores,
que al final no caiga en
reproches,
porque allí quedan atrapados los más listos.”
El cazador, escondido en su cabaña, ha atado una lechuza a un árbol recubierto de cola: los pequeños pájaros la atacan y quedan atrapados, pero algunos logran escapar rompiendo la rama que se les pega a las patas. La caza con liga se toma aquí como una metáfora general de las pretensiones del amor, sin especificar si la lechuza representa precisamente a la seductora o al seductor.
Son innumerables lo ejemplos del uso del búho como señuelo
para la caza, en un sentido moral o religioso, como ya vimos.
Emblema de Jacobus
Boschius, Symbolographia, sive de Arte Symbolica, Augsburgo, 1701. El lema es
sucinto: Capta capit (Como prisionera atrapa a otros). El texto
explicativo dice: “Se puede comparar a los injustos avaros y usureros con los
noctámbulos: así como también se pueden cazar fácilmente otros pájaros; Luego,
a menudo vuelan hacia ella / la odian / y quieren arrancarla y tirarla / pero
como resultado se meten en palos o hilos con el propio observador de aves / y
quedan atrapados… Por eso tal noctámbulo / es decir / usurero o avaro /
es muy agradable para el cazador o pajarero infernal / porque con él puede
atrapar muchos otros pájaros / o almas"
Giacomo Franco, La caza de la lechuza, 1590-1600
La metáfora se vuelve más
misógina: la lechuza es reemplazada por la mujer, y los pajaritos son los
hombres que ella atrae. El papel del cazador de pájaros se divide aquí en dos
personajes: el sátiro –una especie de Diablo humanizado– que hace girar el mecanismo
del reclamo; y un joven amonestador, con un cartel con la palabra “bufón”, que
parece avisar al espectador del truco: el gesto del dedo índice hacia el ojo
significa que está en guardia, y el gato que lleva bajo el brazo sería un
emblema de prudencia.
Entramos aquí en un terreno al
que se ha desplazado la simbología religiosa. Las metáforas de la caza de
pájaros en el tema amoroso tienen una larga tradición: Ovidio, en su Ars amandi
(“Non avis aucupibus monstrat, qua parte
petatur”, “El pájaro nunca ha mostrado al cazador dónde es mejor acecharlo”)
o en los Proverbios salomónicos (“Como el
ave que se apresura a la red y no sabe que es contra su vida hasta que la saeta
traspasa su hígado”).
Códice Cocherelli, 1330-40, Biblioteca Británica
Ídem,
detalle
Está página es un repertorio de varias aves de diversas especies y un muestrario de jaulas. La mujer
alimenta al camachuelo, su favorito. Esta reina es la Lujuria y en el texto se
explican las seis variantes de este vicio (prima, secunda, tertia…). La
descripción de la sexta dice:
“Vicio antinatural: cuando
alguien, fuera del lugar habitual, deposita y emite su semilla. Y este vicio se
puede realizar de varias formas.”
El cazador que aparece al final
de la página, con sus redes, escondido detrás de un arbusto, utiliza los
pájaros enjaulados como señuelos para atraer a sus hermanos aún salvajes. Así,
el cazador es, como el diablo, quien se aprovecha del apetito sexual en todas
sus formas, tanto masculinas como femeninas. La explicación más cercana al
espíritu de la época nos la proporciona uno de los grandes textos medievales,
el Romance de la Rosa, un pasaje del cual podría haberse escrito como
explicación a pie de página:
“No hay codorniz vieja
Que no quiera venir al pajarero”.
En Tristán e Isolda de Godofredo de Estrasburgo (m. ca. 1215), se
ofrece la analogía de la caza con liga con el amor de Riwalin por Blancaflor:
“El pensativo Riwalin, | sirva
de ejemplo, | Que el valor del pensamiento | Es como el pájaro libre, | Que se
balancea libremente en muchas ramas | Y ahora vuela a la liga. | Cuando ahora
siente el pegamento, volaría con gusto de nuevo a casa: sus pies ya están
pegados; agita las alas, quiere alejarse| Así que golpea una y otra vez con
todas sus fuerzas, hasta que por fin es vencido y queda firmemente pegado a la
rama.”
Salterio de Oxford, Flandes, alrededor de 1320, Biblioteca Bodleian,
Oxford
Algo anterior al Códice
Cocharelli, probablemente hecho para que el conde de Flandes, Luis de
Nevers, se lo ofreciera a una dama, el Salterio de Oxford tiene muchas
ilustraciones de tipo amoroso: ofrece, por ejemplo, una de las primeras
apariciones medievales de Cupido y una ilustración de Frau Minne, personificación del amor cortés de la Edad Media alemana, objeto
frecuente del minnesang, el trovador, generalmente un enamorado
suspirante que se queja de su estado de sufrimiento espiritual.
En la ilustración superior, dos
cazadores capturan un pájaro en la red (parece un pinzón) mientras otro se
acerca al señuelo. Probablemente se ejemplifica el engaño, la conducta perversa
que se denuncia en el texto precedente:
“En la integridad de mi
corazón andaré en medio de mi casa, no pondré delante de mis ojos cosa injusta.
Aborrezco la obra de los que se desvían; ninguno de ellos se acercará a mí. El
corazón perverso se apartará de mí; no conoceré al malvado.” (Salmo 101)
Esta segunda página dedicada a la
captura sólo puede entenderse como una antítesis gráfica de la anterior. El
papel de reclamo lo desempeña el halconero, enjaulado en la letra L de Laudate.
El cazador (el mismo que aparecía en la página anterior) queda atrapado en su
propia red. El halconero enjaulado y el cazador cazado ilustran una vez más al
malvado, pero esta vez atrapado por su propia lujuria, como se explica en el
texto justo arriba:
“Lo verá el malvado y se irritará; rechinará los dientes y se
consumirá; perecerá el deseo de los malvados.” (Salmo 112)
La cazadora, vestida como una
monja, es la encarnación de los justos, una mujer inexpugnable que domina el
deseo masculino.
El poema didáctico Der
welhische gast, “El extraño romance”, fue escrito por un clérigo erudito de
Friuli, Thomasin von Zerklaere (Tomassino di Cerclaria), hacia 1215-16, quien
también pudo dar indicaciones para las ilustraciones de los versos. El
entretenido poema fue muy popular entre el público medieval. La obra no es un
tratado estrictamente sistemático de estilo académico, sino más bien un poema
que da ejemplos de comportamiento ético a un público cortesano. Para entender
lo que sigue, es necesario conocer la técnica de caza de pájaros con una trampa
de pinza: cuando el pájaro se posa sobre él, el cazador, que espera en un
escondite, tira de una cuerda para que las barras se cierren y atrapen al
pájaro.
Thomasin von Zirklaere, Wälscher Gast, Caza con liga, Vers 891f, Sächsische
Landesbibliothek Dresde. En la choza que sirve de escondite, el cazador tiene a
su dama detrás: él es también el cazado
Thomas Murner, Die Geuchmat (la caza del cuco), 1519, Munich, BSB Rar.
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En este libro satírico de Thomas Murner, los cucos (cornudos o tontos) se encuentran en todo tipo de situaciones degradantes. La imagen muestra a una mujer usando su escote como cebo para atrapar la mano de un hombre con una pinza para pájaros. En el texto siguiente la mujer hace gala de su capacidad para atrapar a los hombres incautos.
“Es un truco astuto
estar bien equipado
para atrapar un cuco.
Podemos atraparlo
mejor mirándolo
que cazando con
cordones y redes.”
De nuevo, Sebastian Brandt y su Nave de los locos. Aquí el diablo atrapa con la pinza a una mujer orgullosa:
Sebastian Brandt, La nave de los locos, 1494. Parte del texto dice:
“Cualquiera que sea orgulloso y se alabe
y se ensalce, será
castigado por el diablo.”
Niklas Stör, xilografía, 1534. Usando a mujeres como cebo, los pajareros manejan una trampa en la que ha caído todo un muestrario de hombres de diversos grupos sociales
En los manuscritos más galantes,
los hombres voladores pueden ser reemplazados por corazones a los que las mujeres
tienden su red.
Maestro de Frankfurt, Alegoría del amor, 1520-30, colección privada. Abajo, detalle de la parte central, con la caza con pinza
Este friso en tres partes muestra
cómo hombres libres, mal aconsejados por un bufón (parte izquierda), son
capturados (en el centro) y luego sujetos sin necesidad de correas ni jaulas
porque las armas de la seducción son más eficaces.
En el siglo XVIII, el pajarero se especializa en la caza de
doncellas desprevenidas. Veamos este “pendant”
(dos cuadros que forman pareja) de Greuze.
Jean-Baptiste
Greuze: a la izquierda, Indolencia (o la perezosa italiana), Wadsworth
Atheneum, Hartford. A la derecha, El guitarrista napolitano (o un pajarero que,
al regreso de la caza, afina su guitarra), Museo nacional de Varsovia. Ambas
obras formaban una pareja, luego separada, elaborada en 1757
La joven parece abatida,
rodeada de detalles que muestran su tristeza tras ser abandonada después de las promesas (lleva
un anillo en un dedo). El guitarrista subraya su papel seductor con las jaulas
y señuelos que lo rodean. Afina su instrumento, preparándose para una nueva
serenata de seducción.
Describiendo un gran círculo, la metáfora de la caza de pájaros recorre un camino desde la admonición cristiana, con frecuencia usando a la mujer como encarnación del embaucamiento diabólico, a la admonición moral en la que ella es la víctima propicia del relajamiento de las costumbres.
Gracias Alfonso por tus escritos tan interesantes.
ResponderEliminarHasta hoy no había caído en la representación metafórica de los pájaros en la pintura. Los consideraba como un adorno más. El hecho curioso para mí es que caído en mi cuenta propia que no hay dibujo que realice de la naturaleza, por simple que sea en el que no deje de colocar unas cuantas siluetas sencillas de pájaros. Para mí, el paisaje sin aves en el cielo es una representación incompleta. Un abrazo y gracias por tus enseñanzas, Alfonso.
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